Kumo Desu Ga Nani Ka?

Volumen 11

Interludio 3. Una Fuerza Inobjetable

Parte 1

Crunch. Crunch.

No debería poder escucharlo.

Pero el sonido húmedo y crujiente sigue pegándose a mis oídos.

Crunch, Crunch, Crunch, una y otra vez.

***

“¡Lo arruinamos!”

No puedo evitar gritar de frustración.

Nuestra estrategia fue tan improvisada que esperábamos atrapar a uno o dos líderes del imperio, pero en su lugar logramos capturar al héroe, la mayor captura de todas.

¡Pero luego dejamos que se nos escapara de entre los dedos!

Si hubiéramos tenido éxito, ¡habría sido un logro suficiente como para dejar atrás todas nuestras trasgresiones!

“Sanatoria, cálmate.”

“¡¿Cómo se supone que voy a calmarme?! ¡¿Y cómo pudiste dejar que una mocosa como esa te frenara, Huey?!”

“¡Hice todo lo que pude! Además, ¡No te vi haciendo nada después de ese primer ataque sorpresa!”

Gritarnos el uno al otro libera algo del ardor de nuestra ira, y ambos nos relajamos un poco.

“… Lo siento. Fui demasiado lejos.”

“No, yo también me calenté demasiado.”

Nos quedamos en silencio por un momento.

“Entonces, ¿qué vamos a hacer ahora?”

“… Tendremos que encontrar algún otro modo de ganar algunos puntos. No tenemos otra opción.”

Eso es cierto: estamos tratando de ganarnos el favor del Señor Demonio y volver a estar de buenas con ella.

***

Huey y yo somos en realidad comandantes del ejército demonio.

Nacimos en buenas familias y fuimos bendecidos con talentos naturales, y pusimos todo eso a trabajar para ganarnos nuestros puestos.

No ha sido exactamente una vida de lujo, ya que toda la raza demonio está pasando por tiempos difíciles, pero fuimos más afortunados que la mayoría y nos sentimos satisfechos por la parte que nos toca.

Pero todo eso cambió cuando el nuevo Señor Demonio apareció.

Ella quiere empezar una guerra contra los humanos de nuevo, sin importar lo que conlleve.

Esto no es una broma. La raza demonio ya ha sufrido tanto por la guerra incesante que apenas podemos sobrevivir tal y como está, ¿sabes?

No tenemos los recursos para otro conflicto, y ganemos o perdamos, las pérdidas serán demasiado grandes.

Nuestra ya mala situación seguramente empeorará aún más.

No diré que lo hice por razones nobles como el bien de nuestra raza, como Balto o Agner.

Simplemente no quería ir a la guerra o luchar con más ahínco solo por sobrevivir.

Es por eso por lo que Huey y yo acordamos el plan de nuestro compañero comandante Nereo.

Poco sabíamos que iríamos directamente a nuestra propia perdición.

No queríamos mucho—tan solo acabar con ese horrible Señor Demonio.

Uno de nuestros comandantes, Warkis, tomó el estandarte de la revolución contra el Señor Demonio.

El resto de nosotros lo ayudamos en secreto, y cuando el ejército de Warkis marchó a la capital, planeamos unirnos a él y declarar abiertamente nuestra rebelión.

Ente el ejército revolucionario de Warkis y nuestras propias tropas, podríamos superar en número a los guardias de la capital y derrotar al Señor Demonio.

Al menos, ese era el plan.

Pero cuando llegó el momento, el Señor Demonio y su ejército se olieron la rebelión y la aplastaron antes de que el Sr. Warkis pudiera siquiera terminar de reunir soldados para el ejército.

Y luego Warkis se suicidó ante nuestros ojos antes de ser ejecutado.

En ese momento, pensé que todavía estaba a salvo. Me sentí mal por Warkis, pero no pensé que su muerte pudiera conducir a la mía.

Pero inmediatamente después de que eso sucediera, Agner nos dio una advertencia, y nos dimos cuenta de que estábamos en problemas mucho más graves de los que pensábamos.

“Solo os pido que seáis conscientes de que os han liberado a sabiendas. Que Su Majestad el Señor Demonio ya tiene un cuchillo sobre todas vuestras gargantas. Tened la seguridad de que no habrá segundas oportunidades si volvéis a hacer movimientos extraños. El Señor Demonio no es tan benevolente como para cuidar de aquellos a los que no necesita.”

Agner es probablemente la persona más inteligente que conozco.

Eso sin duda me puso alerta.

Y aun así, sin embargo, todavía no entendía lo aterrador que es el Señor Demonio.

Hasta que escuché ese sonido crujiente.

“Voy a reemplazar al Comandante del Noveno Ejército.”

El Señor Demonio había convocado a Huey; el Comandante del Noveno Ejército, Nereo; y a mí.

El Noveno Ejército existe actualmente solo como nombre, no tiene tropas reales.

Su único miembro es su comandante, por lo que no es una posición real.

Pero el Señor Demonio anunció que iba a formar un Noveno Ejército apropiado y cambiaría al comandante.

“Negro, aquí presente, se encargará del Noveno. Juega limpio.”

Ella nos presentó a un hombre que nunca había visto antes, vestido con una armadura negra de la cabeza a los pies.

Un atuendo ridículo con un nombre a juego. Obviamente debe ser una identidad falsa.

Sin duda, esta persona es un amigo del Señor Demonio, que está consiguiendo el trabajo gracias al nepotismo.

Pero detecté un aura de fuerza en el hombre.

Para él tenía sentido el reemplazar a Nereo, quien se encargaba mejor de la administración interna.

Y es lógico que el Señor Demonio querría tener comandantes que conociera y en los que confiara.

… No estaba lo asustada que debería haber estado.

Debería haberme dado cuenta de que algo andaba mal cuando nos convocó solo a nosotros tres.

“Lo que significa que ya no necesitaremos al actual Comandante del Noveno Ejército más.”

Y ahí fue cuando las cosas se fueron al infierno.

Un crujido húmedo llenó la sala.

La cabeza de Nereo desapareció de su cuello.

Su cuerpo decapitado se derrumbó en el suelo antes de que pudiera reaccionar.

La sangre brotaba de su cuello con los últimos latidos de su corazón, manchando el suelo de rojo.

Crunch, Crunch, Crunch.

Con cada crujido seguido, otra pieza del cuerpo de Nereo desaparecía.

Finalmente, el Señor Demonios se lamió los labios y la sangre que se filtraba por el suelo desapareció sin dejar rastro.

Como si no hubiera habido nada allí desde un principio.

Pensé que debía estar soñando.

Esperaba estar solo soñando.

Pero era la realidad.

“Ahora, ¿a quién tendré que reemplazar el siguiente?”

El Señor Demonio nos miró con una sonrisa.

Desde ese día, ese sonido húmedo y crujiente se ha pegado a mis oídos.

No desaparecerá más que el terror que lo acompaña.