Tensei Shitara Slime Datta Ken (NL)

Volumen 2

Capitulo 5: El gran Enfrentamiento

Parte 6

 

 

Toda el área estaba ahora tranquila, despojada de los sonidos de guerra que reinaban en ella hace un momento. Esto era Hellflare [Flama Infernal], un ataque incendiario que dominaba como nada antes o después.

En su evolución, Benimaru había obtenido las habilidades extras Control de Flamas, Flama Oscura y Barrera a Distancia. La combinación de aquellas con sus propias habilidades místicas llevó a esta creación, una habilidad original exclusiva de él.

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En unos pocos segundos, la cúpula desapareció, dejando solo la tierra chamuscada. El agua del pantano en el área afectada se había vaporizado, la misma tierra debajo de ella se convirtió en vidrio por el calor. La transformación fue radical, y los varios miles de orcos que habían estado bajo ese domo ahora eran cosa del pasado, sin saber nunca qué los había golpeado.

Y todo sucedió a un minuto del primer destello de la llama de la mano de Benimaru.

Esta era la respuesta que Benimaru tenía para esta guerra. La evolución lo había convertido en un aterrador demonio, uno cuyos ataques de área de efecto ahora podían eliminar regiones enteras a la vez. Él sonrió malvadamente.

“¡Abran el camino, cerdos!” advirtió, una vez más. Ahora estos orcos conocían el miedo. La habilidad única Hambriento los inoculaba hasta cierto punto, pero el golpe táctico de Benimaru fue más que suficiente para avivar el miedo en los pozos más profundos de sus estómagos.

Este era un ataque que nunca podrían soportar, sin importar lo que hicieran. Estaba en un nivel que nunca antes habían experimentado. Magia, ellos tenían contramedidas, pero ni siquiera los generales orcos, equipados con armaduras anti-magia de placa completa, podían sobrevivir a la incineración. Las resistencias innatas al fuego en los orcos, eran inútiles y tenían razón—su común y corriente inmunidad mágica no funcionaría aquí. Este ataque era un arma antipersonal temible, igual a un conjuro prohibido de alto nivel.

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No había nada que las víctimas pudieran haber hecho. Y ni siquiera quedaron sus cenizas, robando a los sobrevivientes la capacidad de consumir los cadáveres y fortalecerse. Ningún soldado orco podía manejar a un demonio de alto nivel, y su debut causó temor en sus corazones.

En pánico, empezaron a correr, totalmente fuera de control. Nada podría hacerlos volver a sus sentidos ahora; lo único en sus mentes era correr, rápidamente, a cualquier lugar lejos de allí.

Y fue ese disparo de apertura lo que señaló a Rimuru y sus fuerzas que era hora de unirse a la refriega.

Lanzando un vistazo al caos que acababa de desatar, Benimaru comenzó a avanzar. Él estaba perfectamente casual, como si diera un paseo por el parque, y los otros dos con él estaban igual. No quedaba nadie para desafiarlos, y ahora podían ver al ejército que se enfrentaba a Ranga y sus camaradas.

Los soldados orcos, para ellos, ya no eran un obstáculo.

***

 

 

Justo cuando había llegado a un acuerdo con su muerte, Gabiru se encontró a sí mismo salvado. Se dio la vuelta, con la intención de ofrecer una palabra de agradecimiento. Estas figuras parecían familiares, pero el recuerdo tardó un momento en volver a su cerebro.

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¡Ah! ¡Sí! ¡El gobernante de esa aldea que domesticó a los lobos terribles!

La expresión tonta de Gobta coincidía con el recuerdo de Gabiru del noble hobgoblin que lo había derrotado en batalla.





“¡Ahh!” él no pudo evitar dejarlo escapar.

“¡Tú! Tú eres el maestro de esa aldea, ¿no? ¿Has venido para apoyarnos?”

Gabiru lo había rechazado antes como un cobarde maquinador, pero ahora que sus refuerzos estaban aquí, pensó que había tenido la impresión equivocada todo el tiempo. Gobta, por su parte, no estaba seguro de cómo responder. ¿De qué está hablando? pensó, estupefacto. Este hombre lagarto tenía tan poco sentido para él que decidió no honrar su locura con una respuesta.

Este regalo completamente inesperado le permitió a Gabiru un momento para examinar sus alrededores nuevamente. Hubo una gran conmoción desde lejos, que indicaba que algo más estaba sucediendo.

Probablemente tuvo algo que ver con ese rumor de antes, imaginó Gabiru. Pero Gobta sabía lo que realmente era—una señal de Benimaru de que los Kijin estaban en escena.

“¡Oops! Supongo que estamos empezando. Ummm, eres Gabiru, ¿verdad? ¡Reúne a tus aliados y regresa a la formación defensiva!”

“Mm. Sí. Lo sé”.

Cada uno no tenía idea de lo que el otro estaba hablando, pero todavía tenían la capacidad mental de unirse hacia un objetivo común. Ambos se apresuraron, ambos con una nueva responsabilidad que manejar.

***

 

 

Fuera del alcance de la atención de Gobta y Gabiru, Ranga estaba evaluando al general orco.

“¿Quieres meterte en mi camino?” dijo el luchador, apuntando directamente al lobo, un poco desconcertado por estos nuevos eventos, pero todavía en control de su ingenio.

“¿Quién eres tú?”

Estos lobos eran una preocupación para él, ciertamente. El general orco tenía la sensación de que el bajo retumbar de antes era un signo de un peligro aún más claro, pero no podía simplemente dejar a los lobos sin ser desafiados.

“Soy Ranga”, fue la respuesta baja y medio gruñida,

“¡el fiel sirviente de Rimuru-sama!” Los dos se miraron el uno al otro.

“¿Rimuru, dices? Nunca he escuchado ese nombre, pero si este Rimuru busca desafiarnos, lo destruiremos”.

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Ahora el general orco no tenía ningún interés en Ranga. Si no estaba alineado con un rey demonio o un demonio de alto nivel con un nombre con el que él estuviera familiarizado, se sentía libre de matarlo sin arrepentimiento. Ese estruendoso rugido de repente parecía mucho más importante para investigar.

Él distraídamente empujó su lanza hacia adelante, intentando ensartar a Ranga y terminar esto rápidamente. Ranga retrocedió sin esfuerzo, esquivando el ataque.

“¡Perrito astuto!”

Ahora el general orco le dio a Ranga una mirada más cercana. Entonces notó—este no era un lobo normal en absoluto. ¿Qué? Vamos. Es solo una simple bestia mágica… ¿Por qué estoy dejando que me preocupe tanto…? Asumió que su repentina inquietud era sólo su mente jugándole trucos.

“¡Cómo se atreve un inferior animal a mostrarme sus colmillos!” gritó, dando órdenes a su equipo de élites. Los caballeros orcos se desplegaron, rodeando a Ranga en una maniobra perfectamente sincronizada. Siguiendo las instrucciones de su general, enfocaron cada una de sus lanzas en el lobo. No tiene sentido desafiar a un animal en un duelo uno a uno, pensó.

Ranga se rio entre dientes. No había sentido este confort en años, capaz de liberar sus instintos completos como un depredador apex1.

Con un aullido tan largo y fuerte como pudo reunir, desató su aura. Después de pasar tanto tiempo a la sombra de Rimuru, él había estado muy expuesto al aura de su amado maestro y la usaba para imaginarse a sí mismo como la bestia mágica que era. Algo lo llevó a perseguir esta forma de sí mismo, y ahora Ranga se dio cuenta de que era hora de que sus instintos despertaran.

Él podía sentir el poder surgiendo dentro de sí. Sus músculos crecieron, impulsándolo a su forma completa, de casi seis metros de altura. Sus garras se realzaron, sus colmillos se transformaron como dagas de acero, pero lo que más sobresalía, eran los dos cuernos que ahora crecían en su frente.

Esta era la forma de su maestro, la que vio en el pasado. El Tempest Starwolf. Y ahora él había evolucionado en ella.

El aullido hizo que los soldados orcos se estremecieran, pero no sentían miedo por ello. Su general orco estaba justo a su lado, y la habilidad Hambriento había apaciguado sus corazones. Ranga les dio un resoplido desinteresado mientras miraba a su líder. Esto no era una amenaza para él ahora. Podía sentir su verdadera fuerza, y era hora de mostrarla.

Sintiendo el flujo de poder, enfocó su magia en sus cuernos. El general orco se dio cuenta de esta transformación de alto nivel, y él sabía el peligro involucrado. Rápidamente ordenó a sus soldados que se dispersaran, pero lo hizo demasiado tarde.

Un destello de luz corrió por sus filas. Entonces llegó el sonido—la estampida de truenos mientras columnas de electricidad se disparaban desde el suelo hasta los cielos, acompañados por un pequeño ejército de tornados.


Ranga había obtenido la habilidad Relámpago Oscuro—y aunque no podía controlar directamente los relámpagos de la misma forma que Rimuru, sus dos cuernos le permitían definir su alcance y poder. Y tenía algo más—la habilidad extra Control de Viento. Esto era, de alguna manera, una versión inferior de la habilidad Control de Partículas que Rimuru había adquirido. Ésta le permitía a Ranga aumentar y disminuir la presión atmosférica local para generar ráfagas de viento, y combinarla con Relámpago Oscuro proporcionaba un golpe mortal doble

Ranga sabía eso—sus instintos se lo decían—y lo usó contra sus enemigos sin dudarlo un momento. Control de Viento era suyo ahora, y lo usó para generar una asombrosa diferencia de presión en el aire de arriba. Esta era el área en la que usaba Relámpago Oscuro, y los rayos de electricidad resultantes llenaban el área exacta que quería. El resultado era un torbellino retorciéndose de corrientes de aire ascendentes y descendentes, que eventualmente se reunieron en un solo vórtice masivo.

Esto convocó a varios tornados grandes, emanando electricidad mientras corrían por el campo de batalla como una gran tormenta de muerte. El general orco se convirtió instantáneamente en una pila de carbón, y sus soldados cercanos fueron rápidamente aplastados por la tormenta y los rayos.

Una vez que los tornados dejaron la escena, no había más orcos cerca. La habilidad de ataque de amplio rango de Ranga—DeathStorm*—tuvo su primer impacto en el mundo. [Tormenta Mortal]

 Ranga observó con satisfacción cómo sus tornados asaltaban la tierra. No había afectado a ninguno de los hombres lagarto, e incluso con el máximo alcance y fuerza, no hicieron nada para herirlos. Vació sus reservas mágicas, por supuesto, pero no lo suficiente como para dejarlo inmóvil.

Agitó su cola, dándose cuenta de que había funcionado perfectamente. Soltó otro largo y feliz aullido, más que suficiente para aterrorizar a los orcos que observaban desde lejos. Ranga los vio huir en pánico, sentándose mientras silenciosamente recargaba su magia. La batalla aún no había terminado. Él tendría más oportunidades de contribuir. No había necesidad de apresurar las cosas.

Gobta también parecía estar bien. La fuerza de los hombres lagarto estaba empezando a reunirse de nuevo bajo el mando vigilante de Gabiru. Los jinetes goblin se habían unido a Gobta, y juntos estaban acabando a los orcos que habían atormentado tanto a los hombres lagarto y goblins no hacía mucho tiempo. No pasaría mucho tiempo antes de que los hombres de Gabiru volvieran a ser una fuerza coordinada.

Y ahora—podían ver a Benimaru y sus amigos, caminando desde muy lejos. Ranga asintió para sí mismo. La victoria parecía asegurada ahora.

***

 

 

Gelmud estaba mirando en su bola de cristal. Y no le gustaba lo que veía.

“¡Malditos sean esos bastardos sin valor!”

En un ataque de ira, lanzó el orbe contra el suelo, rompiéndolo en un millón de pedazos. Este había estado mostrando los procedimientos en el bosque desde los ojos de un general orco—Gelmud había elegido ese punto de vista para comprender lo que él esperaba que fuera la realización máxima de todas sus ambiciones. Pero ahora, la última de sus bolas de cristal intactas era de un oscuro tono negro. Los tres soldados a los que había confiado orbes habían muerto en combate.

Gelmud había estado impulsando los preparativos para la próxima ceremonia durante los últimos tres años. Una ceremonia para marcar el nacimiento de un nuevo rey demonio.

Todo se había dejado en manos de Gelmud para arreglarlo, y la tarea lo llenaba de alegría. Si todo saliera bien, él crearía un rey demonio que escucharía sus órdenes. Era un capricho demasiado tentador como para ignorarlo.

Los reyes demonios del mundo habían forjado un pacto entre ellos que mantenía al Gran Bosque de Jura como intocable, no perteneciendo a ningún dominio. Sin embargo, eso era solo una formalidad, y las intervenciones a pequeña escala en el bosque ocurrían a diario. El propio Gelmud tenía varias operaciones diferentes en curso debajo de la superficie.

Lo que él estaba haciendo era plantar las semillas del conflicto a través del bosque.

Gelmud estaba dando nombres a los más poderosos entre cada raza que habitaba en el bosque. Nombrar una criatura consumía una gran cantidad de energía mágica, agotando sus poderes durante meses cada vez. Era un juego peligroso, pero el “nombrado” trataba a Gelmud como a un padre y escuchaba todo lo que él les decía.

Lenta y cuidadosamente, él había estado construyendo un pequeño grupo de protegidos para manipularlos en todo el bosque. Algunos habían sido arrancados del suelo antes de que pudieran brotar completamente, pero otros habían florecido completamente. Algunos eran goblins, otros hombres lagarto—y también había otras razas involucradas, todos participando en la guerra como monstruos nombrados. Estaba envenenando el pozo para eliminar a los débiles de la manada—poderosos contra poderosos, los sobrevivientes estaban destinados a convertirse en un rey demonio.

El plan de Gelmud había ido sin problemas.

Estas grandes guerras entre razas enteras no deberían haber ocurrido hasta tres siglos después de la desaparición de Veldora. Ya sea que estuviera sellado o no, desencadenar una guerra mientras Veldora aún estaba vivo era jugar con fuego. Podrían romper el sello en sí, de hecho.

Así que tomó su tiempo, reuniendo más peones bajo su control y ajustando el equilibrio de poder entre las razas. Y ahora que Veldora había desaparecido mucho antes de lo que había previsto, todo estaba empezando a desmoronarse.


Pero la suerte no había huido del lado de Gelmud todavía. Un Orc Lord nació—y aunque no había esperado eso, lo llevó con éxito a su lado. Era la carta triunfal de Gelmud, y ahora que los planes iban bien, Gelmud no tuvo más remedio que probarlo. Sería mejor dejar que las cosas funcionen naturalmente con un plan como este, pero como él lo veía, no tenía otra opción. Era un poco como arreglar todo el torneo, lo sabía, pero decidió que el Orc Lord sería el próximo rey demonio, sin importar qué.

La falta de tiempo lo había obligado a acelerar un poco el plan, y Gelmud aún no tenía la fuerza suficiente para someter a las razas de alto nivel del bosque a su mandato. También había querido sembrar algunas semillas entre los ogros y los Ents, pero esta vez, había sido imposible.

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Para ser exactos, los ogros rechazaron la oferta de nombramiento. Intentó negociar con ellos, pero se negaron rotundamente. Como una raza guerrera, los ogros se mostraron reacios a cambiar rápidamente de lealtad. Eran de alto nivel, sí, pero Gelmud concluyó que no podían ser controlados.

La experiencia lo irritó tanto que decidió que el Orc Lord atacara primero a los ogros. La forma en que se desplazaron fácilmente sobre el hogar de los ogros le aseguró a Gelmud que estaba en el camino correcto. Había enviado a un empleado demonio para controlar las cosas, pero terminó siendo innecesario. El Orc Lord crecía constantemente, e incluso sus subordinados ahora estaban llegando a rango A. Haciendo que Gelmud descansara mucho más tranquilo por la noche.

Acabar a esos molestos ogros primero eliminó la última semilla de ansiedad para él. Las amenazas eran inofensivas siempre que sus tierras no estuvieran directamente amenazadas. Él podía tomarse su tiempo aplastándolos. Todo estaba procediendo según lo planeado.

Una vez había temido a los reyes demonios que gobernaban sobre él, pero ahora, era el turno de Gelmud de atar las cuerdas. No pasaría mucho tiempo ahora—y cuando terminara con la destrucción de los hombres lagarto, todo lo que le quedaba por hacer frente era a esos estúpidos y débiles goblins. Y una vez que el Orc Lord tuviera el control supremo sobre el bosque, Gelmud pretendía que siguiera y destruyera una ciudad humana.

Sería su declaración al mundo de que un nuevo “rey demonio” había nacido, y esa declaración sería apoyada por hechos una vez que él borrara las dríades y Ents del bosque.

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Pronto, muy pronto, Gelmud tendría un rey demonio obedeciendo sus órdenes, como una marioneta. Tomaría el lugar que le corresponde como uno de los gobernantes más poderosos del mundo. Podía verlo todo tan claramente en su mente, pero ahora…

No se había molestado en renovar los contratos con las personas que gastaba una fortuna al contratar.

El maestro de Gelmud fue quien le presentó a la Tropa de Arlequines Moderados. Eran una pequeña banda espeluznante, y mientras le ofrecían una gran cantidad de poderosos demonios, el plan iba tan bien que no había mucho trabajo que él pudiera ofrecer—no sin revelar su plan al 100 %, lo cual quería evitar.

Le habían advertido que se ocupara de sus asuntos en torno a las dríades. Por eso dedicó tanto esfuerzo a construir un arsenal de armaduras y equipos resistentes a la magia. Problema resuelto, en lo que respecta a Gelmud.

El ejército del Orc Lord había conquistado la mayor parte del bosque. Un paso más, y todo sería suyo. Pero ahora…

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Justo cuando el Orc Lord estaba a punto de disfrutar su nueva vida como un rey demonio, una presencia inesperada había arrojado una llave en los engranajes.

De repente, uno de los orbes de cristal se volvió negro. Uno de los cinco generales orcos, los comandantes que respondían directamente al Orc Lord, había sido asesinado. Gelmud se confundió, luego se asustó. Se dio cuenta de que, si las cosas iban mal, no solo no habría lugar en la mesa entre las élites del mundo para él—sino que su maestro podría decidir que ya no valía la pena tenerlo a su alrededor.

La realización le llegó aproximadamente al mismo tiempo que su tercera bola de cristal se quedó en silencio. Toda esperanza parecía perdida por sus ambiciones—y para sí mismo.

Gelmud voló afuera, lanzando un hechizo de vuelo para impulsarlo hacia adelante.

No había tiempo para molestarse en formular un plan ahora. Tenía que llegar a los pantanos, y necesitaba ser rápido.

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