Genjitsushugi Yuusha No Oukoku Saikenki

Volumen 1

Extra 1: La Pequeña Princesa Tanuki de Amidonia

La capital del Principado de Amidonia, Van.

Como era de esperar de una nación de guerreros, la ciudad estaba rodeada de altos muros y los edificios eran de un gris ceniciento, libres de un excesivo florecimiento estilístico. Tal vez porque el foco de su gobernante se inclinaba tan fuertemente hacia los militares, el diseño de la ciudad era un lío enrevesado lleno de callejones.

En este momento, una niña estaba corriendo por esos callejones. Ella tenía dieciséis años, tal vez, con un físico pequeño y delgado.

Su cara tenía rasgos regulares y se ató el cabello en trenzas gemelas.

Esta era la hija del actual príncipe soberano Gaius VIII, Roroa Amidonia.

Tenía un aire sobre ella que era diferente de su severo y austero padre Gaius y de su frío y calculador hermano Julius. La forma en que sentía curiosidad por cualquier cosa la hacía tan adorable como un pequeño animal.

Cuando salió a la ciudad, la gente siempre se apresuraba a llamarla.

—Oh, mi Dios, es la pequeña Roroa. Hola —dijo una mujer a Roroa, preparándose para abrir una tienda.

—Hola, señora. ¿Está teniendo una buena ganancia?

—De ningún modo. La economía es pobre en todos lados.

—Entiendo. Lo siento por eso. Mi estúpido viejo no es tan bueno gobernando.

—… Debes ser la única en este país que podría decir eso —dijo la mujer, con una sonrisa forzada.

Como era común en los estados militaristas, cualquier crítica a aquellos en el poder rápidamente haría que esa persona fuera arrestada. La única razón por la que Roroa podía hablar como ella lo hacía era porque ella era la primera princesa de este país.

Sin embargo, Roroa respondió con una sonrisa que no parecía para nada la de una princesa.

—Sólo espera. Haré algo al respecto.

—Jajaja, esperaré eso.

— ¡Claro!

Con un gesto a la mujer, Roroa se escapó de nuevo.

En la calle comercial de Van, había una tienda que vendía prendas de vestir para hombres. La pequeña señal al frente decía “El Ciervo de Plata” en una elegante fuente. Roroa abrió la puerta del Ciervo de Plata con gran fuerza, llamando en voz alta al dueño.

—Seeeebastiáááán ~ ♪ Vamooooos a juuuugaaaaar ~ ♪

—… Lady Roroa.

Cuando lo hizo, salió un hombre de mediana edad con el pelo canoso y vestido como un camarero. Parecía el tipo de hombre elegante y de pensamiento profundo a quien el aroma del té negro le vendría bien, pero él estaba sosteniendo su cabeza, como si de repente le doliera.

—No grites los nombres de las personas tan fuerte. ¿Qué quieres decir con “vamos a jugar”?

—Caray, no eres divertido, Sebas.

—Es Sebastián, y estoy trabajando en este momento…

—¿Hmm? No tuve la sensación de que tuvieras clientes.

Roroa miró alrededor de la tienda, pero no vio a ningún cliente. La tienda tenía un ambiente agradable, y muchos de los artículos que se exhibían tenían buen gusto, por lo que era extraño ver negocios tan muertos.

—… Bueno, los hombres de Van nunca fueron demasiado a la moda —dijo Sebastián, con una sonrisa irónica.

El Ciervo de Plata tenía sucursales en Amidonia, pero a pesar de que la tienda en Van era la oficina central, sus ventas eran terribles. Dada la aspereza austera que tenía el carácter nacional, los hombres en Amidonia no se preocuparon por lo que llevaban, y esta tendencia fue especialmente pronunciada en Van.

—Sin embargo, normalmente serían las mujeres las que optarían por cosas elegantes como éstas.

—El día en que empiece a comprar ropa elegante para mujeres será el día en que esta tienda se va a derrumbar.

En la sociedad patriarcal de Amidonia, se miraba a las mujeres con desdén si se las veía salir a la calle con un atuendo innecesariamente vistoso. Esa era la razón por la cual las mujeres amidonianas sólo vestían prendas de colores apagados, por lo que incluso si esta tienda tuviera ropa elegante para mujeres, no se vendería en absoluto.

Esta era otra cosa de la que Roroa no estaba satisfecha.

—Honestamente, es estúpido. El mercado está definido por la demanda del cliente. Expandir el mercado es lo que conduce al desarrollo económico, pero hay limitaciones de nuestra sociedad en cuanto a la demanda de los clientes.

Mientras Roroa era una princesa, también tenía un raro sentido de la economía.

Junto con gente como Colbert, el ministro de Finanzas, ella había estado moviéndose por la capital financiera del país para obtener ganancias y enriquecer al país.

Sin embargo, su padre Gaius gastó la mayor parte de ese beneficio casi en su totalidad en la expansión de las Fuerzas Armadas.

—Realmente, si quiero reconstruir este país, tal vez tendré que nivelar todo primero. Eso tomaría las ideas fijas que la gente ha metido en sus cabezas y las destruiría todas.

—Honestamente… ¿No podrías dejar de decir cosas tan peligrosas en mi establecimiento? —dijo Sebastián, con un suspiro de consternación.

—Entonces, lady Roroa, ¿cómo puedo estar a su servicio hoy?

—¿Hm? Correcto. Quería preguntarte sobre algo.

Cuando Roroa dijo esto, se acercó a Sebastián como un gatito necesitado. En este tipo de gestos, ella realmente era como un pequeño animal.

—Escucha, ¿estás conectado con mercaderes fuera del país, Sebastián?

—Bueno… Sí, hasta cierto punto.

—Entonces, básicamente, eso significa que tienes información sobre un grupo de otros países, entonces. Bueno, en ese caso, hay algo que esperaba que me contaras sobre el Reino de Elfrieden.

—¿Sobre el Reino de Elfrieden?

El Reino de Elfrieden fue uno de los países vecinos del Principado de Amidonia. Además, hace unos cincuenta años, el Principado había perdido casi la mitad de su territorio en una guerra con el Reino y, debido a eso, entre otras cosas, se les consideraba como un enemigo encarnizado.

—Entonces, ¿qué es lo que quieres preguntar?

—Oh, escuché a mi viejo decir que hubo un cambio repentino de reyes allí, ya sabes.

—Ahh. Debes estar hablando de cómo el rey Albert cedió su trono a Souma Kazuya.

—¡Sí, eso es! ¡Quería preguntarte sobre Souma!

Cuando terminó de hablar, Roroa cruzó los brazos e inclinó la cabeza hacia un lado.

—Yo misma sé muy poco. Él es el héroe que invocaron de otro mundo, ¿sí? No entiendo cómo terminó convirtiéndose en rey, pero lo que realmente no entiendo es que, aunque es un héroe, no estamos escuchando ninguna historia sobre él haciendo algo heroico. ¿No se supone que los héroes deben, ya sabes, matar monstruos y limpiar fácilmente las mazmorras, y cosas así?

La forma en que Roroa habló con pequeños gestos para todo esto puso una sonrisa en la cara de Sebastián.

—Es cierto, no he escuchado ninguna historia como esa sobre el rey en cuestión.

—Ya sé, ¿verdad? Mi viejo cree que se ha subido al trono a un joven cachorro inexperto, y que está en lo cierto y listo para aprovechar, pero… algo me molesta al respecto. He oído que su último rey era un líder mediocre y demasiado agradable para su propio bien, pero ¿realmente entregaría su trono tan fácilmente si este hombre fuera sólo un niño?

—… Supongo que no.

Roroa fue inteligente. Ella tenía una mayor capacidad para ver el corazón de los asuntos que su padre o su hermano. Si ella hubiera podido tomar el trono, el Principado seguramente se habría desarrollado mucho. Sin embargo, carecía de la crueldad que necesitaría para dañar a su padre y hermano y tomar el trono para ella. Si bien Sebastián pensó que era lamentable que nunca se sentara en el trono, también la miró favorablemente por no tener una personalidad que le permitiera hacerlo.

Por eso, Sebastián le dio a Roroa la información que tenía.

—He oído que este Souma está construyendo carreteras para combatir la crisis alimentaria, o algo así.

—¿Huh? ¿Construir caminos para luchar contra la crisis alimentaria?

Por un momento, Roroa fue sorprendida, pero pronto dejó escapar una carcajada. Sin embargo, esa risa no fue para burlarse de una política equivocada.

—¡Ajajaja! Entiendo, él quiere construir una red de transporte para aumentar su capacidad de transporte y superar la crisis de esa manera. Bueno, ahora es joven, pero todavía tiene mejores políticas que mi padre.

Roroa había visto con precisión el núcleo de la política de Souma. Al aumentar la fluidez de la distribución, pretendía ajustarse a los excedentes y la escasez de suministros. Roroa se secó los bordes de los ojos y contuvo el aliento.

—¡Sí! Este nuevo rey, Souma, me llamó la atención. Sebastián, ¿te importaría usar tu red para obtener tanta información sobre Souma como puedas?

Al ver cuán llena de energía se había vuelto Roroa, Sebastián se encogió de hombros.

—No me importa, pero… ¿qué hay para mí?

—Piensa en ello como una inversión en el futuro. Estoy bastante segura…

―Haremos una matanza con esto.

Mientras decía esas palabras, Roroa mostraba una sonrisa atrevida.