Wortenia Senki (NL)

Volumen 10

Capítulo 5: Tramas Incesantes

Parte 1

La capital de O’ltormea, el corazón de la mayor hegemonía del continente occidental, un poderoso país que arde con la aspiración de unificar el continente bajo su dominio.

Sin embargo, en los últimos dos años, con la muerte de Gaius Valkland como el detonante aparente, sus aspiraciones parecían haberse detenido un poco. Sin embargo, esto significaba poco para los plebeyos. El mismo nombre de O’ltormea llevaba el poder. Y los plebeyos favorecían a los que tenían poder.

Pueden quejarse y quejarse, pero al final, adularon a los más fuertes que ellos. En ningún lugar de ningún país estaba eso más claro que en esta capital.

El número de sujetos que fluyen hacia esta ciudad aumenta continuamente a diario. A pesar de esto, debido al estatus de O’ltormea como una potencia militarista fuerte, muchos soldados patrullaban las calles y el orden público de la capital ocupaba un lugar destacado entre las ciudades de este mundo.

La gente traía dinero, y el dinero atraía a la gente, una sinergia. Al menos, la capital de O’ltormea podría llamarse con confianza la ciudad más próspera del continente.

El negocio por aquí está en auge como siempre, a pesar de que se ha declarado que la expedición para conquistar Xarooda fracasó.

A pesar de la fallida campaña del imperio para conquistar Xarooda, los asuntos internos se mantuvieron en calma. Los plebeyos parecían entender qué país era realmente el más fuerte.

Pero vaya, se ha hecho tarde.

Aún era de madrugada. Los borrachos se alborotaban, y las prostitutas buscaban sacar provecho de ellos. Dado que su trabajo en el palacio había tomado más tiempo del esperado, se había ido más tarde de la hora señalada. Caminó a lo largo de las losas iluminadas por la luna hasta el distrito de placer en el norte de la ciudad.

“Vaya, señor. Le gustaría divertirse un poco? Puedo ofrecerle un buen precio.”

“No, deberías tenerme. puedo ofrecerte algo.”

Captando el olor del dinero de su ropa hecha a medida, las prostitutas lo rodeaban. Sin embargo, apresuró sus pasos e ignoró sus solicitudes.

Qué triste tiene que ser buscar a una mujer en un lugar como este. Sólo las prostitutas del distrito degradado tirarían de las mangas de los hombres por negocios.

En pocas palabras, eran prostitutas de mediana edad, sin licencia, que habían envejecido demasiado para sus contratos.

Eran lo que quedaba de las mujeres que alguna vez aspiraban a ser prostitutas registradas. Es cierto que eran relativamente más baratas que las registradas en el estado. Pero el riesgo de que llevaran algún tipo de enfermedad era mayor, y como era de esperar, su rendimiento se ajustaba a su precio.

No negó que algunos de ellos pudieran ser un buen negocio inesperado, pero no luchó por tener compañía femenina si la necesitaba. No era de los que presumía, pero era bastante rico. Quizás no como un miembro de la realeza, pero lo hizo mejor por sí mismo que la mayoría de los nobles.

Pero lo más importante, tenía que estar en algún lugar. Había enviado un mensaje con anticipación de que podría llegar un poco tarde, así que no estaba tan apurado. Aún así, siendo un trabajador por naturaleza, sus piernas lo apresuraron.

Quizás irritada por su brusca aproximación, una de las mujeres tiró con fuerza de su manto.

El hombre frunció el ceño, el olor a cigarrillos y perfume barato agriado por el sudor llenó sus fosas nasales. Esta mujer quizás se cuidó un poco más de su arreglo personal que la mayoría de los plebeyos que vendían sus cuerpos, pero a diferencia de la gente en Japón, la gente de aquí no veía el baño como algo cotidiano.

Esto lo hizo aún menos interesado en involucrarse con ella. En resumen, no estaba tan necesitado como para decidirse por cualquier mujer.

Sacudiendo a la fuerza el agarre de la prostituta sobre él, se apresuró hacia adelante sin mirar atrás. Ella lo despidió con un torrente de gritos y maldiciones. Aparentemente, cuando él la sacudió, ella perdió el equilibrio y se lastimó las rodillas. Para evitar una conmoción, lanzó una moneda de plata detrás de él. Podía oírla maldecir, pero no se molestó en detenerse.

Odio no tener un caballo para moverme. Aunque envié una misiva de que llegaría tarde.

Un caballo o un carruaje resolvería la mayoría de estos problemas, pero lamentablemente los vehículos de cualquier tipo estaban prohibidos en este distrito de placer.

Cualquiera que cruzara por este lugar tendría que hacerlo a pie, sin importar cuán pesados fueran sus bolsillos o cuán nobles fueran sus orígenes. Esto era similar a Yoshiwara, un distrito de placer del período Edo, donde sólo los médicos podían pasar en vehículos.

Sin embargo, esto no significaba que podía permitirse el lujo de utilizar taumaturgia marcial para apresurar sus pasos. Con la multitud tan densa como era, hacerlo resultaría en un accidente.

Lo juro, cruzo este lugar todos los días y no puedo acostumbrarme… No le disgustaba el ajetreo y el bullicio de una ciudad, pero todo tenía sus límites. Esto era una molestia que, por desgracia, ya había sentido incontables veces.

Pero entendió que este lugar era perfecto para una reunión secreta, por lo que nunca mostró su disgusto a su superior en el habla o la conducta. Después de todo, sus reuniones tenían que ser clandestinas.

Finalmente, grandes puertas que parecían pertenecer a la propiedad de un noble de alto rango aparecieron. Los terrenos estaban protegidos por una valla alta, y los porteros fornidos hacían guardia en la entrada. Este era de hecho un burdel, y uno que atendía a los niveles más altos de la sociedad ofreciendo el mejor grado de mujeres.

Uno de los porteros notó que se acercaba y se refirió a él con respeto. “Mis disculpas, señor, pero podría presentar su certificado de miembro? O uno de los miembros lo refirió a nosotros?”

El guardia era un hombre de mediana edad, pero incluso a través de su ropa se podían ver los músculos tensos y bien formados de un guerrero.

Sus rasgos faciales eran los de un hombre que parecía acostumbrado a las peleas y la violencia. A pesar de eso, estaba bien vestido, con un frac entallado y el cabello peinado hacia atrás. Sin embargo, así era como se podía esperar que se viera una persona en el negocio del entretenimiento nocturno.

Se rumoreaba que no solo los nobles, sino incluso la realeza frecuentaban este establecimiento de incógnito. Los porteros de este lugar fueron debidamente disciplinados.

“Con esto bastará?” dijo, sacando una tarjeta de su bolsillo. Este era un procedimiento por el que ya había pasado innumerables veces.

Siempre rigurosos con las regulaciones…

Este portero no era un extraño para él. Se conocían e incluso bebían juntos en los días en que estaba fuera de servicio. Además, este guardia era miembro de la Organización, al igual que él. El guardia nunca lo confundiría con nadie más, incluso si recordar las caras de los invitados no era parte del deber de un portero.

De alguna manera, no podía evitar quejarse. ¿No era hora de que le permitieran entrar sin mostrar su tarjeta cada vez? Pero dada la importancia de esta propiedad, entendió el fuerte énfasis en la seguridad.

Si este lugar fuera atacado por una facción rival, las actividades de inteligencia en las que habían estado trabajando por un buen tiempo ahora estarían paralizadas por un tiempo. Eso pondría en riesgo la vida de los operativos que trabajan en muchas regiones. Así que por muy molesto que pudiera haber sido por la seguridad, tuvo que admitir que el guardia tenía razón al adherirse a las regulaciones.

“Sí, todo parece estar en orden. Por favor entra.”

Después de confirmar el nombre y los números impresos en la tarjeta, la insertó en una ranura en un pedestal sentado dentro de su estación. Un cristal en el pedestal mostraba alguna información, a la que asintió, señalando a otro portero que abriera la puerta. La puerta se abrió lentamente con una larga rejilla metálica.

“Todos ya lo están esperando, Sir Saito”.

El nombre de este hombre era Hideaki Saito, ayudante de la primera princesa del Imperio O’ltormea, Shardina Eisenheit, y vice-capitán de los Caballeros Súcubos.

Saito asintió brevemente y cruzó la puerta. Después de entrar en la finca, una doncella lo saludó y lo condujo por las escaleras de un gran salón de recepción iluminado por una lámpara de araña. Cada vez que pasaba por la puerta de una habitación, los sonidos de la voz coqueta de una mujer o la risa vulgar llegaban a sus oídos.

Este lugar es tan próspero como siempre. Eso es bueno, supongo.

Los beneficios de este burdel representaron una parte importante de los ingresos de la Organización. Esto no era muy pertinente a la situación, pero la industria del sexo en este mundo era un mercado masivo en comparación con el mundo natal de Saito.

Una parte seca de su mente comentó que un mundo sin televisión ni computadoras dejaría a uno con pocos pasatiempos. Existían libros, pero la tasa de alfabetización era increíblemente baja.

Incluso menos gente sabía aritmética básica. En este tipo de mundo, la prostitución resultó ser una línea de trabajo donde, independientemente de la discriminación sexual o la falta de educación, los ricos pasaban el tiempo. El gremio sabía esto, razón por la cual se dejó en gran parte sin regular.

O más precisamente, una regulación tan descuidada socavaría la facción radical de la Organización, ya que esta era una parte importante del marco que les permitía operar en O’ltormea. Esta era también la razón por la que los distritos de placer del imperio estaban tan bien administrados.

Huelga decir que les importaba poco algo tan elevado como el orden público o el bienestar del país. Su razón era muy simple: la prostitución significaba dinero fácil en este mundo. Fue el mismo razonamiento que los aventureros y mercenarios eligieron esas profesiones.

Con nada más que fuerza física y suerte, podrían ganar lo suficiente para ganarse la vida. Si les faltara uno o ambos, morirían. Pero para un plebeyo que no sabía cómo escribir su propio nombre, esta era una de las pocas formas de ganar dinero rápidamente.

Y de hecho, cada año innumerables jóvenes se unen al gremio para buscar fortuna. La mayoría de ellos murieron o pasaron sus días ganando un pequeño ingreso como aventurero de bajo rango. Pero aquellos bendecidos por el talento, el ingenio y la suerte tenían una forma de aparecer en todas partes. Y esas almas afortunadas ganaban más en un año de lo que ganaría un plebeyo en toda su vida.

Lo que es más, a pesar de que poseían tan rara suerte y talento, la gente como esta no era poco común. Incluso si sólo una de cada mil personas fuera tan afortunada, si un millón de personas se registraran en el gremio cada año, todavía quedarían mil afortunados aventureros. Y el número de personas que llegaban al gremio cada año superaba el millón.

Pero el problema era que la mayoría de esas almas afortunadas no sabían cómo usar su fortuna. Se decía que ganar la lotería podía arruinar la vida.

Sea cierto o falso, cuando uno iba al banco a sacar ese dinero, los empleados a menudo les daban lecciones, diciéndoles que no dejaran sus trabajos.

Esto se debía a que cuando las personas recibían grandes sumas, tendían a perder su capacidad de razonar con calma. Dicho esto, las cosas eran un poco diferentes para aventureros y mercenarios, ya que la naturaleza peligrosa de su trabajo significaba que no podían asumir que vivirían mucho tiempo. Así que metían su dinero en alcohol, apuestas y mujeres.

Para la facción radical de la Organización, la prostitución era una gallina de los huevos de oro. Como tal, tenían su organización de fachada – el gremio – negociando las cosas con O’ltormea para que la administración y la regulación de los burdeles recayeran en ellos.

De hecho, la mayoría de los burdeles dentro de los territorios del imperio eran administrados por el gremio y operados con prostitutas registradas.

Más precisamente, el dueño de un burdel tenía que postularse al gremio, y las mujeres que practicaban esta profesión trabajaban bajo la obligación y responsabilidad del gremio.

Normalmente, los contratos de prostitución obligaban al contratista a trabajar hasta cierta edad, y recibían un anticipo considerable que debía pagarse durante su mandato. Fundamentalmente hablando, no era diferente a ser un esclavo, la única ventaja de poder recuperar su libertad.

Llevaban vidas como los esclavos sexuales de los que se habla en las historias, viviendo encadenados en habitaciones sucias.

Esto significaba que la mayoría de los distritos de placer en este mundo eran un infierno en camas sucias y frías con sábanas sucias.

La mayoría de los esclavos no podían bañarse y sólo comían desechos. No eran más que pájaros en jaulas.

Pero las cosas eran diferentes dentro de los territorios de O’ltormea. No podían renunciar por su propia voluntad, eso era lo mismo. Recibieron un generoso pago inicial para sus futuros servicios, y eso aún tenía que ser recuperado.

Pero se les permitió tomar una licencia y consultar si se enfermaban.

Sus empleadores les proporcionaban las necesidades de la vida y, según el rango de su burdel, se les podía enseñar no solo a escribir y hacer matemáticas básicas, sino también a cantar, tocar instrumentos y apreciar artes como el teatro.