Wortenia Senki (NL)

Volumen 10

Capítulo 5: Tramas Incesantes

Parte 3

El hecho de que pudiera filtrar información privilegiada a Xarooda sin llamar la atención de nadie fue una prueba de sus habilidades superiores.

Saito, sin embargo, miró el elogio de Kikukawa con ojos oscuros. “Matar a uno o dos de ellos en este momento no cambiará nada”.

No había escasez de personas a las que Saito quería atacar y matar. Una parte de él quería matar sin piedad a todos los hombres, mujeres y niños de este maldito mundo. Cada aspecto que componía este infierno distorsionado era algo que Saito aplastaría en pedazos si tuviera la oportunidad. Más importante aún, quería asegurarse de que nadie más tuviera que pasar por las cosas que él hizo.

Los ojos de Saito estaban llenos de odio ardiente y resolución severa. Una astilla de oscuridad escondida en su corazón pasó a primer plano. El mismo Kikukawa había visto muchas batallas, e incluso él no pudo evitar sentir un escalofrío recorrerlo al verlo.

Ojos oscuros, ardiendo de locura. Las agallas para desnudar inquebrantablemente sus colmillos ante mí. Sí, puedo ver por qué lo favorece tanto.

Con una tos seca, Kikukawa inclinó la cabeza. “Mis disculpas, Saito. Puede que haya hablado precipitadamente. Sé lo que le pasó a tu amada. Tienes mi más sentido pésame. Pero solo necesita ser paciente un poco más. Gracias a la invasión de Xarooda, nos hemos acercado mucho más a la suma que necesitamos”.

Saito simplemente inclinó la cabeza. Las palabras de consuelo de un extraño nunca serían suficientes para recuperar lo que había perdido.

Paciencia, dice. Cuánto más voy a tener que esperar…?

Durante la última década, Saito sólo había conocido el sufrimiento. Había derramado y derramado sangre. Había sido convertido en ayudante de Shardina, obligado a establecer más rituales de invocación contra su voluntad.

Forzó a otras personas de su mundo a la misma situación. Trató de minimizar la cantidad de víctimas, pero incluso eso fue sólo para frenar su culpa. Saito sabía esto mejor que nadie.

Se había convertido en lo que odiaba. Si no fuera tan trágico, habría sido gracioso por lo irónico que era. Pero todavía tenía un deseo de hacer realidad, y todo lo que hizo hasta ahora llevó a su realización.

Sintiendo las emociones de Saito, Kikukawa se inclinó hacia adelante. “El éxito de este plan nos ha hecho ganar una gran cantidad de dinero. Y como tal, la Organización ha decidido emprender una nueva estrategia”.

Kikukawa se calló y miró directamente a los ojos de Saito. Este fue un período de transición crucial para Kikukawa y, de hecho, todos en la Organización lo esperaban con interés.

“Con ese fin, necesitamos pedirte que tomes una nueva misión.” Su voz era baja, como si hubiera hablado desde lo profundo de su estómago. El sonido resonaba pesadamente en los oídos de Saito. “Una misión?” repitió.

“Sí,” dijo suavemente Kikukawa. “Queremos que enfrentéis al príncipe heredero y a Shardina.”

Al escuchar las instrucciones de Kikukawa, la expresión de Saito se contorsionó de alegría.

La oscuridad se apoderó de la ciudad, y mientras las prostitutas compartían dulces sueños con sus clientes, un hombre esperaba a su invitado en una habitación amueblada del burdel.

“Hm. Parece que las conversaciones están tardando más de lo esperado”.

Cruzando las piernas, examinó el reloj de la pared con una sonrisa. Luego tomó el vaso que descansaba cerca del sofá y llevó el líquido rojo a sus labios.

Mientras el rico aroma llenaba su boca, la tragó con una sonrisa satisfecha. Por un momento, uno que se demoró lo suficiente para sentirse eterno, pero terminó lo suficientemente rápido como para hacerlo melancólico, se llenó de dicha.

Este hombre vivió una vida de conspiraciones, intrigas y derramamiento de sangre. Momentos como estos eran su único respiro. Y, sin embargo, parecía que los dioses no lo favorecían esa noche. Un golpe en la

puerta lo sacó de sus ensoñaciones, provocando un chasquido agudo de lengua. Pero no tardó más de un segundo en recuperar la compostura e invitar al visitante a entrar. Su actitud era ahora la de un superior dirigiéndose a su subordinado.

La puerta se abrió y Kikukawa entró en la habitación. Sudou lo recibió con una mirada, su habitual sonrisa arrogante se apoderó de sus labios. “Sr. Sudou. He hablado con Saito al respecto,” dijo Kikukawa.

“Buen trabajo. Aunque te llevó un tiempo. Pasó algo?”

Kikukawa miró al reloj de la pared y soltó un pequeño suspiro. Ya había pasado una hora.

“Mis disculpas. Tomó un poco más de lo esperado. No es irrazonable, dada su posición.”

Perder la familia de uno trajo una gran cantidad de dolor y lamento. Si esa pérdida fue por enfermedad o accidente, el corazón podría llegar a un acuerdo con él. Era más fácil pensar que la muerte era inevitable.

Pero cuando otro robaba la vida de un ser querido, las cosas eran muy diferentes. Una llama de venganza se encendió en los corazones de muchos de los miembros de la Organización, y a pesar de su actitud tranquila y serena, lo mismo ocurrió con Saito. No, en su caso, se vio obligado a ocultar esa ira y servir a su odiado enemigo.

No se podía esperar que permaneciera tranquilo cuando se le dijo que el tan esperado día de retribución se acercaba rápidamente.

“Ya veo. Bueno, estoy seguro de que fue una gran noticia para él.”

“Sí,” contestó Kikukawa, forzando una sonrisa y asintiendo.

“Muy buen trabajo, entonces,” dijo Sudou, haciendo un gesto para que se acercara. “Ahora, Kikukawa, no tienes que quedarte ahí. Toma asiento. Te serviré un trago.”

Incluso ante uno de los miembros de más alto rango de la Organización, la actitud de Sudou fue la misma de siempre. Es cierto que Sudou también ocupa un lugar bastante alto en la Organización, pero su posición sigue siendo inferior a la de Kikukawa. A pesar de eso, la conducta de Sudou era natural y relajada, incluso descarada. La parte más sorprendente, sin embargo, fue que Kikukawa parecía aceptar esto naturalmente.

De hecho, su intercambio hizo que pareciera que sus posiciones estaban invertidas y Kikukawa estaba trabajando bajo Sudou.

“Sí. Discúlpeme, entonces.”

Kikukawa se sentó frente a Sudou, que estaba recostado en el sofá y bebiendo su bebida, y tomó el vaso que estaba sobre la mesa. Era una copa de plata, confeccionada con delicados grabados. Después de tomarse un momento para apreciar la artesanía, Kikukawa tomó un sorbo lento.

“Este es un buen vino. Compartirlo con un hombre se siente como un desperdicio”, dijo mientras recogía su espeso aroma. El vino fue elaborado con uvas de alta calidad y se le había permitido fermentar desde hace varios años hasta más de una década.

“Sí, aparentemente este fue comprado en un almacén en el sur. Y me inclino a estar de acuerdo en que compartirlo con una mujer hermosa habría sido perfecto.”

Saborear la buena cocina y el alcohol mientras estaba rodeado de las mejores mujeres era un sueño que la mayoría de los hombres presumiblemente habían fantaseado en algún momento. Este mundo tenía poco a modo de distracciones como era, y los asuntos de amor estaban entre las pocas cosas que contaban como un pasatiempo digno.

“Una buena idea. James me dijo que me pusiera en contacto con él porque había conseguido unas cuantas chicas buenas… Pero primero deberíamos ocuparnos de nuestro trabajo, creo.” Dicho esto, Kikukawa le entregó los documentos que llevaba.

Sudou se encogió de hombros, como un padre entreteniendo el capricho de su hijo. “Por qué, no eres tú el gran trabajador?. Aunque, supongo que así es como subiste a tu rango a tan temprana edad.” Kikukawa simplemente deslizó los documentos. “El informe de esta vez.”

Sudou lo hojeó antes de arquear una ceja. “Hm, hm. Ya veo. Dada su personalidad, así es como actuaría”.

El informe detalla las intenciones y movimientos de Simone Christof, junto con su socio Ryoma Mikoshiba.

“Fui capaz de impedirlo gracias a lo que me dijiste”, explicó Kikukawa. “Pero este Ryoma Mikoshiba. Es bastante problemático.”

Con la reciente guerra entre los dos países, los precios se habían disparado por todo el continente. Este fue el curso natural de los acontecimientos. La guerra consumió una gran cantidad de materiales y recursos, por lo que es el mercado perfecto para un comerciante.

La demanda aumentó. La oferta no podía seguir el ritmo y los precios subieron. Era la lógica básica de la economía; casi cualquiera podía envolver sus mentes a su alrededor, y los libros de historia mostraban innumerables ejemplos de lo que sucedía.

Pero sólo porque uno entendiera este conocimiento, no significaba que necesariamente tuvieran la decisión de actuar sobre consecuencia.

Sudou asintió. “Sí, lo es. Es más sabio que la mayoría de la gente de su edad.”

De hecho, cuánta gente podría actuar de la manera en que lo hizo Ryoma Mikoshiba? La mayoría no aprovecharía ese tipo de oportunidad, incluso si ocurriera sobre ellos.

“Tiene sentido que recurriera en el mercado de Xarooda. Él fue allí como parte de la expedición, después de todo. Pero no me imaginaba que iba a tomar un bocado del mercado de O’ltormea. Son sus enemigos. Y usó una firma comercial local extinta como la Compañía Christof para establecer conexiones con empresarios rivales en la capital…”

Ryoma había involucrado tanto a sus aliados como a sus rivales en los negocios, aunque no directamente. Esto estaba mal visto entre los comerciantes, y si esto fuera a ser expuesto, estaría en una gran cantidad de problemas. Pero si pudiera mantenerlo oculto, pocos métodos comerciales podrían resultar tan lucrativos.