Honzuki no Gekokujō (NL)

Volumen 1: La Hija De Un Soldado I

Prólogo: Urano Motosu

A Urano Motosu le encantaban los libros. Psicología, religión, historia, geografía, educación, antropología, matemáticas, física, geología, química, biología, arte, lenguaje, ficción… Los libros estaban llenos del conocimiento de toda la humanidad y ella los amaba desde el fondo de su corazón.

Se sentía recompensada cada vez que leía un libro lleno de hechos y trivialidades nuevas para ella. Mirar mundos desconocidos para ella a través de mapas y antologías de imágenes le hacía sentir la embriagadora felicidad de su mundo expandiéndose. Incluso estaba interesada en viejos cuentos y mitos de países extranjeros, ya que sentía que le daban un vistazo a diferentes culturas de épocas pasadas.

Eran ricos en historia y ella no podía contar cuántas horas había perdido para desentrañar sus misterios.

A Urano le encantaba el aroma distintivo de los libros viejos guardados en el almacén de una biblioteca, e incluso el aire polvoriento la seducía tanto que siempre se dirigía directamente a las habitaciones de atrás de las bibliotecas que visitaba. Lentamente llenaría sus pulmones con el viejo olor a humedad y miraría por encima de los libros envejecidos, sintiéndose exaltada solo por eso. Por supuesto, ella también amaba el olor del papel nuevo y la tinta. Se divertía solo preguntándose qué se escribiría en esas páginas, qué información nueva la esperaba.

Por encima de todo, Urano simplemente no se sentía bien cuando sus ojos no estaban escaneando las líneas de un libro. Para sobrevivir, ella siempre tenía un libro a mano, ya sea que estuviera tomando un baño, usando el baño o simplemente caminando. Había vivido de esta manera desde su infancia hasta su graduación universitaria, aferrándose a los libros con tanto fervor que todos los que conocían a Urano la llamaban “esa extraña ratón de biblioteca”. Ellos decían que le encantaban los libros y que estaba dañando su vida.

Pero a Urano no le importaba, no importaba lo que dijeran. Ella tenía libros, y eso era suficiente para hacerla feliz.

Un camión grande pasó frente a Urano, escupiendo el olor del escape detrás de él. El viento cálido pasó junto a ella, susurrando su flequillo. Pero ella no les prestó atención. Todo lo que le importaba era apresurar las páginas de su libro antes de que dieran la vuelta y ella perdiera su lugar.

—Urano, vamos, eso es peligroso. Quédate cerca de mí.

—Mmm…

Urano se levantó las gafas y respondió perezosamente, concentrándose más en las palabras que tenía delante. Se dio cuenta de que su pelo crujiente se estaba interponiendo en el camino y rápidamente lo apartó. Un suspiro de exasperación se deslizó en sus oídos y sintió que alguien tiraba de su brazo, un poco fuerte. Sus cejas se fruncieron.

—Shuu, eso duele.

—Quéjate todo lo que quieras. Algo de dolor es mucho mejor que ser golpeado por un camión y morir. ¿sí?

—Es verdad. No me gustaría morir por nada que no sea una avalancha de libros.

Urano quería vivir toda su vida rodeada de libros. De ser posible, quería pasar toda su vida dentro de un almacén de libros, donde no hay sol que dañe las páginas, sino el flujo de aire suficiente para mantener las cosas cómodas.

El tiempo no dedicado a leer libros era una pérdida de tiempo.

Incluso si la gente decía que su piel estaba pálida y deslucida o se riera de ella por ser débil debido a la falta de ejercicio, incluso si su madre le gritara por olvidarse de comer, no tenía intención de volver a dejar ir de sus libros.

Si tuviera que morir de alguna manera, también podría morir aplastada por una avalancha de libros. Eso la haría mucho más feliz que una muerte lenta en la cama de un hospital. Urano lo creía sinceramente.

—Siempre te digo que no leas mientras caminas. Si no estuviera aquí, definitivamente habrías caminado directamente hacia la carretera y morirías en un instante. ¿Qué tal un poco de agradecimiento?

—Pero lo digo todo el tiempo. Estoy muy, muy agradecida.

—Eso no me suena muy sincero.

—Yo soy yo soy. Es gracias a ti que puedo leer libros mientras hago tareas, Shuu. Pero incluso si muero, le pediría a un dios que me reencarne para poder seguir leyendo libros en mi próxima vida. ¿No es eso inteligente? Ahaha.

—La vida no es tan conveniente, idiota.

Su conversación continuó hasta que llegaron a la casa de Urano. Shuu entró con ella en lugar de ir a su propia casa de al lado. Como eran amigos de la infancia y asistían a la misma guardería, habían sido criados como hermanos prácticamente desde su nacimiento. Siempre se refirió al lugar de Urano como su hogar, y nadie cuestionó eso.

—Mamá, esto es lo que querías. Estaré en la sala de libros. Llámame cuando la cena esté lista.

—Bien, bien. ¿Qué hay de ti, Shuu? ¿Está tu madre planeando hacer algo?

—No, estaré comiendo aquí esta noche. Ella tiene trabajo, Urano, estoy tomando prestado tu televisor para jugar algunos juegos.

—Uh, huh, adelante.

Urano levantó la voz para que Shuu pudiera escucharla mientras se dirigía directamente a la sala de almacenamiento de libros que había dejado su padre, quien había muerto cuando era joven. Abrió la puerta y encendió las luces.

La sala de libros tenía una ventana para fines de ventilación, pero estaba cubierta con una gruesa cortina que bloquea la luz para proteger los libros de la luz solar. Había libreros llenos de libros por todos lados y un escritorio con una enorme pila de libros encima, ya que Urano había comprado tantos libros nuevos que los estantes no podían contenerlos todos.

Urano se sentó suavemente en la silla del escritorio sin levantar la vista de su libro y siguió leyendo. De repente, su visión se sacudió. Llegó a la conclusión de que estaba ocurriendo un terremoto y siguió leyendo como siempre. El temblor fue más fuerte de lo normal, lo que le dificultó la lectura.

Frunció el ceño y miró hacia arriba, frustrada por el terremoto, solo para ver los libros que dominaban su visión.

—¡¿Hyaaah?!

Los libros cayeron de un estante inclinado, cayeron sobre ella. Incapaz de esquivarlos, Urano solo pudo ver con los ojos bien abiertos mientras quedaba enterrada debajo de ellos.