Mushoku Tensei: Isekai Ittara Honki Dasu (NL)

Volumen 12

Capítulo 10: Padres

 

 

En el momento exacto en que la hidra exhaló su último aliento, el cristal imbuido mágicamente que había estado guardando se licuó, y Zenith se desplomó en el suelo. Estaba viva. Aunque seguía inconsciente, no había duda de que respiraba.

Había docenas de enormes cristales imbuidos de magia en la zona, y el suelo estaba lleno de las piedras mágicas que habían formado las escamas de la criatura. Además, había una gran cantidad de objetos mágicos caídos. Tendrían un buen precio. Pero ninguno de nosotros estaba de humor para empezar a recogerlos.

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Me sentía ligero, inestable, como si estuviera en un sueño. Si alguien me llamaba, respondía, pero mi mente estaba vacía. Era casi como si otra persona respondiera por mí, utilizando mi boca. Sin embargo, para mi propia sorpresa, fui capaz de realizar en poco tiempo las tareas pendientes que quedaban después.

Incineramos el cuerpo de Paul en aquella habitación.

Mis sentimientos al respecto eran complicados. Una parte de mí quería llevarlo a casa, para al menos dejar que Zenith viera su cara, aunque hubiera fallecido, pero al final, seguí la recomendación de todos para su funeral.

Mi magia de fuego fue suficiente para reducirlo a huesos en cuestión de minutos. Cuando Elinalise advirtió que enterrarlo así podría hacer que se reanimara como un esqueleto, hice lo que me propuso. Trituré los huesos, conjuré un frasco con mi magia de tierra y los vertí dentro.

Sólo había dejado tres pertenencias personales: la coraza de metal que había protegido su torso, la espada mágica que podía infligir un daño enorme a los adversarios más duros y, por último, su arma favorita que había mantenido a su lado desde antes de que yo naciera.


“…”

Me sentí extraño. No podía precisar qué era esa emoción, pero la sentía como un peso que me aplastaba el pecho.

“Vamos a casa”.

No fui muy útil en el camino de vuelta. Derrotamos a nuestros enemigos y pude usar mi magia, pero mis pies eran inestables. Era como si no caminara, sino que flotara. Si no hubiera sido por Roxy, que estaba pegada a mí, podría haber pisado una trampa de teletransporte.

Por muchos errores que cometiera, nadie me dijo nada. Ni Elinalise, ni Roxy, ni Talhand, ni Geese. Ninguna queja, ningún consuelo. Todos se quedaron sin palabras.

Zenith fue llevado todo el camino en la espalda de alguien. Hubo algunas batallas intensas mientras subíamos a la superficie, pero ella nunca se despertó. Me ponía ansioso, pero el hecho de que siguiera respirando significaba que estaba viva. Al menos, eso era lo que intentaba decirme a mí mismo.

Tardamos tres días en salir del laberinto.

No recordaba lo que dijeron los tres que nos dieron la bienvenida a la ciudad cuando llegamos, pero Elinalise y Geese les explicaron los detalles. Shierra se derrumbó llorando y Vierra se puso de rodillas con cara de asombro. Incluso al ver eso, no pude decir nada.

Ni una sola palabra.

Lilia era diferente. Su rostro era una máscara que no revelaba nada mientras me miraba y me rodeaba con sus brazos. Luego dijo: “Debe haber sido difícil. Lo has hecho bien. Intenta descansar un poco y déjame todo lo demás a mí”.

Sintiéndome totalmente vacío, me limité a asentir.

Me despojé de la túnica una vez que regresamos a la posada. Tenía un agujero en el hombro, que sabía que tenía que coser. Pero por el momento, la arrojé a un rincón de la habitación, junto con mi bastón y mi bolsa de equipo. Lo tiré todo en una pila. Luego me desplomé en la cama.

***

 

 

Esa noche, tuve un sueño. En él, volvía a estar en mi antiguo cuerpo, volvía a ser el lerdo encerrado en sí mismo. Pero esta vez, el Hombre-Dios no estaba en ninguna parte. Tampoco estaba la habitación blanca en la que siempre residía.

Era un recuerdo de mi vida anterior. Sí, un sueño de lo que había sido. No estaba seguro de cuándo tuvo lugar exactamente, pero el escenario me resultaba familiar.

Era el salón de la casa de mis padres. Los dos estaban allí, hablando de mí. No podía oír sus voces, tal vez porque era sólo un sueño. Sin embargo, extrañamente, sabía que era de mí de quien hablaban.

¿Estaban preocupados por mí, entonces?

Dejé ese mundo sin descubrir la razón de sus muertes. Teniendo en cuenta que ambos se habían ido al mismo tiempo, supuse que se trataba de una enfermedad. Tal vez un accidente, o tal vez un suicidio.

Me pregunté qué pensarían de mí justo antes de morir. ¿Me consideraban nada más que un  encerrado  desvergonzado?  ¿Estarían  disgustados  por  cómo  me  había  convertido?

¿Avergonzados? No tenía ni idea de cómo se sentían realmente. Mi madre seguía viniendo a verme de vez en cuando, pero en algún momento, mi padre había dejado de decirme nada.

Me preguntaba si se les había pasado por la cabeza cuando murieron.

¿Y qué hay de mí? Cuando murieron, ni siquiera fui a su funeral. ¿Qué hacía yo? No recogí sus huesos de las cenizas después de la cremación, como debería haber hecho un niño. ¿Qué demonios estaba haciendo? ¿Por qué ni siquiera fui a su funeral?

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Tenía miedo de la forma en que la gente me miraría cuando viera que ni siquiera intentaba estar triste. De la forma en que mirarían a un pedazo de mierda como yo, un encerrado.

Su hostilidad. Su desprecio. Pero esa no era toda la historia, por supuesto. Yo no era un ser humano honorable. En ese momento, no sentí ni una pizca de tristeza por la muerte de mis padres.

No los quería lo suficiente como para llorar su ausencia. Me preocupaba menos perderlos y más los pensamientos de Oh, mierda, ¿ahora qué voy a hacer? Ni siquiera podía mirar directamente a mi propio futuro.

No pretendía justificar mi comportamiento, por supuesto. Pero tampoco podía evitarlo. Imagínate arrinconado, perdiendo la última fuente de salvación que tienes.

Sentirse repentinamente sumergido en un vasto océano antes de haber tenido siquiera la oportunidad de llenar los pulmones de aire. Cualquiera que se encuentre en esa situación buscaría una forma de escapar de la realidad. Claro que me arrepentí de no haber hecho más, pero sólo podía culparme hasta cierto punto.

Aun así, si no hay nada más, ¿no debería haber asistido al menos a su funeral? No tenía ni idea de lo que estaba pensando entonces, pero ¿no debería haber mirado al menos sus rostros después de su muerte? ¿No debería haber recogido al menos sus huesos?

¿Cómo había mirado a Paul después de su muerte? No había sido una satisfacción escrita en su rostro, pero sí vi los bordes de sus labios curvarse en una sonrisa de alivio. ¿Qué era lo que había intentado decir al final?

¿Qué expresión habían puesto mis padres de mi vida anterior en sus rostros cuando pasaron?

¿Por qué no miré hacia atrás entonces? Deseaba poder volver ahora y ver.

***

 

 

Al día siguiente, cuando me desperté, me sentía fatal. Un intenso deseo de no hacer absolutamente nada pesaba sobre todo mi cuerpo. Para escapar de esa sensación, me obligué a salir de la cama y me dirigí a la habitación vecina donde estaban Lilia y Zenith.

Al verme, Lilia me miró con asombro. “Señor Rudeus, ¿ya se ha recuperado?”

“…Sí, por el momento. No puedo ser el único que se lo tome con calma, ¿verdad?”

“Estoy seguro de que nadie se quejará si descansas un poco más”.

Sinceramente, quería volver a meterme en la cama como ella sugería, pero la sensación de que tenía que hacer algo -tenía que moverme- era aún más fuerte. “Por favor, déjame quedarme aquí”.

“Está bien”, dijo, “lo entiendo. Siéntete libre de sentarte”.

Al final, me quedé allí y los dos vigilamos juntos a Zenith.

Ya llevaba días durmiendo. Había tardado tres días en salir del laberinto, un día en volver a la ciudad, e incluso ahora, no se despertaba. Su apariencia externa no sugería nada inusual. Simplemente parecía que estaba durmiendo.

Y aunque llevaba días postrada en la cama, no había señales de que estuviera perdiendo peso. Se veía perfectamente saludable.

Había pensado que podría parecer un poco mayor, pero no era el caso. Tanto sus mejillas como sus manos estaban calientes, y si acercabas el oído a sus labios, podías oír su respiración. Sólo sus ojos no se abrían.

Tal vez se quedaría así para siempre. Tal vez su cuerpo se deterioraría y moriría. Ese pensamiento pasó brevemente por mi mente. No le di voz. Las palabras innecesarias era mejor no decirlas.

Lilia y yo la vigilamos en silencio. De vez en cuando, Vierra y Shierra se acercaban, charlando sobre esto o aquello. Fuera cual fuera la conversación, no se quedaba en mi cabeza.

Las dos compartíamos las comidas, aunque yo tenía poca sensación de tener hambre. Apenas tragaba algo. Intenté lavar lo que pude con agua, pero la comida se me pegaba a la garganta y me provocaba náuseas.

No fue hasta las primeras horas de la tarde que el Zenith mostró algún signo de cambio. Allí, justo delante de nosotros, dejó escapar un pequeño gemido y abrió lentamente los ojos. “Mm.…”

Los presentes éramos Lilia, Vierra y yo. Vierra salió inmediatamente por la puerta para ir a informar a los demás. Lilia y yo nos quedamos, observando como Zenith intentaba levantarse.


Debería haber sido difícil después de estar postrada en la cama durante días, pero con un poco de ayuda de Lilia, Zenith fue capaz de levantar la parte superior de su cuerpo casi por completo por sí misma.

“Buenos días, mi señora”. Lilia sonrió al saludar a mi madre.

Zenith la miró con la cara de alguien que aún no se había sacudido del todo el sueño. “Mm.…”

Su voz… era una voz que reconocí. Pensando en ello, era la misma que había escuchado en el primer momento en que nací en este mundo. Una voz tranquilizadora.

El alivio me invadió. Paul había muerto, pero al menos la persona que había intentado rescatar estaba a salvo. A salvo, y viva. Sus esperanzas se habían hecho realidad.

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Estaba segura de que se pondría triste cuando se enterara de su muerte. Incluso podría llorar. Aun así, al menos los tres, Lilia incluida, podríamos compartir esa pérdida juntos.

“Madre…”

No tenía que decírselo ahora mismo. Podía guardar eso hasta que las cosas se calmaran un poco más y ella entendiera lo que estaba pasando.

Podríamos ir poco a poco, paso a paso. No sería prudente imponerle la crudeza de la realidad de golpe. Primero debíamos alegrarnos de que estuviera viva y de que por fin nos hubiéramos reunido. Podríamos estar tristes después.

“¿Hm…?” Zenith inclinó ligeramente la cabeza. Acallé mi corazón.

Se había olvidado de mí.

No podía culparla. Lo mismo había ocurrido con Roxy. A medida que los días y los meses se convertían en años, mi rostro había cambiado. Puede que ahora le resulte un poco chocante, pero estaba segura de que ambas nos reiríamos de ello en los años venideros.

“Mi señora”, dijo Lilia, “este es Lord Rudeus. Han pasado diez años desde la última vez que lo vio”.

“…”

Zenith me miró fijamente de forma vacía. Luego volvió a mirar a Lilia, sus ojos como un espejo vacío, reflejando sólo lo que veían ante ellos.

“¿Hm…?”

Volvió a inclinar la cabeza y los ojos de Lilia se abrieron de par en par.

Algo estaba mal. Extraño. No hablaba. Lo único que hacía era gemir. Además, la forma en que se movía era como si también hubiera olvidado a Lilia. Una cosa era olvidarme a mí, pero ¿podía realmente no reconocer a Lilia? La criada había envejecido, es cierto, pero no había cambiado tanto. Su cabello e incluso su ropa eran los mismos que antes.

“Ohhh… Aah…”

Su voz era torpe, sus ojos estaban en blanco y no podía formar palabras. Todo lo que hizo fue mirarnos fijamente.

“Mi señora… ¿podría ser que…?” Parecía que Lilia también se había dado cuenta.

Sabía qué palabras quedaban sin pronunciar, colgando al final de su frase inacabada, pero mi corazón se apresuró a descartarlas.

Ambos intentamos hablar con ella en numerosas ocasiones. “…”

La conclusión llegó rápidamente. Zenith reaccionó a nuestras voces, pero no produjo ninguna palabra propia. Tampoco mostró ningún signo de comprender lo que decíamos.

“Lord Rudeus… me temo que lo ha perdido todo”.

Efectivamente, Zenith lo había perdido todo. Su memoria, su conocimiento, su inteligencia, todos los componentes necesarios para formar una persona.

Era una cáscara.





No había forma de que recordara a Paul. Ni siquiera conocía a Lilia o a mí. Quién, qué, cuándo, cómo… no recordaba nada de eso. Eso significaba que ni siquiera podía estar triste por su muerte. No podíamos compartir esa pérdida.

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La realidad de eso me apuñaló como un cuchillo. “Aah…” Un grito ahogado escapó de mi garganta. Y mi corazón se rompió.

***

 

 

¿Cuántos días pasaron después? Sólo tenía una vaga sensación de tiempo. Me despertaba, dormía. Desperté, dormí. Repetí el proceso innumerables veces.

Cuando dormía, mis sueños repetían el momento de la muerte de Paul. Le veía acuchillar a la hidra, le veía mover el cuello. Sentí cómo me empujaba a un lado, apartándome del camino. Luego le vi moverse de nuevo, vi a la hidra moverse de nuevo, pero yo no podía moverme. Paul me apartó de una patada y vi cómo la cabeza de la hidra caía en picado delante de mí.

Entonces me desperté de golpe, comprobé que era sólo un sueño y volví a acurrucarme en la cama. No tenía fuerza de voluntad para levantarme. Todo lo que podía hacer era pensar en Paul.

Paul era… Él…

Claro, de acuerdo, no era un humano digno de elogio. Era terrible con las mujeres y un fanfarrón total. Era débil ante la adversidad y buscaba en el alcohol una vía de escape.

Ni siquiera se había molestado en decir algo paternal antes de entrar en batalla. Para la mayoría de los estándares, era un completo fracaso como padre.

Pero aun así, le quería.

No era lo mismo que el amor de padre e hijo que Paul sentía por mí. Para mí, Paul era más bien un compañero de fatigas. Estrictamente hablando, yo era mentalmente mayor, pero él tenía más años físicos que yo. Incluso en lo que respecta a la experiencia de la vida, probablemente me superaba con creces si se tienen en cuenta las décadas que había pasado encerrado.

Nada de eso importaba realmente. La edad no tenía sentido. Cuando hablaba con Paul, sentía que los dos estábamos en igualdad de condiciones. No podía verlo como un padre, y probablemente nunca me había considerado realmente como su hijo.

Pero Paul era diferente. Él me había visto como su hijo desde el principio. Yo, que había sido una mierda de treintañera reclusa por dentro en ese momento.

Yo, cuyas acciones hasta ahora debían ser extrañas desde una perspectiva externa. Aun así, me consideraba como de la familia, sin apartar la mirada.

Había áreas en las que fallaba como padre, pero nunca vaciló en considerarme de la familia. Nunca me trató como un extraño. Siempre, siempre fui su hijo. A pesar de mis habilidades anormales, seguía viéndome como su hijo. Se enfrentó a mí de frente.

Era un padre. Siempre lo fue. Incluso cuando llevaba cargas demasiado pesadas para él, actuaba como un padre y seguía haciendo cosas por el bien de nuestra familia. Al final, incluso me protegió, utilizó su cuerpo, como un padre, para protegerme. Su hijo.

Había arriesgado su vida con valentía, como si fuera lo más natural del mundo. Y murió.

Fue extraño.

Yo ni siquiera era su hijo, pero Paul seguía siendo mi padre.

***

 

 

Paul tenía dos hijos reales. No falsos como yo, sino verdaderos, honestos, hijos reales. Dos dulces y genuinas hijas. Norn y Aisha. Si iba a proteger a alguien, deberían haber sido ellas.

Además, tenía dos esposas, ¿no? Había pasado años buscando desesperadamente a una de ellas, Zenith. La otra, Lilia, había estado allí para apoyarlo hasta entonces. Dos esposas y dos hijas. Cuatro personas en total.

¿Qué demonios haces dejándolas atrás, eh, Paul? pensé con rabia. ¿No eran importantes para ti?

 Pero quizá yo también era igual de importante para él. Dos esposas, dos hijas y un hijo. Tal vez todos eran igual de importantes para él.

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Nunca lo había visto como padre, pero me consideraba una de las personas más importantes de su vida.

Ah, joder. ¿Por qué, Paul? Dame un respiro. Lo has dicho muchas veces: “Rudy, ahora te veo como un adulto. Te veo como un hombre”.

Me casé, compré una casa, tomé la tutela de mis hermanas… por supuesto que me sentí adulto. Vine a ayudarte, trabajé duro en ese laberinto. Me veía como un adulto. Tú también lo hacías, ¿no? Por eso dijiste lo que hiciste al final, ¿no? “Salvarla, aunque te mate”.


Entonces, explícame: ¿Por qué? ¿Por qué…? ¿Por qué me protegiste, si soy un adulto?

¿Qué se supone que debo decir a Norn y Aisha cuando vuelva a casa? ¿Cómo se supone que voy a explicar lo que pasó? ¿Qué se supone que debo hacer con Zenith, tal y como está ahora? ¿Qué se supone que debo hacer de aquí en adelante?

Dime, Paul. Se supone que tú ibas a decidir esto, ¿no? Maldita sea. ¿Por qué tuviste que ir y morir? Ah, mierda.

Al menos, si yo hubiera muerto, estaría él aquí angustiado por lo que debía hacer en su lugar. O mejor aún, si ninguno de los dos hubiera muerto, nadie tendría que sufrir.

Ah, no puedo hacerlo.

La tristeza bullía en mí. No pude detener las lágrimas que salieron a borbotones.

En mi vida, es decir, en mi vida anterior, ni siquiera había llorado cuando mi madre y mi padre habían muerto. Ni siquiera me había sentido triste. Ahora que Paul había muerto, las lágrimas surgieron de forma natural. Estaba triste. No podía creerlo. La única persona que tenía que estar aquí -se suponía que tenía que estar aquí- se había ido.

Paul era un padre. Paul era mi padre. Nunca había pensado en él como tal y, sin embargo, era tan padre para mí como los de mi vida anterior.

***

 

 

Pensé y pensé, lloré y lloré, hasta que quedé exhausto.

No quería hacer nada.

Me quedé perezosamente en mi habitación. Había cosas que tenía que hacer, lo sabía, pero no encontraba la voluntad de hacerlas. Ni siquiera tenía fuerzas para salir de esta habitación. Dormía, me despertaba, me sentaba, ajustaba mi postura y dejaba que el tiempo pasara.

Elinalise y Lilia vinieron a visitarme en medio de todo esto. Me dijeron algo, pero no estaba seguro de qué. Era casi como si hablaran un idioma extranjero y mi cerebro no pudiera comprender las palabras. No es que importara. No habría sido capaz de responder, aunque lo hubiera hecho.

No tenía nada que decir, no tenía palabras para hablarles.

Si, sólo tal vez, si hubiera sido capaz de manejar un poco mejor la espada, entonces podría haber cortado la cabeza de la hidra. Tal vez entonces, Paul no habría muerto.

Los dos podríamos haber trabajado en el corte mientras Roxy asaba las heridas abiertas. Podríamos haberla derrotado fácilmente si hubiéramos hecho eso, ¿verdad?

Si sólo pudiera envolver un aura de batalla alrededor de mí. Si sólo pudiera moverme un poco más rápido. Entonces Paul no habría tenido que escudarme. Podría haber esquivado el ataque por mi cuenta.


Pero no pude, y por eso las cosas habían terminado así. No es que no lo haya intentado.

Tal vez deberíamos haber vuelto a la ciudad, incluso si eso significaba que tenía que golpear su cara y arrastrarlo de vuelta.

Podríamos haber vuelto, tener una tranquila reunión de estrategia, y entonces tal vez podríamos haber elaborado un plan sólido.

Un plan inteligente, no el plan torpe y de improvisación que habíamos utilizado. Si hubiéramos hecho algo un poco diferente, el resultado también podría haber cambiado.

Pero era demasiado tarde. Paul estaba muerto. Nunca lo volvería a ver, igual que a los padres de mi vida anterior. No importaba lo que dijera ahora, ya era demasiado tarde.

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