Re:Zero Ex (NL)

Volumen 3: La balada de amor del Demonio de la Espada

Capítulo 3: La Danza de la Flor de Plata de Pie/al

Parte 3

 

 

—Cada año, el Padre le da a su esposa un nuevo adorno para el cabe- llo. Y en días importantes, su esposa lleva el adorno de pelo que le consiguió ese año… Es lo único que creo que es realmente maravi- lloso.

Theresia miró a Wilhelm, sonriendo tímidamente. La sonrisa era una indicación sutil de que quería que Wilhelm aprendiera algo de lo que estaba diciendo, pero también implicaba que todo lo demás que su padre hacía no debía ser emulado.

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Dicho esto, como Veltol realmente tenía una razón perfectamente respetable para estar en la ciudad, no hubo alguna razón para impedir que fuera a recoger el regalo. Era una simple cuestión de ir al distrito occidental y recoger el artículo de un comerciante allí. Ni siquiera Vel- tol podría causar demasiados problemas para hacer eso.

—Así que dime otra vez ¿por qué tenemos que ir con él?

—No tenemos elección. Lord Veltol pidió que Lady Theresia lo acompañara. Si no aceptamos esta simple petición, podríamos termi- nar atascados con él por el resto de nuestro viaje.

—Hablas muy libremente sobre tu superior…

Wilhelm frunció el ceño mientras él y Carol caminaban por la calle principal uno al lado del otro. Esta situación era tan inusual en este viaje como lo era en cualquier otro momento.

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Pero habían terminado juntos porque padre e hija caminaban de- lante de ellos, felizmente, brazo en brazo. Esto ni siquiera fue una petición de Veltol, pero lo hizo naturalmente.

—Theresia… Por todo lo que se queja, ella es realmente la mascota de su papá.

—Detén eso. La haces sonar como un animal pequeño. De todos modos, su afecto el uno por el otro es evidente. Lady Theresia, en particular, es la manzana del Señor Veltol. De hecho, eso se convirtió en un problema una vez.

—Bueno, el resultado es claro de ver.

Se alegró de que la bendición de Theresia del segador hubiera dejado de funcionar. Si su padre hubiera perdido la vista por eso, Theresia se habría arrepentido para siempre.

Con estos sentimientos en mente, Wilhelm sintió que sus ojos se ablandaban mientras observaba a las dos personas caminando delante de él. La voz de Veltol sonaba autoritaria, si nadie más de él lo hacía, mientras que Theresia podía ir directamente de mejillas hinchadas sonriendo como una flor.

—…Te ves un poco blando para ser el Demonio de la Espada.

—Hay momentos en que no necesito ser el Demonio de la Espada. Y de todos modos, nunca pensé que vería a Theresia y a su padre teniendo una conversación real.

—Tú… podrías tener razón al respecto.

A pesar de su tendencia habitual de discutir, hoy, por una vez, Carol estuvo de acuerdo con Wilhelm. En cualquier caso, la conexión fami- liar entre Theresia y Veltol parecía haber sido restaurada. O tal vez nunca se había roto.

Sin más necesidad de vigilar a su esposa y a su padre, Wilhelm puso una mirada de interés alrededor de la ciudad con todas las vistas inusuales que ofrecía. Al principio, parecía mucho el distrito comercial de la capital, pero estaba mucho más ocupado, ya que la vida comercial de la capital había sido sofocada por la guerra civil.

Tiendas y puestos bordeaban la calle, y las múltiples voces eran evi- dencia del vigor abrumador y la vida del lugar.

El agotamiento de la guerra no parecía haber tocado esta ciudad.

—Muy ruidoso— comentó Wilhelm.

—¿No es de tu agrado? —Carol respondió seriamente—. A pesar de todo, este es un ejemplo concreto de lo que Lady Theresia luchó para proteger.

Lo que dijo fue verdad. Si la brutal Guerra Semihumana hubiera llegado a este lugar, ¿quién sabía lo que podría haber sido de esta vi- vacidad?

—Ella siempre se culpa a sí misma— dijo Wilhelm.

—Para ella, las miradas de los difuntos sin voz son mucho más pe- sadas que el sonido de los que fueron salvados. Odio decirlo, pero… eres el único que puede aliviar ese dolor.

—…


—Puedo ver eso con demasiada claridad ahora. Este viaje es algo así como una línea en la arena para mí, también.

—¿Qué tipo de línea?

—…Cuando volvamos a la capital, ya verás— Carol no se encon- traría con sus ojos, su rostro seguía siendo su habitual máscara impe- netrable. Ella mantuvo una armadura que le ocultó sus emociones, sin importar como pudiera buscarlas.

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—Cuando volvamos a la capital, ya verás— Ella era testaruda, pero él le creyó. Wilhelm tenía fe en ella.

La fiesta pasó la mayor parte de una hora caminando, a pesar de la conversación inusual.

Veltol finalmente se detuvo en una tienda justo dentro de la entrada del distrito occidental.

—Aquí es donde lo pedí.

Wilhelm levantó la vista, tomando en cuenta el lugar. Era relativa- mente grande y manejaba todo, desde textiles hasta productos alimen- ticios. Carol le había dicho que, en Pictat, la variedad de artículos que un establecimiento podía vender era una medida rápida de su estado. Se siguió que esta tienda sería prominente incluso en la capital.

—Productos Swain…

—Una casa mercante muy inteligente —dijo Veltol—. Los encontré por primera vez hace años, cuando vine aquí para hablar de negocios. Desde entonces, siempre los he consultado a la hora de elegir regalos para Tishua.

—He oído hablar de ellos, pero nunca he estado aquí— dijo The- resia.

—¿Siempre vienes aquí, Padre?

Veltol respondió sin ningún indicio de vergüenza.

—Un hombre debe elegir los regalos por sí mismo. Es una de las mejores maneras de mostrar cuanto quieres a una persona.

Theresia parecía sorprendida por un momento, luego rápidamente miró el suelo como si se avergonzara de sí misma. La vista de su padre con orgullo dando su amor por su esposa una forma concreta fue sor- prendente. Pensó que tal vez la relación entre Veltol y Tishua era algo diferente de lo que siempre había creído.

Bastante ajeno a la forma en que su hija, ahora esposa, lo estaba observando, Veltol habló con un joven miembro del personal que es- taba fuera de la tienda.

—¿Está Yactol Swain? Es Veltol Astrea. tengo una cita.

En respuesta a la aparición de este cliente familiar, el miembro del personal dijo:

—Un momento, por favor, señor— Y se apresuró a entrar en la tienda.

Mientras esperaban, Veltol se volvió hacia Wilhelm.

—Tengo que disculparme, joven Wilhelm —dijo—, pero estoy a punto de elegir un regalo para mi esposa… Tal vez pueda pedirte a ti y a Carol que esperen aquí. No es que esté avergonzado, no te preo- cupes.

Wilhelm levantó una ceja.

—No me importa —dijo—, pero ¿qué pasa con Theresia?

—Me gustaría que eligiera el adorno para el cabello conmigo. Por favor, permítame esta petición.

Wilhelm sintió que esto no era del todo justo con el anuncio previo de Veltol de que un hombre debía elegir sus propios regalos.

—¡Eso está bien para mí! —Theresia dijo— Escucha, Wilhelm, sólo pasa un poco de tiempo con Carol. Quiero decir, esta será probable- mente la última oportunidad que puedas de caminar con una chica que no sea yo…

—Esa no es una oportunidad que necesito o quiero.

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—¡Oh, cállate y ven conmigo! ¡Señora Theresia, Señor Veltol! Los veremos en un rato. Nos encontraremos en esta tienda, ¡más tarde!

Luego Carol arrastró a Wilhelm mientras el empezó patear y gritar. Él quería resistirse, pero dejo de hacerlo cuando vio a Theresia sonreír y saludarlo.

Bien, entonces. Consideraría esta la última petición obstinante del padre de su novia y lo dejaría ir.

—En serio, sin embargo, esta es la última vez…

—Cada vez que te encuentras con Lord Veltol, tienes que jugar con él… diciéndote todo el tiempo que esta es la última vez. Recuérdalo bien.

No era una lección que Wilhelm quería aprender, pero dejó que Ca- rol lo arrastrara lejos de la tienda de la misma manera.

Observó una última vez hacia la tienda donde estaba Theresia y Vel- tol. Theresia siguió saludando hasta que se salió de la vista.

Wilhelm lamentaría su despedida en este lugar durante mucho tiempo.

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***

 

 

Carol tomó al Wilhelm con una cara de piedra por el brazo y lo arras- tró a la multitud de personas.

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—Theresia, ¿cómo ha sido el viaje de tan lejos? —Veltol preguntó, como si hubiera estado esperando este momento.

Theresia le golpeó un dedo en los labios.

—Ha sido muy divertido.

Como imaginé… o tal vez incluso mejor.

—Un viaje de más de un mes puede permitirte ver cosas que no ves en la vida cotidiana. El joven Wilhelm puede comportarse en casa, pero ¿cómo ha estado en este viaje? No ha mirado a las chicas en los lugares que has visitado, o ha sido condescendiente con el personal de la tienda, o ha tratado de hacerte salir de un lugar cuando te estás di- virtiendo, o…

—Está bien, padre.

—…

—Padre— La voz de Theresia era suave. Sus ojos eran tan azules como un lago claro, y Veltol se quedó en silencio, como si supiera que ahora era el momento de dejar de hablar.

No se apresuró a entender una situación, ni a intuir nada, ni a adivi- nar como se sentía la gente, pero Veltol era sin embargo el padre de su hija. Los sentimientos de su hija, al menos, él lo entendió.

—Tienes razón. He visto muchos lados de Wilhelm que normal- mente no veo. No tienes que preocuparte de que mire a otras mujeres o actúe aburrido en un lugar que no le interesa, aunque el hecho de que no pueda expresarse o ser muy amable… Bueno, me gustaría tra-bajar en eso.

Theresia se río mientras doblaba los dedos, contando los recuerdos que habían hecho en estas vacaciones.

—Pero he visto una buena parte de él que normalmente no lo haría, y me ha hecho amarlo más que nunca. Me alegro de que fuera él. Puedo aceptarlo todo porque fue él.

—…

—Padre, estoy enamorada, amo a Wilhelm. Todo sobre él hace que mi corazón estalle de alegría. Estoy realmente feliz. Así que…

Murmuró, mirando a su padre silencioso y tenso.

—gracias por estar tan preocupada por mí toda mi vida.

Sonriendo, Theresia le dijo esta gran bendición que había encon- trado, con toda la gratitud y el amor que podía reunir.

Veltol se tragó un respiro para ver a su amada hija así. Luego le puso una mano en la boca y le dijo:

—Si realmente eres feliz, entonces…, eso por sí solo es suficiente para mí.

—Sí.

—Eres el hijo de Tishua y yo. La hermana del Támesis, Carlan y

Cajiress. Tengo la responsabilidad de que seas feliz. ¿Puedes…?

—Sí.

—¿Puede hacer eso…?

—Sí —respondió Theresia después de un latido, respondiendo a la pregunta temblorosa de su padre con amor y sólo amor.

Finalmente, la presa de las emociones de Veltol se rompió. Movió su mano de su boca a sus ojos y comenzó a llorar grandes lágrimas gordas.

Un hombre de mediana edad de pie y llorando justo en medio de una calle tan bien transitada estaba destinado a atraer un poco de aten- ción. Theresia, sin embargo, no sintió ninguna vergüenza, pero se acercó a su padre, ofreciéndole suavemente un pañuelo.

—Si eres feliz, eso es todo lo que importa. Me alegro de que este viaje lo haya dejado claro. ¡Snorf!


—Por supuesto, padre. Gracias— Theresia asintió profundamente, ignorando el sonido de su padre soplando su nariz.

La gente a su alrededor, cuando vieron que Veltol había terminado de llorar, pronto perdió interés. Theresia sonrió irónicamente por ha- berse convertido, por un momento, en una atracción turística en esta ciudad de atracciones turísticas, y luego volvió a la tienda.

—Oh, lamento haberte hecho esperar. Eres de esta tienda, ¿verdad?

—¿Eh? Oh, ahem, sí. Soy Yactol Swain, el portavoz de este comer- ciante. Es un placer para mí para conocerlo.

El orador se inclinó ante Theresia. Era un hombre con la cara es- trecha y el pelo gris, y parecía un poco mayor que ella. El hecho de que él dirigía una tienda a su edad la sorprendió. Así como el hecho de que él era evidentemente cercano con su padre.

—Yactol —dijo Veltol—. Siento que tuvieras que verme así.

—En absoluto, señor, usted no tiene nada de lo que avergonzarse. Les aseguro que soy muy consciente de como los ojos pueden resurgir en una conversación emocional entre padre e hijo —Tomó un res- piro

—. Si acaso, soy yo quien tiene motivos para arrepentirme— El joven Yactol se inclinó de nuevo.

—¿Lamentar? —Theresia preguntó con incertidumbre. La respuesta, sin embargo, pronto se reveló en la carne.

—Pasas demasiado tiempo en charlas vanas. Insisto en que mi pre- cioso tiempo no se desperdicie con tontos.

Una voz vino de dentro de la tienda, llamando la atención de The- resia. Abajo un pasillo entre los estantes era una puerta que conduce a la parte más interna de la tienda, y el altavoz estaba justo enfrente de ella.





Era delgado con rasgos inusualmente nobles. Tal vez alrededor de treinta años con el pelo púrpura rico y profundo. Su ropa y su carruaje lo marcaron inmediatamente como una persona de estatus, pero no una de este reino.

—¡L-Lord Stride! —Yactol exclamó.

—Señor, debo pedirle que es-pere dentro…

—Tonto y aburrido. ¿Por qué mis acciones deberían estar limitadas de alguna manera por un comerciante despreciable como tú? Si no puedes controlar tu impertinencia, entonces tu única característica re- dentora, tu ojo exigente, no será nada.

El hombre llamado Stride volvió un ojo farsante en Yactol. No es- taba hablando con Theresia, sin embargo, ella sintió un escalofrío co- rrer por su columna vertebral de la misma manera.

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Ella entendió: No había mentira en las palabras de Stride. Esto no fue una mera intimidación. Si a este hombre no le gustara alguien, no sentiría remordimiento en arrancar un ojo o dos.

Veltol dio un paso adelante para hablar por el paralizado Yactol.

Re Zero Ex Volumen 3 Capítulo 3 Parte 3 Novela Ligera

 

—…No puedo decir que sea una actitud muy caballerosa. ¿Qué es lo que quieres aquí?

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