Hai to Gensou no Grimgar

Volumen 14++: Si Pudiera Verte Otra Vez

Apéndice 2: Aullando Bajo la Luna, Soy un Lobo

Parte 2

 

 

La solidez me hará fuerte.

 

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El Mantis-go zarpó de la base principal de la Compañía Pirata K&K en la ciudad portuaria de Roronea, en el Archipiélago Esmeralda, y se dirigió hacia el este.

En general, se dirigían al este, y luego más al este, a través de lo que se llamaba el Mar Azul o el Océano Azul. Si siguieran el Archipiélago de Coral hasta el este, la costa oeste del Continente Rojo se vería.

El Continente Rojo estaba habitado por personas con cola, personas con brazos largos, personas con orejas largas, personas con tres ojos, personas con muchos ojos, personas con la cabeza de hierro, personas con piel peluda, personas con piel espinosa,  personas emplumadas, personas sin sombra, personas con forma de pelota y más.  Había muchos países y una gran cantidad de reyes.

Era un largo camino desde el Archipiélago Esmeralda hasta el Archipiélago de Coral, y aún más lejos de ahí al Continente Rojo, pero cuando una flotilla del Reino de Arabakia descubrió el Archipiélago de Coral hace unos doscientos años, las islas ya estaban habitadas y había puertos ahí. La personas con muchos ojos del Continente Rojo habían llegado primero al Archipiélago de Coral.

Solo había una gran masa de tierra en el mundo que la gente llamaba Grimgar. Eso solía ser de sentido común. También era increíblemente incorrecto.

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Las personas que se enteraron de la existencia del Continente Rojo llegaron a referirse a este lado del Mar Azul como Grimgar. Las historias de Grimgar y el Continente Rojo comenzaron a cambiar con el Archipiélago de Coral como un punto de transmisión entre ellos. Antes de ser destruidos, los reinos de Arabakia e Ishmal abrieron relaciones con múltiples países en el Continente Rojo, y comerciaron con ellos.

El Continente Rojo no era una leyenda, ni una ficción, ni un sueño, ni una ilusión.

Dicho esto, el Continente Rojo estaba muy lejos, y el mar abierto estaba lleno de amenazas y peligros. En el océano, donde no había ningún lugar para refugiarse, incluso las tormentas demasiado comunes a veces podían resultar letales.

Sin un capitán talentoso y experimentado, así como el resto de la tripulación navegante, sería imposible llegar al Archipiélago de Coral, y mucho menos al Continente Rojo. Incluso con barcos que habían estado en el Continente Rojo muchas veces, cuando les llegaba el momento de hundirse, se hundían.

A Yume le habían dicho repetidamente que no había garantía de su seguridad, y ella lo había entendido. Pero ¿realmente había estado lista para que sucediera algo? Tal vez ella no lo había pensado tanto. En cuanto a Momohina y la tripulación del Mantis-go bajo el mando de Ginzy, actuaban como si estuvieran saliendo en otro viaje como de costumbre. Sin signos de preocupación. En todo caso, Yume estaba emocionada. Nunca tuvo la menor idea de que algo malo estaba por suceder.

—Han pasado dos años, ¿eh…?

Yume estaba usando el palo con el que atizaba el fuego para dibujar remolinos en la arena. Tenía la intención de escribir números, pero por alguna razón salieron como remolinos.

Cazaron hasta la medianoche, luego trajeron a la playa las ardillas voladoras negras, los tanuki de ojos grandes y el ave dragón terrestre que habían atrapado. Yume los destazó ahí, y Momohina encendió el fuego.

Ya habían comido las partes de las ardillas voladoras negras y los tanuki de ojos grandes que eran comestibles una vez cocinados. Habían preparado el ave dragón terrestre para cocinar, pero ambas estaban más o menos llenas, por lo que podían dejarlo así.

Momohina estaba acostada de espaldas. Yume la miró, pensando que ya debía estar dormida porque estaba muy callada, pero tenía los ojos abiertos.

Yume dibujó aún más remolinos con su palo.

—¿Han pasado dos años? ¿Yume está equivocada sobre eso, tal vez? No contaba correctamente cuando acabábamos de llegar.

—Suena bien —dijo Momohina vagamente.

El Mantis-go había sido atrapado en una gran tormenta en el camino hacia el Archipiélago de Coral.

Yume no sabía mucho sobre el mar, pero aparentemente tuvieron la desgracia de toparse con un tifón, un ciclón, un huracán o algo así, pero por lo general no se formaban en esa época del año.

No era algo de lo que pudieran darse la vuelta y huir, así que tenían que resistir la tormenta hasta que salieran al otro lado. Dentro del Mantis-go, trabajaron duro, preparándose para hacer eso. Moviendo la carga, fijándola en su lugar, Yume ayudó con todo lo que pudo. Si no se mantenía ocupada, la hacía sentir desesperadamente incómoda.

—Esa tormenta. Ya sabes, parece que fue ayer.

—Ya me había olvidado por completo. Jo, jo, jo.

A diferencia de Momohina, que soltaba una extraña carcajada, Yume no podía olvidar ese evento. El fuerte viento, la lluvia golpeaba al Mantis-go, y ella se sacudía de un lado a otro. No, eso no fue una simple sacudida, fue más como si le hubieran dado vueltas y revolcado.

En ese momento, solo había un mínimo de tripulación en la parte superior. Yume, por supuesto, estaba dentro del barco. A pesar de eso, el piso estaba todo mojado.

Estaba entrando agua, y Yume estaba empapada. La gente gritaba sobre cómo se había roto esto y eso. Cómo esto era malo o loco.

Era difícil mantener la calma, y ​​si solo se sentaba ahí, sentía que iba a llorar. Recordaba rogarle a alguien que por favor, la dejaran hacer algo. Sin embargo, no recordaba a quién fue. Yume corrió hacia la bodega siguiendo sus órdenes, tropezó y se golpeó la cabeza, y ayudó a cargar tablas de madera. Ella las sostuvo en su lugar mientras otros las clavaban a la pared también.

—Estamos jodidos, estamos jodidos —oyó gritar a alguien.

—Nos hundiremos —dijo alguien más claramente.

La gran mayoría de la tripulación estaba trabajando duro para evitar eso, pero vio a uno que se había roto, llorando—: ¡Me rindo! ¡Me rindo! ¡Es demasiado tarde!

Había uno que estaba bebiendo, y su compañero lo golpeó por ello. Él gritó—: ¡Déjame! ¡Este el final para nosotros! ¡¿Crees que puedo aguantar esto sin beber?! —El hombre intentó violentamente recuperar su bebida.

¿Por qué  Yume había subido a la cubierta? Ella no lo recordaba. Había varios miembros de la tripulación que se dirigían hacia ahí, diciendo algo sobre el mástil que parecía listo para romperse, o que tenían que hacer algo al respecto y necesitaban personas.

No había razón para que Yume tuviera que ir con ellos. Ella ya estaba lo suficientemente aterrorizada, así que no podía explicar lo que pudo haberla poseído para subir a cubierta donde solo podía ser ridículamente peor.

Sin embargo, al pensar en eso ahora, no estaba lista para esperar y convertirse en un desastre, por lo que debió haber querido hacer todo lo posible. Básicamente, Yume no quería morir. Había luchado contra eso.

Momohina aparentemente trató de detenerla en el camino, pero no se dio cuenta. En el momento en que subió a la cubierta, la lluvia comenzó a empujarla hacia un lado.

O tal vez el Mantis-go estaba inclinado a causa de una ola que había venido desde un lado. ¿Qué le sucedió a la tripulación que había subido a la cubierta antes que ella? No podía imaginarlo. Yume fue arrastrada por la lluvia o una ola. Lo siguiente que supo fue que estaba en el mar y Momohina la estaba abrazando.

Momohina dijo que le había dicho que no fuera, pero que no estaba escuchando, así que fue tras ella. Luego fueron tragadas por el mar juntas.

—Ya sabes, Momo-san, si no hubieras estado ahí, Yume, ella definitivamente se habría ahogado de inmediato. ¿Verdad?

No hubo respuesta. Solo la suave respiración de una durmiente Momohina. Los ojos de Momohina estaban cerrados. Parecía que estaba profundamente dormida.

Yume se rió entre dientes, dejando en suelo su rama y se acostó.

Podía ver el polvo de estrellas esparcido por el cielo negro azabache tan claramente que era cegador. Yume a menudo pensaba que las estrellas en el cielo en esta isla se veían sabrosas. Esa gran estrella amarilla sería dulce, y la pálida al lado sería ácida.

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Estaba segura de que todas tenían su propio sabor.

Yume se durmió, imaginando poner las estrellas en su boca y pensando en cómo sabrían, sin darse cuenta cuando cerró los ojos.

Cuando despertó, estaba bastante brillante. Ciertamente no antes del amanecer. Definitivamente era de mañana. La fogata se había apagado.

Yume se sentó. Momohina estaba en la orilla, girando los brazos en círculos, estirando las rodillas y haciendo otros ejercicios de calentamiento.

—Buenos días, Momo-san.

—Ohhh. Bueeeenos días.

Momohina le sonrió a Yume mientras movía su cuerpo. Yume también sonrió.

No había reglas sobre cuándo dormían, cuándo despertaban, qué hacían cuando se levantaban, ni nada de eso. No había manera de saber qué hora era en este momento, y el clima era temperamental.

Había momentos en que podían encontrar algo para comer, y momentos en los que simplemente no podían. Incluso si establecieran un horario adecuado, era poco probable que las cosas salieran de acuerdo con él de todos modos.

Cuando empezaban a entrenar, se concentraban en ello hasta que terminaban, pero fuera de eso, generalmente lo tomaban con calma. No, incluso cuando se trataba de entrenar, lo suspenderían si el clima empeoraba demasiado, y si veían a un animal que no querrían dejar escapar, en su lugar cambiarían a la caza.

Esta isla estaba rodeada por el mar, obviamente. El profundo mar azul se extendía más allá del horizonte, como si continuara para siempre.

Si hicieran un circuito de la costa, sería una caminata de 60 kilómetros. La isla tenía aproximadamente la forma de un corazón, y después de tratar desesperadamente de calcular el área, Yume y Momohina habían concluido que tenía que tener unos 70 kilómetros cuadrados.

Había un volcán activo en la parte este de la isla, y de vez en cuando surgían delgados rastros de humo. La parte oeste era más o menos plana.

Con la excepción de los arroyos más pequeños, la isla tenía seis ríos, además de sus afluentes. La mayor parte de la isla estaba cubierta por una densa jungla, mientras que la costa era principalmente costas azotadas por el viento y acantilados escarpados. Había una playa de arena en la orilla oeste del área en el centro del lado sur donde había una hendidura, y las dos se habían asentado ahí.

A pesar de haber sido atrapadas en esa temible tormenta, afortunadamente habían encontrado una tabla para aferrarse y sobrevivieron. Estuvieron a la deriva durante tres días y tres noches, no, cinco días, ¿o tal vez fueron seis? Cualquiera que sea el caso, flotaron durante mucho tiempo antes de finalmente naufragar en esta isla desierta. Probablemente fue casi un milagro. No, no casi un milagro, sería justo decir que fue un milagro.

Yume había subido a cubierta porque no quería morir, casi muere por su tontería, y ahora estaba disfrutando de la vida en la isla después de tener suerte y sobrevivir.

No todo era divertido, pero si aceptaba todas las dificultades, la tristeza, la soledad y todo lo demás, pensó que podría decir que estaba disfrutando sus días aquí.

Hay cosas en este mundo sobre las que no puedes hacer nada. Puedes gemir y hacer una rabieta, pero lo que no se puede cambiar, no se puede cambiar. Así es como es.

Incluso sabiendo eso, había momentos, especialmente en un día despejado como hoy, en los que no podía evitar mirar al mar lejano. ¿Podrías culparla realmente? De la misma manera que no podía evitar sonreír cuando comía algo sabroso, no podía evitar las lágrimas que surgían al pensar en los amigos de los que se había separado.

No había necesidad de detenerlas. No quería decepcionarse, así que era mejor no hacerse ilusiones. Solo le hacía pensar en lo que había más allá, así que era mejor no mirar al mar. Incluso mientras pensaba eso, todavía tenía esperanzas y no podía evitar mirar.

—… Oh. —Yume parpadeó.

Se puso de pie y caminó hacia la orilla. Yume no estaba mirando su paso en absoluto. Ella miraba exclusivamente al mar.

—¿Fwuh? —Momohina dejó escapar ese sonido confuso.

Las olas golpearon la orilla. Yume siguió caminando a pesar de ellas. En poco tiempo, el mar estaba hasta las rodillas.

Yume entrecerró los ojos. Su agudeza visual era algo en lo que Momohina no podía vencerla.

Ella vio algo. Parecía un punto. Había algo flotando en el mar. Ella no podía distinguir la forma. Entonces todo lo que podía decir era que era algo.

Al principio, pensó que lo estaba imaginando. Mientras estaba en el mar, y durante algún tiempo después de naufragar en esta isla, había seguido escuchando y viendo cosas. Pero no le sucedía con tanta frecuencia últimamente. Eso no era lo que era esto. No parecía una ilusión.

—Oye, Momo-san.

—¿Qué pasa, Yumeryunryun?

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—Yume, ella piensa que puede ver algo en la distancia. ¿Qué piensas que es?

Momohina se acercó a Yume.

—Hmmm, es muy pequeño. No estoy realmente segura. Pero sí veo algo.

—Puedes verlo, ¿verdad?

—¿Crees que es un árbol grande, tal vez?

Momohina dijo eso, luego se echó a reír. Parecía una risa forzada, como si estuviera tratando de engañarse a sí misma. No era como que Momohina se riera así. La misma Momohina se daba cuenta de eso, y parecía un poco avergonzada.


—Podría ser… y esto solo podría ser, pero… Yume, ella no cree que sea un árbol.

—Entonces, ¿qué crees que es, Yumeryun?

—Un bar… -—Yume comenzó a decir, luego agarró su garganta. De repente, la palabra no salió. Ella podía exhalar, pero no podía hablar. ¿Qué podría estar pasando?

—¿Qué pasa?

Momohina le frotó la espalda. Yume no pudo responder. Ella solo gimió mientras miraba el objeto en el mar. ¿Qué había pensado que era? Bar, bar… ¿Bar? La palabra que representaba ese objeto simplemente no le venía a la mente.

Pero, aun así, pensó que debía ser esa cosa.

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Ya sabes, eso.

Cuando Momohina estaba frotando la espalda de Yume con la palma de su mano, de repente dijo—: ¿Crees que es un barco?

—¡Eso es!


—¡¿Mwuh?!

—¡Esa! ¡Esa es la palabra! ¡Barco! ¡Es un barco! ¡Esa cosa a lo lejos, Yume pensó que era un barco! ¡Aunque solo probablemente!

Mientras divagaba como si la presa que retenía sus palabras hubiera estallado, recordó que había tenido un sueño como este antes. Justo cuando estaba pensando, «¡Hurra! ¡Es un barco! ¡Ha llegado un barco! ¡Gracias al cielo! ¡Ahora podemos irnos a casa!», ella se despertó y se dio cuenta de: «Oh, no, no fue real, solo era un sueño», y se decepcionó.

—¡Espera, espera, Yumeryun! ¡Colmate! ¡No, no es eso, quiero decir, cálmate!

—Sí, sí, tienes razón. Tenemos que calmarnos. Si nos emocionamos, podrían suceder todo tipo de locuras. Colmate, colmate… No, no es eso, ¿eh? Trasmate…

—No te has calmado en absoluto, ¿eh? ¿Por qué no nadamos por ahora?

—¿Qué?

—¡Nyujajaja! ¿Por qué no naaaadas un poco?

—Yume no va a nadar. Ahora no, ¿sabes?

—¿Realmente crees que es un barco?

—Todavía es difícil de ver. Al menos no claramente…

Yume y Momohina decidieron esperar oor ahora. Se estaba calentado. El sol se elevó gradualmente y se calentó. Sin decir nada más, las dos comenzaron a caminar hacia el mar. ¿Se estaba acercando el objeto? Si se hacía más pequeño, pronto desaparecería. Pero tampoco se estaba haciendo más grande. ¿Podría haberse detenido?

Se estaban adentrando lo suficiente en el agua que pronto sus pies no tocarían el fondo. Momohina comenzó a nadar.

—Momo-san, ¿estás planeando ir hasta allá?

—No voy a ir hasta allá. Obviamente no es posible. Solo voy a nadar un poco. No es que haya algo mejor que hacer.

Yume también pensó en nadar por un momento, pero no pudo ponerse de humor.

Incluso si esa cosa fuera un barco, podrían irse sin llegar a tierra en la isla. Si eso sucediera, parecía que ningún barco volvería a venir.

Ese barco era su última esperanza. No era que Yume tuviera una razón sólida para creer esto. Ni siquiera podía decidir si creer que era un barco o no para empezar.

Parecía un barco con velas blancas, pero podría ser algo más que tenía una forma similar.

¿Qué le pasó al Mantis-go al final? Yume había pasado mucho tiempo pensando en eso. En sus peores imaginaciones, se hundió, y las probabilidades de que eso haya sucedido no eran pocas. Fue una tormenta increíble, y el Mantis-go ya estaba dañado cuando Yume fue arrojada por la borda.

—¿Qué piensas? —le preguntó una vez a Momohina.

—No lo sé —fue la respuesta—. No soy una mujer de mar, ¿sabes? Quiero decir, era una capitana, pero nunca hice nada del trabajo.

—¡¿Queeeé?! ¿No lo hacías?

Momohina, como Yume, despertó en Grimgar un día. Había un chico llamado Kisaragi y una chica llamada Ichika con ella, y también como Yume, ninguno de ellos recordaba nada más que sus nombres.

Momohina tenía a Kisaragi e Ichika, y Yume tenía a sus camaradas. ¿Por qué ella fue y los dejó? Yume también había agonizado mucho por eso. Si pudiera retroceder el tiempo y rehacer las cosas, ¿qué habría hecho Yume? ¿No habría subido a bordo del mismo barco que Haruhiro y los demás y se habría ido a la ciudad libre de Vele?

El barco no parecía estar más cerca. Simplemente parecía un barco, y ella todavía no podía decir definitivamente que era uno, pero Yume estaba empezando a creerlo. Esa cosa tenía que ser un barco.

Al final, eso solo significaba que quería creer. Yume lo había aprendido en su tiempo en la isla. Probablemente no era solo Yume. La mayoría de la gente no creía en las cosas porque eran creíbles, creían lo que querían creer.


Durante un tiempo, Yume había creído absolutamente que vendría ayuda.

En otra ocasión, ella había creído que la ayuda nunca llegaría, y que estarían en esta isla hasta que murieran.

Tampoco tenía motivos para creer.

Cuando no podía continuar sin creer que vendría ayuda, había creído que sería así. Una vez que se hizo más fácil creer que no sería así, ella lo creyó.

La razón por la que el objeto que flotaba en el mar a una distancia indeterminada ahora le parecía un barco era porque quería creer que era un barco. Yume estaba viendo lo que quería ver.

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Yume decidió nadar como Momohina. Mientras hacía el golpe de pecho, tomándolo tan calmadamente como podía, los pensamientos de: «Es un barco. La ayuda finalmente ha llegado», y «Eso no puede ser un barco. La ayuda no viene», girando en círculos dentro de su cabeza.

Yume quería ser más fuerte. Pero eso no era cuestión de desarrollar músculo o resistencia, mejorar su técnica, aprender nuevos movimientos y aumentar su potencial de combate. Esas cosas también eran importantes, pero ella no podía volverse realmente fuerte de esa manera.

Yume quería un yo inquebrantable. Quería la fortaleza para no doblegarse ante ninguna situación.

O un yo que, incluso si se doblegara, pudiera recuperarse pronto, y sin importar cuán intensamente vacilara, no se quedara así.

—Momo-saaaan.

—¿Queeeé?

—… Momo-saaaan.

—¿Dije qué?

—Es un barco.

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—¿Hrmm?

—Eso de ahí, eso debe ser un barco.

Yume dejó de nadar y comenzó a flotar.

Las velas blancas, el casco del barco, los mástiles, ella podía verlo todo.

—Es un barco. Podemos ir a casa. Podemos ir a caaaasa…

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