Honzuki no Gekokujō (NL)

Volumen 10: La Hija Adoptada del Archiduque III

Extra 2: El Negocio Exclusivo de la Sumo Obispa

Parte 2

 

 

Una vez que llegamos al templo, miré hacia la puerta. Había un sacerdote gris parado allí, sirviendo como guardia. Lutz se encogió de hombros, y luego se acercó a hablar con él.

“Nolte, este es Ingo el Gutenberg y su aprendiz, Dimo, aquí para mejorar la imprenta. Lady Rozemyne ha permitido su entrada.”

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“Hola, Lutz. Gil me habló de esta visita. Pueden pasar.”

A diferencia de cuando se celebraban ceremonias religiosas, sólo se abría la puerta lateral del portón. Pasamos a través de ella, y el aire a nuestro alrededor cambió en un instante.

El ajetreado clamor de la ciudad se desvaneció al envolvernos en un abrupto silencio que pronunciaba cada paso. Había tanto silencio que dudé en decir algo mientras caminábamos hacia el dormitorio de los chicos donde estaba el taller.

“Ingo”, dijo Lutz, su tono y actitud cambió en el instante en que estuvimos dentro del templo. “Le invitamos aquí para mejorar la imprenta, pero la estimada Lady Rozemyne desea que primero discuta los asuntos con los sacerdotes grises, basando sus mejoras en lo que ellos creen que hará más fácil su uso.”

Sonaba igual que los sacerdotes del templo. El hecho de que un niño que no tenía ni diez años pudiera cambiar su tono tan repentinamente me dejó atónito.

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También estaba trabajando duro para absorber los hábitos y el lenguaje de mis clientes para poder trabajar a mi manera y hacer negocios con clientes más ricos, pero había conseguido mi certificación de beruf centrándome en mis propias habilidades mientras sólo hacía contratos de lehange, y el capataz para el que trabajaba en ese momento nunca me había llevado a ningún sitio.

Sólo cuando entregué la imprenta en el taller del templo con la Compañía Gilberta, supe que cambiaron completamente su forma de hablar y actuar cuando visitaban a los nobles.

… Supongo que debería esperar lo mismo de un aprendiz que trabaja en una gran tienda que hace negocios con los nobles. ¿Quién sabe qué clase de entrenamiento le han dado?

El taller del orfanato estaba en el sótano del edificio de los chicos. Había traído a Dimo conmigo desde que estuvo allí cuando entregamos la primera imprenta, pero pude ver lo nervioso que estaba.

“Atención, todo el mundo. Por favor, digan lo que piensan de la actual imprenta”, dijo Gil. “Lady Rozemyne desea mejorarla con el fin de hacerla lo más rápida y fácil posible de usar, para que pueda imprimir más mercancía.”

Gil era el jefe de este taller, y dado que era más o menos de la misma altura que Lutz, probablemente tenían una edad similar. Pero, aunque todavía era un niño, era uno de los aprendices de la Sumo Obispa, lo que significa que tenía más autoridad que nadie en el taller.

Los sacerdotes grises asintieron con la cabeza, luego se pusieron en fila frente a mí y a Dimo antes de expresar suavemente sus opiniones.

“Agradecería que se facilitara la colocación de la pizarra de composición en la prensa.”

“Cuanto más cerca podamos mantener la tinta de la prensa, mejor; moverla siempre crea un desorden. ¿Podría añadir algún lugar para que pongamos los artículos relacionados con la tinta, preferiblemente por aquí?”

Mientras que los sacerdotes usaban el mismo tipo de ropa andrajosa, hablaban de manera educada, completamente diferente a los artesanos de la ciudad baja, ya que enumeraban sus mejoras deseadas.

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“E-Espera un segundo. Tengo que recordar todo esto. Facilitar el dejar la pizarra de escribir, añadir un lugar para poner la tinta…”

“Seguramente será difícil memorizar las opiniones de tanta gente. ¿Puedo sugerir que las escriba?” sugirió un sacerdote gris, sosteniendo un bolígrafo y lo que parecía ser una hoja de papel estropeada.

Él tenía razón, pero mi experiencia en la escritura me permitía hacer órdenes de trabajo para el gremio de carpinteros, e incluso entonces, Annika siempre era la que hacía las cuentas.

Aparte de las cosas que estaba acostumbrado a escribir como parte de mi trabajo, las palabras no me llegaban. Dicho esto, estaba siendo amable aquí, y sería totalmente imposible para mí memorizar todo lo demás, así que me adelanté y tomé la pluma.

“…Disculpe, pero ha escrito mal esa palabra”, señaló un sacerdote gris, que había recibido una gran educación a pesar de ser huérfano.

Me rasqué la cabeza torpemente. No pude corregir mi error porque no sabía cómo deletrear la palabra, pero no podía decir eso mientras trabajaba para la Sumo Obispa.

Mientras estaba allí, haciendo una mueca con la pluma en la mano, uno de los sacerdotes grises habló por mí. “Gil, por favor escribe en lugar de Ingo. Creo que su tiempo estaría mejor empleado en la imprenta, viendo los aspectos que nos molestan y cómo queremos mejorarlos”

“Fritz tiene razón. Por favor, practique usted mismo el uso de la imprenta”, dijo Gil, devolviéndome a la realidad cuando me quitó el bolígrafo y el papel.

Sabía que el sacerdote gris llamado Fritz me había ayudado, sabiendo que no podía escribir bien. Levanté una mano para expresar mi agradecimiento. Asintió con una sonrisa y le susurró algo a Gil, quien luego se dirigió a otro sacerdote gris.

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“Bartz, por favor, prepara la imprenta y haz el proceso con Ingo y Dimo. La escritura será hecha por Fritz.”

“Entendido.”

Ese breve intercambio dejó claro que el taller no estaba siendo dirigido enteramente por Gil; había sacerdotes grises adultos ayudando también, lo que tenía mucho sentido considerando que todavía era un niño.

En los talleres de la ciudad baja, sólo se permitía que se convirtieran en capataces aquellos con habilidades técnicas y experiencia, así que los niños inexpertos sin un buen conocimiento del trabajo que había que hacer nunca se ponían a cargo de nada.

Me resultaba extraño que los adultos del taller del orfanato obedecieran a Gil y Lutz cuando ellos mismos eran más fuertes y tenían más experiencia.

Aparentemente así es como son las cosas en la sociedad noble, pero maldita sea si no se siente raro todavía.

“Ingo, Dimo — esta es la pizarra de composición, y así es como se imprime usando la prensa”, explicó el sacerdote llamado Bartz.

Dimo y yo lo probamos nosotros mismos. Como la imprenta era sólo una ligera modificación de una prensa normal, el proceso requería mucha fuerza en los brazos, al igual que las cosas de jugos. Había un puesto cerca para sujetar la tinta y el papel, pero no tardé mucho en entender por qué querían algo que estaba en la propia prensa.

“Así que querrás el papel por aquí, ¿verdad?” Pregunté, tocando a la prensa.

Lutz rápidamente extendió la mano por el costado y señaló un área en particular. “Más bien, ¿podría poner una caja delgada en un ligero ángulo diagonal por aquí? El papel es más o menos del mismo tamaño, así que sería ideal si pudieras hacerlo con esto en mente.”

“Hm, de acuerdo. Eso haría más fácil imprimir desde este ángulo.”

Imité el acto de poner el papel en su lugar para tener una idea de ello, todo el tiempo impresionado por la capacidad de Lutz para dar una explicación concreta de lo que quería.

“La herramienta para aplicar la tinta se podría poner aquí”, continuó Lutz, enumerando un montón de sugerencias.

Yo asentí, todavía impresionado, pero cada mejora me confundió más y más; estaba siendo extrañamente específico. Aunque lo dejé continuar, cada vez sospechaba más que sabía más de lo que estaba diciendo. Necesitaba satisfacer a la Sumo Obispa, y cuantas más sugerencias tuviera, mejor.

“El trabajo será aparentemente mucho más fácil y necesitará menos energía si usted hace un soporte deslizante que tenga el papel y las letras en él. De esa manera, todo lo que necesitaría hacer es empujarlo debajo de la prensa, y luego sacarlo de nuevo…” Lutz dijo, hablando como si de repente se acordara. Pero el hecho de que dijera “aparentemente” dejaba bastante claro que había alguien que ya sabía cómo sería una imprenta terminada, y que sólo le estaban dando instrucciones.

“Oye, Lutz. Alguien sabe exactamente lo que tenemos que hacer aquí, ¿no?” Pregunté, mirándolos a él y a Gil. “Si alguien sabe esas cosas, entonces no hay necesidad de que yo escuche lo que los sacerdotes grises piensan; podría hacer la imprenta que la Sumo Obispa quiere, así como así.”

“Er, pero…” Lutz se alejó, consciente de todos los que nos rodeaban. Definitivamente estaba ocultando algo y eso me molestó. Necesitaba hacer un trabajo perfecto para satisfacer a la obispa y salvar mi reputación. Estaba en una situación desesperada y no tenía tiempo para jugar.

“Si quiere mejorar la imprenta, déjeme hablar con la persona que sabe cómo debe ser el producto final. ¡¿Planeas hacernos perder el tiempo con pruebas y errores inútiles o algo así?!” Exclamé, haciendo que los sacerdotes grises se sacudieran y dieran un paso atrás.

No había dicho mucho, pero el aire de la habitación había cambiado descaradamente. La calma en los rostros de los sacerdotes se desvaneció de inmediato, y me miraron con expresiones cautelosas.

¿Eh…? Yo le gritaba a Lutz, no a ellos.

Fruncí el ceño mientras los sacerdotes intercambiaban miradas incómodas. Aunque no les había dicho nada, el ambiente era ahora inusualmente apagado.

Lutz miró alrededor del taller y se rascó la cabeza con un suspiro. “Mira, Ingo — somos de la ciudad baja, así que estamos acostumbrados a que la gente grite a la mínima expresión, y entiendo que esto se ve como normal allí. Pero aquí en el templo, la violencia está prohibida; nadie grita o se le avienta de frente a nadie. Todo lo que hace es asustar a la gente. ¿Deberíamos salir? Estoy seguro de que preferirías hablar como si estuviéramos en la parte baja de la ciudad.”

¿La violencia está prohibida? ¿Nadie grita? ¿Qué clase de lugar es éste?

Este lugar tenía una cultura totalmente distinta a la de la ciudad baja — La explicación de Lutz había dejado claro que nosotros éramos los raros aquí, no los sacerdotes.

“Lo siento, Gil, pero ¿podrías escribir las opiniones de todos? Ingo y yo terminaremos esta charla afuera.”

Lutz me dirigió afuera, incluso pidiendo a Dimo que nos acompañara cuando traté de dejarlo atrás.

“Sólo los Gutenberg están autorizados a entrar en el taller, para proteger a los huérfanos y esas cosas. No podemos dejar que te quedes allí solo.”

“… ¿Quieres decir que ya no soy un Gutenberg?” cuestionó Dimo.

“No me corresponde a mí decirlo”, respondió Lutz cuando salimos del templo y volvimos al bullicio de la ciudad baja. Finalmente estaba de vuelta donde pertenecía.

Lutz había dicho que podíamos continuar nuestra discusión en mi taller. La Compañía Gilberta estaba más cerca, pero Dimo y yo no llevábamos suficiente ropa para entrar en una tienda del norte.

Cuando finalmente llegamos, Lutz habló en el momento en que cerré la puerta tras nosotros. “Entiendo que quieras hablar con la persona que sabe cómo debe ser la prensa terminada, Ingo, pero es Lady Rozemyne. Ella ya no puede levantarse y hablar con los artesanos de la ciudad.”

Fue bautizada como noble antes de convertirse en la Sumo Obispa, por lo que su estatus no le permite hablar con los plebeyos de la ciudad.

“¡Eso no puede ser verdad! ¡Has estado hablando con la Sumo Obispa! ¡Y dijiste que ella visita los talleres de vez en cuando!” Grité, golpeando la mesa.

Lutz levantó una ceja. “Y eso es cierto. Pero, ¿crees que un artesano va a ser tratado igual que un comerciante de la Compañía Gilberta que está acostumbrado a tratar con los nobles? No sé qué es lo que te molesta tanto, pero el templo está lleno de nobles, allí el estatus lo decide todo.”

“Además, Gil es un asistente de la Sumo Obispa. Es básicamente su representante en el templo — no alguien a quien un artesano como tú pueda gritar por ser irrazonable”, dijo con un suspiro. “Todo lo que debiste hacer fue sonreír y escribir las opiniones que te dieron. Tienes suerte de que la Sumo Obispa no sea un noble sin corazón, de lo contrario podrías haber sido castigado por tu insolencia.”

“El problema no es que no pueda venir a verte si quisiera, es que los plebeyos groseros como tú, que no entienden el estatus, molestarían a todos los nobles que la rodean. Es por eso que ella evita reunirse con ustedes a toda costa— por seguridad. Si molestas a un noble, podrías ser asesinado en ese mismo momento. Y también sería culpa tuya. Lo que trato de decir aquí es que renuncies a encontrarte con la Sumo Obispa en persona.”

Apreté los dientes. “Entiendo que me equivoqué allí; no sabía cómo funcionaban las cosas en el templo. Pero no puedo echarme atrás tan fácilmente. Tengo que mejorar la imprenta para que mi taller no cierre”, dije, explicando a Lutz que mi reputación había caído en picada desde el trabajo en el monasterio. “No espero que un comerciante tenga las dificultades por las que pasamos los artesanos, pero las cosas no son fáciles para mí en este momento. El futuro de mi taller depende de esto.”

“No, te entiendo. Mi padre y mi hermano mayor trabajan en la construcción, y mis otros hermanos son carpinteros. Todos ellos se dedican a la carpintería, en realidad. Mi padre, Deid, fue a Hasse por el mismo trabajo en el monasterio.”

Conocí a Deid. Habíamos trabajado juntos en el monasterio. Y su hijo Sieg era un aprendiz de lehange en el Taller Dostal. El hecho de que yo supiera de quién estaba hablando me dejó atónito.

“… ¿Por qué el hijo de un carpintero trabaja como leherl para la Compañía Gilberta y sirve como uno de los Gutenberg de la Sumo Obispa?” Pregunté, parpadeando de sorpresa. Incluso si pretendía ser un aprendiz en una gran tienda, no parecía haber ninguna conexión aquí.

“Es una larga historia”, respondió Lutz, negándose a dar más detalles. Luego me miró con sus ojos verdes. De alguna manera, parecía que su vista estaba fijada en el futuro. “Entiendo que tu posición en el gremio es importante para tu taller. Lady Rozemyne causó el problema, y ella lo entiende. También entiende que mejorar la imprenta es más importante que nada en este momento. Le diré al Maestro Benno lo que sé de todo esto, incluyendo tu perspectiva como artesano, y veré si puede crear algunas circunstancias para que te reúnas.”

“¡Te debo una!”


Lutz habló con Benno, quien luego negoció con la Sumo Obispo. Simpatizó con la difícil situación del Taller Ingo y aceptó reunirse conmigo, aunque bajo tres condiciones.

Una: Tenía que pagar una cuota de intermediación a la Compañía Gilberta.

Dos: Sólo podía hablar cuando Benno me diera su permiso.

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Tres: Tenía que estar emocionalmente preparado para la posibilidad de que la reunión terminara con mi muerte.

“¿No son estos honorarios un poco altos? ¿Tres grandes monedas de plata sólo para ir al templo una vez? ¿En serio?” Empecé, tratando de bajar el precio. Pero Benno me mostró un brillo con sus ojos rojo oscuro.

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“¿Estás bromeando? Estamos poniendo en suspenso los negocios de la tienda y saludando a los nobles en el Barrio Noble, todo para que puedas visitar el templo. Si no te gusta la tarifa, puedo quedarme aquí y concentrarme en mi propio trabajo. Ve por ti mismo, por lo que me importa. Estoy seguro de que un artesano que no conoce ni un solo saludo noble lo hará muy bien.”

He vacilado. Benno tenía razón; eso realmente iría mal. No sabía cómo tratar con los nobles en absoluto.

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“…Está bien, está bien. Pagaré. ¿Contento ahora? Gah… Es por esto que no trato con las grandes tiendas … ”

Pagué el alto precio y soporté una conferencia sobre lo que debería llevar el día de la reunión, entre otras cosas. Tal vez el precio no era tan alto después de todo, ya que incluía advertencias y consejos sobre cómo tratar con los nobles. No estaba seguro de por qué esa última condición era parte del trato, pero tener la oportunidad de encontrarme a la Sumo Obispa era ciertamente más importante.

Así que me decidí y me dirigí al templo, aceptando la posibilidad de que fuera lo último que hiciera.

“Uf. Por fin ha terminado…”

Una vez que salí del templo, después de haber sido examinado por caballeros y sacerdotes de pies a cabeza en esa sofocante habitación, dejé escapar un suspiro de alivio. Mientras miraba la conocida ciudad baja, la tensión se drenó de mi cuerpo. Finalmente había conseguido el contrato diciendo que tenía el negocio exclusivo de la Sumo Obispa — algo que había estado agonizando desde que se mencionó por primera vez el trabajo en el monasterio.

Tengo que volver y hablar con los demás sobre esto.

Cuando originalmente mencioné que nuestro taller podría haber perdido la exclusividad de la Sumo Obispa, tanto Annika como mis leherls respondieron con optimismo, pero sabía que debían estar igual de preocupados por dentro.

Su nuevo pedido era algo bastante raro, a juzgar por lo que habían dicho esos herreros, pero eso era algo en lo que pensar más tarde. En este momento, sólo quería contarles lo que había pasado y poner fin a toda la preocupación.

Pero mientras disfrutaba de mi breve reposo, Benno me echó un vistazo, empezando a despeinarse. “Idiota. Nada ha terminado todavía. De hecho, aquí es donde empiezan los verdaderos problemas. Hay diferentes profesiones trabajando juntas en esto, y eso no va a terminar pronto. Vas a compartir este trabajo de aquí en adelante.”

“No, eso no puede estar bien. Esto es sólo una vez.”

La Sumo Obispa sólo había sacado está loca idea porque era una noble que no sabía cómo trabajaban los artesanos; ningún otro cliente sugeriría que hiciéramos algo que fuera tan doloroso. Todo estaría bien mientras pudiéramos sobrevivir a este único trabajo.

Lutz sacudió la cabeza. “Vamos. ¿Realmente crees que Lady Rozemyne va a hacer esto una vez y nunca más? No. Ahora ella va a pensar que esto es normal y lo hará cada vez. También puede esperar que cada trabajo que tenga a partir de ahora, implique trabajar con gente de otras profesiones”, dijo, con una mirada mundana en su rostro. Esas fueron las palabras de alguien que conocía a Rozemyne mucho mejor que yo.

Cuando la preocupación empezó a correr hacia mí, Benno me dio una palmada en la espalda. “Pero ahora que lo has aceptado, no tienes más remedio que seguir adelante.





Tendrás que hablar con el gremio de comerciantes y todos los demás gremios involucrados, y luego pasar por los talleres de Zack y Johann para presentarte. Deberías ir a los herreros mañana, y enviaré una solicitud de reunión al maestro del gremio para ti. Si enviaras una, ni siquiera sería leída a tiempo para la fecha de entrega.”

“B-Bien.”

Benno enumeró un montón de cosas que necesitaba hacer de una sola vez, pero no entendí el trabajo de base que los comerciantes siempre hacían. Debió darse cuenta por la forma en que parpadeaba, porque me miraba con los ojos entrecerrados.

“Enfócate completamente en esto, Ingo. Debes terminar todo antes de que los herreros regresen al templo. Es algo que normalmente tendrías que hacer por tu cuenta sin mí. Esto es un gran lío ahora”, dijo Benno, cruzando los brazos. Pero incluso entonces, todavía no me había dado cuenta de lo mal que estaban las cosas.

No fue hasta que transité por la ciudad para saludar a todos los involucrados que finalmente entendí.

“Finalmente completamos ese maldito trabajo de Hasse que requería que movilizáramos a todos los gremios de carpintería y construcción de la ciudad, ¡¿y ahora estás empezando otro gran lío?!” exclamó el maestro del gremio. “¿Una imprenta construida a través de los esfuerzos cooperativos de talleres de profesiones completamente diferentes? Ya basta. Arregla este asunto entre los otros expertos con tu gran título, sea cual sea. No me involucres en esto.”

Su desesperación por no involucrarse fue lo que finalmente me hizo entender el impensable lío en el que me había visto envuelto.

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-FIN DEL VOLUMEN 10-

Honzuki no Gekokujou Vol 10 Extra 2 Parte 2 - Novela Ligera

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