Tensei Shitara Slime Datta Ken (NL)

Volumen 2

Capitulo 4: Desacoplando Engranajes

Parte 4

Él había conectado los cristales a tres de los generales orcos que encontraba más fáciles de controlar, y ahora los estaba usando para robar miradas de la batalla actual. No era algo que disfrutara. Era su trabajo, parte de los deberes que su cliente le había asignado. Pero Laplace todavía se estaba tomando plena ventaja, aparentemente lo estaba pasando de maravilla mientras miraba en cada orbe en sucesión.

La guerra se estaba desarrollando tal como él quería—tal como había sido planeado que sucediera.

“¡Bien! Eso debería complacer al jefe”, dijo a nadie en particular.

Pero algo fue diferente esta vez. Realmente obtuvo una respuesta.

“Parece que estás disfrutándolo”.

“¡¿Qué demo—?!”

Una mujer apareció ante el confuso Laplace, una belleza fugaz. Su cabello verde estaba tan enredado como una pared de hiedra, que cubría todo su cuerpo, y su translucidez hacía visibles los contornos de su estructura.

“Soy Treyni, una de las guardianas dríades del bosque, y no tengo alguna intención de dejar que las tribus de monstruos hagan lo que quieran aquí. Por lo tanto, me temo que debo deshacerme de ti”.

En el momento en que completó su declaración, comenzó a lanzar un hechizo. Esto desconcertó a Laplace.

“¡Whoa! ¡E-Espera un segundo! ¡No estoy en ninguna tribu de monstruos!”

“Silencio. La perturbación que has causado en el bosque ya deja en claro tu crimen”. La magia comenzó a surtir efecto.

“¡Espera! ¡Espera, espera, espera! ¡¿Qué es ese hechizo…?!”

“Ven a mí, ¡invocación de espíritu, Sylphide! ¡¡Y contigo, invoco la habilidad extra Unificar!!”

La dríade construyó un caparazón de magia sobre su propio cuerpo espiritual. Era similar a la Replicación de Rimuru—aunque ella, estrictamente hablando, no tenía ninguna forma física, aparte del árbol sagrado que albergaba su alma. Esas propiedades le permitían unificar su espíritu con otros como ella.

“Unificada” con la Sylphide de alto nivel, Treyni ahora tenía la capacidad de ejercer todos los poderes de ese espíritu. Y lo que desató a continuación fue una de las magias más poderosas de Sylphide.

“Ha llegado el momento de tu juicio. Puedes orar por perdón. ¡¡Aerial Blade!!”

La Unificación espiritual significaba que Treyni ya no tenía necesidad de largos tiempos de canto. En un instante, Laplace quedó atrapado dentro de un espacio en el aire, uno ocupado únicamente por grandes chuchillas de aire que rasgaban todo lo que tocaban. No había escape una vez encarcelado.

Era un movimiento temible, y Laplace, en todo caso, lo resistió bien. Sus propias habilidades intrínsecas Anti-Mágicas le permitieron escapar de una lesión mortal. Todo lo que lograron quitarle fue un brazo—y con una bocanada de humo, el brazo entró en el llamado Modo Sigiloso. Esta era una habilidad original, exclusiva de Laplace, que combinaba magia ilusoria como Engaño, Infiltración. y Ocultamiento, y él era tan hábil en convocarla que incluso le permitía engañar a los sentidos espirituales de una dríade.

“Cielos. ¿Eres propensa a la violencia, señorita? Podrías haberme dejado al menos decir una palabra… Bueno, mi trabajo ha terminado aquí de todos modos, así que creo que me iré mientras sea oportuno.

¡Nos vemos!”

Él había establecido aparentemente varias potenciales rutas de escape por adelantado. Cuando el humo se disipó, Laplace se había ido.

“… No puedo creer que escapara de mi alcance”, susurró Treyni.

“Pero… ¿no son una tribu de monstruos? Entonces, ¿quiénes son esas personas…?”

Nadie estaba allí para contestar. Treyni archivó la pregunta para después, en cambio giró sus ojos hacia el campo de batalla. Dirigiendo su mente a través de las raíces de las plantas que la rodeaban, usó sus habilidades de dríade para nadar en un océano de información.

“Las cosas no parecen ir bien… Me pregunto cuánto debería realmente confiar en él”.

El susurro desapareció en el viento, como el anterior. Rastros de preocupación comenzaron a manifestarse en su rostro.

Ella debería haber sido quien se encargara del Orc Lord. Pero ella podía sentir a alguien maniobrar detrás de él. Hasta que ella no pudiera comprender quién, no podía hacer ningún movimiento imprudente. Y aunque no fuera probable, si el Orc Lord se las arreglara para absorberla también, podría conjurar la creación de un nuevo rey demonio y hacer imposible que sus propias hermanas pudieran manejarlo. Eso le impedía hacer demasiado en público.

También le impedía ser muy dura con el demonio Laplace, dándole la oportunidad de escapar. Eso la hirió. Los orcos estaban consumiendo a los hombres lagarto, y ella no podía hacer nada al respecto.

Pero Treyni todavía estaba concentrada en su propio papel como guardiana del bosque, y lo que eso significaba para ella.

***

Gabiru continuó agitándose en su desesperada batalla. Las cosas se estaban poniendo cada vez más unilaterales.

Los orcos parecían no conocer la fatiga, atacándolos sin pausa ni fin. Las fuerzas aliadas goblin-hombres lagarto, incapaces de escapar de su cerco, se encontraban atrapadas. E incluso si Gabiru intentara abrirse paso, ¿cuántos de sus hombres—heridos y en un estado de agotamiento total—lo seguirían?

Parecía claro que ahora era el momento de abandonar a los más lentos goblins para siempre. No había espacio para retirarse, pero a estas alturas, Gabiru tenía que pensar en garantizarse el mayor número posible de sobrevivientes. La guerra, en general, se detenía una vez que quedara claro quién era el vencedor—pero estos orcos parecían decididos a eliminar completamente a Gabiru y sus fuerzas de este plano de la realidad. No habría términos ofrecidos; solo muerte, seguida por el festín.

Los orcos los veían como nada más que presas, y desencadenaba una especie de miedo primitivo. La formación comenzó a desmoronarse en los bordes, los de mente más débil sucumbiendo al terror como ranas siendo observadas por una serpiente. Los goblins ya eran una causa perdida, corrían como locos en busca de cualquier consuelo, y los orcos no tenían nada en mente más que sus futuras presas. Los perseguían, los mataban y los consumían. Ni siquiera después de tres mil miembros de una fuerza de combate—y para los hombres lagarto, una quinta parte de los cuales cayeron—los orcos parecían querer detenerse.

Ya se estaba volviendo difícil liderarlos como un ejército unificado. Pero Gabiru siguió presionando a sus equipos hacia adelante, presionando las líneas de los orcos para abrir cualquier posible vía de escape. Sus tácticas eran impecables, sus habilidades estaban siendo utilizadas al máximo.

Entonces, un grupo de esos soldados orcos en la armadura negra comenzaron a moverse. Un equipo bien ordenado, a diferencia de la gentuza común, y cada uno estaba protegido de pies a cabeza por metal. Ellos podrían haber sido tan fuertes físicamente como cualquier otro orco, pero trabajaban como un ejército entrenado, y su equipo era una increíble mejora.

El orco que los guiaba tenía un aura que abrumaba a todos los demás, demostrando que era mucho más fuerte que el resto. Un general orco, tan poderoso como un escuadrón táctico completo, todo por sí mismo.

Y él—solo uno de los cinco de la horda—tenía dos mil caballeros orcos robustos siguiéndolo. Su rango era A-, y respondía directamente al Orc Lord, el oficial más confiable del líder.

Se acabó…

A los ojos de Gabiru, tal demostración de poder era decisiva.

No hay escape tampoco. Mejor prepararse para morir en batalla entonces…

Si él quería algo en este momento, era morir como un guerrero, al menos.

“¡Gajajajaja! ¡Así que tú eres el líder de estos cerdos cobardes! ¡¿Tienes el coraje de enfrentarme?!”

Él nunca podría ganar. Las escamas de Gabiru ya estaban hechas jirones, la fatiga crecía a través de su cuerpo. La armadura de su enemigo era una obra de arte, encantada con protección mágica, y el aura que él exudaba hablaba de su fuerza.

Si aceptaba esta invitación, al menos Gabiru disfrutaría de un final glorioso en el campo de batalla. Tal vez podría llevarse a un general con él, si las cosas iban lo suficientemente bien.

“Gujuju… Muy bien. Déjame enfrentarte”.

Llevarse al líder enemigo, aplastar el último apoyo en el que podían confiar sus guerreros hombres lagarto, haría que la masacre fuera mucho más fácil de llevar a cabo. Ese era el pensamiento del general orco, y Gabiru era suficientemente consciente de eso. También sabía que luchar más que esto, solo alargaría la agonía. Cualquier pensamiento sobre los refuerzos con los que el jefe aparentemente contaba, se había ido de su mente.

Él ya había seleccionado este pedazo de tierra como el último en el que se pondría de píe.

“Te lo agradezco”.

Entonces, todo estaba calmado cuando comenzaron su duelo.

Sosteniendo su mágica Vortex Spear, Gabiru evaluó a su enemigo en busca de cualquier debilidad.

“¡Vamos!” gritó el general orco.

“¡Vamos! ¡Vortex Crash!”

Con toda su fuerza restante, Gabiru lanzó el ataque más poderoso que pudo—un movimiento asesino, combinando sus habilidades de lanza innatas con la magia que su arma actual proporcionaba.

Pero…

“¡Chaos Eater!”

El general orco hizo girar su propia lanza en la dirección opuesta, anulando la fuerza del vórtice de Gabiru. Comenzó a girar cada vez más y más rápido, desatando su propia aura que adquirió un color amarillo enfermizo antes de descender sobre el hombre lagarto.

¡¿Está él tratando de comerme?!

Rodó hacia un lado, confiando en el instinto, pero el aura continuó cerrando la distancia.

“¡Gejeje! Simple reptil”, se rio el general.

“¡Tu especie merece es más apta para arrastrarse por el suelo!”

Gabiru se negó a rendirse. Al menos un golpe; eso era todo lo que quería. Agarró un trozo de tierra y lo arrojó al general orco—por muy infantil que pareciera, él tenía que conectar al menos un golpe limpio. El ataque desapareció inútilmente dentro del aura amarilla, mostrando exactamente lo inferior que era.

Gabiru estaba demasiado ocupado con esquivar el aura para centrarse en cualquier otro golpe. El general orco le arrojó su lanza, con una sonrisa torcida en su rostro…

“¡Whoa! ¡Mejor no te distraigas!”

Una voz familiar llegó a los oídos de Gabiru. Al mismo tiempo, se sintió lanzado hacia atrás, evitando apenas la empuñadura de la lanza del general orco.

¡¿Qu-Qué sucedió?! pensó el confundido Gabiru. Luego vino un rugido que ensordeció el campo de batalla, como si los cielos hubieran caído sobre él. Gabiru pensó que era otro truco de los orcos al principio, antes de darse cuenta de que no lo era. Incluso los orcos, con su ventaja insuperable, estaban visiblemente en pánico.

Las mareas estaban cambiando de nuevo, y con demasiada violencia.