Tensei Shitara Slime Datta Ken (NL)

Volumen 1

Capitulo 3: A través del Reino Dwargon

Parte 8

La chica y el Héroe

Tap, Tap, Tap…

Pasos tranquilos resonaron por el castillo.

El Rey Demonio ya había huido, dejando su bastión detrás de él. Yo era la retaguardia. Un cordero sacrificado. Me usó como una herramienta hasta el final, sin mostrarme ni una pizca de emoción en el camino. Creo que la única amabilidad que me mostró fue cuando me llamó por mi nombre.

¿Lo odio por eso? Sinceramente, no estaba segura. ¿Era la voluntad de Ifrit, el elemental de fuego de alto nivel, lo que me hizo servirle, o era la mía?

Aún no lo sé. Y no me importaba mucho ser un sacrificio. Ya nada parecía importar. Parecía que este castillo era una especie de instalación experimental.

Sin embargo, abandonarlo no parecía ser una gran pérdida a los ojos del Rey Demonio. Lo que me confundía, era su objetivo al dejarme aquí. Podría haberme retirado en lugar de involucrar a cualquiera que viniera, pero él me ordenó que me quedara.

Tal vez tenía algún plan en mente, pero sus pensamientos seguían siendo un misterio para mí.

El que llegó era un supuesto héroe.

Tenía el pelo largo y oscuro plateado atado detrás de la cabeza, y su equipo ligero tenía un color negro uniforme. Su belleza rivalizaba con la del Rey Demonio. La única diferencia es que era una mujer.

En el momento en que la vi, lo supe. No tenía ninguna posibilidad de ganar.

Pero quería luchar contra ella hasta el final, no como una persona, sino como un ser con poderes de fuego.

Es lo menos que puedo hacer, pensé, para compensar el pecado de vivir todo este tiempo.

Mi espada de llamas concentradas fue fácilmente atrapada por la de la heroína. Mi arma ardía con un calor intenso, capaz de atravesar cualquier cosa, y su simple hoja curva la detuvo. Me hizo dudar de mis ojos. Sin duda, era el poder del portador más que la propia espada.

Gracias al entrenamiento que tomé bajo el caballero negro de confianza del Rey Demonio, había logrado cierto dominio de la esgrima. Ifrit nunca aprendió nada. Recordé cómo el caballero me elogió, me dijo que todo era mi propio talento y esfuerzo.

Como ser mágico, era físicamente lo suficientemente fuerte como para estar en los rangos superiores de la guardia de Leon. Además, había dominado las habilidades con la espada bajo la guía del caballero negro. Era mucho más que el poder de Ifrit lo que me convertía en una confidente tan cercana del Rey Demonio.

Y sin embargo, nada de lo que hice afectó al héroe. Los ataques y los cortes que había trabajado tan infinitamente para perfeccionar se desviaron sin esfuerzo. Se apartó suavemente antes de que nuestras cuchillas pudieran incluso chocar en serio.

Incluso cuando las ardientes llamas de Ifrit envolvieron todo mi cuerpo, la heroína permaneció tranquila, sin derramar ni una gota de sudor. Justo como había pensado por primera vez, ella estaba en un plano de existencia completamente diferente.

Entonces sentí que Ifrit se quedaba dormido en mi cuerpo, un efecto secundario de consumir demasiadas magículas. Era imposible seguir luchando. Perdí, incapaz de dar un solo golpe. Me desplomé en el suelo, confiada de haberle devuelto el favor al Rey Demonio. Deseaba poder vivir un poco más, pero dudaba que un héroe alguna vez mostrara misericordia con un ser mágico como yo.

“¿Terminaste?” La escuché decir.

“¿Por qué estás aquí?” Era un poco sorprendente. Esperaba la muerte en el próximo segundo. Mi cabeza se giró hacia ella. La heroína era una cazadora del mal, y yo era su enemigo, un ser mágico. Si ella me cortara en este momento, no tendría nada de qué quejarme.

¿Qué capricho de ella provocó estas preguntas? Tímidamente, abrí la boca. Luego le conté cómo fui convocada a este mundo, cómo había vivido hasta ahora… Lo que había hecho.

Fue egoísta de mi parte. Yo era un ser mágico ahora. No tenía ningún derecho, ninguna expectativa, para ser creída en absoluto. Pero era cierto: que alguien se interesara por mí y escuchara mi historia me hacía feliz. Dejaba evidencia incontrovertible de que había estado viva todo este tiempo. Podría inflar mi pecho y proclamar al mundo que había vivido, incluso si era solo en la memoria de alguien. Eso es lo que quería hacer.

Dudaba que la heroína alguna vez creyera la historia de un ser mágico. Pero eso estaba bien. Si solo creara un rincón en su memoria para ocupar, eso funcionaría. Y entonces:

“Está todo bien ahora. Has pasado por mucho”. Ella me creyó.

Sus palabras trajeron lágrimas a mis ojos. Lo siguiente que supe fue que me estaba aferrando a ella, llorando. Por primera vez desde que vine a este mundo, el alivio me abrazó cuando expresé mis verdaderos sentimientos a alguien.

Terminé quedando bajo el cuidado de la heroína.

Su rostro se oscureció al ver mis cicatrices de quemaduras. Estaba acostumbrada a ellas; la forma en que se extendían por la mitad de mi cuerpo era una prueba de que estaba viva.

La heroína trató de usar magia curativa para hacer algo al respecto. No parecía funcionar. La fusión con Ifrit había estabilizado mi cuerpo a su estado actual, cicatrices y todo. Pensó por un momento y luego sacó una bonita máscara de una bolsa.

“Sabes”, dijo, “esta máscara te ayuda a aumentar tu resistencia a la magia. Podrías usarla para mantener a Ifrit a raya dentro de ti”. Ella le dio una caricia amorosa y luego me la entregó.

En el instante en que me puse la Máscara con Resistencia Mágica, inmovilicé a Ifrit dentro de mí y oculté las cicatrices de quemaduras en mi cuerpo. Y eso no era todo. Como la voluntad de Ifrit ya no dominaba la mía, todas las emociones oprimidas que sentí a lo largo de los años se desvanecieron de inmediato.

Los dolores de la soledad, el miedo a convertirme en un ser mágico. La profunda vergüenza de matar al primer amigo que hice. El intenso odio que sentía por este mundo injusto. Ponerme esa máscara me ayudó a recuperar las emociones que había pensado que había abandonado con mi infancia.

La heroína me abrazó hasta que pude calmarme. Recuerdo lo asustada que estaba después de eso por un tiempo, tan asustado que ni siquiera podía hablar con nadie excepto con la heroína. Pero ella nunca se quejó. Ella me trató cálidamente.

Y poco a poco, ella soltó las cuerdas alrededor de mi corazón, enseñándome a conversar con los demás una vez más.

Acompañé a la heroína a donde quiera que iba, escondiéndome con una túnica de cuerpo completo. Siempre la seguía, asustada de que me dejara atrás. Eso hasta que me presentaron a la Sociedad de Aventureros. Era, como lo expresaron otras personas en ese momento, una niña silenciosa, una que siempre se cubría la cara con una máscara. Una que nunca se aventuró más allá de la sombra de la heroína. Un equipaje inútil.

Un día, me pasó algo en la sociedad, que había visitado junto a la heroína varias veces. Un hombre, preocupado después de ver cómo me uní a ella en todo su trabajo de matar monstruos, habló.

“¿Esa persona bajo la máscara es una niña?” Preguntó.

“¿No crees que debería quedarse aquí esta vez? Será peligroso”.

Todo lo que pude hacer fue temblar ante la idea. En ese momento, la heroína era la única persona en el planeta en la que podía reunir el valor para confiar. La heroína significaba todo para mí, y no podía soportar la idea de estar separada de ella. Estaba segura de que los adultos me matarían si descubrieran que era un ser mágico. Tenía mucho sentido común, al menos.

La heroína me dio una leve sonrisa.

“Todo estará bien”, dijo en un tono tranquilizador.

“Todos aquí son realmente agradables, ¿de acuerdo? Tú también eres una chica fuerte. Estarás bien”.

Creo que eso es lo que me convenció de hacerlo. Quería estar a la altura de sus expectativas, y sabía que esto no podría continuar para siempre. Algo sobre su forma de hablar siempre parecía rebosar de confianza. Me hizo creer que lo que ella decía, siempre era verdad.

Y con una extraña sensación de calma, me separé de ella ese día.

En la sala de espera al lado de la recepción de la sociedad, comencé a estudiar.

Eso fue cuando supe que estaba en el reino de Blumund. Descubrí que había otras naciones cercanas, alrededor del bosque de Jura. Y eso no era todo. Cuando no estaban manejando los problemas de la sociedad, los trabajadores allí me enseñaron aritmética, así como varios sistemas de escritura diferentes.

Escuché atentamente a los aventureros que pasaban mientras hablaban de las naciones vecinas. Mi conocimiento de estos otros estados y el equilibrio de poder entre ellos era débil al principio, pero aun así obtuve un entendimiento práctico. Para alguien como yo, que apenas había visto el interior de una escuela, la sociedad de aventureros se convirtió en mi lugar de aprendizaje.

También estudié magia. La sociedad era el hogar de hechiceros, chamanes, y magos, así como de muchos otros que estaban versados en diversas formas mágicas. Tuve la suerte de entablar amistad con ellos, y ellos, a su vez, me enseñaron sobre los misterios del mundo.

Había mucho sobre lo que dijeron que me pareció insondable. Pero lo que más necesitaba era aprender a lidiar con los espíritus elementales. Ifrit, un elemental de alto nivel, estaba fusionado conmigo. Al parecer, esto me permitía aprovechar sus habilidades sin la formalidad de forjar un pacto con él. Pero recuerda: todavía tenía puesta mi Máscara de Resistencia Mágica.

Cuidadosamente, intenté encontrar un camino hacia Ifrit. Pronto descubrí formas de manipular sus habilidades sin exigir una gran carga sobre mi propio cuerpo.

En algún momento, llegué a ser conocida como la “Conquistadora de las llamas”. Era una elementalista, dotada de las artes del fuego y la magia explosiva, y había crecido hasta el punto en que a nadie le preocupaba que me uniera a la heroína en sus aventuras. De hecho, ella me había aceptado completamente ahora, no como una acompañante de viaje, sino como una compañera de pleno derecho.

Me hacía muy feliz. Había trabajado mucho durante mucho tiempo para ayudarla, para que la mujer que me había salvado la vida me reconociera por quien era. Todo el esfuerzo valió la pena. Mi vida estaba bien.

Sin embargo, varios años después, la heroína se fue de viaje. Sin mí. No sabía por qué. Ella debe haber tenido sus motivaciones, al igual que yo tuve las mías. Tenía la intención de partir algún día, así que no tenía derecho a quejarme por eso.

¿Quería matar al Rey Demonio al que serví? No, la verdad era… Ella me había salvado, luego me dejó. Necesitaba averiguar por qué, tal vez, y quería que ella me aceptara una vez más. Quería demostrar que estaba viva, que era humana. Era exactamente ese tipo de esperanza egoísta lo que demostraba que no tenía derecho a detenerla.

Ya era una adulta, no una niña ingenua en los caminos del mundo. Las gotas que se deslizaron por detrás de la máscara deben haber sido mi imaginación. Me hice creer que era verdad mientras la veía irse.

Porque sé que te veré de nuevo…

La idea me hizo querer volverme más fuerte que nunca.

Seguí viajando después de que ella me dejó, a través de muchos países. Quería ayudar a las personas en sus momentos de necesidad, como ella lo hizo.

No sé si era la influencia de Ifrit en mí o no, pero mi cuerpo había dejado de crecer a la edad de dieciséis o diecisiete años. Una de las maldiciones del Rey Demonio, pensé, pero de todos modos me sirvió mucho en el camino.

Un gran número de aventureros se dedicaba a manejar el trabajo sucio de otras personas: buscar plantas raras en el bosque, matar monstruos y cosecharlos para obtener materiales útiles, etc. Era una línea de trabajo que involucraba estereotipos de grandes y pesados cuadros y músculos igualmente abultados. La fuerza pura generaba el respeto y la confianza de los demás, ya que significaba que uno podía defenderse en un trabajo que se llevaba a cabo sobre la línea entre la vida y la muerte.

La Sociedad de Aventureros atraía el tipo de personas que vivían vidas libres y nunca serían atadas por ninguna nación. Si se lesionaran peleando contra un monstruo, no podrían esperar ayuda de un gobierno u otro. Las naciones ya tenían sus ejércitos de caballeros para protegerlos. No necesitaban la ayuda de ningún sucio aventurero.

A veces, un señor local pedía su ayuda para sacar a un monstruo de sus tierras o aldeas, pero no había un sistema formal para fomentar la cooperación entre las naciones y los aventureros. Significaba que las naciones solo podían expandirse dentro del alcance que sus ejércitos podían defender físicamente, pequeños focos de civilización en una tierra que de otro modo sería salvaje.

Habrá momentos en que las ciudades caían bajo el ataque de poderosos monstruos. Serpientes de tres cabezas, leones alados, y tal. Cada vez que estas llamadas calamidades aparecían cerca de un asentamiento, causarían tanta consternación como una guerra a gran escala.

Por supuesto, uno podría esperar que los gobiernos cooperaran y crearan sistemas de apoyo que se extendieran más allá de las fronteras nacionales. Y tales acuerdos existían, pero ese apoyo siempre se producía después de que las cosas fueran estables. Mientras tanto, era visto como la propia responsabilidad de un país derrotar al monstruo en cuestión.

Esta era la razón por la cual aquellos con plenos derechos como habitantes de la ciudad recibían un trato especial, mientras que los demás tenían que conformarse con la vida en vecindarios construidos en las áreas peligrosas alrededor de los muros. Tales personas eventualmente se acostumbraban a una vida de saqueo y explotación.

Los más fuertes entre ellos veían la carrera de un aventurero como una forma de protegerse.

La brecha de riqueza crecía rápidamente entre ricos y pobres. Era un mundo donde se devoraban unos a otros, uno donde los débiles no tenían ningún recurso. Yo quería protegerlos. Al igual que ella lo hizo conmigo, cuando me ofreció la salvación que tanto esperaba. Si los abandonara, no sería diferente de mi Rey Demonio.

Así que trabajé tan duro como pude para ser una aliada de los débiles. Y en algún momento, la gente comenzó a confiar en mí. Llamándome héroe.

Un dragón atacó la ciudad, con la fuerza suficiente para igualar a todo un ejército. Un enemigo al nivel de una calamidad, absolutamente. Blumund inmediatamente declaró un estado de emergencia y colocó a la nación en alerta máxima. Yo era una de las muchas personas que se alistaron.

Un monstruo de clase calamidad generalmente aparecía una vez cada varios años, pero este era diferente. Ningún ataque a medias derribaría a un dragón, y el cuerpo de caballeros de la nación era demasiado débil ofensivamente para proporcionar ningún tipo de apoyo. Yo misma proporcioné toda la fuerza que pude, pero mi espada no pudo hacer mucho contra semejante enemigo, y yo apenas podía mantenerme con vida frente a tal amenaza.

Si no se hiciera algo, en última instancia conduciría a miles de muertes. Así que decidí llamar a Ifrit, durmiendo dentro de mi cuerpo todo este tiempo. El aliento derretido de piedra del dragón envolvió mi cuerpo, pero debido a que me había fusionado con Ifrit, se sintió como nada más que una brisa pasajera.

Cuando se dio cuenta de que era inmune a su aliento, que era una fuerza a la que debía temer, ya era demasiado tarde. Olas de fuego candente salieron de mis manos, atando al dragón antes de que pudiera huir.

Yo, por otro lado, me quedé en coma durante una semana después. El esfuerzo había minado mi fuerza mágica. Estaba envejeciendo ahora, y no podía enfocar mi espíritu tan bien como en años anteriores. Mientras mi espíritu flaqueaba, también lo hacía mi magia.

Ifrit, y mi relación con él, me daba más que suficiente energía mágica para trabajar, pero la vitalidad que necesitaba para aprovecharlo estaba desapareciendo de mí. No había notado que se drenaba, gracias a la falta de envejecimiento de mi cuerpo. Había mantenido presionado a Ifrit todo ese tiempo, no es de extrañar que hubiera estado usando tanto poder.

Todo está bien, eso terminó bien, el dragón fue derrotado, después de todo, pero si hubiera dado un paso más, podría haber liberado a un Ifrit enfurecido, un concepto (a mi parecer) mucho más aterrador que cualquier dragón. Recordé el pasado, mi rostro estaba tenso y pálido.

Si no tuviera cuidado, podría incinerar a las personas que juré proteger.

Tal vez sea hora, pensé, de llamarlo un día. Si me dejo debilitar más, Ifrit podría volverse loco. La jubilación era algo que tuve que considerar, tarde o temprano.

He discutido el asunto con Heinz, uno de los gerentes que manejaba las cosas en la Sociedad de Aventureros.

“Si eso es lo que quieres”, dijo, “te aconsejaría que viaje al reino de Ingrasia. Están buscando maestros en técnicas básicas de batalla allí. Hay muchos ex aventureros por ahí, pero si puedes enseñar tus habilidades a la gente, nunca volverás a lastimarte por un trabajo”.

Me entregó una carta de referencia que podría usar.

“Gracias”, le respondí.

“Has hecho mucho por mí”.

“Ah, olvídalo”, protestó. “¡Nosotros somos quienes deberíamos agradecerte, Shizu! Has sido una roca para todos nosotros”. Se sonrojó.

“Bueno, buen viaje, supongo. Si tienes algo de tiempo libre, vuelve a visitarnos”.

Todos me despidieron antes de que me fuera para siempre. Me hizo sentir como si perteneciera a este lugar. Como si lo hubiera hecho durante años. No podía creer lo feliz que me hacía.

Así fue el final de mi carrera, y pase de aventurera a instructora.