Wortenia Senki (NL)

Volumen 7

Prólogo: Rencor

Un rencor perduró entre la humanidad y los semihumanos. El comienzo de esa grieta, de hecho, no comenzó hace tanto tiempo. Esta Tierra, llena de conflictos continuos, no tenía mucho en el camino de la investigación arqueológica y por lo tanto era difícil de discernir. Pero asumiendo que la humanidad de este mundo evolucionó de manera similar a como lo hizo la humanidad en el mundo de Ryoma, uno puede asumir que la civilización humana y la historia existieron sólo unas pocas decenas de miles de años.

Dentro de ese período de tiempo, las dos razas sólo se entrelazaron relativamente recientemente. Si nada más, su relación no se ajustaba a la representación más bien trillada de dos razas rivales cuya oposición fue decretada por el Dios Creador cuando el mundo se formó por primera vez.

Todo lo contrario, de hecho. La verdad es que en su primer encuentro, las dos razas de hecho vivían en armonía y coexistencia. Los semi-humanos usaron sus características raciales únicas para traer beneficio a la sociedad humana, y se beneficiaron de la presencia de la humanidad. Lo mismo podría decirse de la humanidad. Por supuesto, eso no quería decir que no había absolutamente ningún sentido de animosidad o repulsión entre una raza y la otra, pero si nada más, que no era lo suficientemente frecuente como para dar lugar a ninguna guerra.

Pero un día, el delicado equilibrio en el que dependía esa relación se rompió de repente. Sucedió hace unas cuatrocientas docenas de años. Dos hombres provenientes del mundo paralelo de Rearth aparecieron en esta tierra y desviaron los engranajes del destino. No estaba claro cómo esos dos hombres encontraron su camino a este mundo. Tal vez eran almas perdidas que fueron convocadas a través de las dimensiones por un país u otro que existía en ese momento. Pero cualesquiera que fueran las circunstancias, todo comenzó cuando estos hombres se infiltraron en la Iglesia del Dios de la Luz – una organización que en ese momento apenas tenía influencia en la parte más pequeña del continente occidental – y distorsionaron la fe.

Los hombres abogaron por la gente, diciéndoles que la humanidad era una raza incomparable creada por el Dios de la Luz. Que los humanos eran la única raza reconocida por Dios como los gobernantes de este mundo.

Por supuesto, no tenían pruebas de que nada de eso fuera cierto. Pero esa ideología se extendió entre los humanos de esa época como un narcótico. Elitismo. La percepción de que eran el pueblo elegido. La manera de pensar que fueron elegidos por Dios, o alguna otra fuerza que trascendió a la humanidad. En términos del mundo de Ryoma, era similar a cómo los caucásicos se veían a sí mismos como superiores, y miraban hacia abajo a otras personas, como los asiáticos.

Ni un alma en este mundo podría saber por qué esos dos hombres propusieron una idea tan peligrosa. Pero quizás no era tan antinatural como uno podría suponer. La idea de que este tipo de elitismo era peligroso sólo se extendió entre la gente durante el siglo XX. Incluso Estados Unidos, que estaba estereotipado como excesivamente obsesionado con los derechos humanos, había legalizado la discriminación contra los afroamericanos y otras personas de color hasta la década del 2000.

Tal vez realmente albergaban esas creencias, o tal vez tenían otras intenciones en mente. Pero independientemente de sus motivos, el resultado fue el mismo. Sus palabras melosas fueron defendidas una y otra vez, finalmente sublimando en la fe absoluta, e hizo a la humanidad altiva y orgullosa de su supuesta posición en el mundo.

Y eso llevó a un levantamiento sin precedentes. Una guerra sangrienta estalló entre la humanidad y las otras razas semihumanas. Al principio fueron los elfos, luego los enanos y las bestias. Como resultado, la mayoría de los semihumanos – que ya eran pocos en número – desaparecieron de la faz del continente occidental. Se refugiaron en escondites situados en las regiones inexploradas y subdesarrolladas del continente, como la península de Wortenia, donde apenas perduraba su linaje.

Una franja boscosa de tierra existía en el noreste de la península de Wortenia. Escondida en el centro de ese bosque estaba una aldea modesta y aislada. Era una pequeña fortaleza, custodiada por un foso y un poderoso campo de barrera. Un pequeño refugio, construido sobre el sacrificio de muchos de los residentes del pueblo.

Sentados en la única sala del consejo construida en esta aldea, siete hombres y mujeres se habían reunido para discutir el futuro inmediato.

“Nelcius… Qué estás haciendo?” dijo uno de los hombres, que tenía la piel blanca clara y el pelo largo y dorado.

“Sé que no habéis olvidado la injusticia que sufrieron nuestros antepasados a manos de la humanidad… Por qué te opones a esto? Tú también has participado en la guerra santa antes.”

Sus rasgos faciales eran bastante justos. Incluso ignorando el gusto personal, no había un alma viva que lo describiría como un hombre feo. Pero en este momento, su hermoso rostro estaba retorcido de ira. Y su gruñido lleno de ira y animosidad se encontró con el acuerdo de los que le rodeaban.

“Así es. Una vez fuiste llamado el Demonio Loco, pero ahora pretendes quedarte de brazos cruzados y dejar que ese humano gobierne esta tierra?”.

“Patético… incluso los más poderosos se debilitan con la edad, parece…”

Palabras de desprecio y crítica surgieron de cada rincón de la mesa. Todas las personas sentadas en esta mesa redonda dirigieron miradas venenosas hacia el hombre de pelo plateado llamado Nelcius. Pero él mismo no parecía mostrar ningún signo de disgusto por esas miradas. O estaba excesivamente confiado o bendecido con un carácter descarado y audaz. No había más que una sombra de disgusto en sus ojos violetas.

Era un hombre grande, mucho más que cualquiera de los otros elfos sentados en esta mesa redonda. Si no hubiera sido por los rasgos faciales justos y las orejas puntiagudas únicas para su raza, uno se sentiría inclinado a pensar que era demasiado grande para ser un elfo. De hecho, solo cuando a uno le dijeron que tenía la sangre de ogros – que lucían una fuerza bruta incomparable tanto por humanos como por elfos – uno creería eso por primera vez.

“Qué estoy haciendo…?” Nelcius se hizo eco de la pregunta del otro elfo, apoyando su barbilla en su puño cerrado.

“Bueno, para ser honesto, tengo que admitir que no entiendo por qué son tan obstinados.”

Pero esta actitud solo hizo que las miradas de todos se agudizaran. Ciertamente no resultó bien dada la situación. Esta fue una reunión crítica que trató de la supervivencia de su raza. Actuar de esta manera cuando todos los demás presentes lo miraban con animosidad parecía burlarse de todos los demás. Nelcius, sin embargo, tenía sus razones. De hecho, estaba bastante exasperado con todos los demás.

Qué pérdida de tiempo… hubiera sido mejor pasar este tiempo en una siesta. Nelcius suspiró, con ese pensamiento cruzando su mente.

La conmoción comenzó cuando las niñas elfos secuestradas fueron rescatadas y devueltas a la aldea por un humano. Al principio todos se regocijaron al ver la seguridad de las niñas, pero eso pronto se convirtió en miedo cuando escucharon lo que las niñas tenían que decir.

Tener demasiados tontos es un problema… no es que no entienda cómo se sienten, dado lo que pasó en el pasado.

Incluyendo a Nelcius, los siete hombres y mujeres reunidos aquí formaban los jefes de varios clanes de elfos y elfos oscuros, y dada su posición, no podían dejar este incidente ignorado. Eso fue tanto más cierto porque algunos de los jefes aquí eran de la generación que experimentó la guerra santa de hace cuatro siglos. Habiendo librado una guerra espantosa en la que tuvieron que enfrentarse a enjambres de humanos en sangrientos combates, naturalmente serían extremadamente cautelosos con la humanidad.

Nelcius, sin embargo, se preocupaba poco por tales argumentos sentimentales. Tomar la mejor decisión posible para el futuro de la raza élfica era la responsabilidad y el papel de estos jefes.

No podemos dejar su reinado sin control… Eso puede ser cierto. Pero, qué más sugieren que hagamos…?.

Fuerza militar. Ir a la guerra para defender a Wortenia, su paraíso libre de dominación humana, fue la primera idea que se me ocurrió. Pero lo único que esperaba al final de esa elección sería una guerra lenta y duradera que amenazaría la existencia continua de la raza élfica.

La mayoría de los elfos sentados en esta mesa no podían ver nada más que al enemigo ante sus ojos – Ryoma Mikoshiba. El hombre que derrotó a los despreciables piratas y declaró tener posesión de las tierras de la península de Wortenia. Muchos de los jefes estaban ardientemente a favor de comenzar otra guerra santa, pero Nelcius volvió una mirada fría hacia ellos.

Asertivos, no son…? Pero, han pensado en lo que ocurrirá suponiendo que derroquemos a Ryoma Mikoshiba?.

Por lo que sabían, las fuerzas de Ryoma Mikoshiba no eran vastas. Sus exploradores informaron que sólo tenía quinientos hombres, en el mejor de los casos. Así que si nada más, si los siete jefes unieran sus fuerzas, los superarían en números. Cada clan tenía unos pocos cientos de guerreros, así que juntos sus fuerzas alcanzarían cerca de dos mil individuos.

Tampoco hubo ningún problema en términos de ventaja de ubicación. Los elfos vivieron en esta tierra durante varios siglos, después de todo, y así nadie conocía la topografía de la península de Wortenia mejor que ellos.

Por lo tanto, si iban a ir a la guerra con Ryoma Mikoshiba, sus posibilidades de victoria eran de ninguna manera escasas. Pero el problema era lo que vendría después de que la guerra terminara. Los humanos eran excesivamente codiciosos. Si los elfos fueran a matar a un gobernador nombrado oficialmente, el Reino de Rhoadseria desplegaría su ejército a continuación.

E incluso si rechazaran eso, un ejército aliado internacional vendría llamando a su puerta, igual que la guerra santa de hace cuatro siglos. Y Nelcius y los otros jefes no podrían oponerse a tal fuerza. Incluso si forzaran a las mujeres y los niños a luchar, su número total no llegaría a treinta mil.

No, incluso la suposición de que ganaríamos una guerra contra ese hombre es optimista…

El lado de Nelcius tenía la ventaja numérica y de ubicación, y al respecto, parecía que sus posibilidades de vencer a Ryoma eran sólidas. Pero su intuición como guerrero que vivió la guerra santa siguió intentando alertar a Nelcius del peligro.

Ir a la guerra sería una mala jugada… en cuyo caso…

Ignorando la mirada de los otros jefes, el corazón de Nelcius se volvió más frío. Después de que terminó el consejo, Nelcius se retiró a su habitación y se sumió en la contemplación. Dado que su clan tenía la mayor población élfica y era conocido como el Demonio Loco por su destreza en el combate, la negativa de Nelcius a luchar no era algo que los demás pudieran soportar. Sin su ayuda, elegir ir a una guerra total con los humanos se volvió una opción demasiado arriesgada.

Pero por otro lado, dependiendo de cómo vayan las negociaciones con Ryoma Mikoshiba, Nelcius podría perder mucha de su influencia sobre los demihumanos. Su manejo de las negociaciones también significó que asumió la responsabilidad sobre los resultados de estas conversaciones.

Supongo que tendré que recurrir a eso, entonces.

A decir verdad, el propio Nelcius no estaba entusiasmado por tomar esta decisión. Pero incluso si no quería tomar esa decisión, reconoció que era efectiva.

Considerando cómo empezó todo, no puedo ordenarle a nadie que haga esto excepto a ella. Y si sucede lo peor y tenemos que lidiar con esta situación, la única con las habilidades para manejarlo de todas las tribus guerreras es ella.

Su amada hija, Dilphina. Fue bendecida con una belleza que fue alabada como la joya de los elfos, y se erigió como una de las guerreras más grandes de su tribu, solo superada por su padre, Nelcius.

Por supuesto, había una razón por la que los piratas la atraparon y la dejaron indefensa. Todo comenzó cuando un pequeño grupo de niños salió de la aldea por curiosidad. Mientras eran niños, sus cuerpos no eran muy diferentes de los de un adulto. Los elfos conservaron su juventud durante mucho más tiempo que los humanos. Sus vidas duraron mil, incluso dos mil años. Sus cuerpos se desarrollaron durante las primeras décadas de sus vidas, y luego conservaron esa apariencia de tener veintitantos años durante la mayor parte de su vida.

Este era un rasgo racial de los elfos, y se pensaba que provenía del hecho de que nacieron con una mayor cantidad de prana en comparación con los seres humanos. Sin embargo, se desconoce si eso es cierto.

Independientemente de la causa, este era un rasgo que los humanos envidiaban mucho, ya que enfatizaba lo que veían como un defecto en su propia especie. Afirmaban ser formas de vida perfectas bendecidas por Dios, y esta discrepancia era la prueba de que esa creencia estaba equivocada.

Había algunos problemas que los elfos tenían como raza, pero había dos fallas importantes. La primera era que sus tasas de fertilidad eran bajas. Los elfos sólo podían engendrar niños durante un período de apareamiento que ocurría una vez al año. Quizás este defecto provino de su longevidad. Si tuvieran la misma destreza productiva que la humanidad tuvo, el continente occidental probablemente habría sido controlado por los elfos en la actualidad.

Pero el segundo problema aquí era su otro gran defecto. Mientras que sus características físicas siguieron desarrollándose hasta los cincuenta años de edad, fueron mucho más lentos en el desarrollo cognitivo. En términos humanos, era como tener jóvenes en su adolescencia con la capacidad mental de un niño de preescolar o de una escuela primaria.

La altura de su curiosidad sólo fue igualada por lo bajo que era su auto-moderación. El período que pasaron como niños en cuerpos maduros duró aproximadamente un siglo. Esto era, por supuesto, el desarrollo natural de la fisiología de un elfo, por lo que normalmente no se veía como un problema. Pero de vez en cuando, esos niños causarían problemas. Y este caso fue uno de esos ejemplos.

No puedo culparlos por ello… A su edad, yo también deseaba salir. Mis padres a menudo me regañaban por ello.

La infancia de Nelcius fue en los días antes de la Guerra Santa, por lo que no había muchas restricciones. Pero todavía se sentía ahogado y aburrido, y a menudo se aventuraba fuera del bosque con sus amigos para ir a aventuras. Y, como estas cosas a menudo sucedían, la mayoría de las veces terminó con ellos siendo severamente regañados por sus travesuras.

Pero esta vez, la travesura de los niños fue inoportuna, ya que se encontraron con piratas en una cacería de esclavos. Dilphina y sus camaradas trataron de salvar a esos niños, sólo para terminar siendo capturados en su lugar. Y si Ryoma Mikoshiba no hubiera exterminado a los piratas y escoltado a Dilphina y a los otros elfos oscuros cautivos de vuelta a la aldea demihumana, Nelcius podría no haber vuelto a ver a su hija

“Perdóname, Padre. He oído que me llamaste.” Hubo unos cuantos golpes en la puerta, y la voz de Dilphina llegó a él desde detrás de la puerta.

“Adelante”, dijo Nelcius, incitando a Dilphina a abrir la puerta.

Ella probablemente sabía lo que iba a decir, porque Nelcius podía ver que su expresión era más rígida de lo habitual.

Perdóname…

Ver esa expresión inundó el corazón de Nelcius con culpa. Como padre, no odiaba nada más que enviar a su amada hija de vuelta a los humanos. Pero como jefe, no podía priorizar su seguridad o el bienestar de su familia sobre todos los demás. Nelcius se dio cuenta de que ponía el peso de toda su raza sobre los hombros de Dilphina, pero Nelcius no tenía otra opción.

Lanzando un pequeño suspiro, Nelcius hizo un gesto a su hija para que se acercara. Todo para salvaguardar el futuro de la raza élfica..