Tate no Yuusha no Nariagari (NL)

Volumen 19

Capítulo 3: La Obra de los Hombres y los Monstruos

 

 

“¡Finalmente ha llegado la hora de regresar a mi reino!”

“¡Buu!”

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Habían transcurrido algunos días desde que regresamos del templo principal del estilo de Glass y comenzamos nuestro entrenamiento. La Dragona Demonio, quien se había estado yendo en las mañanas y regresando tarde cada noche, finalmente había alcanzado las cercanías del territorio que ella solía gobernar.

Por lo tanto, ahora todos estábamos montando la espalda de la Dragona Demonio de gran tamaño, volando a través del cielo mientras nos dirigíamos hacia este nuevo destino—el lugar donde esperábamos recuperar cualquier baratija que la dragona hubiera guardado e investigar las raíces de Glass.

El grupo estaba compuesto de Raphtalia, Raph-chan, Kizuna, Glass, Chris, la Dragona Demonio, Filo, las hermanas ballena asesina, S’yne—quien estaba tan tranquila como siempre y yo. Filo se había estado quejando de que yo le estaba prestando demasiada atención a la Dragona Demonio, y por lo tanto también la había traído. Itsuki, Rishia, y Ethnobalt también estaban con nosotros, pero ellos estaban inmersos en conversaciones acerca del entrenamiento, la traducción de sus textos, y posibles códigos secretos.

Así que estaban a cierta distancia del resto de nosotros. L’Arc y nuestros aliados restantes se quedaron en el castillo, entrenando con la Anciana y el Anciano. Ellos también habían querido venir, pero necesitábamos dejar atrás a alguien para defendernos. Si algo ocurría, ellos rápidamente podían llamarnos de regreso.

Aun así… definitivamente habíamos traído a muchas personas. Era como alguna clase de viaje escolar planeado.

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“¿Entonces esta es la tierra que alguna vez gobernaste?” pregunté. El terreno se veía muy imponente. Habíamos estado volando sobre un paisaje desértico con extrañas rocas puntiagudas saliendo del suelo. Este lugar tenía su propio ecosistema único, y una vez que salimos de las tierras desiertas, llegamos a campos de árboles con forma de cruz de pie como lápidas. Al principio pensé que estaban hechos de piedra y estuve sorprendido de descubrir la verdad.

Cuando lo veías en el mapa, este lugar parecía muy grande. Lo suficiente para que las demás naciones se peleen por él.

“Impresionante, ¿no? Esta es una ciénaga llamada Cementerio de la Muerte,” dijo la dragona.

“¿Como un opuesto a qué? ¿El Cementerio de la Vida?” comenté.

“Puedo usar mi magia para crear neblina aquí,” continuó la dragona, ignorándome, “convirtiéndola en un laberinto sin escape.”

“No fue fácil salir, eso te lo aseguro. La niebla era densa hasta el cielo, así que no pudimos usar el barco de las armas vasallas como en el escondite de Kyo,” rememoró Kizuna, sonando casi melancólica. No hacía falta preguntarle cómo la cruzó.

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“Más allá de esto, hay flujos de magma, y después está mi castillo,” dijo la dragona. “Vaya, bien. Solo las necesidades básicas, ¿eh?” dije.

“No es tan malo como parece. Con mi permiso, todos pueden pasar sin problemas. Claro está, eso es con mi permiso,” repitió la dragona. Entonces era una barrera que requería alguna clase de verificación.

“Algo como la barrera en Q’ten Lo,” reflexioné.

“Mmm… basándonos en la ruta que tomaste, Héroe del Escudo, en efecto podría decirse que es similar a eso. Cuando yo estaba haciendo uso de los residuos que se encuentran en esta tierra, tal concepto en efecto estaba en mi cabeza,” admitió la dragona.

“Con todas esas luchas dentro de las naciones que quieren hacerse del control de este lugar, supongo que ahora tienes un pescado más grande para freír,” dije.

“Por un tiempo las personas fueron libres, y este era un lugar en el que podían vivir sus propias vidas… pero pronto terminaron en medio del conflicto. L’Arc tomó la iniciativa a la hora de acoger a los refugiados, salvando a muchos de ellos, pero algunos de seguro permanecieron aquí en sus tierras ancestrales,” explicó la dragona.

Entonces Kizuna no había cometido los mismos errores que la Iglesia de los Tres Héroes. Era un alivio escucharlo. Inmigrantes también… Parecía que L’Arc estaba haciendo bien las cosas. Después de todo, él era un rey. Seguía olvidando eso.

“Aun así, mi muerte ciertamente causó problemas para las ciudades y aldeas bajo mi control,” comentó la dragona.

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“¿Le has hecho saber a las personas que reviviste?” pregunté.

“Decidí guardar eso hasta que vuelva al castillo. Los humanos parecen haber fallado en sus estúpidos intentos de gobernar y regresaron a ser gobernados por monstruos,” explicó la dragona.

“¿De verdad?” pregunté. Glass entrecerró sus ojos y asintió en respuesta a mi pregunta.

“Después de que perdimos a Kizuna, hice una visita al lugar y alguien me dijo que el enemigo de los humanos al final no habían sido los monstruos… Habían sido otros humanos,” me dijo Glass.

“Es duro escucharlo,” dijo Kizuna. “Todos habían parecido realmente dispuestos a trabajar duro y convertir este lugar en uno mejor.”

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“Kizuna, nuestro viaje no fue un desperdicio. Muchas personas se han unido a nosotros. Simplemente respetamos los deseos de aquellos que quisieron quedarse atrás,” explicó Glass.

“Sí, entiendo…” dijo Kizuna.

Muchas personas habían decidido por su cuenta convertirse en esclavos de los monstruos. Las otras naciones habían sido demasiado agresivas, y aquellos que originalmente vivían aquí no tuvieron el permiso para establecer su propia nación.

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Desde la perspectiva de aquellos en la ofensiva, tomar lo que quisieran probablemente había parecido una mejor opción que dejar que los enemigos del mañana tengan un punto de apoyo el día de hoy.

Podía entender cómo algunos, enfrentados a invasores tan egoístas, escogerían subordinarse a los monstruos que ya conocían que a un nuevo reinado. Esas personas probablemente habían llegado a la conclusión de que los humanos los lastimarían y que los monstruos los protegerían.

Tomar riesgos probando cosas nuevas podía valer la pena para algunas personas. Pero los suministros nunca eran infinitos—mientras alguien tenía la mano ganadora, alguien más debía enfrentar algunas desventajas.

“Aun así, estuve sorprendida de descubrir que había tales naciones en mis tierras,” dijo la dragona. La Dragona Demonio había estado muy sorprendida al ver la información sobre Amachiha que Glass y los demás habían descubierto.

“¿No lo recuerdas?” pregunté.

“Sabes cómo opera el Dragón Emperador, ¿no? Si faltan fragmentos, cualquiera sea su contenido se pierde con ellos,” dijo la dragona, explicando la situación a todos. “Además, yo no goberné toda esta tierra todo el tiempo. Durante largos periodos de tiempo, las fronteras pueden desplazarse y cambiar.”

“¿Entonces la nación fue formada por factores externos?” dije.

“Así es. Tengo algunas ideas de dónde puede estar, basándome en lo que puedo recordar. En ocasiones yo incluso construiría ciudades en el fondo del mar,” recordó la dragona. Podía entender el concepto; el dragón era como alguna clase de rey demonio que seguía volviendo a la vida periódicamente.

“Vamos a realizar una investigación exhaustiva de todas las ruinas y la vegetación endémica que podamos encontrar,” dije.

“Excelente, Héroe del Escudo. Proporcionaré tanta información como pueda para guiarte a lo que deseas. Todo lo que pido a cambio es—”

“Ya deja el acoso sexual. Considerando lo amigable que pareces, ¿estás segura de que Gaelion no te corrompió?” pregunté. Ante mi sugerencia, todo el cuerpo de la Dragona Demonio se retorció y apartó su mirada de mí. Eso parecía sugerir que ella sí había sido influenciada.

“Hah… incluso si él ha causado extrañas emociones dentro de mí, eso no cambia el hecho de que me gustas, Héroe del Escudo,” dijo la dragona. “Habiendo sido conmovida por tu ira y odio, tu deseo de quemar el mundo entero, ¿cómo podría no haberme enamorado de ti?”

“Claro, claro, como sea,” respondí. Yo ya no tenía esa clase de sentimientos. Todo lo que tenía ahora mismo era odio hacia Perra—sin embargo, no diría que había superado completamente todo lo demás. Era solo que, gracias a Atla, ya no estaba tan impulsado por esa ira, por ese odio.

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“Una cosa, Héroe del Escudo. ¿Cuándo vas a copular con la portadora de la katana de las armas vasallas?” preguntó la dragona. “He estado observando a través de tu ventana esperando ansiosamente que comience la acción.”

“¡Oye! ¡Ya deja de decir esas cosas tan fuera de lugar!” rugí. Acosarme sexualmente era una cosa, pero no quería que Raphtalia fuera arrastrada a esto.

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“¡No se preocupe, Maestro! ¡Yo siempre estoy ahí para echarla!” reportó Filo, mostrándome un pulgar hacia arriba. Recientemente había estado escuchando algunas extrañas peleas fuera de mi ventana. Esta parecía ser la explicación. ¿Entonces estas dos eran las nuevas Atla y Raphtalia?

“¡No estarás aquí por siempre!” dijo la dragona, soltando una risa.

“¡Buu! ¡El Maestro me pertenece! ¡No te lo daré a ti, cara de demonio!” respondió Filo, expresándose tan bien como siempre.

“Buen trabajo, Filo,” le dije. Ella había estado ahuyentando a esta pervertida obsesionada sin siquiera saberlo. Eso era digno de alabanzas.

“¡De nada!” dijo Filo, riendo felizmente.

“¡Bah! ¡Yo estoy a punto de recibir todos los elogios que tu precioso maestro pueda expresar! ¡Solo espera y verás!” resopló la dragona.

“¡Buu!” fue lo mejor que Filo pudo responder. Desde mi posición de espectador, no podía evitar pensar que ellas dos en realidad se llevaban muy bien.

Entonces me di cuenta de que Raphtalia estaba mirando hacia mí. Sabía exactamente lo que estaba pensando. Ella no necesitaba poner esa cara.

“Esperen un momento… ¡Naofumi, pensé que tú y Raphtalia lo estaban haciendo cada noche!” intervino Kizuna. ¿¡Por qué ella se estaba involucrando!?

“Como dije tras reunirme con Raphtalia en este mundo—aunque supongo que tú no estabas ahí—no voy a hacer nada así mientras los mundos sigan en tal peligro,” dije. También reflexioné acerca de que no actuar ahora podría llevar a arrepentimientos más tarde, pero ese era un tema aparte.

“Entiendo. No quiero crear a nadie más como yo… así que debo poner primero mi deber,” agregó Raphtalia. Kizuna dejó salir un largo murmullo, mientras la dragona mostraba una risita.

“Siéntate sobre tus manos por demasiado tiempo y descubrirás que he tomado tu lugar en su cama,” dijo ella.

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“Cállate. No lograrás nada conmigo,” respondí.

“Bueno… además decidí que crear un precedente peligroso puede causar más problemas para Naofumi-sama,” dijo Raphtalia, por alguna razón mirando hacia Sadina y Shildina.

“Vaya,” dijo Sadina. Raphtalia tenía razón—si cruzábamos la línea, las hermanas muy probablemente aparecerían para pedir unirse a la diversión. O más probablemente ellas se volverían tan fuertes que yo no sería capaz de resistirme. Eso eventualmente llevaría a que la Dragona Demonio también tratara de involucrarse—pero yo nunca permitiría eso.

“Naofumi-sama ya se esfuerza demasiado cada día y cada noche, hasta la madrugada, haciendo todo tipo de cosas… No debo incrementar su carga,” dijo Raphtalia. Sonaba a que necesitaba crear algo de espacio en mi agenda. Cocinaba, fabricaba accesorios, tenía reuniones para mantener la moral alta, y mi propio entrenamiento; agregar un romance con Raphtalia en la mezcla sería una locura.

Sin embargo, pensar en todo esto hizo que algo doliera en mi interior. Un dolor en mi pecho. Ah, ciertamente no había olvidado las cosas que pensé al comprar a Raphtalia. Ahora estaba pretendiendo ser alguien bueno—¿un sujeto que compra esclavos, pretendiendo ser bueno? ¿De verdad alguna clase de romance con Raphtalia se le podía permitir a tal sujeto?

Casi podía escuchar mi propia voz, hablándome, y haciendo esas acusaciones. “Cielos, Naofumi, las cosas para ti son más difíciles de lo que pensé,” dijo Kizuna. “Kizuna, tal vez podrías seguir su ejemplo y esforzarte más,” sugirió Glass.

“¡Oye, me he estado esforzando mucho recientemente! ¡Estoy aprendiendo a cocinar, y también estoy entrenando! ¡Y además soy mucho mejor que Naofumi recolectando materiales!” declaró Kizuna.

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“Claro. Te concederé eso último,” admití. Ella realmente me había ayudado a reducir la carga sobre mí al cocinar, lo cual me había permitido concentrarme más en la creación de accesorios.

“Glass, creo que debemos ayudar a Naofumi-sama y Kizuna en su trabajo, siempre que nos sea posible,” dijo Raphtalia, con un tono ligeramente de reprimenda.

“Tienes razón,” dijo Glass después de una pausa. “Estamos dependiendo demasiado de los héroes de las armas sagradas. Luchar no es lo único que puede hacer un portador de arma.” Glass afortunadamente había cambiado de tema. “Seguiré esforzándome al máximo, así que, Kizuna, por favor deja de hacer nada más que pescar.”

“Ah… lo sé, lo sé. Lo intento,” respondió Kizuna. Con algo de suerte esto la ayudaría a mantenerse concentrada. Sería muy importante que así fuera.

“¡Ahora bien! Ya lo veo. ¡Mi castillo!” rugió la Dragona Demonio. Miré hacia el frente para ver un castillo en ruinas, solo una estructura desmoronándose más allá de los campos de magma.

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