Gakusen Toshi Asterisk (NL)

Volumen 8

Capítulo 6: El Lyre-Poros

Parte 1

Un melancólico cielo nocturno. Calles familiares bordeadas de casas. El sonido de los cuervos graznando en la distancia.

Lo reconoció todo de inmediato: estaba soñando, reviviendo un recuerdo de hace mucho tiempo.

“Oh Dios, ¿qué pasa, Saya?” Haruka, una bolsa de compras en sus manos, le había llamado suavemente.

“…tuve una pelea con Ayato”, respondió ella, sentada en la terraza con las manos sobre las rodillas.

“…ya veo.” Haruka había mirado al edificio que había detrás de ella.

Podían escuchar a Ayato absorto en la práctica dentro del dojo principal del estilo Amagiri Shinmei. Saya podía contar con una sola mano el número de veces que ella y Ayato habían luchado, y después de cada una de ellas, se había recluido dentro de ese edificio.

“Supongo que tampoco está de buen humor. Su centro de gravedad está apagado.”

El hecho de que Haruka pudiera darse cuenta de eso sólo a través del sonido nunca dejó de impresionar a Saya.

Parada allí, con la mano en la cintura, se parecía menos a la hermana mayor de Ayato y más a una instructora de dojo segura de sí misma.

“¿Y qué pasó?”, me preguntó, con su habitual sonrisa amable al volver.

“…quería saber por qué no se lo había dicho. Que nos vamos a mudar”.

“Ah, ya veo.” Haruka había asentido con la cabeza.

Parecía que ya lo sabía.

“No le dije nada porque pensé que sería mejor que lo escuchara directamente de ti. pero supongo que lo descubrió por su cuenta primero”.

“…Sí.”

“¿Por qué no se lo dijiste?”

Saya había mirado hacia otro lado, avergonzada, a la pregunta típicamente contundente, pero respondió con honestidad: “Pensé que si se lo decía… definitivamente se preocuparía por mí”.

“…Bueno, esa es la clase de persona que es.”

“Sólo quería que las cosas siguieran como estaban.”

Eso era todo lo que ella quería. No podía entender por qué Ayato había reaccionado así.

“Ya veo…. Siempre eres demasiado considerada, Saya,” había dicho Haruka, acercándola en un fuerte abrazo.

“…Haruka, no puedo respirar.”

“Ah, lo siento…. Ya sabes, Saya, entiendo cómo te sientes, pero no creo que hubiera funcionado.”

“¿Por qué no?” Saya había preguntado, confundida.

Haruka se había extendido para acariciar la cabeza de Saya. “Aunque Ayato hubiera seguido actuando normalmente, habría sido diferente para ti, ¿no? ¿Pudiste jugar con él como lo haces normalmente, guardándotelo todo para ti?”

Saya había sacudido lentamente la cabeza.

“¿Verdad? Hay cosas que debes guardar para ti misma, y cosas que no debes, pero si es alguien como Ayato, es mejor decirlo todo de antemano, ¿no crees? Eso no significa que hubiera ido bien. Pero al menos no te habrías arrepentido tanto después, ¿verdad?”

“…no lo sé,” Saya había respondido hoscamente.

Haruka había soltado una risa incómoda. “Bueno, eso es todo, supongo. ¿Por qué no vas y haces las paces con él? No querrías irte sin antes haber arreglado las cosas, ¿verdad?”

“…No.” Saya había sacudido la cabeza de acuerdo.

“Es mejor ser honesta. Y resulta que tengo un arma secreta para ti. Definitivamente ayudará”.

“…Gracias, Haru.”

Saya había inclinado su cabeza en gratitud por las dos barras de helado y luego corrió hacia el dojo.

***

“Saya”, dijo Ayato mientras agitaba sus hombros. “Saya, despierta. El comandante está aquí.”

“¿Ngh…?” Finalmente, su amiga de la infancia se despertó de su sueño reparador, frotando sus ojos cansados mientras miraba a su alrededor. “…¿Dónde estoy?”

“El cuartel general de la guardia de la ciudad.”

“¿El guardia de la ciudad…?” Saya permaneció inmóvil durante un largo momento, como congelada en su sitio, antes de finalmente aplaudir para darse cuenta. “Ah, cierto.”

La sede de Stjarnagarm estaba situada casi en el centro del área administrativa, justo al lado del Ayuntamiento.

Mirado desde fuera, el edificio no era nada extraordinario, pero para aquellos que sabían qué identificar, el ambiente austero reflejaba la suprema confianza de la policía en sus capacidades.

Después de todo, el guardia de la ciudad tuvo que tratar con estudiantes de las seis escuelas de Asterisk. Tendrían pocas esperanzas de poder llevar a cabo su trabajo si no estuvieran lo suficientemente capacitados. De hecho, muchos miembros de Stjarnagarm eran antiguos alumnos, entre ellos los más destacados.

Ayato y Saya habían estado esperando a Helga Lindwall en una habitación en lo más profundo de la sede de la organización, una habitación sencilla, equipada únicamente con un escritorio de trabajo, sillas y un sofá.

“¿Así que finalmente estás despierta?”, preguntó mientras se sentaba frente a ellos. “Permítanme empezar disculpándome por el retraso. Mi entrevista con el equipo Rusalka duró más de lo que esperaba”.

“No, está bien…”, contestó Saya.

El cielo nocturno se podía ver desde la ventana y, a lo lejos, las deslumbrantes luces del área comercial, en marcado contraste con la tranquilidad del administrativo.

“Suena como si ustedes dos se las hubieran arreglado para quedar atrapados en medio de esa pelea en el área de reurbanización. No debería ser un problema para ninguno de los dos”.

“Eso es bueno…”, dijo Saya en voz baja.

Ayato también había esperado mucho, pero oírlo oficialmente fue un gran alivio. Lo último que quería era causar dificultades a los demás miembros de su equipo.

“…pero ¿qué pasa con ellos?”

“El equipo Rusalka y el equipo Hellion tendrán que enfrentar algún tipo de acción disciplinaria, pero dudo que sea demasiado severa.” Basándose en su tono de voz, Helga no parecía particularmente satisfecha con esa situación.

Cualquier medida punitiva emitida en relación con la Festa queda a discreción del Comité Ejecutivo. El papel de Stjarnagarm consistía únicamente en supervisar su aplicación, no en dictar sentencias. Ayato sólo podía imaginar lo que Helga tendría que decir al respecto.

El comandante, al parecer, había adivinado lo que estaba pensando. “Por supuesto, preferiría un castigo más severo, especialmente para un equipo tan peligroso como Hellion. Sin embargo, tengo que acatar las reglas de la ciudad. Aunque este sistema mercenario es” Ella se detuvo allí, moviendo la cabeza. “No, no debería salirme del tema. Volvamos al tema que nos ocupa. Sin duda ya te habrás dado cuenta de esto, pero el lugar donde te las arreglaste para terminar solía ser donde se celebraba el Eclipse”.

“…Así que tenía razón”, murmuró Saya.

Ayato lo había adivinado cuando encontraron a Saya y Miluše, pero no lo había pensado mucho.

Después de todo, habían tenido una tarde muy ocupada. Poco después de que Ayato y las cuatro integrantes de Rusalka se pusieran en contacto con la guardia de la ciudad, Helga había venido a reunirse con ellas junto con varios otros oficiales, y una de ellas había podido utilizar sus habilidades de búsqueda para localizar a las dos niñas casi inmediatamente. Tan pronto como los encontraron allí abajo, todos fueron llevados de vuelta a la superficie y llevados directamente al cuartel general de la guardia de la ciudad. No había mucho tiempo para pensar en ello.

Sin embargo, ahora que lo había oído directamente de la persona que había puesto fin al torneo ilegal, no podía haber ninguna duda al respecto.

“Para empezar, ese lugar está en los niveles más bajos de la superestructura de la ciudad, en el fondo del área de lastre, en otras palabras, bajo el agua.”

“¿El área de lastre…?” Al oír esto, los ojos de Saya se abrieron de par en par, sorprendida.

Sin embargo, si se piensa en ello, probablemente no había mejor escondite en ninguna parte de la ciudad. El propio Ayato había entrado una vez en el área de lastre, aunque sin querer, y sabía lo imposible que sería encontrar algo allí abajo.

“Hay tres tipos diferentes de entradas”, continuó Helga. “Los del público, los de los organizadores y los de los concursantes. Hay seis de estos últimos, cada uno conectado directamente al escenario. Sólo se puede acceder a ellos a través de pasadizos ocultos en los bloques subterráneos, como el que encontraste”.

“…Pero alguien debe haber abierto esa puerta antes que nosotros. Así es como lo encontramos.”

“Sí…” Helga respiró hondo, su postura parecía despojarse de algo de su dignidad habitual. “Bueno, no tiene sentido ocultarlo. Esos eran los mercenarios de Le Wolfe….el equipo Hellion.”

“¿Estaban allí?” Saya frunció el ceño, incómoda.

“No intentaron ocultarlo cuando los entrevistamos. Dijeron que sólo fueron a echar un vistazo y luego se fueron”.

“…¿Fueron a echar un vistazo? ¿Por qué?”

“Su jefe en HRMS, Liberio Pareto, fue un ganador del Lindvolus, pero también participó en el Eclipse. Varias personas han testificado sobre eso a lo largo de los años. Es bastante reconocible, después de todo. Y fue bastante difícil para nosotros también”. Su tono era amargo, sin duda como sus recuerdos de aquella época. “No es su estilo, pero es inusualmente carismático, y parece que los mercenarios de Hellion están totalmente dedicados a él. Probablemente fue una especie de peregrinaje para ellos”.

“Pero en ese caso… ¿cómo salieron?” Preguntó Saya.

Según Saya, el ascensor se cerró detrás de ellos automáticamente, y no habían podido utilizarlo para volver a la superficie.

“Esos ascensores son de ida. Sólo los ganadores podían volver…. Pero he oído que, a algunos participantes, como Liberio, se les entregaron tarjetas de identificación especiales para que pudieran usarlas cuando quisieran. Probablemente tenían una de ellas”.

“¿Puedo hacer una pregunta?” Preguntó Ayato. Había algo que le había estado molestando desde hacía tiempo. “El Eclipse ha llegado a su fin, ¿verdad? ¿Entonces por qué ese lugar sigue ahí? ¿Y por qué los ascensores, las luces y todo sigue funcionando?”

Ante esto, la expresión normalmente estancada de Helga se nubló. Sus siguientes palabras estaban inusualmente teñidas de emoción. “¿Recuerdan lo que les dije hace un tiempo, que nuestra investigación sobre Danilo se detuvo bajo la presión de las fundaciones? El Eclipse es el peor ejemplo de ello. Recibimos una petición, es decir, una orden, de no poner ni siquiera una mano en esa arena. Ni siquiera hemos sido capaces de traer de vuelta una sola pieza de evidencia.”

Antes de que Helga terminara de hablar, Ayato notó que Saya, sentado a su lado, estaba visiblemente rígido.

“¿Qué pasa?” Helga, que también lo notó, se volvió hacia ella con fuerza.

“…no es nada”, contestó Saya, fingiendo ignorancia.

Helga continuó mirándola fijamente durante un largo momento, viendo claramente a través de la mentira, pero luego agitó la cabeza antes de respirar profundamente. “Muy bien. Había un campo de protección instalado para evitar que la gente entrara en el ascensor, pero el equipo Hellion debe haberlo roto al entrar”.

“No había nada parecido cuando estábamos allí.”

No había dudas sobre la fuerza del Equipo Hellion. Ayato tenía sus dudas de que incluso un campo de protección como el que había utilizado Ardy hubiera sido capaz de detenerlos.

“Bueno, eso es todo lo que puedo decir. ¿Tiene alguna otra pregunta?”

“No, estoy bien”, contestó Ayato.

“…yo también”, añadió Saya.

Helga asintió, de pie. “Mis disculpas de nuevo por ocupar tanto de su tiempo, especialmente en medio de la Festa, pero este es nuestro trabajo. No lo tomes a mal”. Se dirigió hacia la puerta antes de mirar hacia atrás. “Oh, puedo hacer que alguien te lleve de vuelta a Seidoukan, si quieres.”

“No hay necesidad”, contestó Saya sin rodeos antes de que Ayato pudiera tener la oportunidad de aceptarlo.

Con eso, se inclinó educadamente ante el comandante, luego cogió a Ayato de la mano y empezó a alejarlo.

“¿S-Saya…?”

“Ven conmigo”.

Saya casi lo arrastró por el aburrido pasillo. Cuando miró hacia atrás, Helga los vio irse con una sonrisa divertida.