Danmachi: Sword Oratoria (NL)

Volumen 7

Capítulo 3: Festín de la Muerte

Parte 3

Fue entonces cuando lo entendió: piedras infernales, las mismas que se esconden en las ropas del hombre. Y se habían instalado, espaciados uniformemente a lo largo de las paredes, tanto a su derecha como a su izquierda.

—Mi Señor, te lo ruego… te ruego que me concedas el deseo de mi corazón… El hombre se autodestruyó en un estallido atronador—

—Se activaron todas las bombas con incrustaciones en las paredes, detonando el túnel a su alrededor.

—¡¡Corran!!

Ellos corrieron por el corredor mientras el calor y las ondas de choque llegaban a ellos. Al igual que las minas terrestres bajo sus pies, las Piedras Inferno detonaron una tras otra con rugidos sucesivos que se unieron en una poderosa ola de llamas puras que se lanzaban hacia ellos mientras corrían.

Era una trampa crematoria. Un intento desesperado, a gran escala, de incinerar a los intrusos donde se encontraban.

La piedra que cubría las paredes explotó, volando a su alrededor y revelando la adamantita debajo. Aunque el metal robusto permaneció ileso, la totalidad de los túneles que formó se elevaron a una temperatura abrasadora cuando las llamas salvajes asfixiaron el aire.

Gotas de sudor se deslizaron por la sien de Gareth y del grupo mientras la conflagración masiva lamía sus tobillos.

Luego, para el golpe final.

Una puerta se cerró de golpe delante de ellos, bloqueando su camino.

—¡¡!!

Como el hacha de un verdugo, cayó, tal como lo había hecho con Tione y Tiona.

Ellos se dieron la vuelta para tomar las llamas de frente, con este pintando sus caras como un feroz bermellón…

—

¡¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh hhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!!

Con un grito final, ellos fueron tragados por el infierno.

—¡Tú el de alli!

Mientras Bete y el resto de su grupo luchaban contra los monstruos, apareció un nuevo contendiente en medio del pandemónium.

—… ¿Quién demonios es este chico?

Vestido con una túnica de The Evils, abierta en el frente, él llevaba una larga lanza de color rojo profundo, haciendo recordar a la sangre. Aunque era facil decir que era un hombre humano, una capucha oscura que era tan raída como el resto de sus prendas disfrazó la mayor parte de sus rasgos.

—¿¡Y qué pasa con esa ropa!? ¡No estás engañando a nadie con ese atuendo a medias, imbécil!; Bete escupió, alejándose de la manada de monstruos que estaba golpeando en la parte delantera del grupo para enfrentar al recién llegado de frente. Rakuta y el resto del grupo también estaban mirando hacia atrás ahora, incluso en medio de sus propias peleas.

El hombre mismo—Dix—se echó a reír, dando una vuelta a su lanza antes de apoyarla en su hombro. Él señaló en dirección a Bete. —Por mucho que odie dejar una mala primera impresión— tienes que morir; el dio un sonrisa, los ojos rojos se estrecharon detrás de las lentes de sus gafas. —¡Piérdete en una pesadilla sin fin!

En un instante, el hechizo estaba completo. Un conjuro cortó.

Y marcando el comienzo, los gritos nacientes de una maldición.

—¡¡Fobetor Daedalus!!

En el momento en que los ojos ámbar de Bete vieron la ominosa oleada de luz roja que venía hacia él, estos se ensancharon con un chasquido.

——

Su siguiente curso de acción fue correr con todo lo que tenía.

Por instintivo que fuera para el hombre lobo hambriento de batalla enfrentar al enemigo, incluso él entendió que este no era el momento. Ni siquiera emitió una orden para retirarse, en lugar de eso, simplemente agarró a Rakuta por el cuello y la arrojó por el túnel lateral más cercano.

Un momento después, el pasaje que habían estado ocupando, junto con sus compañeros y los monstruos que habían dejado atrás, se inundó en una ola de brillante luz carmesí. Y con él vino un eco malicioso y espeluznante que se enroscó alrededor de sus oídos.

En el siguiente instante:

—¡¡Gngh!!

Con un gran rugido, sus compañeros, los monstruos, todos—enloquecieron.

—Qu— ¿¡Chicos!?

—¿…?

Espadas, lanzas, colmillos y látigos formaron una oleada de ataques fortuitos en medio de un chorro de sangre. Persona, monstruo—no importaba quién era quién. Rakuta y Bete solo podían mirar en shock la escena inconcebible, un amigo atacando a un amigo, un monstruo atacando a un monstruo, todos ellos usando cualquier cosa que pudieran usar para matar al ser que estaba a su lado.

—¡Es una maldición…!; Bete siseó, con una mirada de histeria lo suficiente como para darse cuenta de que era demasiado indigno para ser la magia adecuada. Más específicamente, fue una maldición de confusión, una que causó que sus víctimas se desbocaran ciegamente, atacando a amigos y enemigos por igual hasta que su fuerza se agotara.

Fue un movimiento de apertura bastante inesperado de su nuevo oponente— no solo un conjuro corto sino también un verdadero golpe mortal. Incluso Bete se habría encontrado preso de sus efectos si el túnel lateral a su lado no hubiera sido colocado tan convenientemente.

—Estoy impresionado, Vanargand… La mayoría de las personas no podrían esquivar ese

ataque después de verlo. ¡Supongo que debería haber esperado más de La Familia Loki!; Dix rió alegremente en dirección a Bete. Golpeando su lanza contra su hombro, él dirigió su mirada hacia la carnicería, con los labios curvados hacia arriba. A su alrededor, el arma y la garra continuaban mordiendo carne, manchando el suelo con sangre humana y monstruosa. —¿Vas a dejar que esto suceda, lobo? Si no haces algo pronto ¡Todos tus amiguitos se harán trizas!

Ha-ha… ha-ha-ha-ha-ha-ha-ha-ha-ha-ha-ha

Bete no pudo hacer nada más que fruncir el ceño ante el desprecio.

De pie ante su festín de sangre y caos, el hombre con gafas aulló de risa.

***

—Nuestro antepasado… el maestro arquitecto Daedalus… buscó crear una obra maestra más grandiosa, más magnífica incluso que el propio Calabozo; Dijo Barca mientras sus ojos estudiaban el pedestal. —Y ese monumento está aquí… El laberinto hecho por el hombre: Knossos.

Imágenes de la Familia Loki aparecieron una tras otra en la capa acuosa debajo de él.

—Cumplir ese deseo… usar los planos que se nos transmiten de generación tras generación… es lo que más deseamos en este mundo. Nosotros, sus descendientes, que compartimos su sangre, consumaremos su obra magna, una obra de genio de mil años en proceso.

Cuando el grupo de Tiona cruzó la superficie, él entrecerró los ojos y acercó una mano a la gran joya del pedestal. Con un destello simultáneo de ojo y joya, cerró de golpe una puerta de orichalcum en el camino de Tiona.

—Aunque fue con gran renuencia que instalara esta tecnología peculiar, más allá del alcance del diseño de mi antepasado… estaba en el contrato de The Evils. Y sin su ayuda, nuestro sueño nunca llegará a buen término; El mecanismo en el pedestal le permitió controlar libremente las puertas del laberinto desde lejos.

La tecnología era inoperable por todos, excepto aquellos con la letra D impresa en sus ojos, descendientes de Daedalus, como Barca. Usando esa tecnología ahora, vio a Tiona y al resto de su grupo enfrentarse al ataque masivo de las vermis venenosas.

—Una malicia mucho mayor que la de un cierto otro Calabozo emana de estas paredes. Esta no es una simple fortaleza para albergar la maldad de Orario… No. En el mismo momento en que pisaron los pies en estas salas, su destino quedó sellado… Familia Loki; terminó, con los ojos sin abandonar el pedestal. —Alejarlos de su rebaño… Sí, uno de los axiomas más básicos de la caza. Los aventureros son muy débiles sin que sus grupos confíen. Y la Familia Loki no es una excepción.

Ellos se dividirían, y luego conquistarían. Todo iba según lo planeado. Ya se estaban acercando-

–los asesinos, los enjambres de monstruos, Valletta y los otros The Evils—conduciendo a cada uno de los desunidos grupos de la Familia Loki a sus pequeños rincones.

—Incluso ellos no son nada uno sin el otro.

Una y otra vez, la escena cambió: para Finn, todavía apenas consciente en los brazos de Raúl; para Tione; para Tiona; para Gareth; para Bete, y cada uno de ellos estuvo a punto de ser tragado por las trampas cuidadosamente colocadas del laberinto.

La Familia Loki finalmente había encontrado su encuentro. Por difícil que fuera creer, la verdad era innegable.

Y llegó en forma de un laberinto hecho por el hombre, hostil como incluso las profundidades del Calabozo.

—Sin una llave, no tienen esperanzas de asaltar a la poderosa fortaleza de Knossos… Se les acabó el tiempo, Familia Loki; Finalizó Barca con frialdad, sin sentir los ojos mientras observaban cómo los rasgos de los aventureros se contorsionaban con creciente horror. — Todo lo que queda, entonces, son el par de elfos… y la Princesa de la Espada.

La escena en el agua cambió, finalmente, a las que se mencionó.

A las dos elfos… y la espadachín de cabello dorado y ojos dorados, corriendo como el viento.

***

—¡Lefiya! Voy a tomar la delantera. ¡Quédate detrás de mí!

—¡E-Entendido!

Lefiya reconoció a Filvis con un furioso asentimiento mientras se impulsaba hacia adelante.

Ellas aún no han descubierto ninguna pista sobre su ubicación actual en el laberinto. Todo lo que podían hacer era correr en un esfuerzo por reunirse con sus compañeros separados y encontrar una solución a esta locura laberíntica.

—…Todo despejado. ¡Por aquí!

Filvis era una espadachín mágica, así que era natural que ella tomara la posición de adelante mientras que una maga puramente de retaguardia como Lefiya se quedaría en la parte trasera. Mirando alrededor de la esquina próxima para ver si había señales de enemigos, le hizo una señal a Lefiya para que la siguiera, y las dos continuaron por el camino.

—Lefiya… creo que sería mejor buscar la salida.

—¿Eh?

—Si bien comprendo tu deseo de perseguir a tus compañeros caídos, encontrar la salida y solicitar ayuda parece ser el camino más sabio.

Lefiya se encontró sin palabras.

Ella sabía que Filvis tenía razón. Ciertamente, contar con la ayuda de Riveria y los demás que esperaban afuera sería más productivo que simplemente vagar sin rumbo por el laberinto, lo que significaba que tendrían que cambiar su rumbo—no hacia abajo, en la dirección en que Finn y los demás habían caído, sino hacia arriba.

La lógica era sólida. Y sin embargo, de alguna manera, a Lefiya le resultaba difícil estar de acuerdo.

Ellos… estarán bien ¿No? se dijo a sí misma, incapaz de sacudir su preocupación.

Rezando para que la otra parte saliera ilesa—y que, si lo estuvieran, volverían a reunirse en breve, se sobresaltó de sus pensamientos cuando la elfo frente a ella se detuvo bruscamente.

Sacando un brazo para agarrarla, Filvis la llevó a las sombras de un túnel lateral cercano.

—¿Q-Qué pasa?

—Tranquila; Filvis ofreció una sola palabra en respuesta.

Lefiya contuvo el aliento ante el tono agudo de su voz, y pronto, una figura apareció en la intersección frente a ellas.

¡…! ¿¡Eso es…!?

Sus ojos cayeron sobre una túnica azul púrpura.

La figura no era otra que la entidad enmascarada que había encontrado por primera vez en la despensa del piso veinticuatro. Todo, pero completamente oculto bajo una túnica y guantes plateados, era una criatura capaz de manipular las violas, al menos según los informes de Finn y los demás.

¿Solo uno…?

Por lo que podían decir, la criatura enmascarada estaba sola. Mientras miraban para ver en qué dirección se dirigían, su objetivo de repente giró.

—¡…!

Filvis tiró de su brazo justo a tiempo para que se escondieran. Su cobertura no había sido revelada. Probablemente.

El corazón de Lefiya latía tan fuerte que podía sentir su frenético pulso a lo largo de todo su cuerpo. Filvis, también, estaba en silencio como una tumba, con la mandíbula apretada.

Estarían indefensas si la criatura invocara a sus monstruos aliados allí. Aguantando la respiración, esperaron mientras la figura encapuchada miraba en su dirección—antes de girar bruscamente sobre sus talones ante el sonido de algo más allá del pasaje.

Se escapó sin una palabra.

—…Se fue…

—Entonces estamos a salvo por ahora… aunque sonaba como si se abriera otra de esas puertas.

Ellas se iban a familiarizar con él mientras atravesaban el laberinto—el sonido distintivo de las impenetrables puertas de orichalcum que se abren y se cierran.

Cuando las delgadas orejas elficas de Lefiya se movieron en respuesta, Filvis asintió con la cabeza. Saliendo de la sombra de su túnel, se dirigieron hacia la criatura enmascarada.

Tuvieron cuidado de mantener su distancia, dejando espacio suficiente entre ellos para mantener la figura en su mira sin ser vistas. Girando esquina tras esquina, incluso subiendo una escalera, finalmente se detuvieron a una corta distancia de lo que parecía ser una salida.

De pie frente a la puerta recién abierta había un trío de figuras encapuchadas—su guía y otras dos.

¿Quiénes son…? La mente de Lefiya se aceleró mientras miraba por la esquina. Las dos nuevas figuras parecían estar hablando, y por lo que podía ver de las formas debajo de sus ropas, una de ellas era un hombre, mientras que la otra era una mujer. Sus ojos se estrecharon. ¿Acaso es un… dios?

Incluso desde su distancia actual, solo podía distinguir el innegable sentido de la voluntad divina que emanaba de uno de los oradores. Ella observó mientras su amigo enmascarado guiaba a los dos recién llegados hacia otra puerta, abriéndola con una llave antes de guiarlos hacia adentro.

—¿A dónde lleva eso…?

—Eso no lo puedo decir… pero lo que puedo decir es que hemos logrado nuestro objetivo. Mira allí, conduce afuera; Respondió Filvis. Ambas elfos miraron hacia la puerta que habían tomado sus enemigos antes de dirigir sus miradas al camino sin obstáculos que apuntaba a su libertad. Si la puerta tenía algún tipo de función de cierre automático, no estaban seguras, pero por el momento, al menos, permanecía abierta. Un rápido vistazo al exterior los recompensó con la vista familiar del camino oculto que los había llevado primero al laberinto.

Sin duda, esto los llevaría directamente a Riveria y los demás.

—No hay enemigos o monstruos a la vista, tampoco. ¡Vámonos, entonces!; El alivio fue tangible en la voz de Filvis.

Lefiya, sin embargo, vaciló.

—…

—… ¿Lefiya?

Filvis se dio la vuelta, desconcertada, solo para que Lefiya convocara un círculo mágico sin previo aviso.

—¡Te suplico el nombre de Wishe!

—¿Que estas—?

Ella estaba lanzando su estallido de invocación, Elf Ring.

En solo unos segundos, ella había armado su hechizo mientras Filvis miraba en shock a su lado.

—Golpea con el poder del tercer invierno duro, advenimiento del fin–me nombre es Alf!; Ella terminó, pasando a las últimas palabras del hechizo de hielo de Riveria Ljos Alf. Cuando una brillante luz de color jade irradiaba desde el círculo mágico, ella agarró su bastón con ambas manos antes de empujarlo hacia adelante. —¡WYNN FIMBULVETR!

Tres escalofriantes espirales de hielo y nieve se dirigían hacia la salida. Como una ventisca, congelaron el camino, incluida la puerta abierta, y convirtieron el túnel en una verdadera caverna de hielo.

—De esta manera…

Sí. De esta manera.

De esta manera, incluso si su enemigo fuera a usar esa llave, esa puerta no iba a ninguna parte, al menos por un tiempo.

—… Ve. Busca a la Señora Riveria y los demás, y cuéntales lo que pasó. ¡Voy a volver!

—¡N-No puedes hablar en serio!; La voz de Filvis se quebró. Sus rasgos se retorcieron de preocupación, antes de afilarse repentinamente mientras exploraba rápidamente el perímetro. Con voz baja, ella se acercó prácticamente a la cara de Lefiya. —¿Volver? ¿En este laberinto?

¿Estás tratando de suicidarte? ¿¡Qué esperas hacer por tu cuenta!?

—Sé lo que estás diciendo, y estoy de acuerdo… Si vuelvo sola… puede que no logre nada; Comenzó Lefiya, firme mientras miraba directamente a los penetrantes ojos escarlata de Filvis.

—Pero si me quedo aquí y espero ayuda ¡Puede que sea demasiado tarde!

—¡…!

—Sé dónde está la salida ahora, y esta puerta permanecerá abierta por lo menos un poco más. Si voy directamente desde aquí, puedo reducir enormemente el tiempo que llevaría encontrar a los demás; Explicó.

Pero Filvis se negó a escuchar. —Vas a matarte…; Ella casi susurró, sacudiendo débilmente la cabeza. El plan de Lefiya no era más que ingenuo, una llena de ilusión.

Filvis sintió que las lágrimas amenazaban con brotar en sus ojos. Ella necesitaba que Lefiya estuviera a su lado.

Pero Lefiya no se dejaría llevar.

Su mente ya lo había decidido, como lo demuestra la forma en que levantó la mochila cilíndrica sobre sus hombros.

—Lo siento, señorita Filvis… pero simplemente no puedo abandonar a mi familia. Las palabras golpearon a Filvis como cuchillos.

Con los ojos muy abiertos por la sorpresa, ella volteó la mirada hacia el suelo, con los labios apretados entre los dientes. Para ella, que había abandonado a sus compañeros durante la Pesadilla del Piso veintisiete, esas palabras eran demasiado dolorosas.

Para Lefiya, sin embargo, la historia traumática de Filvis era una razón más para que ella continuara ahora. Y Filvis entendió la resolución de Lefiya tan bien que dolió.

Un pesado silencio se apoderó del aire a su alrededor, los segundos pasaron. Finalmente, Filvis levantó la cabeza.

—… Voy a ir contigo, entonces.

—¿Qué…? Pero… tienes que irte ¡Necesitas conseguir ayud—!

—¡¡No te voy a dejar!!; Gritó ella.

Los hombros de Lefiya dieron un salto, y ella contuvo la respiración por un momento.

—Tú… ¿Crees que puedo dejar sola a una egoísta, terca… naufraga como tú para que te vayas por tu cuenta?

—Señorita Filvis…

—¿Te importa cómo me siento? … No puedo… ¡No puedo dejar que mueras!

—¡…!

—Yo…yo…; Ella intentó convertir sus pensamientos en palabras, pero estaba claramente luchando por contener la emoción.

El pecho de Lefiya apretó dolorosamente a los temblorosos ojos de color carmesí. Pensar que la otra elfa se preocupaba tanto por ella. Le dolía el corazón. Y sin embargo, ella todavía no podía retomar sus palabras.

En silencio, se encontró con los ojos de Filvis con una mirada de tristeza propia.

Finalmente, Filvis pareció recuperar su compostura. —… Iré contigo, ya sea que elijas permanecer aquí o regresar al laberinto. Si te niegas a ceder, entonces haré lo mismo; Dijo ella, con los labios fruncidos en una mueca.

Era suficiente para evitar que Lefiya intentara disuadirla.

Eran demasiado similares, Lefiya y Filvis. Como dos gotas de agua.

Una sonrisa irónica cruzó su rostro. Lefiya sabía que no cambiaría de opinión. Fue su propio egoísmo lo que enredó a Filvis en este lío en primer lugar.

—…

Ella miró a la pared congelada a su lado. Tan grande como había sido la magia que la había acristalado, ya estaba empezando a derretirse. Sus ojos seguían la longitud de la pared y los objetos caídos resistentes a la magia que formaban su lienzo.

Simplemente tendré que creer… que la Señora Riveria sabrá qué hacer. De algún modo…

Moviéndose justo dentro del pasadizo oculto, ella colocó su bastón, Forest Teardrop, junto a la pared. Antes de irse, rompió la joya mágica colocada en su punto, esperando el lanzamiento  de su esencia mágica teñida de azul, luego se volteó hacia el laberinto y sus pasillos de sombra tenue.

—Vamonos.

Filvis asintió sin decir nada, luego las dos se fueron, de vuelta al laberinto hecho por el hombre.

—Gracias… Señorita Filvis.

—…

No hubo respuesta de la parte de atrás frente a ella.