Hai to Gensou no Grimgar

Volumen 14++: Si Pudiera Verte Otra Vez

Historia Extra 5: Quien Era Yo Hasta Ayer

Parte 1

 

 

Lo que quiero preguntar

 

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¿Qué es lo que estaba haciendo?

Cierto. Estaba llorando.

Aprendí que, sin importar cuántas lágrimas derrame, nunca se acabarían.

Nunca quise aprender eso, pero me vi obligada a hacerlo.

Las lágrimas no se secarían.

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Pero, cuanto más lloraba, más sentía que algo se me escapaba del cuerpo. ¿Realmente me quedaba algo que perder? No lo creía. Pero, aparentemente, me equivoqué al respecto. Con cada día, más perdía.

Cada hora, cada minuto, cada segundo, perdía algo.

—Mary… Mary.

Una voz llamó mi nombre. ¿Quién me estaba llamando? Lo sabía. Me senté en la cama y miré vagamente a Hayashi, que estaba de pie junto a la puerta. Traté de responder, pero las palabras no llegaron. Hayashi, que había permanecido callado durante un rato, abrió la boca.

—Oye, Mary. Sabes que no puedes permanecer así.

Me habría sentido mal si no le daba una respuesta. Esa fue la única razón por la que asentí.

Hayashi dejó escapar un pequeño suspiro de alivio.

—La cosa es… —comenzó a decir—, hay un clan llamado Orion. Están dirigidos por un sujeto llamado Shinohara. Ha escuchado sobre nuestra situación y nos dará una mano. Me preguntó si queremos unirnos a ellos.

—… ¿Yo también?

—Bueno, dah. Por supuesto que tú también.

¿Cómo se suponía que debía responder en un momento como este? ¿Qué habría hecho la vieja yo?

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Michiki. Ogu. Mutsumi. Cuando esos tres todavía estaban vivos. La yo que aún no había fallado en sus deberes como sacerdotisa al dejarlos morir. Prácticamente los maté. Mis preciados camaradas. Pase lo que pase, como sacerdotisa, iba a proteger a mis camaradas. Esa era mi intención. Pero las intenciones no son suficientes. Tenía que protegerlos hasta el final. Pensé que podía. Eso pudo haber sido engreído de mi parte. No, no pudo haber sido. Lo fue.

El hecho es que no pude.

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Estaba equivocada. Los resultados lo dicen. Solo podía reconocerlo. Tenía que reconocerlo. Dejé morir a mis camaradas. Que era un sacerdotisa que no pudo proteger la vida de sus camaradas. Eso no es ser un sacerdote. Es ser basura. Ni siquiera digno de existir. A pesar de eso, tuve el descaro de seguir respirando. Sobreviví.

Desearía haber muerto. Al menos debería haber muerto con ellos.

Oye, Hayashi. No quiero hacer nada. No creo que pueda de todos modos. Pero, cuando te miro a la cara, hay una cosa, solo una cosa, que quiero preguntarte desesperadamente.

¿Por qué?

¿Por qué me arrastraste contigo cuando escapaste de ese momento?

Si hubiera querido correr, pude haberlo hecho sola. No quería correr. Nunca tuve la intención de dejar a mis camaradas. No era así como hacía las cosas. No hubiera hecho eso. Ogu cayó primero. Después Mutsumi. Cuando eso sucedió, pensé: Es inútil. No podemos ganar. Dudo que alguno de nosotros sobreviva. Vamos a morir aquí.

Moriré con todos.

Correr nunca pasó por mi mente.

—¡Corran!

Michiki nos dijo eso. Eso era un hecho. Tal vez Michiki quería que sobreviviéramos si pudiéramos. Pero ¿qué hay de mis sentimientos? ¿Dije una palabra sobre querer sobrevivir? ¿Pensó que habría querido esto?

Oye, Hayashi. ¿Por qué lo hiciste?

¿Por qué no me dejas morir con Michiki y los demás?

—Orion… —Bajé la cabeza, solo respondiendo—: Está bien.

No era culpa de Hayashi. Él no se equivocó. Si yo fuera Hayashi, estoy segura de que habría hecho lo mismo. Por eso no le preguntaría eso. No quería hablar de eso. No quería tocar la herida… ¿La herida? No. Esto no era nada tan pequeño que pudiera llamarlo una herida. Me arrancaron los brazos, las piernas y la piel de todo el cuerpo. El dolor no se desvanecería. Las cicatrices dejadas eran indelebles.


Todo había cambiado desde cuando los otros tres todavía estaban vivos.

No podíamos regresar. No había vuelta atras.

Hayashi no se alejó de la puerta. Podría haber estado tratando de decirme algo. Podría haber estado tratando de consolarme. Podría haber estado tratando de animarme.

Tal vez debería haberle dicho a Hayashi que nada de eso ayudaría. Pero, si lo hiciera, le dolería. Hayashi también había perdido a sus camaradas.

Tenía que estar fuera de sí con pena. No quería atormentarlo más. En realidad, debería haber sido yo quien animara a Hayashi. Si fuera posible, quería hacerlo. Pero no podía. No podía hacer nada. No me podía imaginar tener el derecho de hacer nada. Lo único que podía hacer era seguir sentada ahí con la boca cerrada.

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