Wortenia Senki (NL)

Volumen 7

Capítulo 2: Un Mensajero de un País Vecino.

Parte 2

No podían permitirse perder esta guerra. Una derrota aquí significaría que Rhoadseria sería la siguiente en ser amenazada por las ambiciones de O’ltormea. Además de eso, necesitaban lograr logros que hicieran que Xarooda y Myest no los despreciaran. Si enviaran un puñado de soldados después de eludir sus solicitudes de refuerzos durante el tiempo que lo hicieron, los otros países tendrían la peor impresión posible de Rhoadseria.

Si no contribuían en gran medida a la lucha, Xarooda y Myest nunca los perdonarían. Exigirían a Rhoadseria que hiciera grandes concesiones comerciales para compensarlo, suponiendo que no declararan la guerra directamente al país.

“Iré,” dijo Helena, abriendo sus labios por primera vez durante este concilio.

Toda la sala se quedó en silencio ante su declaración.

“Estás segura, Helena?” dijo finalmente la Reina Lupis después de una pausa.

Su cara estaba llena de dudas y culpa. Los únicos refuerzos que podían enviar de forma fiable eran dos mil quinientos caballeros, y no debían simplemente salir y ofrecer un poco de ayuda. Tendrían que actuar admirablemente y cosechar victorias resonantes que convenzan a los otros países. Hacer esto de buena gana fue, con toda honestidad y para todos los efectos y propósitos, sacar la pajita corta a sabiendo.

Helena, sin embargo, no vaciló.

“Por supuesto, Su Majestad”.

Helena asintió con la cabeza, sus ojos brillaban con fuerte voluntad.

No se detendría ante nada para salvar el Reino de Rhoadseria, y Helena también era la única persona presente en esta reunión que podía comandar los refuerzos. Eso no era tanto una cuestión de las capacidades de Helena, sino más bien de su fama y logros pasados. Meltina y Mikhail también eran ayudantes de la reina Lupis, pero sus nombres no se conocían en otros países.

Si sus dos mil quinientos hombres fueran dirigidos por un novato desconocido, nadie los tomaría en serio y simplemente crearía más fricción. Sin embargo, los otros países recibirían mucho mejor a la Diosa de la Guerra de Marfil de Rhoadseria.

“Entonces haremos que lady Helena sea la comandante de nuestros refuerzos. Sin embargo, necesitaremos un segundo al mando”, dijo Meltina después de confirmar que todos estaban de acuerdo con la oferta de Helena.

Los logros de Helena fueron únicos e históricos, pero no los logró del todo por sí misma. Y dado que los estaban enviando a otro país, nadie sabía lo que podría pasar. Necesitaban un vicecomandante que pudiera funcionar como reemplazo de Helena si fuera necesario.

“Eso es lógico… Necesitaríamos un ayudante capaz… Pero quién debería ser?” Preguntó el Conde Zeleph.

“Sir Mikhail, o quizás Lady Meltina? Esos son los dos primeros que nos vienen a la mente entre la mano de obra que podemos desplazar actualmente. Pero, podemos sacarlos del reino con seguridad durante lo que potencialmente podrían ser años?”.

Era una pregunta natural. No había muchos oficiales militares conocidos en Rhoadseria en este momento, y la mayoría de ellos recibieron roles que los hicieron difíciles de reemplazar. Cualquier fuerza enviada a Xarooda regresaría solo seis meses después como muy pronto, y tal vez incluso años después, dependiendo de cómo vaya la guerra. Esos oficiales no tuvieron tiempo para hacer eso.

Aun así, no podían enviar a Helena sola a un campo de batalla letal. Y todos guardaron silencio, hasta que un hombre finalmente habló.

“No podrías preguntarle a Sir Mikoshiba?”

El sonido de alguien tragándose el aliento con nerviosismo resonó en la habitación mucho más fuerte de lo que debería. Ese nombre era un tabú que todos habían considerado, pero nadie se atrevía a hablar. Un momentáneo silencio se apoderó de la habitación, seguido de los airados gritos del Conde Bergstone.

“Tonto! Qué estás proponiendo, Mikhail?! Tienes idea de lo que acabas de decir?!”

El conde Bergstone le gritó, arrojando por los aires todas las nociones de cortesía y ceremonia. Su enfado estaba claro. Pero nadie juzgó al Conde Bergstone por llamar a Mikhail directamente por su nombre de pila. Las palabras de Mikhail fueron simplemente tan descaradas e inesperadas.

Ese idiota… pensé que se había vuelto un poco más manso después de que su arresto domiciliario fue levantado…

Al ver a Mikhail mantener la lengua durante toda la reunión hasta ahora, el conde Bergstone asumió que había aprendido su lugar y sabía cuándo no interferir. Esa impresión, sin embargo, parece haber sido errónea.

“Sir Mikhail… Qué estás tratando de hacer, precisamente?” El Conde Zeleph exhaló un profundo suspiro lentamente mientras miraba a Mikhail.

Sus palabras estaban llenas de cautela hacia Mikhail.

“Yo? No estoy tratando de hacer nada,” dijo descaradamente Mikhail, ignorando las miradas dirigidas hacia él.

“Simplemente estoy señalando que no tenemos otras opciones. Creo que Sir Mikoshiba es la elección natural, sin embargo, dados sus logros.”

En términos de las habilidades de Ryoma, la propuesta de Mikhaíl se convirtió en la elección natural. No había duda de que fue su fuerza lo que permitió a la reina Lupis reclamar la victoria a pesar de que su posición inicial era una de inferioridad abrumadora. Su nombre habría sido el primero en aparecer, pero nadie lo nominó. No, quizás sería más sabio decir que todos los demás borraron intencionalmente su nombre de la lista de posibilidades.

“Si de verdad, honestamente dice eso, entonces puede que tenga que cuestionar sus motivos”, gruñó el Conde Zeleph enojado, haciendo evidente su descontento.

Normalmente, el Conde Zeleph tendía a esconderse detrás de las posturas del Conde Bergstone y no solía hablar en consejos como este. Esto solo sirvió para hacer que su agresividad aquí fuera aún más sorprendente. Pero incluso con esa clara ira dirigida a él, Mikhail se mantuvo sereno. Sus ojos brillaron con una luz fría mientras hablaba con una sonrisa.

“Lo harías ahora? A pesar de ser un plebeyo, el Reino de Rhoadseria convirtió a Sir Mikoshiba en un noble. Es natural que preste su ayuda a este país en tiempos de crisis. Y además, esta es nuestra última oportunidad. Si dejamos pasar esta oportunidad, este país se arruinará. Me equivoco?”

No lo estaba. Ryoma era de hecho un ex plebeyo – un mero mercenario de orígenes desconocidos. Si uno se centraba en ese hecho, las palabras de Mikhail sonaban verdaderas. Y desde esa perspectiva, sería natural que pagara a la casa real por el privilegio de ser un noble protegiendo este reino con su vida.

Suponiendo que uno ignorara que la Reina Lupis temía a Ryoma y lo condujera a la tierra de nadie infestada de monstruos que era la península de Wortenia, por supuesto…

Sinvergüenza, desagradecido… Te crees el rey de este país?!

Ese pensamiento cruzó el corazón del Conde Bergstone y de casi todos los demás presentes en este consejo. Él fue la causa de la mayoría de sus problemas, pero empujó el deber de limpiar los estragos dejados por sus errores sobre otros. Todos los demás lo miraban con ojos duros y críticos.

Pero en contraste con la indignación del conde Bergstone, la reina Lupis permaneció en silencio. Su expresión estaba llena de culpa, terror… y la más mínima esperanza. Todos los presentes podían decir lo que estaba pensando. La reina Lupis había pensado en lo mismo que hizo Mikhail en algún rincón de su corazón.

“Muy bien. Estoy de acuerdo con Sir Mikhail en que es apropiado para este papel… Pero la pregunta permanece. Sir Mikoshiba estará de acuerdo con eso?”

El conde Bergstone habló de sus dudas mientras negaba con la cabeza.

Su voz era extremadamente sarcástica y amarga, y de alguna manera terriblemente burlona. Mikhail, sin embargo, pareció ignorar por completo su tono.

“El hecho es que su fuerza rivaliza con la de Lady Helena. E incluso la más preciada de las espadas es inútil si no se pone en uso, verdad?”

El conde Bergstone no podía negar eso. También esperaba confiar en la fuerza de Ryoma. Teniendo en cuenta las capacidades que mostró Ryoma durante la guerra civil, fue una gran carta de triunfo para Rhoadseria. Y dada su situación, no podían permitirse el lujo de no usarlo, ya que eran los siguientes en la fila para ser atacados. Y si eso sucediera, serían destruidos bajo las mayores fuerzas de O’ltormea.

La mayor parte del territorio de Rhoadseria eran llanuras abiertas y planas. Su población era vasta y su tierra madura para la agricultura gracias a las abundantes fuentes de agua. Pero, por otro lado, esto también significaba que la topografía de su país tenía pocas defensas naturales. Y cuando se trataba de luchar en llanuras abiertas, el número de tropas de cada ejército era el factor decisivo.

Una vez que fueran invadidos, probablemente no podrían esperar refuerzos de Myest. Si O’ltormea cruzara la cordillera occidental que servía como la frontera de Rhoadseria con Xarooda, el reino probablemente sería aplastado rápidamente por la abrumadora población del imperio.

Entonces, en términos de las circunstancias de Rhoadseria, la sugerencia de Mikhail tenía sentido. Sus palabras se basaron en la situación y el poder nacional actual de Rhoadseria. Incluso la carta de triunfo más fuerte no valía nada si no se jugaba en el punto más crítico del juego.

Pero si simplemente pudieran pedirle ayuda a Ryoma, no estarían en esta situación. Era natural que las palabras del Conde Bergstone estuvieran tan cargadas de resentimiento como lo estaban, porque Mikhail Vanash era la causa de sus problemas aquí. Su obsesión por ganar méritos en la guerra fue la razón por la que no pudieron detener a Gelhart, lo que los llevó directamente a la difícil posición en la que se encontraban.

“Y el cumplimiento de Sir Mikoshiba no importa. Sólo necesitamos darle la orden. Y, si se niega, simplemente lo manejaremos como cualquier forajido y lo mataremos. Qué noble rechazaría una orden real cuando la existencia del Reino está en riesgo, después de todo?”

No había ningún rastro de emoción en la voz de Mikhail. Reverberaba fríamente, casi mecánicamente a través de la habitación.

“Eso es absurdo… Tu cordura te ha abandonado por completo?” Dijo el Conde Bergstone, olvidando que estaba en presencia de la Reina Lupis.

Mikhail, sin embargo, simplemente lo miró con una expresión que casi parecía sorprendido.

“Bueno, ahora… Conde Bergstone, he dicho algo extraño? Qué sentido tiene conservar a un noble que carece de lealtad a la casa real?”

“Qué estás diciendo? Si afirmas que es el deber de la nobleza, entonces también puedes poner a la mayoría de los nobles de este país a la espada.”

“En efecto. Y es por eso que debemos hacer un buen uso de Sir Mikoshiba”.

Ambas voces aumentaron de volumen y mostraron una clara enemistad el uno con el otro. La mayoría de los nobles de Rhoadseria no mostraron lealtad incondicional a la casa real. Si lo hubieran hecho, no habrían sido tan poco cooperativos, incluso con la presencia del estandarte que era la Princesa Radine.

Lo mismo sucedió incluso para los nobles presentes aquí. El Conde Bergstone era profundamente leal a la Reina Lupis, por supuesto, pero su lealtad no era incondicional. Él solo la sirvió con tanta lealtad como lo hizo porque ella lo colocó en una posición clave después de que terminó la guerra civil. Era la diferencia entre recibir el favor de uno y recibir un servicio.

Hace un año, el conde Bergstone era parte de la facción neutral, y se negó a prestar su ayuda a la facción de la princesa a pesar de las repetidas peticiones de Meltina. Eso fue porque Meltina esperaba que le ayudara por pura lealtad al trono.

La idea de la lealtad al trono tenía un sonido agradable, sin duda, y algunos darían la vida por ello. Pero la mayoría de la gente no lo haría. La gente necesitaba saber que cualquier cosa que haga les dará algún tipo de beneficio. Mikhail sabía esto terriblemente bien. Casi nadie se puso del lado de la reina Lupis hace un año… No hasta el día en que apareció Ryoma Mikoshiba.

“Por qué estás tan asustado?” Helena interrumpió su discusión, después de vigilarla en silencio durante un rato.

“Qué, preguntan? No es obvio? No nos queda mucho tiempo. No es ejecutar al Barón Mikoshiba y unificar la voluntad de los nobles nuestra opción más rápida?”

Mikhail fue tomado por sorpresa por la pregunta, y sin querer dejó escapar sus verdaderas intenciones. La mirada de Helena se agudizó.

“Ya veo… Así que eso fue lo que realmente quisiste decir”, dijo.

“N-No…” La cara de Mikhail se contrajo.

“No lo hice… no dije nada…”

Sus palabras hicieron que Mikhail se diera cuenta de que acababa de decir algo que era mejor dejar sin decir. Es cierto que hacer un ejemplo de Ryoma puede haber unificado al país. Pero no había necesidad de convertir específicamente a Ryoma en el objetivo. Había muchas otras personas prescindibles que podían sacrificar.

A pesar de llamar a Ryoma su carta de triunfo, Mikhail sugirió que no la usaran contra su enemigo, sino que la descartaran para hacer un punto ante sus otros aliados. Evidentemente, sus palabras y sus intenciones eran dos cosas distintas.

Lo sabía… Todavía le guarda rencor a Sir Mikoshiba… El conde Bergstone se dio cuenta de inmediato.

A primera vista, las afirmaciones de Mikhail parecían razonables, pero una vez que se dio cuenta de sus verdaderas intenciones, fue difícil no juzgarlo con dureza.

“Odias a Sir Mikoshiba?” Preguntó el Conde Bergstone.

“No tengo idea de lo que estás hablando”, respondió Mikhail tranquilamente, tratando de disimular su confusión.

Aparentemente, eligió fingir ignorancia, pero sintió que era demasiado tarde para eso. Su actitud hace unos momentos dejó en claro a todos los presentes cuáles eran sus intenciones. Y, sin embargo, trató de ocultar su intención.

“Tanto odias a Sir Mikoshiba?” El Conde Bergstone repitió la pregunta.

“Ese fracaso fue tuyo y solo tuyo. Resentirlo sería un error.”

“No tengo la menor idea de lo que quieres decir”.

Mikhail repitió esa farsa una vez más. Pero al verlo decir esas palabras por segunda vez, el Conde Bergstone sintió que un escalofrío le recorría la espalda.

Esos ojos…!

Estaban llenos de una oscuridad profunda y sin fondo. La mirada de Mikhail se llenó de llamas de odio y obsesión. Por lo que podía ver el conde Bergstone, el Mikhail Vanash que conocía no estaba allí. Es cierto, siempre supo que era una persona miope, pero nunca había visto a Mikhail ignorar completamente las apariencias y considerar a otra persona con un antagonismo tan claro y descarado.

El Conde Bergstone podía entender un poco por qué odiaba a Ryoma desde el fondo de su corazón. Quizás era natural para él desear que Ryoma desapareciera. Pero fue un rencor injustificado. Y no podía permitir que esos deseos personales hundieran a Rhoadseria en más caos.

Te compadezco, pero…

Las chispas parpadearon entre los dos.

“Basta!”

El grito de la Reina Lupis resonó por toda la habitación.

“Ya basta… daré un decreto real. En primer lugar, Helena. Contacta al Barón Mikoshiba e infórmale que es convocado a la capital, de prisa. No necesariamente se negará, así que por ahora le explicaremos nuestra situación. Podemos decidir qué hacer en caso de que se niegue más tarde…. Entendido?”

“Su Majestad…” susurró Meltina, horrorizada.

Pero la reina Lupis dio sus órdenes rápidamente, ignorando las palabras de su ayudante. No tenían tiempo para una pontificación inútil. A pesar de que las dudas la devoraban, la reina Lupis tomó su decisión.