Wortenia Senki (NL)

Volumen 8

Capítulo 3: La Zorra del Norte

Parte 2

“Vamos, Capitán Greed. Deberíamos darnos prisa”.

Ryoma luego se inclinó respetuosamente ante el espejo y se dirigió hacia la puerta. Solo Grisson y otra persona entendieron el significado de ese gesto.

“O-Oye, espera!” Greed se inclinó apresuradamente ante Grisson y siguió a Ryoma.

Incluso sin conocer los detalles, su intuición como un caballero experimentado lo impulsó a obedecer a Ryoma.

“Tomaremos nuestro permiso, entonces. Nuestros subordinados han tomado alojamiento en la ciudad castillo de Memphis. Le informaremos del nombre de la posada más tarde. Me disculpo, General Grisson, pero le agradecería si pudiera avisarle a la Reina Grindiana.”

Inclinó la cabeza respetuosamente una vez más, Ryoma giró el pomo de la puerta de la habitación. Pero su mano se detuvo de repente, cuando sonó la voz de un tercero, que supuestamente no estaba en esta habitación.

“Puedes acabar con tus intentos de provocar una reacción. Estoy segura de que ambos estamos cansados de esta farsa”. Ryoma se giró, donde se enfrentó a una mujer que no estaba parada allí hace un momento.

Así que ahí es donde salió…

Ryoma notó que una de las estanterías ahora estaba inclinada. Probablemente estaba observando a Ryoma a través del espejo de un solo lado. Y habiendo juzgado que valía la pena negociar con él, abandonó la habitación oculta adyacente.

“He escuchado todo tipo de informes sobre ti”, dijo la mujer con una sonrisa de alegría en los labios. “Un joven héroe del Reino de Rhoadseria y convocado de otro mundo por el Imperio de O’ltormea. Ese eres tú, no? Ryoma Mikoshiba”.

Su voz era tan bella como el timbre de una campana, pero llena del deseo de ver a otros caer postrados ante ella. Ella estaba junto a Grisson, irradiando una abrumadora sensación de presencia. Ryoma simplemente inclinó la cabeza, con su expresión serena y calmada.

“Me honra dar testimonio de su rostro, Su Majestad la Reina, Grindiana Helnecharles.”

Mientras Ryoma miraba a la mujer y la reluciente corona descansando sobre su cabeza, la joven reina de Helnesgoula, Grindiana Helnecharles, partió sus labios en una elegante sonrisa.

“Entonces, comencemos esta charla, de acuerdo?” Grindiana se sentó en el sofá, mirando a Ryoma, que se sentaba frente a ella.

Hmm… ya lo veo.

Ryoma miró a la reina sonriente sentada frente a él. Fiel a lo que había oído, no podía llamarse mujer hermosa. Su vestido blanco estaba adornado con encajes y piedras preciosas, pero en términos de sus rasgos y apariencia personal, no se podía comparar con Lupis o Shardina.

Dicho esto, si a alguien se le preguntara si era una mujer fea, la respuesta tendría que ser no. Si nada más, cualquiera que fuera tan lejos como para llamarla una mujer de aspecto sencillo probablemente sólo lo haría por algún tipo de rencor personal. Su cabello dorado bien peinado ondulaba elegantemente, y los ojos azules sentados encima de su cara en forma de almendra estaban encendidos con una intensa voluntad que parecía atraer la atención de uno.

Es guapa, pero no demasiado.

Sus rasgos eran ciertamente buenos, al menos para los estándares de Ryoma. Pero aunque carecía de la belleza digna con la que Shardina y Lupis eran agraciadas, tenía cierto encanto atractivo. Un cierto ambiente que inducía a la amistad.

Una cara que hacía que le agradara a la gente más fácilmente. Parecía estar entre los veintitantos y los treinta. Pero parecía que incluso podría haber sido 10 años mayor, pero lo suficientemente hábil para ocultar esa edad.

“Entonces, por dónde deberíamos empezar?” Ryoma respondió a su pregunta sin ninguna reserva.

Los ojos de Grindiana se abrieron un momento antes de soltar una risa divertida. El comportamiento de Ryoma era demasiado directo, dado que estaba hablando con la reina de un país por primera vez.

Tal vez pueda esperar más de él de lo que pensaba. No odiaba nada más que tener que lidiar con tontos.

“Veamos, entonces. Grisson parece un poco nervioso, así que quizás podrías explicar cómo sabías que estaba aquí en Memphis. Estás de acuerdo con eso, verdad, Grisson?” Grindiana volvió los ojos a Grisson, que estaba a su lado. Simplemente asintió sin palabras, después de lo cual Ryoma comenzó a hablar.

“Honestamente hablando, no sabía que estabas aquí de antemano. Simplemente consideré las condiciones y supuse que debías haber tenido alguna forma muy unida de mantenerte en contacto con Grisson, que está estacionado aquí en Memphis”.

“En otras palabras, puedo tomar esto como si dijera que entiende mi objetivo aquí?”

“Quizás no en su totalidad, pero… En su mayor parte, sí. Creo que lo hago”.

Ryoma asintió en silencio y extendió un mapa del continente occidental sobre la mesa. Al ver su actitud, Grindiana aplaudió, sus ojos brillaban con alegría. Se sentía como una niña a la que le acababan de presentar el regalo de Navidad que más deseaba.

“Me caes muy bien. He desperdiciado un precioso año de mi vida, dando a estos bufones de Xarooda todas las pistas que necesitarían y luego algunas, pero aún así no lo conseguirían… Honestamente hablando, he estado empezando a preguntarme si están tratando de ser destruidos por O’ltormea. Imagina montar un rompecabezas y que permanezca sin resolver para siempre. Podría algo ser más dolorosamente anticlimático?”

A pesar de hablar del destino de todo un país, el tono de Grindiana era tan ligero como si estuviera participando en una pequeña charla. El contenido de lo que estaba diciendo, sin embargo, era insoportablemente pesado.

“Bueno, si eso sucediera, simplemente me adaptaría a esa situación… Verdad?” añadió de manera significativa.

Las palabras fueron dichas con tanta ligereza y naturalidad que fácilmente se podría haber escuchado mal. Y al ver eso, Ryoma confirmó que sus sospechas eran ciertas.

Así que arregló las cosas para que no importa cómo caigan las fichas, ella estará bien… No es de extrañar que la llamen zorra.

Ella era lo suficientemente capaz de administrar un gran reino como Helnesgoula a su corta edad; eso era un hecho indiscutible.

“Entonces escuchemos tu respuesta”, dijo Grindiana, sus ojos brillando como un niño enfrentado a un juguete.

Desde su perspectiva, Ryoma estaba a punto de embarcarse en resolver un rompecabezas y nada más.

“Muy bien, entonces… Lo primero que noté es que Helnesgoula levantó su ejército rápidamente y declaró la guerra, pero se detuvo después de ocupar Memphis”. El dedo grueso de Ryoma trazó un círculo alrededor de la posición de Helnesgoula en el mapa.

“Probablemente no hace falta decirlo, pero si O’ltormea terminara tomando Xarooda, Helnesgoula quedaría atrapada entre sus rivales más fuertes en tres frentes: este, oeste y sur. Al norte está el mar, pero en interés de la defensa nacional de Helnesgoula, la caída de Xarooda no es algo que puedas tolerar. Pero aún así, detuvieron a sus ejércitos en Memphis, lo que se sintió como un llamado a las negociaciones”.

“Hmm. Sí, su análisis es correcto allí”. Grindiana asintió satisfecha.

Es cierto que O’ltormea ocupando los territorios de Xarooda no era una situación que Helnesgoula pudiera ignorar. Pero aun así, los intereses de Helnesgoula en Xarooda eran demasiado escasos para ofrecer una cooperación honesta. Si tuvieran que ofrecer ayuda simplemente en nombre de asegurar el país, los súbditos del reino estarían descontentos.

Grindiana necesitaba algo más, algo tangible, como recompensa por su ayuda… Pero esa compensación fue el mayor obstáculo.

Xarooda era un país construido sobre un terreno montañoso y, como tal, sus tierras no eran aptas para la producción de alimentos. Pero, por otro lado, los picos escarpados del país produjeron minerales de alta calidad, especialmente hierro. Y así, el país contaba con métodos de metalurgia de alta calidad y herreros capaces de producir equipos exquisitos.

A la luz de eso, si le ofrecieran algo a Helnesgoula, los derechos de propiedad de las minas serían la compensación más adecuada. Pero con eso desaparecido, Xarooda no tendría ninguna otra industria a la que recurrir, por lo que hacerlo sería un golpe mortal para el país.

Además, los derechos reales de las minas pertenecían principalmente a los nobles que controlaban los territorios en los que se encontraban las minas. Y aunque podrían haber sido leales al Reino de Xarooda, los nobles eran fundamentalmente autosuficientes y no eran absolutamente obedientes a las órdenes del rey. En todo caso, la casa real sólo fue nominalmente clasificada como el líder de los nobles. Y así, a pesar de que el país se tambaleaba al borde de la destrucción, la casa real xaroodiana no tenía derecho a despojar a los nobles de sus propiedades. Y si intentaran hacerlo por la fuerza, los nobles se sublevarían, destrozando el país antes de que O’ltormea lo invadiera.

Julianus I era conocido como el rey mediocre, y estaba claro por qué. En el mejor de los casos, desempeñó el papel de árbitro o supervisor del país, pero en realidad, ciertamente no era su soberano.

“Y es porque sabíamos esto que planteamos como condición la cesión de territorios de Xarooda”.

Grindiana volvió su mirada a Ryoma con una sonrisa traviesa. Sus ojos estaban llenos del oscuro y misterioso resplandor de un planificador.