Hai to Gensou no Grimgar

Volumen 13: Corazón, Abre, Una Nueva Puerta

Capítulo 12: Paranoia

Parte 2

 

 

Haruhiro estaba convocando hasta el último gramo de su fuerza para quedarse quieto.

Las protuberancias se desprendieron del cuerpo de Haruhiro una tras otra. Las protuberancias adheridas a su cara se eliminaron primero, por lo que se sintió mejor rápidamente.

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Naturalmente, no era ningún monstruo el que salvó a Haruhiro. Era Kuzaku.

Kuzaku no solo alejó las cosas llenas de protuberancias, no, los ciempiés incubadores, las arrancó de Haruhiro, y luego los lanzó a las plantas parecidas a corales, los pisoteó, y los que seguían moviéndose después, los apuñaló con su gran katana.

Con una velocidad increíble, los ciempiés incubadores habían desaparecido de Haruhiro.

Si no fuera por Kuzaku, ¿quién sabía qué habría pasado? Los ciempiés incubadores se habían unido para detener a Haruhiro por alguna razón, pero luego no hicieron nada más que presionar las protuberancias en su parte inferior contra él, haciéndolo escuchar esas voces o sonidos o lo que sea que fueran. Sin embargo, solo eso habría sido suficiente para volverlo loco. Ya lo estaba sintiendo un poco en la cabeza, y no podía dejar de lado la duda de que se había vuelto bastante extraño.

Kuzaku era su salvador. Él estaba agradecido. Malditamente agradecido. ¿Cómo podría expresar esta gratitud? No importa cómo lo hiciera, no sería suficiente.

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“¡Haruhiro!” Kuzaku saltó hacia él con su cara torcida como una especie de demonio. Él lo abrazó con fuerza. “¡Estás bien, ¿verdad?! ¡Haruhiro! ¡Haruhiro! ¡¿Haruhiro?!”

Haruhiro asintió. O al menos lo intento, pero, ¿quién sabía? ¿Se las arregló para asentir? Se sentía como si su mandíbula se moviera hacia arriba y hacia abajo un poco. Rápidamente, su visión se empañó.

Hai to Gensou Volumen 13 Capítulo 12 Parte 2 Novela Ligera

 

¡¿Haruhiro?! ¡¿Espera?! ¡¿Por qué estás llorando?! ¡¿Estás mal herido en alguna parte?!”

No era eso. No estaba herido lo suficiente como para hacerlo llorar, pero las lágrimas no dejaban de desbordarse. Haruhiro se frotó los ojos. Su mano temblaba. ¿Estaba en estado de shock? Todo su cuerpo se sentía débil.

“…¿Todos?” Susurró.

“¡Oh! ¡Estás bien! ¡Haruhiro, ¿puedes pararte?!”

Con la ayuda de Kuzaku, Haruhiro movilizó hasta la última onza de energía vital en su cuerpo para ponerse de pie. Su cuerpo se sentía un poco entumecido. Le temblaban las piernas. Su cabeza estaba mareada, y las lágrimas todavía no se detenían. Además de eso, sus ojos no se abrían. Se sentía extremadamente asqueroso.

Shihoru.

Mary.

Setora

Y Kiichi. ¿Dónde estaban?

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“¡Uh, oh, estamos muy separados!” Gritó Kuzaku.

Parecía que Kuzaku tenía una idea aproximada de dónde estaban sus camaradas. Haruhiro no lo sabía.

¿Qué es esto? Duele. Extraño. No puedo respirar bien. Es como si no entrara el aire. Mi corazón late como loco. ¿Voy a morir? No, no, ahora no es el momento. No puedo permitirme morir.

Espacio aquí.

Espacio aquí.

Se las arregló para forzar decir: “Ve… Kuzaku… ve… por Shihoru… y las demás…”

“No, pero Haruhiro, estás un poco…”

“¡Ve! ¡Deprisa! ¡Yo también iré!”

“¡Entonces ven conmigo! ¡Tienes que seguir conmigo, ¿entendido?!”

Kuzaku se fue corriendo. Haruhiro trató de seguirlo. Pero no podía correr. Tampoco podía respirar bien. Sus piernas estaban inestables, y caminar era difícil.

Por ahora, respira, se dijo. Si no inhalo, no puedo exhalar. Así que respira.

Inhala.

Inhala.

Es dulce. Ohh...

¿Cómo puede ser tan dulce?

Tenía que seguir adelante. ¿Qué pasaba con Kuzaku? ¿Dónde estaba? Él no lo sabia

Su daga. ¿Dónde estaba su daga? Ahí. La había dejado caer.

La recogió, y luego, ¿qué, estaba avanzando? No creía que se hubiera detenido.

Terminó en un matorral, o arbustos de algún tipo, avanzando a través de estas cosas de color rosa, como coral, y había criaturas, monstruos, lo que sea que fueran, las cosas que se movían, saltaban hacia él, así que los apartó, las golpeó, avanzando un paso, o medio paso a la vez.

Aún así, era dulce.

Es dulce, demasiado dulce, y ahora me está dando sueño.

Quería dormir mucho.

No puedo. ¿Qué pasaría si me durmiera? Tengo que seguir avanzando. ¿A dónde? ¿Por qué estoy avanzando? Estoy muy somnoliento. ¿Qué estoy haciendo? Es dulce. Hombre, es dulce. Estoy cansado.

En algún momento, él terminó boca abajo. Tenía que levantarse.

Oh, pero estoy muy somnoli—

Espacio aquí.

Espacio aquí.

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No puedo ver la cara de ese hombre.

No conozco su cara, pero probablemente sea un hombre, creo.

Tiene el físico de un hombre.

Estoy detrás de ese hombre.

Por encima de su hombro, veo todo lo que el hombre hace.

¿Está oscuro ahí? No es brillante. Pero tampoco es totalmente oscuro. Es una especie de, no sé, un tono sepia. Tal vez la iluminación lo haga ver de esa manera.

El hombre camina.

Sus pisadas no emiten ningún sonido, como si estuviera usando Sneaking.

Lleva una prenda vieja y esponjosa como un abrigo, y es un sujeto bastante grande.


En su mano derecha, que está cubierta por un mitón de lana, sostiene algo.

Un cuchillo.

Parece un cuchillo largo. Eso, o un cuchillo de carnicero.

Estamos dentro de una casa, me doy cuenta. Es una casa familiar.

El hombre entra con los zapatos sucios todavía puestos. Ignorando la puerta a nuestra derecha, la puerta a nuestra izquierda y la puerta más abajo a la derecha, se acerca a la puerta al final del pasillo.

¿Tal vez esta es su casa?

No, tengo la sensación de que no lo es… pero la he visto antes.

Esta casa, la conozco.

El hombre, él abre la puerta.

Incluso cuando lo hace, el hombre apenas hace un sonido.

El hombre es cauteloso, y más que nada, tiene experiencia.

Cuando la puerta se abre, escucho sonidos.

Sonidos cálidos.

¡Picar, picar, picar! Algo se está cortando, probablemente vegetal. Sí, eso es correcto, con un cuchillo.

Esta habitación tiene una cocina interconectada, sala de estar y comedor.

En la sala de estar, hay un sofá muy usado, una mesa que se convierte en un kotatsu en el invierno, un televisor, un soporte para televisión y un gabinete.

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Hay figuras de personajes y tazones con imágenes impresas dejadas aquí y allá, y una serie de fotos en exhibición. Esas fotos, ninguna de ellas son nuevas.

En el comedor se encuentra la mesa del comedor y cuatro sillas. Una alacena. No es una habitación grande. En todo caso, es dolorosamente pequeña. Las flores en el pequeño jarrón en la esquina de la mesa del comedor no son frescas, son flores secas. Poinsettias (flor de Pascua), si recuerdo.

La cocina da al comedor y una mujer que lleva un delantal está cocinando. Probablemente preparando una cena tardía.

La mujer no ha notado al hombre todavía.


Deprisa.

Date cuenta.

Deprisa.

Esto es malo. Si no te das prisa y te das cuenta, algo terrible pasará.

Quiero advertirla. Lo haría si pudiera. Pero no puedo. Solo puedo mirar.

La mano de la mujer sobre el cuchillo se detiene. Ella deja el cuchillo, y se da vuelta.

Ella abre el refrigerador. Saca algo. Lo coloca en el área de preparación de alimentos y, aunque no puedo ver desde aquí, debe tener una olla en el elemento y le quita la tapa.

La mujer finalmente se da cuenta de algo. Como si pensara: Oh, ¿hay alguien aquí?

El hombre ya ha entrado en el comedor.

Al verlo, la mujer levanta la voz. “¡Ah!” La mujer está conmocionada y asustada. Bueno, por supuesto.

El hombre es terriblemente grande, es un gigante, y aunque no he visto su cara, dudo que sea linda. Él debe ser horrible.

Además, el hombre tiene un cuchillo de carnicero en las manos. No solo lo sostiene, sino que lo mantiene a nivel del pecho, listo para usar en cualquier momento.

“¡Nooo, noooooo, detenteeeeee!” Grita la mujer.

Retrocediendo, corre hacia el estante detrás de ella, haciendo que la olla arrocera, la batidora y la cafetera se sacudan.

Al hombre no le molesta esto, e invade la cocina. La olla arrocera, la batidora y la cafetera se enredan en el brazo de la mujer y se caen mientras huye.

Rápidamente, ella está acorralada en el punto más profundo de la cocina, junto al refrigerador.

El hombre le hace cosas horribles a la mujer que está sentada en el suelo, con la espalda apoyada contra la pared.

La apuñala repetidas veces.

Aún así, la mujer está respirando. ¿Por qué, podrías preguntar? Pero el hombre fue cuidadoso con su trabajo para asegurarse de que ella no expirara.

Cada vez que la mujer grita, el hombre sisea: ¡Shhh, shhh!, como si la silenciara.

Tranquila.

Tranquila.

Tranquila.

Si eres ruidosa, haces mi trabajo más difícil.

Entiendes, ¿verdad? Cállate. No hagas ruido.

Desde la perspectiva de la mujer, no tiene ninguna razón para escuchar al hombre, y ella probablemente podría desafiarlo, pero esos, ¡Shh, shh! Esos viles y abrasivos sonidos provienen de los dientes del hombre, ella obedientemente cierra la boca y asiente con la cabeza.

Él le hace esta atrocidad, la pone en un dolor increíble, haciéndola gritar porque no puede contenerse, pero cuando la silencia con su, shh, shh, la mujer lo obedece, como si esa fuera su naturaleza. Como una máquina, creada para responder siempre de forma fija a una determinada señal.

Muchas veces la mujer cierra la boca, asintiendo, y finalmente, ya sea por dolor o por pérdida de sangre, finalmente se desmaya. Cuando lo hace, el trabajo del hombre por fin está terminado. Inmediatamente, él la apuñala a través del corazón, asegurándose de que nunca más se despertará.

¿Qué demonios es él? ¿Quién es exactamente este hombre? Es difícil verlo como persona. No solo por lo que ha hecho. Con sus mitones de lana, su cuchillo de carnicero, y especialmente su musculoso cuerpo superior, con bíceps que están hinchados de forma poco natural, y un pecho que es demasiado grueso, hay algo extraño en él.

No conozco la cara del hombre. Eso es sospechoso, y extraño.

Me siento enfermo.

¿Cómo pudo matarla?

Sí, conozco a esta mujer. La mujer que, aunque no diría que ahora es irreconocible, ha sido dividida en muchas partes, y está tendida en un charco de sangre, otros fluidos, algún tipo de sustancia gelatinosa y una colección de trozos blandos.

La conozco tan bien como conozco esta casa.

El hombre la mató.

¿Eso no era suficiente para él?

El hombre limpia la hoja de su cuchillo de carnicero en el dobladillo de su abrigo empapado y sale de la cocina. Él camina como antes, sus pasos no hacen ningún sonido. A pesar de eso, el hombre está tarareando.

Es una canción, una que he escuchado antes en alguna parte.

La he escuchado una vez, o quizás muchas veces antes, hace mucho tiempo, en otro lugar que no es aquí.

No sé el título, y apenas recuerdo las letras. Tal vez fue un éxito hace mucho tiempo. Podría haber sido una canción popular. En cualquier caso, el coro está atascado en mi cabeza y no puedo sacarlo.

El hombre repite el coro una y otra vez, tarareando para sí mismo, mientras regresa del comedor a la sala de estar, y luego pasa por la puerta abierta para avanzar por el pasillo.

El hombre se detiene.

Él lentamente, en silencio abre la puerta a nuestra derecha. La sangre se pega al picaporte.

La habitación está oscura. Hay una cama. Hay un soporte de espejo. Hay una estantería. Es un dormitorio. No hay nadie aquí.

El hombre cierra la puerta ligeramente, pero no del todo, dejándola así mientras sigue caminando.

…No.

Hay otra puerta a la derecha.

…No ahí.

Esta sala

Esta sala, comedor y cocina.

Conozco esta habitación.

El hombre deja de tararear y alcanza el picaporte.

…Detente.

Él gira el picaporte.

…Detente, porfavor.

Hay un clic, y el pomo deja de girar. El hombre abrió lentamente la puerta.

Las luces están encendidas. No hay muchas cosas, pero no es bonito. Hay solo un armario, escritorio, silla y cama para los muebles, con toallas, ropa, trozos de papel y cuadernos desperdigados al azar. Nadie entra en esta habitación, excepto su familia, o más bien su madre, la señora que acaba de matar.

“Mi madre siempre me está molestando para que limpie,” dijo una vez cuando vine aquí antes, para devolver algo que había pedido prestado.

“Bueno, sí, mirando, lo entiendo,” recuerdo haber contestado.

“¿Estás diciendo que está sucia?” Preguntó ella.

“No, no diría eso.”

“Aunque lo estás pensando.”

“Sí, solo un poco.”

“Se limpia rápidamente,” dijo, moviendo rápidamente las muchas cosas hacia un lado, amontonándolas en la esquina de la habitación.

Cuando ella hizo eso, si simplemente ignoraba esa esquina, no era imposible decir que se veía limpia.

“Puedo hacerlo si lo intento,” dijo ella, sonando un poco orgullosa.

Fue tan divertido, que no pude evitar reír.

Eso la hizo enojar. “¿Qué?” ​​Dijo, y me dio un puñetazo en el hombro. Aunque, sin embargo, ligeramente.

Es ella, acostada en la cama, acurrucada un poco.

Sus ojos, no están cerrados.

Ella no está durmiendo, pero todavía no se ha dado cuenta de que un hombre desconocido está entrando en su habitación.

Eso es porque ella está usando audífonos que cancelan el ruido mientras mira videos en su teléfono.

Detente. Por favor.

El hombre se acerca silenciosamente hacia ella.

Puedo escuchar el sonido que se filtra de sus auriculares, aunque apenas.

Finalmente, parece que el hombre, o probablemente su pierna, ha entrado en su vista, porque ella traga saliva y todo su cuerpo tiembla. Sacando el auricular de su oreja derecha, parece saltar. Sus ojos se abren, y ella mira al hombre.

“¡¿Qué?!”

Entonces, creo que ella probablemente estaba a punto de dejar escapar un grito agudo, pero el hombre se estira con la mano izquierda, la mano con un mitón empapado en la sangre de su madre, y cubre su boca.

El hombre tiene manos grandes. Los mitones que son lo suficientemente grandes para adaptarse a esas manos son probablemente difíciles de comprar, así que tal vez sean tejidos a mano. Es por eso que cubre su boca tan fácilmente.

El mitón manchado de sangre en la mano izquierda del hombre se ajusta perfectamente sobre la mitad inferior de su rostro. Cuando se compara con la mano del hombre, su cabeza es demasiado pequeña. Gracias a eso, ella parece falsa. Su cabeza parece un juguete.

…Detente.

Si el estado de ánimo lo llevara, y el hombre decidiera aplastarle la cabeza, probablemente no le sería imposible hacerlo.

Él podría hacerlo, creo.

…No.

Ella está gritando algo, y llorando.

¡Shh, shh! El hombre la calla como antes.

Sin embargo, a diferencia de su madre, ella no deja de gritar.

Es fácil imaginar lo que el hombre está por hacer. Quiero detenerlo. Aferrarme a él, suplicar, para hacer que el hombre reconsidere.

Por favor. Te lo ruego. Por favor.

Esa es Choco.

Choco usa ambos brazos para intentar quitar la mano izquierda del hombre, pero no se mueve. El hombre es muy fuerte.

No…

No.

No.

No.

No.

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No.

No.

No.

Shh, shh, el hombre le ordena a Choco que se calle, que se quede callada, levantando el cuchillo de carnicero y bajándolo.

El cuchillo de carnicero se dirige al hombro izquierdo de Choco. Casi como si lo acogiera. Como si estuviera diciendo: Por favor, ven dentro de mí, tan profundo como quieras. Está bien entrar.

El cuchillo de carnicero del hombre atraviesa fácilmente la ropa de Choco, su piel, su carne e incluso su clavícula. Profundamente, y sin moderación, entra en ella.

Los gritos de Choco se hacen más fuertes, más frenéticos. El hombre los sofoca, aunque no perfectamente, con su mano izquierda y su mitón manchado de sangre.

¡Duele, duele, duele! Choco está gritando.

Detente.

Detente.

Detente.

Detente.

El hombre vuelve la cabeza hacia un lado.

Él no se detendrá.

Él no se detendrá.

Él no se detendrá.

Él no se detendrá.

De ninguna manera se detendrá.

¡Shh, shh! El hombre deja escapar ese sonido áspero, sacando el cuchillo de Choco temporalmente. Esta vez realiza un corte horizontal, impactando contra el costado de Choco.

Choco grita en dolor.

Cuando vuelve a sacar el cuchillo de carnicero, la herida está abierta, y desde el interior, algo parece una manguera, sus entrañas, se derraman. De la herida en el hombro izquierdo de Choco, hay un chorro de sangre. Los ojos de Choco, están medio vueltos en su cabeza.

¡Shh, shh! El hombre la calla. Esta vez no le está diciendo que guarde silencio. Oye, oye, no te desmayes, todavía no, no he terminado, aguanta, él la alienta. Más. Hay más por venir. El hombre saca el cuchillo de carnicero de Choco, luego lo apuñala. Mientras tanto, la mano cubierta del hombre cubre su boca todo el tiempo, sosteniendo su cabeza y manteniéndola en su lugar.

Si no lo hace, no está claro que Choco todavía esté consciente en este punto, pero al menos, ella se desplomaría, colapsando en la cama manchada con su sangre, sus entrañas y su contenido. Para evitar eso, el hombre sostiene a su presa, como si fuera un pez rape para filetearlo, apoyando a Choco solo con su mano izquierda.

Manteniéndola suspendida, él corta a su presa, Choco, a veces cortando un trozo de carne, y hiriéndola como a él le gusta. Esto es peor que profanarla.

No eres humano. Monstruo. ¿Como pudiste hacer esto?

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Detente. Detente.

Pero es muy tarde. Demasiado tarde.

Choco ya está…

¿Quién eres?

¿Qué eres?

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El hombre se da vuelta.

Por fin, veo su rostro.

El hombre, su identidad es…

Yo.

El hombre tiene el mimo rostro que yo.

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