Hai to Gensou no Grimgar

Volumen 14++: Si Pudiera Verte Otra Vez

Historia Extra 4: Justicia y Justicia

Parte 2

 

 

Gratitud y razón.

 

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—Oye, muchachote, tú lo harás.

Todavía lamentaba que cuando Kuzuoka, un hombre con sombrero de plumas, le dijo eso en la Oficina del Cuerpo de Soldados Voluntarios, no haberle dado una negativa firme.

Kuzuoka parecía un buen tipo, no, era todo lo contrario. Tenía la cara de un matón y una sucia boca que le hacía juego. Kuzuoka había dicho que le enseñaría todo tipo de cosas, e incluso le prestaría dinero, pero honestamente, Moguzo había pensado que eso solo era habladuría. Aun así, no se negó.

De hecho, la opción de negarse nunca pasó por su cabeza para empezar.

En algún rincón de su cabeza, sabía que las cosas iban en una dirección menos que buena desde el principio. Sabía que ir con Kuzuoka era un error. Sin embargo, a pesar de eso, Moguzo no pudo hacer nada más que dejar que las cosas siguieran su curso.


Hizo lo que Kuzuoka le dijo, yendo al gremio de guerreros, pagando ocho platas y asistiendo al campamento de principiantes. Ahí, fue agobiado por una tutora llamada Komo, y llevaba una parte inferior de bikini de cuero y una camisa ze correas de cuero como parte superior, una señal obvia de que era una pervertida. Cuando la llamó «tutora» ella se enojó y dijo:

—¡Es Komo-san! ¡Llámame Komo-san!

Incluso ahora, no sabía de qué se trataba. Komo-san era feroz, fuerte y rara.

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Había perdido la cuenta de la cantidad de veces que suspiró, pensando: «No estoy hecho para esto», durante el campamento de entrenamiento de siete días.

Blandir una gran espada era una cosa, pero golpear algo con ella, lastimar, destruir, matar, simplemente no le sentaba bien. Había practicado mucho usando una espada de madera en un muñeco de madera en el gremio de guerreros, pero incluso contra un oponente no vivo, no se había sentido bien.

No pudo evitar pensar: «¿Por qué tengo que hacer esto? ¿No hay algo más importante que debería estar haciendo? Puede que sea un poco grande, pero si tengo el poder de destruir algo, sería mejor usarlo para crear algo. Eso sería más constructivo».

Cuando esos pensamientos pasaron por su cabeza, acabó con el entusiasmo que tenía por eso.

Y Komo-san le dio fuerte regaño por eso.

—¡Moguzo, gusano! ¡¿Qué pasa si matan a tus camaradas mientras estás dudando?! ¡Tu indecisión matará a tus propios aliados! ¡Mata antes de que te maten! ¡Esa es una regla de oro en el campo de batalla!





¿Quizás estaría mejor en un lugar donde no tenga que matar o ser asesinado?

—¡Moguzo! Acabas de dudar de tu razón para pelear, ¿verdad? ¡Idiota! ¡Primero viene la batalla! ¡La razón viene después de eso!

No aceptaba eso. No podría pelear una batalla sin una causa. Si era posible, no quería pelear en absoluto. No solo no quería empuñar una espada, sino que tampoco quería enfrentarse a una.

Lo odiaba mucho, mucho, mucho, mucho, mucho, mucho, pero cuando ella le decía:  «Hazlo», su cuerpo se movía solo. Blandió la espada de madera como se le ordenó y golpeó al muñeco. «Demasiado débil», gritaba ella, y él blandía más fuerte la espada. Incluso cuando colapsaba por el agotamiento, si ella lo pateaba en el trasero, él se levantaría.

—¡Vas a morir así, Moguzo! ¡Eso o matarán a tus camaradas! ¡¿Estás de acuerdo con eso?!

En respuesta a esas duras palabras, él gritó—: ¡No, no lo estoy!


No tenía voluntad propia.

Al final, fue lo mismo que esa vez también.

Con el campamento de principiantes detrás de él, finalmente se unió al grupo de Kuzuoka como guerrero. Como una especie de prueba, decidieron que tendría una pelea con el caballero oscuro del grupo, o paladín, o algo así, justo afuera de la puerta norte.

No con espadas de madera. Esta era una pelea de práctica, pero se haría con espadas reales. «No hay forma de que pueda hacer eso», pensó. Pero cuando le decían: «Hazlo», no podía negarse. Fue golpeado en un instante, y Kuzuoka le escupió:

—Maldición, eres inútil. No debí haber perdido el tiempo esperándote. Es una gran pérdida de tiempo. Entonces, paga. Dinero. Quiero dinero. Dame todo tu dinero. Lo íbamos a tomar de todos modos. Vamos, date prisa.

Sabía que tenía que haber algo mal con él, simplemente entregar voluntariamente todo su dinero. Pero no pudo negarse. Estaría en problemas sin dinero, y obviamente no quería hacerlo, pero no pudo encontrar la voluntad de resistir.

Si Manato y su grupo no hubieran venido después de eso, quién sabe qué le habría pasado. No, antes de eso, ¿qué pretendía hacer el propio Moguzo al respecto?

No podía imaginarlo. No lo había pensado en absoluto. Podría haberse quedado ahí, sentado al costado del camino, justo afuera de la puerta norte, sin que se le ocurriera ni un solo pensamiento.

Manato, Haruhiro, Yume, Shihoru y Ranta habían salvado a Moguzo. Les debía a los cinco una deuda de gratitud. Si había algo que incluso él pudiera hacer por ellos, quería hacerlo. Tenía que. Era, técnicamente, un guerrero, por lo que lucharía por todos ellos tan duro como pudiera.

Eso, y cocinar.

Haría comida para todos.

De hecho, tenía un poco de confianza en ese campo.

Cuando se enfrentaban a los goblins, incluso mientras gritaba mentalmente: «Lucha, tienes que luchar contra ti mismo», no tenía idea de qué hacer o cómo hacerlo y su cuerpo no se movía. No podía pelear sin pensar: «voy a hacer esto», «¿qué debo hacer?», «lo sé, debería hacer esto», y repasar cada pequeño detalle. Por eso, siempre estaba un paso atrás.

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Con la cocina, era diferente.

Este es el tipo de cosas que quiero hacer, o eso es lo que quiero hacer. Las ideas le llegaban fácilmente. Si compraba algo en un puesto de comida, podía descubrir más o menos los ingredientes y cómo se había condimentado. Si solo tuviera los materiales, con un poco de prueba y error, podría recrear casi cualquier plato.

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—…¿He estado dejando que eso se me vaya a la cabeza?

Moguzo se paró en medio del patio de la casa de soldados voluntarios donde se alojaba, con la cabeza gacha.

—Y Ranta-kun lo vio… ¿Eso es lo que pasó?


—¿Moguzo?

—¿Eh…?

Cuando Moguzo levantó la vista, Manato estaba justo a su lado, mirándolo con la cabeza ladeada.

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—Oh… M-Manato-kun.

—¿Qué pasa? ¿Pasó algo?

—No, eh, bueno… N-No realmente. Aunque no puedo… decir que… nada pasó… No es nada.

—¿Qué se supone que significa eso? —Manato preguntó con una sonrisa, luego se sentó al lado de Moguzo—. Me parece que algo sucedió. Si no te importa, ¿por qué no me lo cuentas? A veces, solo poner las cosas que te molestan en palabras puede hacer que sea más fácil lidiar con ellas.

—E-Eso tiene sentido. Por supuesto…

Moguzo suspiró y se frotó el pecho. Sin embargo, no ayudó a que las palabras salieran más fácilmente.

—No me importa —dijo Manato con un tono de voz tranquilo—, si no puedes hablar de eso, no tienes que hacerlo. No hay necesidad de forzarte.

—¡R-Ranta-kun, él…!

De repente, algo salió de su garganta y se sorprendió al descubrir que era su propia voz. Así se sintió.

—R-Ranta-kun, él, um… no sé cómo decirlo. M-Me retó a una competencia. Entonces…

—¿Ah, sí? ¿Qué tipo de competencia?

—Fue… de cocina.

—Bueno, ganarás en eso. El ganador está decidido incluso antes de que comience.

—¿E-Eh? No, no puedes decir eso hasta que suceda…

—Quiero decir, Ranta nunca ha cocinado una comida decente, apuesto. No es bueno pelando o cortando cosas.

—E-Es un poco al azar, ¿sabes? Ranta-kun, quiero decir. No es bueno para ser minucioso…

—Descuidado. Eso es Ranta. Tratará de cortar cada esquina que pueda.

—¿Verdad? P-Pero… no es así como funciona la cocina. Nada es sin propósito. Ah, y si pones tu corazón en ella o no, hace una diferencia muy clara.

—Ranta es del tipo que sigue sus caprichos y hace las cosas de manera eficiente.

—E-Eso no es bueno. Quiero decir, no sé si debería decir que no es bueno. Puede estar bien con otras cosas, pero con la cocina, al dedicar tiempo y esfuerzo, obtienes un resultado completamente diferente. De hecho, todo eso se acumula hasta…

—¿Por qué no vencerlo, entonces?

—…¿Eh?

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—Deberías tener la competición frente a todos y vencer a Ranta.

Cuando Manato dijo algo así con una sonrisa refrescante, por un momento, Moguzo no lo entendió.

—Está bien. No importa cómo se desarrollen las cosas, no se sentirá incómodo. Yo me encargaré de eso. Quiero decir, también quieres hacerlo, ¿cierto, Moguzo?

Los ojos de Moguzo se abrieron. Cuando Manato dijo eso, por primera vez, se dio cuenta de que sí.

—…S-Sí.

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