Hai to Gensou no Grimgar

Volumen 14: Paranomanía [parano_mania]

Capítulo 5: El Camino del Hombre Sabio [nacido_para_ser_sabio]

 

 

Érase una vez, había un chico muy inteligente.

El chico nació con una cabeza excepcionalmente buena sobre sus hombros, por lo que las personas a su alrededor parecían increíbles tontas.


Los adultos habían vivido más tiempo que el chico, por lo que sabían cosas sobre el sentido común, las leyes y la economía. Sin embargo, todo eso era el conocimiento que habían conseguido naturalmente.

Ser inteligente es tener la capacidad de analizar cosas, entenderlas y tomar decisiones. Si no sabes nada, simplemente busca conocimiento. Lo que sabes o no sabes tiene poca importancia. Muchos adultos no podían entender eso, y elogiaban a los idiotas que eran incluso un poco buenos aprendiendo, diciendo que eran buenos estudiantes. No había ayuda para ellos.

El hombre sabio ve a través de la naturaleza de la idiotez, por lo que, naturalmente, entiende a los tontos. Sin embargo, para el tonto que no entiende la sabiduría, es imposible entender al sabio.

El hecho de que estuviera rodeado de idiotas significaba, en definitiva, que nadie entendía al chico.

Sin embargo, el chico era sabio.

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“Puede que sea un pez grande en un estanque pequeño,” decía el chico. “Soy el número uno aquí, pero puede haber un lago más grande, o un mar infinito, y simplemente no lo sé.”

Esa era la forma en él que veía las cosas. Si daba un paso hacia un mundo más amplio, podría conocer a aquellos más inteligentes que él, mejor que él, y ser derrotado. El chico no era un tonto que pensaba que eso era imposible y descartaba la posibilidad.

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Cualquier cosa podría pasar.

Debido a eso, tenía que predecir y prepararse para muchas, muchas situaciones posibles. Si era verdaderamente sabio, podía hacer eso.

El chico siempre asumía lo peor. Cada vez que escuchaba una terrible tormenta azotando un país lejano, arrasando casas, haciendo que los ríos se inundaran y ahogando a muchas personas, pensaba en lo que haría si tal tormenta llegara a su propia ciudad.

Cuando la tierra temblaba, leía sobre pasadas erupciones volcánicas.

En la mente del chico, su familia, amigos, conocidos y vecinos eran asesinados una y otra vez. La ciudad donde vivía el chico era destruida una y otra vez. El cielo y la tierra eran destrozados por varios desastres y se hacían inhabitables. La luna, el sol y las estrellas desaparecían. Incluso el universo mismo se extinguía a veces.

Esto era un secreto, pero el chico tenía miedo constantemente. Incluso solo caminando por la calle, un perro callejero podría morderlo. La siguiente persona con la que se encontrara podría ser propensa a la violencia y de repente golpearlo. Un meteoro podría caer repentinamente y golpearlo.

Por supuesto, la probabilidad de que alguna de estas cosas terminara sucediendo no era alta. Era justo decir que era excepcionalmente baja. Sin embargo, debido a que no se podían descartar por imposibles, no podía ignorar la posibilidad.

Mientras tanto, todos a su alrededor eran idiotas. Los idiotas no conocen el miedo. Esto se debe a que no conocen las cosas a las que deberían temer.

Había una brecha infranqueable entre esos idiotas y el chico. El chico reconocía esa brecha desde una edad temprana. Él era el único que estaba de este lado. Todos los demás estaban del otro lado, y ellos sonreían estúpidamente, como si no tuvieran nada de qué preocuparse.

El chico intentó, solo una vez, revelar sus sentimientos a su madre y pedirle consejos. Cuando ella escuchó todo lo que tenía que decir, inclinó la cabeza hacia un lado como si estuviera perpleja.

“Oye, ¿no son muy extrañas las cosas que te preocupan?”

Aparentemente, las probabilidades de sufrir un accidente mientras viaja en un vehículo son nueve en un millón. Hablando en términos generales, si viajas en un vehículo cien mil veces, tienes una posibilidad no insignificante de acabar muerto. Si asumes que vas a viajar cien mil veces, a una velocidad de una vez por día, te tomaría doscientos setenta y cuatro años.

Eso era fácil de darse cuenta, así que el chico lo sabía. Ese no era el tipo de cosas de las que el chico estaba hablando. No había dicho ni una sola palabra acerca de no querer viajar en un vehículo porque había una posibilidad de nueve en un millón de que pudiera morir. Ni siquiera se sentía de esa manera. Si un vehículo fuera más conveniente para llegar a donde necesitaba ir, entonces, aunque tuviera miedo, el chico sin duda lo manejaría.

El chico no era un idiota.

Los idiotas no saben cosas. Es por eso que, incluso cuando se trata de cosas que son lo suficientemente peligrosas como para que tengan miedo, presentan justificaciones infundadas como que todo el mundo lo estaba haciendo, o porque estuvieron bien haciéndolo ayer, hoy volverían a estar bien. No serán los únicos en fallar, y luego van y lo hacen como si no fuera gran cosa.

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Además, a pesar de que las probabilidades de ganar la lotería son tal vez de una en diez millones, dicen tonterías como si estuvieran “comprando un sueño” y luego gastan mucho dinero y lo pierden.


Al mismo tiempo, los idiotas desviarán sus ojos de un futuro que es casi inevitable.

No era solo el chico; su idota familia, sus amigos irreflexivos y muchos otros tontos que ni siquiera conocía, todos ellos, algún día morirían. Pase lo que pase, la muerte estaba garantizada. Cada vida tenía un comienzo y, en consecuencia, un final.

El chico había pensado infructuosamente en la muerte y también había estudiado la situación.

¿Qué nos sucede cuando morimos? Para empezar, ¿qué significa vivir? Tú y yo, ambos sentimos que estamos aquí, y estamos vivos. Esa conciencia que tú y yo tenemos, ¿qué es exactamente?

Nadie que esté vivo ha muerto, así que no hay manera de saber qué pasa cuando morimos. Eso debería ser obvio.

Por supuesto, hay lo que se conoce como experiencias cercanas a la muerte, e innumerables personas dan testimonio de haberlas experimentado. Sin embargo, al final, solo pueden hablar porque no murieron. Las suyas son solo las experiencias de alguien que casi muere. La muerte no es algo que podamos experimentar.

Dentro de nuestras cabezas está el cerebro, el centro de nuestro sistema nervioso. A través de ese cerebro y sistema nervioso, siento que “estoy vivo.” Cuando pierde esa función y mi conciencia deja de ser, muero. Mi corazón se detendrá, todas mis células se romperán y me pudriré. No hay vuelta atrás de eso.

La mente y el cuerpo no son entidades separadas. Sin el cuerpo, no hay mente, y esa idea de un alma no es más que un engaño.


Después de considerar a fondo el tema, esa fue la conclusión del chico.

Nuestra conciencia es un fenómeno. Es un resultado de la función del cerebro y de muchos órganos de los cuales obtenemos la sensación de “estar vivo” y podemos mover nuestro cuerpo como lo deseemos. Si esa función se pierde, naturalmente, la conciencia también. El cuerpo humano, incluso sin alma en su interior, está hecho de una manera que da lugar a la conciencia.

Aquellos que son inteligentes, como yo, pueden pensar cosas bastante complicadas, pero eso no es más que un fenómeno que ocurre dentro de mi cuerpo. Es increíble, hasta el punto de ser un milagro, que este tipo de fenómeno sea tan común. Por eso no podemos ser culpados por asumir que los humanos son especiales y tenemos algo como un alma, pero ese no es el caso.

No importaba lo inteligente que fuera el chico, era simplemente un fenómeno más que ocurría en algún rincón del universo.

Ya seas tú, o yo, o el chico, nuestro nacimiento y nuestra muerte es un mero fenómeno.

Naturalmente, para el chico, su propia vida era un fenómeno insustituible y único. Si la perdiera, el chico dejaría de ser. Desaparecería, completa y absolutamente.

No hay cielo ni infierno. No puede haber vida después de la muerte.

Puedo entender por qué quieres creer: “No, si la hay.”

Incluso si vamos a morir, cuando pensamos que podremos ver a los que murieron antes que nosotros en el cielo, eso hace que la muerte sea mucho más fácil.

Dicen que cierto gran erudito era ateo cuando estaba sano, pero llegó a aferrarse al dios de cierta religión cuando se enfermó. Cuando el chico leyó esa historia en un libro, no pudo evitar reírse. Sin embargo, el chico era sabio, por lo que podía entenderlo.

La fe es un refugio. No necesita ser verdad. Incluso si se trata de un paquete de mentiras descaradas, una completa invención, si puedes creerlo, o hacerte creer que lo crees, y utilizarlo como apoyo emocional, eso es suficiente.

La verdad es que la vida y la muerte son solo fenómenos. Si tú o yo morimos, tu conciencia o mi conciencia dejarán de ser. Nuestros recuerdos se almacenan en nuestros cerebros. Nuestros cerebros se pudrirán y luego serán enterrados o incinerados, por lo que nuestros recuerdos también desaparecerán.

Regresaremos a la tierra. Eso todo lo que a ti o a mí nos pasará. Eso va para todos.

Cuando muramos, tú y yo dejaremos de pensar, dejaremos de sentir.

El chico trataba de imaginarse a sí mismo reducido a nada. Cuando lo hacía, sentía un terror como si estuviera mirando a un agujero sin fondo. Sin embargo, si muriera, ya no sentiría ese miedo. En cuanto a lo que vendría después de la muerte, no había necesidad de preocuparse por eso en absoluto.

La muerte no era nada que temer.

Lo que asustaba tanto al chico que lo mantenía despierto por la noche no era la muerte, sino estar a punto de morir, lo que sucedería justo antes de eso.

Un autor famoso, enfermo e incapaz de hablar justo antes de morir, levantó cuatro dedos y luego falleció rápidamente. Cuando el chico leyó esa historia en un libro, no pudo dejar de temblar.

¿Por qué? Porque ese autor había sentido claramente la muerte que estaba a punto de tragárselo entero. Poco a poco perdió la libertad de mover su cuerpo, su corazón se debilitó, perdió la capacidad de hablar y sus ojos se quedaron ciegos. Todo estaba siendo robado por la muerte. Estaba muriendo lentamente, perdiendo todo poco a poco, y pronto todo se fue.

No había escapatoria. No había esperanza, se había acabado, no había nada que se pudieran hacer, se había acabado. Exprimiendo hasta su último poco de fuerza, el autor levantó cuatro dedos. Le comunicó a quienes los rodeaban que: “En este momento, voy a morir.”

Las obras que esa persona había escrito, su fama, su orgullo, todo volvería a la nada. Los amigos con los que se habían mantenido en contacto y la familia que amaban nunca los volverían a ver. Ni siquiera podrían disfrutar de los recuerdos.


Los que mueren siquiera tendrán tiempo para pensar cosas como: Oh, me estoy muriendo. Voy a morir. Puede que quede algo después de que muera, pero si yo no estaré ahí para verlo, ¿qué significado tiene? ¿Qué era todo eso?

Podrían gritar acerca de cómo esto era tan triste, tan vacío, llorar: ¡Basta, no quiero morir! ¡Quiero vivir! ¡Por favor, déjenme vivir de alguna manera!, pero sería en vano. Solo podían morir. Lo perderían todo, porque no había otro fin que el de la muerte preparado para ellos.

El chico no tenía miedo de la muerte en sí. Tenía miedo de morir poco a poco.

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Habiendo nacido, tú, yo, y el chico moriremos.

Si tengo que morir, quiero que sea instantáneo, era el sincero deseo del chico. Eso, o irse en su sueño, sin saberlo.

Los idiotas que lo rodeaban no tenían idea de que el chico pasaba todo el día y toda la noche pensando en estas cosas. Podía decirles a los idiotas qué tan tontos eran, pero solo haría enemigos de esa manera.

Los idiotas pensaban que el chico era un tipo divertido, alegre y siempre decía cosas graciosas que hacían reír a todos. Eso se debía a que el chico se había hecho parecer de esa manera. Actuar así no le causaba ningún problema, y ​​era ventajoso para la mayoría de las cosas.

Dicho eso, sin importar lo bien que sobreviviera en el mundo y la forma en que armara su ingenio para lograr el éxito, sería difícil elegir cómo moría. En momentos descuidados, el miedo a perder todo al borde de la muerte pasaba por la mente del chico.

Eso era lo que eventualmente probaría.

¿Cuál es el significado de nuestras vidas? La pregunta es, a pesar de que todos nosotros vamos a morir en esa desesperación, todavía estamos viviendo, ¿cuál es la razón de eso?

Antes de que llegue nuestro último momento, la muerte nos robará nuestro ingenio, e incluso nuestros recuerdos comenzarán a desvanecerse. Si somos afortunados, podemos estar rodeados de familiares y amigos cuando llegue ese momento. Sin embargo, los perderemos de vista. Dejaremos de escuchar sus voces y, finalmente, no podremos reconocer su existencia.

Tú y yo estaremos solos. Todos mueren solos.

Cuando escuchan noticias de la despedida de alguie: Eras una buena persona, eras una persona maravillosa, te lo agradezco, siempre te amaré, dicen los vivos, pero es una completa locura. Esa persona ya no existe. Ya murió sola.

El chico pasaba sus días pensando en esas cosas.

Sucedió un verano.

El chico se fue de vacaciones con sus amigos. Se subió a un autobús con un grupo de chicos de su edad y se quedarían a pasar la noche en un lugar junto al lago. No era nada especial, en realidad no era apropiado que se llamara viaje, y el chico no estaba interesado, pero un amigo lo había invitado. Cuando se le dijo que tal y tal y tal y tal irían, y le preguntaron si también quería ir, pensó que sería incómodo negarse, y probablemente podría aguantarlo una noche.

Secretamente, esperaba que llegara una tormenta y que se cancelara el viaje, pero a pesar de que estaba nublado por la mañana, había ocasionales roturas en las nubes, y no era un día tan malo para viajar.

El autobús con el chico y sus amigos se dirigía hacia el lago. En el interior, el chico jugaba al tonto, como siempre, haciendo una broma estupida.

Mientras hacía eso, el autobús entró en las montañas. En algún momento, una niebla se acumuló. También había otros autos que conducían ahí, pero no podían ver por delante o detrás de ellos. La espesa niebla limitaba su visión, y no podían ver los vehículos que sabían que tenían que estar ahí. Era tan malo que solo se daban cuenta de que había un vehículo que se aproximaba cuando ya los estaba pasando.

Uno de los chicos se quedó callado, como un perro que temía a su amo tiránico. Un chico se puso azul en la cara y comenzó a temblar.

Cuando una chica rompió a llorar, incapaz de contenerlo, otro chico también comenzó a lloriquear. El chico estaba haciendo bromas, tratando de animar a sus amigos, pero en realidad, estaba preocupado.

De repente, vieron las luces de un vehículo que se aproximaba, y su conductor agarró el volante con fuerza, haciendo que el autobús se sacudiera de forma inquietante. No sucedió una vez, sino dos veces.

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Cada vez, el chico hacía una imitación excesiva de gritar como una chica, lo que provocaba una carcajada de sus amigos, y rezaba para que la niebla desapareciera pronto.

El autobús en el que estoy no podría entrar en un accidente, era algo que él nunca pensaría. Había una cantidad de vehículos que atravesaban estas montañas y, en este momento, probablemente había muchos de ellos conduciendo en peores condiciones. Solo un número muy, muy pequeño de ellos podría sufrir un accidente. Posiblemente ninguno de ellos lo haría. Sin embargo, los accidentes podían suceder en cualquier momento.

Sin embargo, ¿por qué el autobús no disminuía la velocidad? Era claramente peligroso. Podrían tomarlo a un ritmo más lento y seguro, ¿no?

No… si disminuían la velocidad, el vehículo que estaba detrás podría chocar contra ellos. No había nada que hacer. Solo tenían que salir de las montañas rápidamente. Si lo hicieran, la niebla probablemente se disiparía.

Fue entonces cuando sucedió.

“¡Ahh!” El conductor dejó escapar un extraño grito. El autobús se inclinó pesadamente hacia la derecha y: “¡Wahh! ¡Nos estamos cayendo!” Fue lo siguiente que gritó el conductor.

El chico pensó: ¿Hombre, qué crees que estás haciendo? ¿Qué demonios?, mientras se aferraba a la parte de atrás del asiento frente a él. Los chicos descuidados fueron levantados de sus asientos y volaron salvajemente dentro del autobús. Había gritos como los que nunca había escuchado —y daba la opción de nunca querer haberlos escuchado— viniendo de todas direcciones.

Debieron haber golpeado algo, porque la ventana de vidrio en el lado derecho se rompió. El cuerpo del chico tembló violentamente.

Había un poco de poder invisible tratando de liberar al chico del asiento frente a él. El chico se agachó entre los asientos, aferrándose a las patas de ellos.

El autobús rodó varias veces.

El chico cerró los ojos con fuerza, apretó los dientes y se aferró a su vida.

Lo siguiente que supo fue que el autobús se había detenido. Estaba al revés, y el techo aplanado estaba debajo del chico.

El chico se bajó del asiento al techo. Estaba un poco mareado, pero debió haber hecho lo correcto, porque el chico estaba ileso. Él no tenía dolor en ninguna parte.

El ambiente estaba tranquilo.

¿Tal vez no había nadie aquí aparte del chico?

Eso no podía ser. Había mucha gente en el autobús.

De hecho, varios amigos del chico yacían en el techo que ahora se había convertido en un piso. Los reconoció a todos, y nadie decía nada. No se movían.

El chico pensó: Tal vez todos están muertos, pero no quería pensar eso, así que decidió no hacerlo. Incluso cuando las extremidades estaban torcidas en direcciones incómodas, o la sangre que fluía de la boca de una chica entró en su campo de visión, el chico lo ignoró.

El olor a excremento o algo le hizo cerrar la boca. Era un olor terrible, y no habría podido tolerarlo si no se hubiera tapado la nariz.

Las ventanillas del autobús estaban rotas por completo, por lo que el chico salió del autobús a medias.

La niebla era increíble. Podía distinguir sus pies de alguna manera, pero solo podía ver como un metro por delante de él. Sintió que ver algo que se movía.

“¿Hay alguien ahí?” El chico trató de gritar.

No hubo respuesta. ¿Había sido un truco de sus ojos?

Tal vez había alguien más ileso, y se habían arrastrado fuera del autobús como lo había hecho el chico. El chico decidió caminar alrededor del autobús. Quería que alguien estuviera ahí, pero al mismo tiempo, pensó que sería un gran dolor si esa persona resultara gravemente herida.

¿Hay alguien ahí? ¿Hay alguien ahí? ¿Hay alguien ahí?, quería gritar en voz alta. También tenía ganas de mirar dentro del autobús, pero se resistió.

Al final, no había nadie en el área alrededor del autobús.

Solo el chico.

El autobús estaba rodeado por un olor nauseabundo que flotaba en el aire, y sintió que él también se pudriría.

No puedo quedarme aquí, el chico sintió fuertemente. Él no podía estar aquí.


La niebla no mostraba signos de desaparecer. Si iba a abandonar este lugar, estaría casi a ciegas. Ahora era el momento en que el chico tenía que actuar sabiamente.

Si soy realmente sabio, pensó el chico para sí mismo, estoy seguro de que puedo superar esto. Si no puedo, puedo morir como todos los demás.

De ninguna manera. Ni pensarlo.

Eso no es gracioso

¡No hay manera de que vaya a morir!

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