Mushoku Tensei: Isekai Ittara Honki Dasu (NL)

Volumen 1

Prólogo: Un Camión

Yo era un hombre de treinta y cuatro años sin trabajo y sin un lugar donde vivir. Era un buen tipo, pero en este instante me encontraba en el momento mas duro de mi vida, no tenía buen aspecto y estaba arrepintiendome de todo lo que había hecho con mi vida.

Sólo había estado sin hogar durante unas tres horas. Antes de eso, yo había sido el clásico tipo que habia vivido encerrado por mucho tiempo que no estaba haciendo nada con su vida. Y entonces, de repente, mis padres murieron. Siendo un tipo que había vivido encerrado obviamente no asistí al funeral o a la reunión familiar que vino después.

Esa fue la situación cuando me echaron de la casa por mis actos fuera de lugar.

Mi comportamiento descarado en la casa no había convencido a nadie. Yo era el tipo de persona que golpeaba las paredes y los pisos para llamar la atención de la gente sin salir de mi habitación.

El día del funeral, estaba a medio camino de masturbarme, con el cuerpo arqueado en el aire, cuando mis hermanos y hermanas irrumpieron en mi habitación con su vestimenta de luto y me entregaron su carta de repudio formal. Como los ignoré mi hermano menor, con un bate de madera, destrozó mi ordenador, que valoraba más que a mi mismo. Mientras tanto, mi hermano mayor, quien tenía un cinturón negro en karate, estalló en una furia ciega y me dió una paliza.

Dejé que sucediera, llorando inútilmente todo el tiempo, esperando que eso fuera el final. Pero mis hermanos me obligaron a salir de la casa sin nada más que la ropa que llevaba puesta. No tuve más remedio que vagar por la ciudad, soportando el dolor punzante de mi costado. Sentí como si tuviera una costilla rota.

Las palabras cortantes que me lanzaron al salir de casa me resonarían en los oídos por el resto de mi vida. Las cosas que dijeron me dolieron hasta el fondo de mi alma. Se me rompió el corazón por completo.

¿Qué demonios había hecho mal? Todo lo que hice fue no asistir al funeral de nuestros padres para poder dedicarme a ver el porno sin censura de una Ioli.

Entonces. ¿Qué se supone que tenía que hacer ahora?

Sabía la respuesta. Buscar un trabajo a tiempo completo o parcial, encontrar un lugar para vivir y comprar algo de comida. La pregunta era ¿Cómo? No tenía ni idea de cómo empezar a buscar trabajo.

Bueno, en realidad si sabía lo básico. El primer lugar que debía visitar una agencia de empleo, pero el problema era que yo había estado completamente encerrado durante más de diez años, así que no tenía ni idea de dónde estaba el lugar. Además, recordaba haber escuchado que esas agencias sólo se ocupaban de las introducciones a las oportunidades de trabajo. Por eso tenías que llevar tu currículum al lugar que ofertaba el puesto de trabajo y sentarte a esperar la entrevista.

Y aquí estaba yo, con una sudadera cubierta de una mezcla de sudor, mugre y mi propia sangre. No estaba en condiciones para una entrevista. Nadie iba a contratar a un tipo raro que se presentara como yo estaba ahora. Oh, dejaría una gran impresión, eso era seguro, pero nunca conseguiría el trabajo.

Además, ni siquiera sabía dónde vendían papel de currículum. ¿En una papelería? ¿La tienda de conveniencia? Había tiendas de conveniencia a poca distancia, pero no tenía dinero.

Pero. ¿Y si pudiera ocuparme de todo eso? Con un poco de suerte, podía pedir prestado algo de dinero a una compañía de préstamos o algo así, comprarme ropa nueva y luego comprar algo de papel de currículum y algo para escribir.

Entonces me acordé. No podía llenar un currículum vitae si no tenía una dirección o un lugar donde vivir.

Me metieron en la realidad. Finalmente me daba cuenta que, a pesar de haber llegado tan lejos, mi vida estaba completamente arruinada.

Empezaba a llover.

“Ugh.”

Me quejé.

El verano había terminado, trayendo consigo el frío otoñal. Mi sudadera gastada luego de años de uso, absorbía la lluvia fría, despojando sin piedad a mi cuerpo de su preciado calor.

“Si tan sólo pudiera volver atrás y hacerlo todo de nuevo.”

Murmuré, las palabras se me escapaban de la boca.

No siempre he sido una basura de ser humano. Nací en una familia acomodada, el cuarto de cinco hijos, con dos hermanos mayores, una hermana mayor y un hermano menor. En la escuela primaria, todo el mundo siempre me elogiaba por ser inteligente para mi edad. No tenía talento para lo académico, pero era bueno en los videojuegos y tenía una inclinación atlética. Me llevaba bien con la gente. Era el corazón de mi clase.

En la secundaria, me uní al club de computación, estudié revistas y ahorré mi dinero para construir mi propia PC. Mi familia, que no sabía nada de computadoras, apenas se lo pensó dos veces.

No fue sino hasta el último año de la escuela preparatoria, que supongo que mi vida se arruinó por completo. Pasé tanto tiempo obsesionado con mi computadora que descuidé mis estudios. En retrospectiva, eso era probablemente lo que llevó a todo lo demás.

No creía que necesitaba estudiar para tener un futuro. Pensaba que no tenía sentido. Como resultado, terminé yendo a lo que se consideraba la peor escuela secundaria de la prefectura, donde se encontraban los delincuentes más bajos.

Pero incluso entonces, pensaba que estaría bien. Después de todo, podía hacer cualquier cosa que me propusiera. No estaba en la misma liga que el resto de estos idiotas.

O eso pensaba yo.

Hubo un incidente de aquella época que aún recuerdo. Estaba haciendo cola para comprar el almuerzo en la tienda del colegio cuando alguien se coló delante de mí. Como era un joven moralmente íntegro, le dije lo que pensaba y le planté cara, adoptando una pose incómoda, malhumorada y acomplejada.

Pero para mi mala suerte, este tipo no era sólo un estudiante de clase alta, sino uno de los más desagradables, compitiendo por ser el mandamás de la escuela. Él y sus amigos me golpearon mi cara hasta que terminó inflamada e hinchada y luego me colgaron de la puerta de la escuela, desnudo, prácticamente crucificado para que todos me vieran.

Tomaron un montón de fotos, que circularon por toda la escuela como si fuera una simple broma. Mi posición social entre mis compañeros de clase cayó en picada de la noche a la mañana, dejándome con el apodo de Pene de Lápiz o Lapicito, para hacerlo mas doloroso.

Dejé de ir a la escuela durante más de un mes y me escondí en mi habitación. Mi padre y mis hermanos mayores vieron el estado en que me encontraba y me dijeron que mantuviera la barbilla en alto y que no me diera por vencido y otras cosas condescendientes como esas. Lo ignoré todo.

No era mi culpa. ¿Quién se atrevería a ir a la escuela en circunstancias como la mía? Nadie, eso es lo que hay. Así que, sin importar lo que dijeran, permanecí firmemente encerrado. Todos los demás niños de mi clase habían visto esas fotos y se reían de mí. Estaba seguro de ello.

No salí de casa, pero con mi ordenador y mi conexión a Internet, todavía podía matar el tiempo. Desarrollé un interés en todo tipo de cosas gracias a Internet y también hice todo tipo de cosas. Construí kits de maquetas de plástico, probé a pintar figuritas y comencé mi propio blog. Mi madre me daba tanto dinero como yo pudiera sacarle casi como si ella me apoyara en todo esto.

A pesar de eso, abandoné todos estos pasatiempos en un año. Cada vez que veía a alguien que era mejor en algo que yo, perdía toda la motivación. Para un extraño, probablemente parecía que sólo estaba jugando y divirtiéndome. En realidad, estaba encerrado dentro de mi caparazón sin nada más que hacer durante mi tiempo a solas.

No. En retrospectiva, eso era sólo otra excusa. Probablemente hubiera sido mejor decidir que quería ser un artista de manga y publicar un pequeño y tonto comic en la web en línea o decidir que quería ser un autor de novelas ligeras y serializar historias o algo así. Había mucha gente en circunstancias como la mía que hacía ese tipo de cosas.

Esa era la gente de la que me burlaba.

“Esto es una porquería”, resoplaba burlonamente al ver sus creaciones, actuando como si mi lugar fuera ser un crítico cuando yo no había hecho nada.

Quería volver a la escuela, idealmente a la escuela primaria o tal vez a la secundaria. Demonios, incluso retroceder un año o dos estaría bien. Si tuviera un poco más de tiempo, podría hacer algo. Podría haber hecho todo lo que había hecho, pero podría continuar donde lo dejé. Si realmente me esforzara, podría ser un profesional en algo, aunque no fuera el mejor en ello.

Suspiré. ¿Por qué nunca me había molestado en lograr algo hasta este momento?

Había tenido tiempo. Incluso si todo ese tiempo lo hubiera pasado encerrado en mi habitación frente a la computadora, podría haber hecho muchas cosas. Una vez más, aunque no fuera el mejor, habría logrado algo siendo medio decente y esforzándome.

Como el manga o la escritura. Tal vez videojuegos o programación. Cualquiera que sea el caso, con el esfuerzo adecuado, podría haber obtenido resultados y a partir de ahí, podría haber hecho dinero y…

No. No importaba ahora. No había hecho el esfuerzo. Incluso si pudiera regresar al pasado, sólo volvería a tropezar, parado en mi camino por algún obstáculo similar. No había pasado por cosas que la gente normal se las arreglaba para pasar sin pensar y por eso estaba donde estaba ahora.

De repente, en medio del aguacero, oí a gente discutir.

“¿Hmm?”

Murmuré. ¿Alguien se habrá peleado? Eso no estaba bien. No quería involucrarme en ese tipo de cosas y a pesar que pensaba eso, mis pies seguían llevándome en esa dirección.

“Mira, tú eres el que…”

“No, tú eres el que…”

Lo que ví cuando doblé la esquina fue a tres estudiantes de secundaria en medio de lo que claramente era una pelea de amantes. Había dos niños y una niña, vestidos con las ahora raras chaquetas de tsume-eri y un traje de marinero, respectivamente. La escena era casi como un campo de batalla, con uno de los chicos, un tipo especialmente alto, en una discusión verbal con la chica. El otro chico se había interpuesto entre los dos en un intento de calmarlos, pero sus súplicas eran completamente ignoradas.

Sí, también había estado en situaciones como esa.

Esta visión me traía recuerdos más antiguos. En la secundaria, tuve una amiga de la infancia que era muy linda. Y cuando digo linda, me refiero a la cuarta o quinta más linda de la clase. Llevaba el cabello muy corto, ya que estaba en el equipo de atletismo. De cada diez personas con las que se cruzaba por la calle, al menos dos o tres se giraban para mirarla. Además, en aquella época me gustaba mucho el anime, así que lo del equipo de atletismo y el pelo corto me parecía bonito. Incluso sus atributos menos atractivos me parecían bien.

Ella vivía cerca, así que estuvimos en la misma clase durante muchos años en la primera y segunda mitad de la escuela primaria. Hasta la secundaria, a menudo caminábamos juntos a casa. Tuvimos muchas oportunidades de hablar, pero terminamos discutiendo mucho. Hice algunas cosas lamentables. Hasta el día de hoy, puedo acabar tres veces seguidas usando las frases “escuela primaria”, “amiga de la infancia” y “equipo de atletismo”.

Ahora que lo pienso, oí rumores de que se había casado hace siete años. Y por ‘rumores’ me refiero a escuchar a mis hermanos hablando en la sala de estar.

Ciertamente no teníamos una mala relación. Nos conocíamos desde que éramos pequeños, así que podíamos hablarnos abiertamente. No creo que ella nunca haya sentido algo por mí, pero si hubiera estudiado más duro y hubiera entrado en la misma escuela preparatoria que ella o si me hubiera unido al equipo de atletismo y hubiera sido admitido de esa manera, podría haber enviado las señales correctas. Entonces, si le hubiera dicho cómo me sentía, quizá hubiéramos terminado saliendo.

De todos modos nos metíamos en peleas, camino a casa, igual que estos tres chicos de aquí. O, si las cosas iban bien, nos acostábamos y hacíamos travesuras en algún aula abandonada después del colegio.

(Mierda, esto suena como la trama de un juego de simulación de citas que había jugado).

Y entonces, me dí cuenta de algo. Había un camión que iba a toda velocidad hacia el grupo de tres estudiantes. El conductor estaba desplomado, dormido al volante.

Los niños aún no se habían dado cuenta.

“Ah, e-ey, mira… ¡Cuidado!”

Gritaba o lo intentaba, de todos modos. Apenas había hablado en voz alta en más de una década y mis ya débiles cuerdas vocales se habían tensado aún más debido al dolor en mis costillas y al frío de la lluvia. Todo lo que podía reunir era un patético y vacilante chillido que se perdía en el estruendo del aguacero.

Sabía que tenía que ayudarles. Al mismo tiempo, no sabía cómo hacerlo. Sabía que si no los salvaba, cinco minutos después terminaría arrepintiéndome. Estaba bastante seguro de que ver a tres adolescentes atropellados por un camión que se movía a velocidades increíbles era algo de lo que me arrepentiría.

Era mejor salvarlos. Tenía que hacer algo.

Con toda seguridad, terminaría muerto a un lado de la carretera, pero pensé que, por lo menos, tener un poco de consuelo no sería tan malo. No quería pasar mis últimos momentos sumido en el arrepentimiento.

Me tambaleé cuando empecé a correr. Más de diez años de apenas moverme hacían que mis piernas tardaran en responder. Por primera vez en mi vida, deseé haber hecho más ejercicio. Mis costillas rotas enviaban un sorprendente golpe de dolor a través de mí, amenazando con detenerme. Por primera vez en mi vida, también deseé haber tomado más calcio.

Aún así, corrí. Era capaz de correr.

El chico que había estado gritando se dió cuenta de que el camión se acercaba velozmente y jaló a la chica acercándola a él. El otro chico había mirado para otro lado y aún no había visto el camión. Lo agarré por el cuello y lo jalé detrás de mí con todas mis fuerzas, luego lo empujé fuera del camino del vehículo.

Bien. Eso dejaba a los otros dos.

En ese mismo instante, vi el camión justo delante de mí. Simplemente traté de poner al primer chico a salvo, pero en vez de eso, cambié de lugar con él, poniéndome en peligro. Pero eso era inevitable y no tenía nada que ver con el hecho de que yo pesaba más de cien kilos. Corriendo a toda velocidad, simplemente había tropezado un poco antes.

En el instante antes de que el camión hiciera contacto, una luz se abrió paso detrás de mí.

¿Estaba a punto de ver mi vida pasar ante mis ojos como decía la gente? Sólo duró un momento, así que no me di cuenta. Todo había sido muy rápido.

Tal vez eso es lo que pasa cuando tu vida está vacía y a medio vivir.

Me atropelló un camión que pesaba más de 50 veces mi peso y me tiró contra una pared de concreto.

“¡Hurgh!”

El aire fue forzado a salir de mis pulmones, que todavía se estaban contrayendo y dilatando por el oxígeno a raíz de correr a toda velocidad.

No podía hablar, pero no estaba muerto. Mi abundante grasa debía haberme salvado.

Excepto que el camión aún se movía. Me inmovilizaba contra el hormigón, me aplastaba como a un tomate… y luego morí.

NOVA: Revisado y Corregido.