Arifureta Shokugyou de Sekai Saikyou (NL)

Volumen 11

Capítulo 2: La Pequeña Heroína

Parte 1

 

 

Fuertes pisadas resonaron por el casi desierto salón del trono.

Sólo Alva, diez apóstoles, cinco de los cuales retenían a Hajime, y treinta de los monstruos de Freid se habían quedado atrás para acabar con Hajime y los otros estudiantes.


El majestuoso salón se sentía misteriosamente silencioso, un fuerte contraste con los vítores que se escuchaban afuera.

Los gritos de desesperación de Hajime habían dejado a todos, excepto a Alva, sin palabras.

“No puedo creer que todavía estés respirando. ¿Qué tan tenaz eres?” escupió mientras se acercaba a Hajime. Un odio ardiente dominaba su despectivo desprecio. Despreciaba a Hajime por arruinar la perfecta bienvenida que había preparado para su señor y maestro, Ehit.

La mirada de Hajime estaba dirigida hacia abajo, por lo que no reaccionó en absoluto al vitriolo de Alva. No pudo sentir nada de él. Ni sed de sangre, ni odio. Y considerando la cantidad de sangre que había perdido, no habría sido sorprendente si hubiera muerto.

“Hmph, eres patético”, dijo Alva mientras pisoteaba la cabeza de Hajime y le clavaba los talones.

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Aiko y los demás sólo podían mirar con desesperación. Los estudiantes que habían permanecido encerrados en el castillo ya se habían rendido. Sollozaban en silencio o miraban con ojos vacíos. Sin embargo, había una estudiante a la que todavía le quedaba algo de lucha.

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Nagumo… pensó Yuka, haciendo una bola con sus manos en forma de puños. Sus dientes estaban apretados y había lágrimas en sus ojos. Parecía como si ella misma sintiera el dolor de Hajime. Acababa de ser curada del borde de la muerte, pero ardía con una rabia justificada.

A los ojos de Yuka, Hajime era un superhéroe invencible. El Hajime que ella conocía podía enfrentarse a cualquier enemigo con una sonrisa intrépida… y salvarla sin importar cuán terribles parecían las circunstancias. De hecho, ya había salvado su vida dos veces, primero de los Soldados de Traum en el Gran Laberinto de Orcus, y luego otra vez en Ur.

Aún no he hecho nada para devolverle el favor. Sé que soy débil… e inútil… pero aún así… Como los otros estudiantes, la mirada de Yuka estaba dirigida hacia abajo y su expresión estaba oculta por su flequillo mientras reflexionaba sobre tales pensamientos.

Las apóstoles y monstruos restantes mantuvieron a raya al resto de los estudiantes, asegurándose de que no hicieran ningún movimiento para ayudar a los que estaban luchando. Pero no era como si estuvieran vigilándolos particularmente de cerca. En realidad estaban de espaldas a los estudiantes, y sólo se aseguraban de no hacer nada para interponerse en el camino de Alva.

Kaori también estaba con los otros estudiantes, pero permanecía inmóvil después del edicto de Ehit. Además, uno de los gólems lobo de Ehit la mantenía inmóvil, así que las apóstoles no se preocupaban por ella. Una de ellas había confiscado sus armas gemelas, ya que no habían sido destruidas por Ehit como las armas de los demás, pero eso era todo. Por lo demás, su atención se centraba únicamente en Hajime.

Entre los restantes apóstoles, dos estaban junto a Alva para protegerlo, uno vigilaba a Shizuku, Ryutarou y Suzu, y el otro vigilaba a Tio. Los monstruos, por otro lado, mantuvieron su distancia, y en su mayoría sólo bloqueaban cualquier ruta de escape potencial que los estudiantes pudieran intentar usar.

En resumen, nadie prestaba atención a Yuka o a los otros. Las apóstoles no los consideraban una amenaza. Y honestamente, no estaban equivocados. Incluso al borde de la muerte, Hajime era un enemigo mucho más peligroso que Yuka, Aiko, Liliana y los otros chicos juntos.

Yuka cerró los ojos, su mente se aceleró. Ignorando el sudor que corría por sus párpados, trató desesperadamente de encontrar una manera de cambiar las cosas. Después de unos segundos, se le ocurrió un plan. Una vez que se aseguró de que la atención de Alva seguía fijada en Hajime, empezó a moverse en silencio hacia Aiko.

“¡Ah!” Aiko gritó en el momento en que Yuka le tomó la mano. La sólida presencia de la mano de Yuka ayudó a sacar a Aiko de su aturdimiento.

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“Baje la voz, Ai-chan-sensei,” susurró Yuka.

“¿Sonobe-san?”

Dadas las circunstancias actuales, Aiko era la única que podía salvarlos.

“Sensei, ¿tiene suficiente maná para lanzar ese único hechizo del que me habló antes?”

“¿Cuál?”

Yuka rápidamente resumió su plan a Aiko. En el momento en que Aiko se dio cuenta de lo que Yuka quería hacer, sus ojos se abrieron de par en par, sorprendida. Miró fijamente a Yuka con incredulidad. Sin embargo, cuando vio la determinación inquebrantable en los ojos de Yuka, se tragó sus protestas.

Un segundo más tarde, desechó sus propias dudas y reunió su determinación. Mientras asentía con confianza, Nana y Taeko se acercaron a Yuka.

“¿Y-Yukacchi? Traje a Endou, pero…”


“¿Qué intentas hacer, Yuka?”

Kousuke se encogió detrás de ellos. Parecía que se habían dado cuenta de las señales que les había hecho con la mano mientras hablaban con Aiko.

No se sabía cuándo la apóstol se giraría y los vería conspirando, así que Yuka se alejó rápidamente de Aiko una vez que terminó de explicar el plan. Mientras tanto, Aiko se dirigió subrepticiamente hacia Liliana.

“¿Qu-qué pasa, Sonobe?” Preguntó tímidamente Kousuke.

“Escucha, Endou. Hay algo que necesito que hagas.”

Acercó a Nana y a Taeko para que escucharan su plan también, y luego empezó a susurrar al oído de Kousuke.

Como Aiko, Kousuke se sorprendió al principio cuando escuchó el plan de Yuka. Pero su reacción posterior no se parecía en nada a la de Aiko. Mirando la derrota, susurró, “No seas estúpida. No hay manera de que podamos lograrlo.”

“Tenemos que intentarlo. Y tú eres el único que puede hacerlo”.

“¡Estás esperando demasiado de mí! ¿Recuerdas lo que pasó en Heiligh? ¡No pude hacer nada! ¡Fui inútil! ¿Cómo puedo ser más listo que esas apóstoles cuando ni siquiera pude pasar a escondidas de algunos demonios?”

“¡No tan fuerte!” Nana susurró furiosamente.

Un segundo después, una de las apóstoles se dio la vuelta. Por suerte, Yuka y los demás ya habían bajado la mirada. Y en un intento de vender el engaño, Yuka murmuró, “¿Realmente vamos a morir aquí?”

La apóstol le ahorró a Yuka una breve mirada, y luego se giró para enfrentarse a Hajime. Y tan pronto como lo hizo, Yuka agarró el brazo de Kousuke.

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“No puedo hacerlo… No soy lo suficientemente fuerte” Kousuke susurró débilmente.

“No quiero dejar que todo lo que Nagumo ha hecho por nosotros se desperdicie.”

“Ah… ¿Qué es lo que…?”

Las palabras de Yuka tocaron la fibra sensible de Kousuke. Miró a los ojos de Yuka, y vio el miedo en ellos. De hecho, al examinarlos más de cerca, se dio cuenta de que su cara estaba mortalmente pálida y sus manos temblaban. Y sin embargo, también vio una determinación indomable que la empujaba a seguir adelante a pesar de su miedo.

“No quiero dejar que las vidas que salvó terminen aquí. ¿Y tú, Endou? ¿Realmente quieres rendirte sin luchar?”

“……”

Por el rabillo del ojo, Kousuke vio a Aiko y Liliana hablando con Jugo, Kentarou y Atsushi. Todos parecían aterrorizados, pero no se habían rendido. Cerró los ojos durante unos segundos, pensando en el momento en que los caballeros le habían confiado la tarea de pedir refuerzos. Después de escapar por los pelos, se encontró con Hajime y fue salvado por él. Luego pensó en la noche de la muerte de Meld.

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Kousuke había admirado a Meld. El capitán caballero había sido el hermano mayor que nunca había tenido. Honestamente, todavía no había superado la muerte de Meld. Desde esa noche, Kousuke había estado vagando sin rumbo por la vida. Gracias a eso, cuando las apóstoles asaltaron el palacio real, apenas había sido capaz de luchar. Incluso lo eliminaron de un solo golpe. Y sabía que si se rendía antes de intentarlo esta vez, sería como una bofetada en la cara de Meld, que había dado su vida para proteger a Kousuke.

Al tomar una decisión, abrió los ojos y susurró: “Lo haré”.

La dimisión en sus ojos había desaparecido. Por primera vez desde la muerte de Meld, Kousuke ocultó su presencia por completo.

Desconociendo el plan de Yuka, Alva miró triunfante a Hajime y cantó, “Eh, no puedo creer lo dócil que eres ahora. ¿Se rindió tu mente ante tu cuerpo?”


En ese mismo momento, alguien salió corriendo de entre la multitud de estudiantes. una de las apóstoles reaccionó inmediatamente, agarrándolos por el cuello.

“¡Ngh! ¡Espera, hay algo que quiero preguntarte!” Liliana gritó, con la cara retorcida de dolor.


Sorprendida, Alva miró al cielo para comprobar algo.

“Hmm, bueno, parece que llevará un tiempo para que todos los demonios sean transportados. Muy bien, Princesa. Ya que no vivirás mucho más, te complaceré.”

Alva agitó su mano, y la apóstol soltó a Liliana. Tio y Shizuku se giraron hacia ella sorprendidas.

Liliana aclaró su garganta y preguntó con una voz digna y regia propia de una princesa, “¿Qué quiso decir Ehit cuando dijo que este sería el juego final? ¿Y qué fue eso de esperar con ansias a ver cómo eran los otros mundos? ¿Planea matar a todos los humanos?”

“No”, respondió Alva de plano.

Liliana se sorprendió por esa respuesta, pero sólo por un momento.

“No son sólo todos los humanos. Mi señor tiene la intención de destruir este mundo en sí mismo.”

“Ah…”

“Dentro de tres días, convocará un ejército invencible del Santuario. Con él, masacrará a todos. Humanos, bestias y todas las demás criaturas vivientes. Destruirá este mundo de la misma manera que convirtió el continente occidental en un páramo para ganar el maná necesario para crear el Santuario”.

“¿Qué? Quieres decir que el Gran Desierto de Gruen fue… obra de Ehit?”

Ninguno de los libros de historia que Liliana había leído mencionaba eso.

Disfrutando de la reacción de Liliana, Alva se burló y respondió: “Debería ser un honor, Princesa. Heiligh, su Reino, ha sido elegido como la sagrada zona cero. Mantén tus ojos en la Montaña Divina. Tan pronto como se abra la puerta en su cima, tus ciudadanos serán los primeros en morir a manos del dios en el que confían”.

“Estás loco… Cada uno de ustedes, dioses, está loco.”

“Simplemente estoy siguiendo la voluntad de mi señor. ¡Robando el maná de este mundo, finalmente tendremos suficiente para transportar el Santuario a un mundo nuevo! Y entonces, mi señor se convertirá en el único dios verdadero del próximo mundo que visite!” Alva se rió, su risa resonó por toda la habitación. Después de eso, extendió sus brazos y miró al cielo en puro éxtasis.

La cara de Shizuku se endureció al darse cuenta de lo que eso significaba. Sus amigos y familiares en casa terminarían sufriendo el mismo destino que Tortus. Se convertirían en los juguetes de Ehit hasta que se cansara de ellos y los matara a todos. Ella no podía permitir eso. Pero desafortunadamente, no había nada que pudiera hacer. Temblando de rabia, Shizuku maldijo su impotencia.

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Sin embargo, había una cosa que había olvidado. En la mente de Shizuku, Aiko había sido alguien a quien tenía que proteger, así que había olvidado que su maestra también era capaz de usar magia antigua. Alva también era ostensiblemente consciente de ese hecho, pero era tan débil que él no le había prestado atención durante todo este tiempo.

“¡No dejaré que eso suceda!” Aiko gritó, atrayendo la atención de Alva hacia ella. La sangre goteaba de sus brazos; ella había usado esa sangre para dibujar un complejo círculo mágico en el dorso de sus manos.

“Trae luz a las almas que han perdido su chispa… ¡[Reposo del alma]! (Soul’s Repose)”

Aiko presionó sus manos contra el suelo, su maná rosa pálido se extendió por toda la habitación. [Reposo del alma] era un hechizo mágico espiritual que eliminaba todos los efectos negativos sobre sus objetivos.

La luz rosa que cubría la habitación señalaba el comienzo del contraataque de los
estudiantes.

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