Arifureta Zero (NL)

Volumen 4

Prólogo: Una fuente silenciosa

En lo profundo del bosque cubierto de niebla había una fuente silenciosa. Sobresalía en el claro, como una piedra lunar incrustada en el suelo del bosque. Junto a la fuente había una mujer solitaria. Su largo cabello plateado brillaba como la seda, y su piel era antinaturalmente pálida. Llevaba un vestido blanco puro, y su aspecto generalmente pálido le hacía fácil mezclarse con la niebla. Las únicas partes de ella que no eran blancas eran sus labios, que eran de un rosa claro, y sus ojos, que eran de un llamativo verde jade.

A simple vista, parecía más un espíritu hermoso que un ser vivo, pero sin duda era del reino de los mortales. Y sus largas orejas afiladas dejaban claro a qué raza pertenecía. Era un elfo.

Por su aspecto, parecía tener unos veintitantos años. Tenía un aire digno, que ayudaba a acentuar su incomparable belleza. Sin embargo-

“……” Parecía bastante preocupada.

Su expresión era oscura, y sus delgados dedos jugueteaban nerviosamente con el colgante que colgaba de su cuello.

“Pensé que te encontraría aquí”, la voz de un hombre resonó en el claro. La mujer se giró lentamente, sin parecer sorprendida.

“Virtus-dono…”

“Lo he dicho antes y lo diré de nuevo: No es necesario que uses los honoríficos conmigo. De hecho, puedes llamarme Badd si quieres”, dijo el hombre ligeramente, encogiéndose de hombros. Este hombre de aspecto frívolo no era otro que Badd Virtus, el vicecomandante de los Liberadores.

El mismo hombre que se había molestado por lo mucho que Miledi parecía divertirse en sus aventuras y dejó una carta diciendo que se iba a ir para tener sus propias aventuras. Por supuesto, los viajes de Miledi no habían sido todo diversión y juegos, pero había tenido la impresión equivocada de que eran de la correspondencia que ella le enviaba. En otras palabras, era un hombre inmaduro de mediana edad que se había puesto celoso de una chica de catorce años. Y aún así, era el segundo al mando de los Libertadores. la joven elfa se rió de Badd, y la impresión de distanciamiento que ella dio mientras estaba en silencio se desvaneció por completo. De hecho, parecía que ella estaba bastante cerca de él. Las orejas de Badd se enrojecieron ligeramente por la vergüenza.

“¿Estás diciendo que no debo mostrar respeto al famoso Cazador Caballero? ¿Aunque estemos en guerra con la iglesia?” preguntó traviesamente la elfa.

“Err, bueno, es que… Puede que haya derrotado a muchos caballeros, pero no he derribado a ningún pez gordo, así que no es que merezca todos los elogios que recibo…”

“¿No es usted uno de los líderes de la mayor organización anti-iglesia?”

“Supongo que sí, pero aún así…”

La elfa siguió hablando de que estaba en la lista de los más buscados de la iglesia y otras cosas así. Si Miledi hubiera estado presente, ella habría bromeado despiadadamente con Badd sobre lo profundamente que se estaba sonrojando. Badd pareció darse cuenta de que él también estaba actuando indecorosamente, y se apresuró a aclarar su garganta y cambiar el tema.

“En todo caso, ¿se ha recuperado de su agotamiento?” “Sí. Ahora estaré bien.”

“Entonces probablemente deberíamos regresar. Tus guardias se han quejado de que desapareces demasiado a menudo. Incluso tuvieron que recurrir a enviarme a buscarte esta vez”.

“Pero no eres tú quien me enseñó a pasar desapercibida ¿Virtus-dono? Deberías elogiarme por ser tan buena en ello.”

“Cada vez que desapareces, puedo sentir el odio de tus guardias hacia mí creciendo.”

La elfa se rió de nuevo. En realidad, rara vez tenía oportunidades de estar sola. Desafortunadamente, su trabajo, su estatus y su linaje le exigían estar con gente la mayoría de las horas del día. Y ahora que estaban en guerra, sus responsabilidades eran mayores que nunca. Si la capturaban o mataban, decenas de miles de personas morirían. Así de importante era ella.

“Bueno, puedo entender por qué querría estar sola a veces, Reina Lyutillis Haltina.”

De hecho, la elfa no era otra que la reina del vasto territorio que se extendía a través del Bosque Pálido cubierto de niebla, Lyutillis Haltina. La república de los hombres-bestia que estaba a salvo tanto de los humanos como de los demonios.

“Ahora sólo estás siendo malo, Badd-dono.”

Badd había usado a propósito el título completo de Lyutillis como una forma de vengarse de ella por no usar su nombre de pila, y por sacar a relucir su más bien embarazoso apodo. Lyutillis frunció los labios infelizmente, pero era obvio por el ligero rubor en sus mejillas y la forma en que sus orejas se movían de un lado a otro que ella disfrutaba hablando con Badd. En realidad, le resultaba refrescante conversar con alguien que le hablaba de manera casual en lugar de tratarla con reverencia.

“Lo siento, así es como soy”.

Aunque  se  estaba  disculpando,  no  había  ni  una  pizca  de  remordimiento  en  su  voz.

Renunciando a su intento de parecer enfadada, Lyutillis sonrió y se puso de rodillas. Sus pies descalzos no hicieron ningún ruido mientras caminaba por la maleza del bosque. No era particularmente hábil para caminar en silencio, pero el bosque parecía estar tratando de permanecer en silencio por el bien de su reina.

Ella realmente es como un hada del bosque… Badd pensó distraídamente para sí mismo mientras la seguía. Sólo caminar por el bosque la hacía parecer etérea y de otro mundo.

Badd había nacido en el ducado de Uldia y originalmente había sido parte de una tribu que adoraba a una gran hada que creían que vivía en el lago Ur. Pero su tribu, como muchas otras, había sido destruida por la iglesia, su aldea arrasada. Aún así, su fe en la naturaleza no había disminuido en lo más mínimo. Tal vez por eso se encontró tan enamorado de Lyutillis, que parecía encarnar el tipo de espíritus que su tribu había adorado.

“Badd-dono. ¿Qué piensas de nuestras perspectivas?”

La pregunta de Lyutillis sacó a Badd de sus pensamientos. No se había dado la vuelta, sino que miraba al frente. No, era más exacto decir que miraba hacia el futuro, y quería saber qué pensaba un forastero como Badd que les esperaba.

Badd respiró hondo y dio una respuesta adecuada al vicecomandante de los Libertadores. “Si nuestra líder puede llegar aquí a tiempo, ganaremos”.

“¿Así que estás diciendo que la república no tiene ninguna oportunidad por sí misma? Pero mientras yo viva, la barrera del bosque es inquebrantable. ¿No ha demostrado la historia y el estado actual de esta guerra que no puede ser violada?”

“No debe subestimar a la iglesia, Su Majestad. Si se pusieran verdaderamente serios…”

yutillis se detuvo y miró por encima del hombro a Badd. Sus ojos estaban llenos de preocupación. Badd tranquilamente se encontró con su mirada y terminó su declaración.

“Nadie más que Miledi y sus amigos sería capaz de enfrentarse a ellos. Sin duda serías capturado”.

Lyutillis abatió su mirada hacia abajo. Una flor solitaria floreció a sus pies. “En ese caso…”

Badd la cortó antes de que pudiera decir nada más.

“Por favor, no pienses en hacer ninguna tontería. Rendirse no ayudará a nadie. De hecho, sólo empeorará las cosas.”

“¿Se negarían a perdonar a mis parientes aunque prometiera usar mis poderes por el bien de la iglesia?”

“Si te entregas a ellos, te quebrantarán el espíritu. Te convertirían en una esclava descerebrada que voluntariamente daría su vida en nombre de su dios”.

“No soy tan débil como para perderme.”

“Es verdad, eres fuerte. Más fuerte que la mayoría. Probablemente serías capaz de durar un tiempo. Pero no entiendes de lo que es capaz la iglesia. No sabes lo siniestros que son sus métodos. Ni qué oscuridad hay en las profundidades de su retorcida religión.”

Lyutillis apartó la mirada de la flor. Sus delgados hombros temblaban.

Badd dio un paso adelante y dijo con convicción: “Por favor, confía en mí. Cree en los Libertadores”.

“Badd-dono…”

“Nuestra líder puede ser la mocosa más molesta que existe, pero… también es nuestro sol. Estoy seguro de que iluminará tu futuro, como lo ha hecho con el nuestro.”

“……”

Lyutillis miró de nuevo a Badd y le mostró una sonrisa fugaz. Al reanudar su caminata, preguntó: “Por cierto, ¿qué es exactamente lo que la convierte en la ‘mocosa más molesta que existe’?”

“Es una maestra en poner de los nervios a la gente, y siempre sabe qué decir para molestarte.”

“Vaya, ciertamente suena como una líder maravillosa”, dijo Lyutillis sin un ápice de sarcasmo.

“¿Eh?” Badd dijo que se detuviera en su camino.

“¿Qué?” preguntó Lyutillis, confundida por su confusión. Los dos se miraron fijamente durante unos segundos. Bueno, esta conversación dio un giro extraño… Un mal pensamiento para sí mismo.

“¡Su Majestad! ¡Los Caballeros Templarios se han unido al frente! ¡Te necesitamos!”

De repente, un joven leopardo irrumpió en el claro, interrumpiendo a los dos. Lyutillis y Badd intercambiaron miradas, y luego corrieron en la dirección de donde había venido el mensajero.

Era hora de luchar contra la iglesia.