Hai to Gensou no Grimgar

Volumen 1

Capitulo 12: ¿Hacia dónde?

Cavaron un agujero en un lugar vacío en la mitad de la colina y enterraron los huesos envueltos en una tela blanca. Luego, colocaron una piedra en la parte superior que era lo suficientemente grande como para que pudieran llevarla. En la piedra, tallaron su nombre. Después de eso, esculpieron el símbolo de la luna creciente de los soldados voluntarios, pintándola de rojo. Aprendiz o no, todavía era un soldado voluntario, y la tumba de Manato llevaría la media luna roja a la que tenía derecho. Mirando a su alrededor, vieron otras tumbas con la media luna roja, algunas con la pintura comenzando a desprenderse. Muchos soldados voluntarios dormían aquí en esta colina.

Haruhiro miró a la torre en la cima de la colina con resentimiento. Él y los demás habían salido de esa torre.

¿Cuándo fue eso? Debe haber sido hace menos de un mes y, sin embargo, parece que es mucho más tiempo. Salimos de esa torre. ¿En serio? No puedo ver ninguna entrada o salida en ella. ¿Dónde y cómo salimos de ella? No lo sé. No importa. Nada importa ya.

50 cobres en el crematorio, 50 para el entierro. Una plata en total para el entierro. Una persona estaba muerta, y solo costaba una plata. Haruhiro lo había pagado, pero no estaba seguro de haberlo hecho. Manato tenía siete platas y 21 cobres. Habían quemado sus ropas con él, pero le quedaban algunas de sus posesiones, como su bastón corto y su mochila.

¿Qué debemos hacer con esos? ¿Tenemos que hacer algo con ellos? No quiero pensar en eso. Es demasiado molesto.

Manato está muerto. Realmente está muerto. Ha pasado menos de un día.

Cuando llevaron a Manato al crematorio ayer, el gerente dijo que ya estaba cerrado y que regresaran a primera hora de la mañana siguiente. Sin saber qué hacer, volvieron al templo, donde el Maestro Honen se ofreció a custodiar el cuerpo hasta la mañana siguiente. Sin embargo, no podían simplemente dejar atrás a Manato. Al final, se habían quedado despiertos toda la noche, rodeando el cuerpo de Manato que había quedado en un rincón del templo.

Cierto. Ninguno de nosotros ha dormido. Tal vez me quedé dormido un poco, pero no he dormido bien. Es por eso que mis pensamientos son un poco confusos. Incluso con todos nosotros sentados aquí frente a la tumba de Manato, simplemente todo es muy silencioso.

Incluso sentarse era demasiado para Shihoru, que estaba agotada de llorar. Estaba recostada en el suelo, de alguna manera apoyando su cuerpo con ambos brazos. Yume miró hacia el cielo cruelmente azul, quizás buscando aves. Moguzo había encogido su gran cuerpo en una bola, con la mirada perdida .

Di algo, Ranta. ¿Por qué has estado callado todo este tiempo? Si no hablas, ¿quién lo hará? Esta bien, lo que sea. Haz lo que quieras.

Haruhiro arrancó un poco de hierba del suelo. “Es extraño, saben. Esto es simplemente extraño. Lo es… ¿no es así? ¿Chicos?”

Ranta se volvió hacia Haruhiro, pero no dijo nada. Parecía abatido.

“Saben, Manato dijo una vez,” Haruhiro tiró la hierba. “Esto es como un juego. Pensé lo mismo, pero, ¿qué tipo de juego? No lo sé. Pero después de todo, esto no es un juego, ¿verdad? Es otra cosa. Algo es extraño aquí, definitivamente. Esto es una tontería… Solo una tontería.”

¿Qué quería decir Haruhiro? ¿Qué estaba tratando de decir? ¿Qué hora era? Era muy pasado el mediodía. La tarde podría llegar pronto. Había una campana en Altana que sonaba una vez cada dos horas. Una vez a las 6:00 de la mañana, dos veces a las 8:00, tres veces a las 10:00, y así sucesivamente. ¿Cuántas veces había sonado la última vez que la escuchó? No podía recordar en absoluto.

Ranta se levantó lentamente. “Me voy de aquí.”

“…¿A dónde vas?” Preguntó Yume, pero Ranta solo soltó una breve carcajada, aparentemente cediendo a la desesperación.

“¿Acaso importa? De todos modos… solo quedarme aquí para siempre no va a lograr nada. Ya no podemos hacer nada por él.”

Incluso cuando Yume le gritó: “¡Idiota!” Ranta no le contestó. No era como él en absoluto.

Ranta nos va a dejar, pensó Haruhiro, quien lo persiguió. Moguzo fue con él. Haruhiro se detuvo por un momento, volviéndose para mirar. Yume estaba abrazando a Shihoru alrededor de los hombros. Ella lo miró y asintió, o tal vez negó con la cabeza, era difícil decirlo desde la distancia, pero se quedarían ahí un poco más, eso es lo que él pensaba que ella estaba tratando de decirle.

¿Shihoru estará bien? Ella está en shock, apuesto. Probablemente más de lo que yo lo estoy. Porque estoy bastante seguro de que Shihoru estaba enamorada de Manato.

Ranta parecía que planeaba regresar a Altana. Haruhiro estaba a punto de preguntarle a dónde iba, pero se detuvo en seco. Realmente no importaba.

Antes de llegar la Calle Jardín de Flores en el barrio norte, la campana sonó siete veces.

Ya son las 6:00 de la tarde, no es de extrañar que haya tanta gente fuera.

Ranta entró en una gran taberna. Había un cartel en el frente que la identificaba como la Taberna Sherry. Haruhiro conocía el nombre y era un lugar de reunión para soldados voluntarios, pero solo la había visto desde afuera.

Manato venía aquí para recopilar información aveces, ¿verdad? Se lo dejé todo a él. Para todo y para siempre, siempre fue Manato. No hice nada. Solo seguí a Manato, haciendo lo que me decía que hiciera.

Las lámparas que colgaban del techo iluminaban tenuemente la espaciosa taberna. La Taberna Sherry realmente era un lugar grande. Había más que solo un piso, también tenía un segundo nivel, y había un techo abierto en aproximadamente la mitad del establecimiento. No estaba lleno todavía, con menos de la mitad de las mesas ocupadas, pero, aun así, probablemente había más de 100 personas. Muchas voces se escuchaban hablar y reírse en todo momento, puntuadas ocasionalmente por gritos furiosos, y las voces enérgicas de las meseras se escuchaban por toda la habitación. Ranta encontró una mesa libre en una esquina del primer piso y se sentó. Haruhiro y Moguzo se sentaron con él. Cuando una de las chicas se acercó, Ranta inmediatamente dijo: “Tres cervezas,” ordenando para los otros dos sin preguntarles.

“…Realmente no quiero beber alcohol.”

“¿Entonces qué quieres? ¿Leche?” Ranta cruzó los brazos, pateando el suelo. “Pareces idiota. Esta es una taberna. Si vas a beber en una taberna, tiene que ser alcohólico.”

“P-Pero…” Moguzo se sentó encorvado, encogiendo su cabeza en sus hombros. “¿Deberíamos estar bebiendo en un momento como este…?”

“Idiota. Ahora es exactamente cuando debemos beber.” Ranta resopló y se frotó los ojos. “…Manato vino aquí a beber un par de veces, ¿no es así? Pero, bueno, ya sabes lo que le pasó. Entonces deberíamos beber en su lugar… No, eso no es lo que estoy pensando. No es eso, pero…”

“Sí…” Haruhiro apoyó los codos sobre la mesa, agachando la cabeza. “…Sí. Tienes razón.”

Una vez que llegó la cerveza y habían pagado a la mesera, los tres compartieron un brindis. Tal vez solo era porque estaba sediento, pero la cerveza amarga sabía muy bien. ¿Esta era la misma cerveza que Manato había bebido? ¿Le había gustado?

Probablemente debido al alcohol, el rostro de Haruhiro se puso caliente y sus pensamientos confusos. Ranta y Moguzo también tenían la cara roja. Ranta dejó caer su taza de cerveza de cerámica sobre la mesa.

“…Esto es lo peor. Lo peor, te lo digo. En serio, en serio, en serio. No puedo seguir haciendo esto. He tenido todo lo que puedo tomar. No estoy bromeando. Para empezar, no es como si estuviera haciendo esto porque quisiera. ¿Cómo se supone que debo seguir haciéndolo cuando significa tener que pasar por esto? Es lo mismo para ustedes dos, ¿verdad? Al infierno con ser un guerrero, al infierno con ser un ladrón, al infierno con ser un caballero oscuro. Al infierno… Al infierno con ser sacerdote. He terminado. Se acabó. Estoy fuera. He terminado con todo esto. ¡A partir de hoy, renuncio!”

“Si lo dejas…” Haruhiro rechinó los dientes. “…Si renuncias, ¿qué vas a hacer?”

“No voy a hacer nada. ¿A quién le importa? ¿Hay alguna regla que diga que tengo que hacer cosas? ¿Quién decidió eso? Incluso si hay una regla, no la seguiré, ¿de acuerdo?”

“No se trata de seguir una regla o no. ¡Hemos luchado para llegar hasta aquí como grupo porque no teníamos otra opción!”

“¡Ese no es mi problema!”

“¡Sí, es tu problema! ¡Piensa por un segundo!”

“No puedo pensar en estas cosas. ¡Todo es estúpido!”

“U-Um,” intervino Moguzo. “D-Deténganse, ambos, no peleen, ¿bien?”

“¡No me jodas!” Ranta empujó violentamente a Moguzo a un lado. “¡Además, incluso si continuara, ¿cómo demonios se supone que debemos hacer algo?! ¡¿Qué hacemos desde aquí?! ¡Se ha ido, ¿no lo entiendes?!”

“¡Lo sé! ¡Incluso sin que me lo digas, eso lo sé!”

“Oh, ¿lo sabes? ¡Bueno, entonces dime esto! ¡¿Cómo está, el tipo que se lastimaba y necesitaba que lo ayudaran, seguirá  adelante?! ¡¿Eh?! ¡¿Qué te parece?!”

“Eso es—”

“¡Para empezar, te lastimabas constantemente, y eso lo hacía usar demasiada magia! ¡Así es como terminaron las cosas, ¿no es así?!”

“…Ranta, ¿así es como te sentiste al respecto?”

“¡¿Me equivoco?! ¡¿He dicho algo mal aquí?!”

“No te equivocas… no, pero…”

“¡De todos modos nunca fuiste realmente útil en la batalla! ¡Siempre lastimándote fácilmente y estorbando! ¡Gracias a ti…!”

“¡Deténganse!” Rugió una voz enojada y la taberna se quedó en silencio por un momento.

¿Alguien acaba de gritar? Al parecer había sido Moguzo.

Haruhiro fue sorprendido. No podía creerlo. Las cejas de Moguzo se levantaron en exasperación. “¡No peleen en un momento como este! ¡No tenemos tiempo para pelear entre nosotros! ¡Enfríen sus cabezas!”

Haruhiro volvió a sentarse en su silla. “…Lo siento.”

“No, espera…” Ranta negó con la cabeza. “¿No eres tú el que necesita enfriar su cabeza…? Estás demasiado enojado…”
Moguzo miró a Ranta, que se encogió de hombros.

“…L-Lo siento. No volverá a suceder. En serio, en serio. Este tipo da miedo cuando lo haces enojar, ¿eh…?”

“—Pero,” dijo Moguzo, tomando un sorbo de su cerveza y luego dejando caer los hombros. “…Cuando se trata de lo que haremos a partir de ahora, honestamente… siento lo mismo, supongo.”

Haruhiro se rascó la nuca. “…Sí, lo mismo aquí, cuando se trata de eso. Por el momento, no quiero pensar en eso, o más bien, no puedo pensar en eso…”

“Déjenme decir,” dijo Ranta, poniendo su taza sobre la mesa. “No dije eso por desesperación. Estoy diciendo que, después de pensarlo, no hay manera de que podamos continuar sin él. Si cuentas la cantidad de veces que te ayudó, tienes que ver lo mismo.”

“¿Y?” Haruhiro miró de reojo a Ranta. “¿No vas a hacer nada? Eso no es posible, y lo sabes. ¿Cómo vas a ganar dinero? Cuesta dinero comer y dormir. ¿Vas a buscar otro trabajo?”

Ranta apoyó las mejillas en sus palmas, frunciendo el ceño. “…Bueno, esa es una opción, supongo.”

“Tal vez lo sería para mí, pero eres un caballero oscuro, ¿no? Incluso si quieres cambiar de trabajo, no puedes abandonar tu gremio, ¿verdad?”

“Ah…”

“¿Lo has olvidado?”

“No lo olvidé. S-Sí. ¿Y-Yo? Soy un caballero oscuro, y siempre tendré que ser un caballero oscuro, ¿no? Maldita sea… ¿Por qué tuve que ir y convertirme en un caballero oscuro…?”

Moguzo suspiró profundamente. “Otro trabajo, eh…”

“¡Oh!” Escucharon una voz familiar. Cuando miraron, vieron a un hombre que reconocieron saludándolos con la mano y acercándose. “¡Oh! ¡Oh! ¡Oh! ¡Son ustedes! ¡Olvidé tus nombres, pero, hey, ha pasado un tiempo! ¿Cómo han estado? ¿Viviendo los mejores días de sus vidas?”

“Kikkawa,” dijo Haruhiro, parpadeando.

Reconocería la cara de este sujeto hablador en cualquier parte. No hay duda al respecto. Es Kikkawa, el playboy. Pero ahora se ve totalmente diferente. Es el equipo. Lleva una armadura reforzada con placas de metal, y tiene una espada con un pomo decorativo que cuelga de su cadera. A juzgar por la forma en que está vestido, ¿se convirtió en guerrero?”

“¡Yo! ¡Yo!” Cuando Kikkawa rompió en una amplia sonrisa y se fue a chocar los cinco, Haruhiro lo hizo antes de pensar realmente en ello. Kikkawa se dejó caer entre Moguzo y Haruhiro sin dudar. “¡Cerveza! ¡Cerveza! ¡Voy a tomar una cerveza por aquí! ¡Una cerveza!” Gritó su pedido a una de las meseras. “¿Así que? Cuéntenme, cuéntenme. ¿Cómo están? ¿Cómo les va? ¿Cómo van? ¿De negocios? ¿Han estado golpeando la Vieja Ciudad de Damuro, o algo así? Escuché. Escuché. Lo escuché justo aquí, saben, de mi hombre Manato. Lo escuché. ¿Así que? ¿Así que? ¿Como va eso?”

Ha pasado un tiempo desde la última vez que lo vi, pero todavía es molesto. Demasiado molesto.

Haruhiro se sintió abrumado por él y, sin intentarlo, respondió honestamente. “…No va bien, supongo. A decir verdad, sobre Manato… Él tenía un poco de algo. No, no era poco. ¿Cómo digo esto…?”

“¡¿Qué?!” Kikkawa se levantó y gritó. “¡¿Qué?! ¡¿Qué?! ¡¿Queeeé?! ¡N-N-No me digas…! ¡¿No pudo haber conseguido… una esposa…?!”

“Por supuesto que no es eso,” lo corrigió Haruhiro, golpeando a Kikkawa en la parte posterior de la cabeza con bastante fuerza. Los ojos de Kikkawa casi se salieron de su cráneo, pero Haruhiro no se arrepintió de hacerlo en lo más mínimo.

“…No es eso,” dijo Ranta con una mirada amarga cruzando su rostro. “Se fue y murió. Ayer. Todavía ayer estaba…”

“Vaya…” Kikkawa se frotó la parte posterior de la cabeza, moviendo la mandíbula de un lado a otro. “Lo shiento, amigos. Lo siento. Como, en serio lo siento, ¿vale? No quise decir nada malo preguntando. En realidad no, ¿saben? Quiero decir, ¿quién hubiera pensado que estaba muerto? Manato siempre pareció un sujeto capaz. Aunque de una manera diferente a Renji. Pero, hombre… ¿En serio? ¿Qué le paso a manato? Hmm. Nunca se sabe cuándo sucederá, eh. Con las personas. Es lo único que no puedes predecir… Woah, ¿la estás trayendo ahora? Mi cerveza. ¡Cerveza, cerveza! Muy bien, sa… lud, de acuerdo, sí, ustedes no están de humor, ¿eh? No es un buen momento. Bueno, solo yo entonces. ¡Uf!”

Haruhiro giró su cabeza de lado a lado. Estaba intensamente cansado.

“…Te ves bien, Kikkawa. ¿Entraste en un grupo?”

“Sip. Sip. Justo después de eso. El grupo de un sujeto llamado Tokimune. Es un gran tipo. Aunque un poco estúpido. Él está aquí, ¿sabes? ¿Debo presentarte? ¿Debería?”

“…No, voy a pasar por ahora.”

“¿Lo harás? Sí, tiene sentido. Manato era tu sacerdote, ¿sí? El núcleo del equipo. Dicen que la tasa de mortalidad es bastante alta. Para los sacerdotes, eso es. Es fácil para ellos ser atacados después de todo.”

Moguzo se volvió lentamente para mirar a Kikkawa. “…¿Es así?”

“Bueno, obvio,” Kikkawa se empinó la cerveza. “¡Uf! Eh, ¿dónde estaba? Bien, bien, sacerdotes. El enemigo sabe que los sacerdotes también son sanadores. Así que, por supuesto, ellos van: ‘matemos a ese tipo primero,’ ¿verdad? Para un guerrero como yo, mi trabajo es, ¿cómo? Corro por ahí arriesgando mi cuello en la línea tratando de defender al sacerdote, ¿o algo así? Así es como va. Básicamente.”

Moguzo se agarró la cabeza. “…No pude defenderlo. Siempre me estaba ayudando.”

“No, no, nooo,” Kikkawa se puso un poco demasiado sensible con Moguzo, dándole una palmada tranquilizadora en el hombro. “Hombre, no dejes que te deprima tanto. Todos cometemos errores, ¿sabes? Usamos nuestros errores y equivocaciones para descubrir la manera correcta. Está bien, está bien. Estás bien. Estás bien.”

“…Pero,” Moguzo negó con la cabeza. “Manato-kun nunca regresará.”

“Bueno, sí,” Kikkawa levantó las manos como si se estuviera rindiendo. “Supongo que no, eh. Pero, aún así, esto es lo que pienso, solo tienes que pensar en el futuro, ¿no es así? Quiero decir, solo puedo decir eso porque nunca he perdido a un camarada, ¿sí? Pero, vamos a darle la vuelta, ¿de acuerdo? Puedo decirlo porque nunca he perdido a un camarada, o algo así. ¿Eh? ¿Es lo mismo? Bueno, de todos modos, manténganse positivos, hombre, positivos.”

Haruhiro bajó sus ojos a la mesa llena de tazas de cerámica.

Supongo que quiere decir que no debería estar mirando hacia abajo así, eh. No tengo que escuchar nada de lo que dice Kikkawa, pero, ¿qué haría Manato? ¿Qué habría dicho? Probablemente, incluso si no lo dijera directamente, intentaría crear un entorno en el que todos fuéramos más positivos por nuestra cuenta.

“Incluso si miramos hacia adelante…” Ranta se quejó. “¿Qué hay por delante para nosotros? Nuestro grupo ha perdido a su sacerdote.”

Kikkawa parecía querer decir, ¿Y qué? “¿Por qué no solo buscar uno? Un nuevo sacerdote. Ah, espera, déjame adivinar lo que quieres decir. Lo sé, estabas a punto de decir: ‘¿Algún sacerdote querría unirse a un grupo de aprendices?’ Por cierto, ya no soy un aprendiz, ¿sabes? Soy un soldado voluntario como debe ser. ¿Quieren ver la Insignia del Cuerpo que compré? ¿Ustedes sí? ¿Debo mostrarla?”

“…Realmente no me importa ver tu estúpida insignia,” dijo Haruhiro con un suspiro.

“Pero estás en lo correcto. Apuesto a que no hay sacerdotes que estén dispuestos a unirse a nuestro grupo.”

“No creo que no haya absolutamente ninguno, ¿sabes?”

“¿Eh…?”

“No lo sabrías por mi aspecto, pero tengo conexiones. Muchas. Conozco a muchos soldados voluntarios. Y, hay uno. Yo conozco uno. Un sacerdote, incluso ustedes, podría unirse a ustedes.”

Ranta se inclinó hacia adentro. “¿Q-Quién es?”

“Antes. De. Llegar. A. Eeeeso…” Kikkawa miró a cada uno de ellos a la vez. “¿Cuáles eran todos sus nombres otra vez? Lo he estado pensando y, sí, no puedo recordarlos. ¿Lo siento? ¿Podrían decirme, por favor?”