Gakusen Toshi Asterisk (NL)

Volumen 14

Capítulo 5: Ronda cinco IV

Parte 1

Era un pueblo tranquilo, pastoral, y si uno estaba siendo poco complaciente, algo destartalado. Estrictamente hablando, era más un pueblo que una ciudad – las ruinas de una ciudad de provincia en gran parte olvidada debido a los excesos de la centralización, la imagen misma de una comunidad de casas en su mayoría abandonadas a las que sólo se aferran aquellos que no tienen a dónde ir.

Sylvia Lyyneheym había nacido en este pequeño asentamiento enclavado en lo profundo de las montañas.

Había varias docenas de residentes en total. La mayoría vivía sus vidas de manera autosuficiente, sin ninguna cualidad distintiva, pero si había algo que destacaba en ellos, era su piadosa observancia de las enseñanzas de Dios. Eso no quiere decir que fueran de ninguna manera un culto. La adoración y la oración, y el cumplimiento de los mandamientos de su Señor, les ayudaba a aliviar su pobreza. En un mundo dominado por las fundaciones de empresas integradas, la suya era una comunidad notablemente honesta.

Cuando era joven, Sylvia había sido la única niña que vivía en esa ciudad, y también la única Genestella. Y a pesar de eso, sus vecinos nunca la hicieron sentir aislada o excluida. Eran buenas personas, pero también eran cobardes.

Incluso desde sus primeros días, sabía que era diferente de los demás. Como hija única, sus padres la llenaron de amor y afecto, pero siempre hubo un muro invisible entre ella y ellos. Se le apareció a veces por el más breve de los momentos, como cuando tiró del brazo de su padre con demasiada fuerza o inadvertidamente aplicó demasiada fuerza a la vajilla. Y debido a eso, se volvió pasiva y distante, a menudo se retraía y se encerraba en su habitación.

Fue en un día tan lluvioso, cuando había estado leyendo para sí misma en soledad, que escuchó una extraña melodía que emanaba del exterior, mezclada con el sonido de la lluvia. Sintió un extraño movimiento en su pecho que nunca antes había experimentado, y cuando corrió la cortina de su ventana, vio a una joven mujer tarareando para sí misma bajo el alero de su casa.

“Bueno, no eres una carita dulce. ¿No te importa que espere aquí fuera de la tormenta?”

La mujer le mostró una sonrisa suave y gentil. Era como si, en ese pueblo ceniciento, sólo su cálida expresión estuviera llena de color. Sorprendida, Sylvia corrió rápidamente la cortina, pero por alguna razón que no entendía, su corazón no dejaba de latir.

Ese fue el primer encuentro de Sylvia con Ursula Svend.

***

Desde ese día, la canción sin nombre en el fondo de su corazón continuó fluyendo.

Esa preciosa y refrescante canción que había escuchado en medio de la lluvia.

***

Ahora, en el Domo Procyon:

“Tengo una buena oportunidad, o al menos, creo que la tengo”.

La mujer de cabello largo y negro, rasgos nobles y tez exóticamente bronceada (mostrada por la ropa reveladora) la miraba con asombro por todo el escenario. Estaba envuelta en un ambiente misterioso, llevando un cuerpo de ricas proporciones y miembros delgados, así como una miríada de elaborados y relucientes accesorios.

La oponente de Sylvia era la segunda luchadora de la Academia de Queenvale para Jóvenes Señoritas, Neithnefer, la Diosa de la Danza, alias Hathor. No sólo era conocida como la mejor bailarina del mundo, sino que también era una artista marcial de primera clase al nivel de los más grandes guerreros de Jie Long. El hecho de que ella fuera segunda a Sylvia y Rusalka en el reconocimiento de su nombre podría ser atribuido en gran parte a su estricta evasión de los medios de comunicación – de hecho, la Festa fue una de las pocas ocasiones en que ella apareció en público.

“¿Oh? No quería pelear contigo si se podía evitar, sin embargo…”, respondió Sylvia, activando el Fólkvangr.

Sylvia sabía que a Neithnefer, alias Nefer, no le gustaba, pero como los luchadores de la academia de primer y segundo rango, respectivamente, se conocían bien.

“Petra debe estar muy decepcionada ahora mismo, a punto de ver a sus dos mejores estudiantes destruirse mutuamente. Creo que eso fue muy mala suerte”.

“La academia no nos concierne aquí”, respondió Nefer con frialdad. “Se trata de decidir quién va a luchar contra Orphelia Landlufen.”

De hecho, había muchas posibilidades de que quien ganara este combate se enfrentara a Orphelia en la siguiente ronda.

Por supuesto, el octavo combate aún no había comenzado, y no era imposible que Orphelia perdiera. Sin embargo…

“¿Realmente tienes tanta hambre de venganza?” Preguntó Sylvia. “Aunque no puedo decir que no entiendo cómo te sientes…”

En el anterior Lindvolus, Sylvia había perdido contra Orfelia en el combate del campeonato, al igual que Nefer había perdido contra ella hace dos ciclos. Ambas habían jurado públicamente que ganarían contra ella esta vez.

“No nos confundas a los dos. A diferencia de ti, no busco enfrentarme a ella de nuevo sólo para vengar mi derrota”, dijo Nefer con severidad.

“¿Oh? ¿Entonces por qué?”

“Porque no puedo perdonarla. Nunca me he sentido más humillado en mi vida”. “…¿Porque te ha vencido?”

“¡Porque mi baile no llegó a su corazón!”

Sylvia se encontró tragando su aliento por el poder de la emoción que surgió de esas palabras.

“En ese entonces… todo lo que quería era tocar su corazón, incluso con la más débil onda. No importaba que perdiera. No me importaba eso. Sabía desde el principio que éramos polos opuestos en fuerza. Nuestras habilidades no se adaptaban entre sí. Pero por lo menos… quería superar su negativismo y tocar su alma.”

“Ah… creo que lo entiendo.”

Incluso ahora, sin duda sería casi imposible que Nefer ganara contra Orphelia Landlufen. Ella no era una Strega, y no esgrimía ni un Orga Lux ni un Lux normal, sino que usaba en la batalla sólo la carne y la sangre de su propio cuerpo. No poseía ninguna técnica que le permitiera defenderse del veneno de Orfelia, y nunca podría acercarse lo suficiente para realizar un ataque propio. No sólo se especializó en el combate cuerpo a cuerpo, sus habilidades únicas no eran adecuadas para enfrentarse a las de su posible oponente.

Y aún así, Sylvia finalmente entendió por qué Nefer había puesto tanto empeño en alcanzar a un enemigo tan imbatible.

Era su orgullo como artista.

“Me temo que no puedo darme el lujo de rendirme aquí. Es por una razón diferente, pero necesito luchar contra ella de nuevo, también.”

El impulso de Sylvia para ganar contra Orfelia no era tan noble como el de Nefer. Simplemente no pudo soportar su derrota en su último encuentro, y esperaba que ganando esta vez alcanzaría mayores alturas.

“Eso está bien. Nunca te pedí que te rindieras. No importa si la derroto o no, pero no perderé ante ti”.

“Sin embargo, soy de mayor rango que tú, ¿recuerdas…?”

“Entonces demuestra que te has ganado esa posición.”

Sylvia y Nefer pueden haber ocupado posiciones vecinas en el ranking de Queenvale, pero nunca habían peleado un combate entre ellas.

“Si eso es lo que quieres. No me culpes si pierdes.”

Las dos se miraron fijamente a través del escenario, antes de dar la vuelta simultáneamente y volver a sus respectivas posiciones de partida.

“No tengo ni idea de lo que nuestras dos concursantes estaban hablando, ¡pero miren cómo vuelan esas chispas!”

“Bueno, son las dos mejores luchadoras de la misma escuela. Podría haber todo tipo de cosas entre ellas.”

La locutora y la comentarista claramente no sabían de qué estaban hablando, pero Sylvia no les prestó atención cuando cambió el Fólkvangr al modo de disparo.

***

“Ronda 5, combate 7 – ¡Comienza!”