Hai to Gensou no Grimgar

Volumen 14++: Si Pudiera Verte Otra Vez

Historia Extra 5: Quien Era Yo Hasta Ayer

Parte 2

 

 

Autoconciencia.

 

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Cualquiera que sea el caso, en lo que respecta a mí y en lo que estaba pensando, o cómo no podía pensar en absoluto, nada de eso importaba. Cuando llegaba el momento de trabajar, tenía que hacerlo bien. Tenía que cambiar de marcha. No necesitaba ser yo, solo tenía que comprometerme con mi papel. De hecho, tenía que separarme de mí. Sacar solo la parte de mí que era una sacerdotisa. No era Mary. Solo era una sacerdotisa.

El clan Orion era famoso. Su líder, Shinohara, era un tipo agradable, y los otros eran soldados voluntarios capaces. Nada mal en absoluto.

La capa blanca que me dieron tenía las siete estrellas que eran el símbolo de Orion. Cuando la usaba, sentía que podía convertirme en otra persona. Cuando Hayashi llevaba la capa, también se parecía a otra persona.

La gente de Orion era considerada con Hayashi y conmigo. Nos unimos a un grupo dirigido por una mujer llamada Tanamori, y nos enfrentamos a goblins en la Vieja Ciudad de Damuro. Era extraño que un grupo de veteranos liderados por alguien como Tanamori fuera a Damuro. Claramente era menos una prueba de habilidad y más un calentamiento para nosotros. Era como ir a rehabilitación física.

Tanamori tenía una cara suave y, sin embargo, era más alta que yo. Tenía el físico de una guerrera, pero su arma preferida era un bastón corto. Ella era una sacerdotisa con experiencia como guerrera, y junto con Yokoi, el ex ladrón y luchador, Shingen el mago, y los guerreros Matsuyagi y Hayashi, teníamos un grupo de seis. Matsuyagi tomaba el frente con Hayashi y Yokoi, mientras Tanamori y yo protegíamos a Shingen. Yokoi era ágil y ligeramente equipado, por lo que podía regresar y cubrir la retaguardia si fuera necesario.

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Sin embargo, cuando vieron a Matsuyagi, que tenía 180 centímetros de altura, blandiendo una espada bastarda, los goblins estaban listos para huir. Hayashi y Yokoi cargaron contra los ansiosos goblins, y Shingen buscaría una oportunidad para golpearlos con magia.





Eso decidía la mayoría de nuestras batallas. Una vez que los goblins comenzaran a huir, se trataba de cómo acabar con ellos y evitar que escaparan.

En ese momento, era una masacre unilateral.


No había nada que hacer para mí. Solo estaba como una espectadora despreocupada mientras Matsuyagi dispersaba a los goblins en la primera línea. Hayashi parecía lleno de vida, aunque no en la medida en que lo había estado antes. Incluso esa escena solo se sentía como algo que estaba viendo en la distancia.

La gente de Orion era considerada con nosotros.

Era demasiado pedirnos que participemos en una batalla intensa tan pronto después del shock que habíamos experimentado.

Primero, querían que nos enfrentáramos a enemigos que pudiéramos manejar fácilmente, para recuperar nuestra confianza. Al mismo tiempo, esperaban recuperar nuestros instintos de combate.

Probablemente estaban haciendo lo correcto. En su posición, estoy segura de que habríamos hecho lo mismo.

Parecía estar funcionando para Hayashi. Cuando Matsuyagi lo elogió, diciendo: «Bien hecho», incluso sonrió. Era una sonrisa reservada, por supuesto, y Hayashi me miró después, con una mirada incómoda en su rostro.

Pero él siempre había sido un guerrero con un lado competitivo, enfrentarse a los enemigos y blandir su espada en serio debía ser el camino correcto para su recuperación. Probablemente lo superaría. Creía de todo corazón que eso era algo bueno.

De ninguna manera estaba resentida con Hayashi por sacarme de ahí. No lo odiaba.

Hayashi era mi preciado camarada. El único que me quedaba. Quería que se animara rápidamente, y si había algo que yo pudiera hacer para ayudar, quería hacerlo.

No es que pudiera imaginar que lo hubiera.

Alrededor del momento en que exterminamos a nuestro tercer grupo de goblins, me vi obligada a darme cuenta de algo que no había hecho antes. Desearía no haberlo hecho. Nunca quise saberlo.

Esta era una parte irremediablemente fea de mí misma. Al tener a mi lado a Tanamori, una sacerdotisa muy superior a mí, me di cuenta visceralmente de lo arrogante y equivocada que había sido. Esencialmente yo había traído ese fracaso irreversible sobre nosotros.


Matsuyagi, Yokoi y Shingen confiaban en Tanamori implícitamente. Si sucediera algo, Tanamori los sanaría. Tanamori era una presencia firme detrás de ellos, ocasionalmente dando indicaciones cortas y precisas. Yo tampoco dudaba de Tanamori.

El gran y duro Matsuyagi que avanzaba en la vanguardia, pero nunca hasta el punto de ser descuidado, era en el que más confiaban Yokoi, Shingen e incluso Tanamori.

Todos contaban con el ingenio rápido de Yokoi, y todos los camaradas de Shingen sabían que usaría su magia de manera efectiva, justo donde más se necesitaba.

Puede que Hayashi aún no haya comprendido todas sus peculiaridades, pero él se mantenía con una seriedad y diligencia innatas. Sus camaradas miraban con cariño el esfuerzo de Hayashi. Lo aceptaban y estaban tratando de apoyarlo.

No había lugar para mi. Bien podría no haber estado ahí. No me necesitaban.

Si tuviéramos que luchar contra enemigos más poderosos, tendría que hacer algo. Habría algo que podría hacer. Eso podría ser cierto. Pero ese no era el problema. Al ser puesta en un papel innecesario, me hicieron darme cuenta de algo.

De cómo había sido antes.

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Pensé que estaba bien, no, si soy sincera, pensé que estaba haciendo un buen trabajo.

Trataba de hacer todo lo que podía. Se sentía mal no hacerlo. Cuanto más lo hacía, más satisfecha me sentía. Todos me alababan. Me necesitaban. Me hacía feliz. Estaba en la luna. Lo estaba haciendo por todos. Por mis camaradas. Por el grupo. Por todos nosotros. Es lo que pensaba. Pero estaba equivocada.

No era eso.

Quería sentirme realizada. Quería ser alabada. Quería sentirme necesitada. Quería esa felicidad. Quería más y más de eso. La busqué insaciablemente.

Michiki, Ogu, Mutsumi, Hayashi. Mírenme. Oigan, soy genial, ¿no? Puedo hacer esto, y también puedo hacer eso. Puedo hacer cualquier cosa. Alábenme. Quiéranme. Ámenme. Denme un lugar para estar.

No era por ellos.

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Todo era por mí.

Por eso cuando nadie me necesitaba, como ahora, me molestaba. Suficiente. No quiero estar aquí. Digo, estas personas no me necesitan. Eso es lo que estaba pensando.

Esta era yo.

Solo una narcisista que quería ser reconocida, valorada, que se preocuparan por mí.

Qué desagradable.

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No usé magia ni una vez ese día. Solo me quedé ahí, mirando. Tanamori y Hayashi intentaron hablar conmigo un par de veces. Estaban preocupados. Debo haber estado en un estado preocupante. Traté de cubrirlo. Pero no tenía idea de lo que podía hacer para parecer normal.

—¿Por qué no vamos a la Nueva Ciudad mañana? —sugirió Tanamori cuando estábamos a punto de separarnos. La Vieja  Ciudad era demasiado fácil.

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Esto ni siquiera funcionaría como rehabilitación a menos que peleemos algunas batallas más serias en la Nueva Ciudad. Así es como lo tomé. Podría ser exactamente eso. Tal vez algo cambiaría para mí mañana. Podría calmarme y ser capaz de actuar un poco mejor.

No esperaba que lo hiciera. Pero tenía que ponerme de acuerdo. Tenía que hacer lo que necesitaba. Así me sentía.

No pude dormir. Entré en la Nueva Ciudad de Damuro al día siguiente sin siquiera pegar un ojo en toda la noche. Se sentía como si solo los estuviera acompañando. Hayashi encajó rápidamente en el grupo, y yo era la única invitada. Matsuyagi y Yokoi nunca hacían más que saludarme, y Tanamori y Shingen no sabían qué hacer conmigo. Hayashi también parecía frustrado. «Debes saber que no puedes quedarte así». Eso es lo que parecía que quería decir.

Si eso es lo que pensaba, debería haberlo dicho. Pero Hayashi no lo haría. Se sentía culpable. Hayashi fue quien me salvó. Esa había sido su única opción, y había hecho lo correcto. Probablemente no tenía remordimientos. Al mismo tiempo, él lo entendía. Que no era lo que yo había querido. Hayashi no era responsable de esto. No había hecho nada malo. Pero yo no estaba agradecida con él. No podía decir: «Gracias por salvarme».

Los goblins de la Nueva Ciudad estaban armados como los soldados voluntarios humanos. Actuaban de manera organizada, y cuando eran superados en número, estaba garantizado que pedirían refuerzos.

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Solo entramos en el borde de la Nueva Ciudad, no más lejos. Incluso eso era suficiente para provocar batallas en un nivel de intensidad completamente diferente al anterior, pero no fue suficiente para despertarme.

Usé Cure después de la batalla varias veces.

Aparte de eso, me quedé al lado de Tanamori, sin moverme, e incapaz de seguir la situación. Aunque no estaba haciendo nada, cuando vi a Hayashi intercambiando golpes con un goblin, mi respiración se volvió irregular. Me faltaba el aliento y sentía un nudo en el pecho.

No podía soportar mirar a Hayashi. Pero si miraba hacia otro lado, ¿a dónde iba a mirar? Hayashi estaba peleando. ¿Qué estaba haciendo yo? Hayashi estaba tratando de avanzar, pero ¿qué quería hacer yo?

Durante tres días, fui a la Nueva Ciudad de Damuro y me di cuenta del hecho de que me había convertido en una sacerdotisa inútil. Le dije a Hayashi que me iba de Orion. Luego me disculpé con Shinohara y  le mentí, diciendo que probaría las cosas por mi cuenta por un tiempo.

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