Hai to Gensou no Grimgar

Volumen 14++: Si Pudiera Verte Otra Vez

Historia Extra 5: Quien Era Yo Hasta Ayer

Parte 3

 

 

Libertad individual.

 





Encontré una posada y salí de la casa de hospedaje. Era un lugar donde solo mujeres podían quedarse, así que incluso Hayashi no vendría a visitarme.

Fue una mentira cuando dije que probaría las cosas por mi cuenta. No tenía intención de intentarlo. Pero tampoco podía hacer nada. Vivir cuesta dinero. Lo que me quedaba en la Compañía de Depósitos Yorozu se acabaría en un futuro no muy lejano.

No tenía pistas, así que intenté ir a la oficina del Cuerpo de Soldados Voluntarios. Le pediré un consejo a Britney, pensé, pero cuando llegó el momento, ni siquiera pude entrar a la oficina. Mientras estaba parada justo en frente del edificio, alguien me llamó desde atrás.

—Oye, tú, ¿qué haces? —Cuando me volví, había un hombre sonriente con el aspecto de un guerrero—. Sabes, has estado parada ahí desde hace un rato. Estaba pensando que era raro. Puedes ver por qué me preocuparía, ¿verdad?

El hombre era un espécimen típico, pero le faltaban uno de sus dientes frontales y uno de sus incisivos en el lado derecho, lo que lo hacía parecer un poco tonto. También tenía un nombre extraño. No era su nombre real, pero se presentó como Maron. Todo lo que le dije fue que había dejado mi grupo y que estaba buscando trabajo.


—En ese caso —dijo Maron, preparándose casualmente para hacerme una oferta—, estoy en lo que se llama la Unión Libre. ¿Qué tal? ¿Quieres echar un vistazo? Pero no es un clan. Los soldados voluntarios independientes participan en sus propios términos, formando y disolviendo grupos cada vez.

Es ese tipo de asociación libre. Tú también serías libre de ir y venir también, por supuesto. Puedes intentar organizar un grupo, y si funciona, lo mantienes unido. Eso es algo que sucede a veces, por lo que podría ser una buena manera de buscar camaradas.

A mí me pareció perfecto. Maron me llevó a un bar en el Callejón Celestial donde dijo que los miembros de esta Unión Libre pasaban el rato y me presentó a todos. No era tan grande como la famosa Taberna Sherry, pero era un lugar bastante grande, y tal vez había veinte clientes. Parecía que más de la mitad de ellos estaban involucrados con esta Unión Libre.

—Nadie está tenso ni nada en este grupo. Lo digo en serio. Puedes tomarlo con calma.

Eso fue lo que dijo Maron, pero me sentí tensa y pasé la mayor parte del tiempo mirando al suelo. Incluso cuando la gente me hablaba, no podía responder adecuadamente.

¿Tener a una persona así lo suficiente como para hacer las cosas incómodas? Estaba preocupada por eso, pero actuar de manera normal y mostrarme alegre era algo que me superaba.

—Bueno, por ahora, ¿intentarás unirte a un grupo conmigo? Voy a reunir a otras cuatro personas al azar. Intentemos ir a las Minas Cirene mañana.

—¡Las Minas Cirene…! —grité sin querer. El bar quedó en silencio, y una increíble incomodidad apuñaló mi corazón como mil agujas—. Lo siento… No estoy a la altura de las Minas Cirene.

—Uh, claro. Entendido. Sí. Bueno, entonces vamos a otro lado.

Riendo, Maron me aseguró que todo estaba bien.

—Déjame esto a mi. Conozco algunos buenos lugares. Sin embargo, será un viaje un poco largo. ¿Está bien? ¿De acuerdo? Serán unas pocas noches… Sí, lleva un día ir  ahí, y un día de regreso, así que tres noches, supongo. Prepárate para eso, y nos encontraremos en la puerta norte mañana, ¿de acuerdo?

Estaba inquieta. Pero me armé de valor, pensando que tenía que hacerlo. Tal vez no le había mentido a Shinohara después de todo. Honestamente había dejado Orion con la intención de dar lo mejor de mí. Si estuviera en Orion, si estuviera con Hayashi, no podría mirar hacia adelante.

Si miraba hacia adelante, siempre vería a Hayashi ahí. Para mí, esa era una vista extraña. No que Hayashi estuviera ahí, sino que solo Hayashi estuviera ahí.

Era insoportable. Si Hayashi estaba ahí, obviamente Michiki y Ogu también tenían que estar ahí, y estaba mal que Mutsumi no estuviera a mi lado. Pero no era así.

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Mis camaradas no estaban en ninguna parte. Nunca volverían. Me recordaba dolorosamente eso cada segundo. Era duro para mí. Más duro de lo que podía soportar.

Quería darme una última oportunidad. Para sobrevivir por los camaradas que dejé morir. Por eso dejé Orion y dejé a Hayashi. Me sentí mal por Hayashi y la gente de Orion, que habían sido tan buenos conmigo, pero eso era todo lo que podía hacer.

A la mañana siguiente, cuando nos reunimos en la puerta norte, estaban Maron el guerrero, Ryuki el cazador, Ohjika el otro cazador, Ponkichi el ladrón, Jin’e el ex paladín y yo, para un total de seis personas.

El líder del grupo no era Maron, sino Jin’e, que tenía treinta y tres años, o algo así, y el mayor del grupo. Ryuki y Ohjika eran delgados, y ambos llevaban unos grandes arcos. Parecían hermanos. Ponkichi era bastante bajo y parecía rápido, como era de esperar de un ladrón.

Aunque Jin’e era el líder, Maron era nuestro guía. Salimos de Altana y nos dirigimos hacia el norte. Si continuábamos en esa dirección, entraríamos en un bosque.

Una vez que saliéramos del bosque, estaría la Fortaleza Capomorti, donde los orcos habían estacionado una fuerza para vigilar los movimientos de los humanos. Maron se desvió tanto del bosque como de Capomorti, y en su lugar eligió una ruta a través de las Llanuras Quickwind.

Estaba a unos doce kilómetros de distancia. No nos movíamos a un ritmo tan rápido, así que nos llevó un poco menos de cuatro horas.

—Ryuki, Ohjika.

Jin’e hizo un gesto con la barbilla, y los dos cazadores avanzaron hacia el frente, mientras que Maron retrocedió, tomando una posición a mi lado. De repente, Maron se puso muy hablador.

—¿Tienes curiosidad por saber cómo Jin’e es un ex paladín? ¿Verdad?

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—Bueno, sí.

Era cierto que un ex paladín era una rareza. No era raro que un soldado voluntario dejara un gremio y luego se uniera a otro. Sin embargo, en ese caso, se referían a sí mismos como un ex guerrero paladín, un guerrero que alguna vez fue un paladín, o algo así. Jin’e, a primera vista, era un paladín.

Aunque su capa era negra, vestía una armadura blanquecina y su yelmo también era blanco. Sin embargo, no había nada más que marcas de arañazos donde alguna vez estuvo el hexagrama en el pecho.

Probablemente lo había raspado. Dijo que tenía treinta y tres años, pero había mechones blancos en el largo cabello que había peinado perezosamente hacia atrás, y los pelos blancos en su barba también se destacaban. Parecía más cerca de los cuarenta.

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—Mira, Mary, los paladines pueden usar magia de luz como los sacerdotes. Pero hay una diferencia en la magia de luz que cada uno puede usar. Eres una sacerdotisa, así que estoy seguro de que lo sabes, pero…

—Los paladines no pueden curar sus propias heridas.

—Sí, eso. Pero la cosa es que hay un hechizo llamado Crime. Es un último recurso, supongo que se podría decir. Es un hechizo increíble que cura todas las heridas del paladín al instante. Como  Sacrament, solo que autodirigido.

—Sin embargo, el precio es perder la bendición de Lumiaris —intervino Jin’e—. Lo usé una vez. Simplemente no quería morir.

—Entonces, se quedó sin trabajo —dijo Maron con una sonrisa y un encogimiento de hombros—. Cualquier paladín que use Crime es expulsado automáticamente del gremio de paladines. Pero solo puedes permanecer en el gremio si estás vivo para empezar. Se las arregló para sobrevivir, así que era hora de un cambio, para ser un guerrero o algo más. Eso es lo que yo habría hecho, al menos. Pero Jin’e es diferente. Desde entonces, no ha estado en ningún gremio. Entonces, por eso es un ex paladín.

—Ya he pasado el punto en el que quiero rogarle a alguien por lecciones. Eso es todo—dijo Jin’e con una risa burlona, ​​pero había una mirada en él como si hubiera perdido algo preciado y tuviera heridas que nunca sanarían.

Aun así, el hombre seguía viviendo. Más que eso, no hacía ningún intento por ocultar sus heridas. Vivía con ellas expuestas.

¿Yo sería capaz de vivir con mis heridas así? No estaba segura. Pero definitivamente quería hacerlo.

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Las heridas duelen, y son antiestéticas. Si puedo ocultarlas, quiero hacerlo. Quiero borrarlas. Si es posible, quiero hacerlo para que queden como si nunca hubieran existido.

Pero, aparentemente, no era así como realmente me sentía al respecto.

Se forman costras sobre las heridas, se despegan y las cicatrices quedan. El dolor disminuye con el tiempo también. No necesito eso. Estoy bien con el dolor.

Eso es probablemente lo que estaba pensando.

Con los cazadores liderando el camino para ayudarnos a evitar bestias y rutas peligrosas, caminamos hasta altas horas de la tarde antes de llegar al lugar.

Era un valle. Una quebrada seca, podría llamarse. No había corriente que lo atravesara. El valle formaba una forma de cruz, mirando hacia el noreste. El sureste, el suroeste y el noroeste eran acantilados que no podíamos descender, pero el noreste era una pendiente suave, por lo que parecía que podíamos llegar al fondo del valle.

No, no solo lo parecía, definitivamente podríamos. Por ahí estaba el único camino hacia abajo.

Era un valle bastante profundo y bastante oscuro en el fondo.

Incluso desde el borde del valle, podía distinguir las formas que se retorcían ahí.

—… Siervos del Rey No Vivo.

—Exacto. —Maron aplaudió alegremente—. Esta es solo mi suposición, pero los zombis y los esqueletos deben odiar la luz del día. Es por eso que generalmente deambulan por la noche. Entonces, cuando llega la mañana, intentan descansar en un lugar oscuro. Simplemente resultó que este estaba aquí, es lo que creo que podría ser. Solo crecen arbustos en esta área, y no hay colinas altas, y mucho menos una montaña. Este es el único lugar por aquí con mucha oscuridad, así que este fue el resultado natural. Es decir, este es el único lugar que conozco, pero estoy seguro de que hay otros.

—… ¿Que haremos? Si bajamos…

—Será peligroso, sí. Por supuesto. Si todos nos atacan, es arriesgado. Es por eso que elegimos un objetivo apropiado y vamos por él. Entonces, Ryuki y yo actuaremos como los señuelos. Los otros cuatro estarán al acecho afuera. Luego, una vez que saquemos al objetivo, todos lo atacan. Bueno, probablemente sea más fácil mostrarte, Mary. Todos menos tú tienen alguna experiencia con esto, por lo que no tienes que preocuparte. Solo mira por ahora. Ya es tarde, así que lo haremos solo una vez hoy.

Jin’e, Ohjika, Ponkichi y yo nos instalamos al noreste del valle, y Maron y Ryuki bajaron ágilmente la cuesta.

Nos quedamos quietos. Nadie, incluida yo, hablaba. Maron era hablador, pero los demás no hablaban mucho. Eso ayudaba. Yo hablaba mucho con Michiki y los demás.

A todos les encantaba charlar, y yo no era la excepción. Pero eso no era porque yo fuera naturalmente habladora; más bien, trataba de competir con el grupo, y era divertido.

Ahora, podría permanecer en silencio por horas. No hablar no me dolía en lo más mínimo. De hecho, si no había necesidad de hablar, mantenía la boca cerrada.

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Pasó un tiempo antes de que Maron y Ryuki volvieran corriendo hacia nosotros. Había algo persiguiéndolos a los dos. ¿Era humano? Parecía demasiado pequeño. Además, estaba inestable sobre sus pies, con su cuerpo inclinado hacia un lado.

—Es un zombi, está bien —susurró Ponkichi, dejando escapar una risa espeluznante. El hombrecillo no solo tenía una mirada descuidada y maleducada, sino que su equipo y sus gestos también eran humildes—. Es un pequeño, así que tal vez era un enano. Eso, o un niño humano o elfo.

—Tú también eres un enano —dijo Ohjika, tocando a Ponkichi. Ohjika, que se parecía a Ryuki, daba una impresión educada mientras mantenía la boca cerrada, pero en el momento en que la abría para decir algo, su maldad se hacía evidente.

—Prepárense —dijo Jin’e en breve, y Ponkichi y Ohjika prepararon sus armas.

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Aun así, era extraño. ¿Por qué nunca antes lo había pensado?

Zombis.

Los restos sin alma, sin corazón de los muertos que se movían bajo la maldición del Rey No Vivo.

Michiki. Ogu. Mutsumi. Mis camaradas habían perdido la vida en las Minas Cirene.

Hayashi y yo no lo habíamos logrado fácilmente. Habíamos estado aturdidos y confundidos, luchando desesperadamente, así que no lo recordaba claramente, pero estaba segura de que nos había tomado un tiempo salir de las minas. Más de un día completo. Incluso después de regresar a Altana, no estábamos en condiciones de pensar correctamente.

Queríamos darles un entierro adecuado, por supuesto.

Traer de vuelta los cuerpos, incinerarlos y construir una tumba en la colina. Pero, por mucho que quisiéramos, tanto como teníamos que hacerlo, ya era demasiado tarde. ¿Hayashi y yo volviendo a las minas para buscar a los tres?

Eso era totalmente imposible. Los tres habían sido eliminados por el infame Death Spots. Sería muy arriesgado buscar los cuerpos. Además, como sacerdotisa, era consciente de la aterradora maldición que podría activarse en solo tres días después de sus muertes. Incluso si solicitáramos ayuda de otros, no lo haríamos a tiempo.

Soñé varias veces con Michiki, Ogu y Mutsumi, parados frente a mí como cadáveres en movimiento. Los tres estaban muertos, así que ya no podíamos hablar. Pero, podía escucharlos. ¿Por qué nos abandonaste? ¿Por qué escapaste?, me preguntaban. No tenía respuestas. Solo podía seguir disculpándome. Finalmente, los tres me atacaban.

Cada vez que tenía el sueño, sentía que estaba contaminando el orgullo de mis camaradas caídos, y no podía perdonarme. Si me odiaban por eso, difícilmente podría culparlos.


Pero los tres que conocía nunca me habrían culpado, incluso si fuera mi culpa. Y sin embargo, cuando los veía en mis sueños, me criticaban. Los estaba haciendo degradarse innecesariamente. Si quisiera castigarme, debería ser yo quien lo hiciera. A pesar de eso, los hacía cargar con ello.

Yo no era justa.

Era mala y despreciable.

La pierna izquierda del zombi que perseguía a Maron y Ryuki estaba, en una inspección más cercana, cerca de ser arrancada. Tenía una herida en la parte inferior de la espalda que parecía llegar hasta la columna vertebral. Por eso solo podía temblar así.

Si el zombi había sido humano o alguna otra raza, probablemente le pasó lo mismo que a Michiki, Ogu y Mutsumi. Se encontró con un destino no deseado, y, sin ser enterrado, se transformó en un siervo del Rey No Vivo.

Michiki y los demás podrían estar vagando por las Minas Cirene así.

No podía soportar mirar al zombi, así que me di la vuelta. Mi visión estaba girando. Me dolía el corazón. Mis oídos estaban zumbando.

—Háganlo —Jin’e dio la orden.

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No me moví ni un paso. Ni siquiera podía soportar ver cómo se desarrollaba la escena.

Las voces de los hombres resonaron, junto con otros ruidos. No lo estaban cortando tanto como pulverizándolo.

—Fácil, fácil. —Maron se río.

—Seguro que elegiste un buen objetivo —dijo Ryuki.

Los otros hombres estuvieron de acuerdo.

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