Arifureta Shokugyou de Sekai Saikyou (NL)

Volumen 11

Capítulo 1: La Invitación Del Señor De Los Demonios

Parte 1

 

 

Arifureta Shokugyou de Sekai Saikyou Volumen 11 Capítulo 1 Parte 1

 


 

La brillante luz del sol bajó de los cielos. En circunstancias normales, la cálida luz habría sido una recompensa por escapar de los Campos de Nieve de Schnee que estaban perpetuamente atrapados en invierno, especialmente si la gente en cuestión acababa de salir de las Cavernas de Escarcha, el laberinto final que quedaba por conquistar. Sin embargo, Hajime y los demás encontraron esa luz de bienvenida bloqueada por un ejército de dragones grises que volaban por encima.

Freid Bagwa, comandante del ejército de demonios del Imperio Garland, lideraba el grupo, montando su dragón blanco, Uranos. Una sonriente Eri Nakamura se cernía detrás de él. Su cabello se había vuelto gris, y le habían borotado alas grises en la espalda.

Tch. Por supuesto que habría más de ellas… Hajime pensó para sí mismo mientras miraba al elemento más peligroso del ejército de Freid, quinientos apóstoles. Llenando el cielo, sus alas plateadas brillaban al absorber la luz del sol. Aunque todavía era mediodía, parecían estrellas que brillaban en el cielo nocturno.

Aunque todas las apóstoles eran hermosas, el hecho de que se vieran idénticas y tuvieran las mismas caras inexpresivas las hacía más aterradoras que encantadoras.

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“No comas ansias, Irregular. No estamos aquí para pelear.”

“¿En serio? Parece que estás aquí para pelear, cobarde” resopló Hajime despectivamente y Freid entrecerró sus ojos en forma de rendija. Para alguien que no estaba allí para pelear, había traído una gran fuerza con él. Freid sabía perfectamente lo que Hajime estaba insinuando “¿Así que ni siquiera te sientes lo suficientemente seguro para hablar a menos que traigas tantos guardaespaldas contigo?”

“Simplemente estoy tomando las medidas apropiadas para tratar con un monstruo loco como tú.”

Freid no podía dejar que Hajime sacara un arma como el láser que usó para reducir el ejército de demonios a cenizas durante la invasión de Heiligh. La única forma en que él podía mantener una conversación con Hajime era si traía un ejército tan fuerte que Hajime no pudiera destruirlo al instante. Aún así, mientras la voz de Freid permanecía en calma, no podía ocultar las emociones que se escondían debajo.

“Si estás aquí para hablar, entonces cálmate de una puta vez. La mirada en tus ojos dice que te mueres por matarme”, respondió Hajime con burla.

Hajime no sólo había arruinado todas las misiones de Freid, sino que también había matado a miles de compañeros suyos. La rabia del general demonio era comprensible. De hecho, no era de extrañar que no pudiera ocultar su deseo de asesinar a Hajime.

Mientras los dos intercambiaban comentarios sarcásticos, Hajime activó [Riftwalk]
furtivamente y comenzó a formular un plan.

Ahora bien, ¿cómo deberíamos manejar esto?

Hajime se dio cuenta de que sus camaradas estaban nerviosos por este inesperado encuentro. Yue, Shea, Tio, y Kaori eran veteranos de mil batallas a estas alturas y estaban listas para luchar en cualquier momento. Sin embargo, el resto se su grupo no lo estaba.

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Kouki todavía estaba sacudido por el hecho de que no había sido capaz de conquistar el laberinto, e incluso había acabado atacando a Hajime, así que la repentina llegada de Freid y Eri había sumido sus pensamientos en un caos total. De hecho, estaba tan alterado que no podía ni siquiera formular una respuesta a las repetidas confesiones de amor con las que Eri le inundaba mientras Hajime y Freid hablaban.

Suzu, cuya única razón para desafiar los laberintos había sido encontrarse con Eri de nuevo, también estaba atónita. Su encuentro fue demasiado repentino.

Shizuku y Ryutarou habían conseguido al menos desenfundar sus armas, pero la abrumadora presión que emanaba de las apóstoles los había dejado congelados en su sitio.

Por un momento, Hajime consideró un retiro temporal. Después de todo, había una barrera invisible que separaba los Campos de Nieve de Schnee del resto del mundo. Dentro de la barrera existía un invierno perpetuo en el que una ventisca se desataba constantemente, pero el clima cálido del continente sur regresaba en cuanto daban un paso fuera de ella. Ni un solo copo de nieve se movia fuera de la barrera. Era como si la ventisca fuera una pared blanca que separaba las dos zonas.

Si volvían a los Campos de Nieve de Schnee, Hajime y los demás podrían esconderse decentemente bien. Desafortunadamente, Hajime dudaba que pudieran ganar tiempo suficiente para usar la Llave de Cristal para teletransportarlos a algún lugar lejano.

“No intentes nada. Sólo perderás tu tiempo”, una voz sin emociones ni inflexiones advirtió a Hajime. La apóstol que estaba al lado de Freid le miró con sus ojos vidriosos. Era como si ella hubiera leído sus pensamientos.

Supongo que no nos dejarán huir.

Urano batió sus alas una vez y se deslizó hacia adelante. Mientras el viento azotaba a su alrededor, Freid declaró: “Llevo un mensaje del Señor de los Demonios: Ven a mi castillo. He preparado una bienvenida para ti”.

“¿Así que el Señor de los Demonios nos invita a venir?”

“Sí, y estamos aquí para escoltarlos hasta él.”

Bueno, eso es una sorpresa…

Parecía que Freid realmente no estaba allí para luchar. Hajime había pensado que Freid había aparecido con su ejército de apóstoles para aplastarlo de una vez por todas. Después de todo, el hecho de que las apóstoles de la Santa Iglesia trabajaran con Freid probaba que los demonios y Ehit estaban conectados de alguna manera. Era natural asumir que habían venido a vengar a Noint.

Freid asintió de manera exagerada y añadió, “Normalmente a gente como tú nunca se le concedería el honor de una audiencia con nuestro dios”.

“¿Su… dios? Haces que suene como si el Señor de los Demonios y tu dios fueran la misma persona”, murmuró Yue extrañamente. Freid se giró hacia Yue, una sonrisa extática se extendió por su cara. Hace un momento, había estado luchando por contener su rabia, pero su expresión estaba de repente llena de alegría.

“Así es. Nuestro rey es sin duda un dios. Es el único pariente del gran creador, el Señor Ehit.”

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El nombre del Señor de los Demonios era Alva. Hasta hace poco, los demonios simplemente lo veían como el jefe de su país, y como un chamán que recibía oráculos de su dios; las otras naciones también creían que eso era todo lo que él era. Pero en realidad, el Señor de los Demonios había sido un médium para su dios, lo que significa que sus órdenes eran su palabra directa. Esto era algo de lo que ni siquiera Freid, el hombre más importante del país después de Alva, había sido consciente hasta que las apóstoles descendieron a la capital.

“Durante miles de años, Dios ha estado de nuestro lado. Y ahora incluso ha convocado a sus apóstoles para que nos ayuden. ¡Eligió traer su salvación a nosotros los demonios! ¿Entiendes lo que esto significa?” Freid extendió sus brazos, pareciendo un orador dirigiéndose a la multitud “Significa que nosotros somos el rebaño elegido que está destinado a heredar Tortus. ¡Somos nosotros los que merecemos gobernar este mundo!”

El discurso de Freid sonó a través de las llanuras. Lo más probable es que los demonios hayan aplaudido lo suficiente como para ser escuchados en todo el país cuando les dio el mismo discurso en la capital. Pero, por supuesto, nadie de los presentes quedó impresionado por sus palabras. De hecho, Hajime simplemente se limpió la oreja con su meñique, pareciendo aburrido.

La furia volvió a los ojos de Freid, pero antes de que pudiera decir algo, Tío se adelantó. Luego, echó una rápida mirada a Kouki y a los demás para ver si se habían recuperado de su conmoción.

En algún momento, Shea se había acercado a Suzu y Shizuku, mientras que Kaori estaba ahora al lado de Kouki y Ryutarou. Las dos probablemente intentaban calmar a los demás mientras Hajime y Yue conversaban con Freid para ganar tiempo. Tío se dio cuenta de que necesitarían retrasarse un poco más, por lo que ella también se adelantó.

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“¿Puedo preguntarle algo?”

“¿Qué es lo que quieres, superviviente de la raza dragón?”

La inflexión desapareció de la voz de Freid, y su expresión se quedó en blanco. La forma en que sus emociones oscilaban de un extremo a otro en el lapso de unos segundos parecía totalmente antinatural. Era suficiente para hacer que Hajime se preguntara si se había vuelto loco.

“Tú mismo has conquistado dos laberintos. ¿No deberías ser ya consciente de la verdadera naturaleza de este mundo?”


En ese momento, Shizuku y Kaori levantaron la vista sorprendidos.

Así es, Freid debería saber que los dioses de este mundo son malvados… Kaori pensó para sí misma. Cualquiera que hubiera conquistado un laberinto debía haber visto los mensajes que los Libertadores habían dejado.

Hajime y los demás ya habían escuchado la historia media docena de veces, así que habían ignorado las pinturas y estatuas de las Cavernas de Escarcha que explicaban la verdad, pero Vandre Schnee también había dejado registros de la lucha de los Liberadores. El también había sido un demonio, pero de sangre mixta, y estaba relacionado con el Señor de los Demonios. Era extraño que Freid se pusiera del lado de Ehit cuando supo que uno de sus orgullosos antepasados había unido fuerzas con otras razas para derrocarlo.

Freid recogió esa implicación y respondió fríamente: “¿Qué te hace estar tan seguro de que sus palabras son verdaderas? ¿Por qué no dudas de lo que los Libertadores, no, los rebeldes, te dijeron?”

“Ya veo. Así que crees que su historia es falsa, entonces,” reflexionó Tío.

“Bueno, no es como si hubieran proporcionado una verdadera prueba”, señaló Hajime encogiéndose de hombros.

Shizuku y los demás se giraron hacia él sorprendidos. Pensaban que Hajime había creído en las palabras de los Libertadores. En realidad, a Hajime no le importaba de un modo u otro si los Libertadores decían la verdad o no. No le importaba si Ehit era bueno o malo, o incluso si era realmente un dios. Lo único que le preocupaba era si Ehit planeaba obstaculizar su camino.

Por supuesto, Freid parecía mucho más interesado en la veracidad, o falta de ella, de las palabras de los Libertadores.

“En ese caso, Freid, ¿qué te hace estar tan seguro de que sus afirmaciones son falsas? ¿No se suponía que Ehit era tu enemigo jurado? ¿Por qué le sigues ahora?”

Originalmente, los demonios odiaban a Ehit, ya que era el dios al que los humanos adoraban. Era extraño que él no creyera que Ehit fuera la raíz de todo el mal en este mundo. En todo caso, debería haberse sentido reivindicado de que los demonios tenían razón cuando supo que los Libertadores se habían unido contra Ehit.

“Tontos. ¿Por qué no puedes entender que todo esto ha sido parte del gran plan de Ehit? Todo hasta ahora era una prueba que teníamos que superar para tener el honor de seguirle”.

“Oh, ahora lo entiendo”, dijo Hajime mientras asentía con la cabeza. Por supuesto, no estaba de acuerdo con Freid. Sólo entendía la verdadera naturaleza del general demonio al fin. La idea de que Ehit era en realidad el dios que los demonios deberían adorar, y que todo hasta ahora era una prueba era ridícula. Le daba la vuelta a todo en lo que los demonios habían creído, pero lo más importante, significaba que todos los soldados que habían sido sacrificados en nombre de su guerra santa habían muerto en vano, ya que Alva estaba vinculado a Ehit. Freid sabía mejor que nadie cuántos hombres y mujeres habían dado sus vidas por su causa. Y aún así, aceptó esta nueva realidad sin quejarse.

“Te compadezco”, murmuró Hajime en voz baja.

En algún momento, Freid había perdido el rumbo. Por supuesto, eso era sólo una especulación, ya que Hajime no tenía ni idea de qué clase de persona había sido Freid en el pasado. Sin embargo, el actual Freid se parecía mucho a Ishtar y a los otros obispos que Hajime había conocido. Después de ver la devoción fanática en los ojos de Freid, estaba seguro de que el demonio había sido corrompido.

Las palabras de Hajime habían sido tan suaves que no había forma de que Freid pudiera oírlo. Pero el demonio podía saber lo que Hajime estaba pensando por su lenguaje corporal. El hecho de que su enemigo jurado se compadeciera de lo enfureció. Era lo último que quería. Pero justo antes de que su rabia se desbordara, Eri intervino.

“Vamos, Freid, deja la charla inútil y termina con esto de una veeeeeez. Quiero acurrucarme con Kouki-kun lo antes posible.”

“Tch… Ya sé…” Freid chasqueó su lengua y luchó con sus emociones bajo control. Al mismo tiempo, Suzu finalmente se recuperó de su shock lo suficiente como para enfrentarse a Eri. Con una voz temblorosa, dijo:

“¡E-Eri! Yo… realmente quería…”

“¿Hm? Oh, ¿estabas aquí?”

“Ah-”

El tono despectivo de Eri dolía más que cualquier insulto. Miró a Suzu como si fuera una piedra en el camino y no su antigua mejor amiga.

Por supuesto, Suzu se lo esperaba, pero aún así le dolía. Se sentía como si la hubieran apuñalado en el corazón. Pero aún así, no se rindió. Se había prometido a sí misma que nunca más apartaría su mirada de la verdad.

“Así es, estoy aquí. Quería conocerte, Eri.”

“Hah… ¿Qué, para que me regañaras? Ve al grano. Pero no esperes que te preste atención.”

“¡N-no! ¡Sólo quería tener una conversación adecuada contigo!”

Había tanto que Suzu quería decir, y tanto que quería preguntar. Deseaba poder decir todo de una sola vez. Pero el reencuentro fue tan repentino que aún no había descubierto cómo poner todos sus sentimientos en palabras.

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Desafortunadamente, antes de que Suzu lograra organizar sus pensamientos, Eri volvió su mirada hacia Kouki. De su actitud se desprendía claramente que, a los ojos de ella, Suzu hacía tiempo que había agotado cualquier uso que pudiera tener, así que ya no le importaba lo más mínimo.

“Eri, ¡perra! No puedes-” indignado por Suzu, Ryutarou empezó a gritarle a Eri, pero ella lo ignoró.

“¡Kouki-kun! ¿Qué piensas de mi nuevo look? Soy mucho más guapa que antes, ¿no?”

La voz de Eri goteaba con una dulzura tóxica. Una sonrisa deformada se extendió por su cara y ella giró en el aire. No había indicios de que hubiera escuchado a Ryutarou.

Suzu apretó los dientes y se agarró el dobladillo de su falda. Shizuku la abrazó suavemente en un intento de consolarla, mientras Kouki miraba aturdida a Eri.

“E-Eri… ¿Qué te ha pasado?”

“Oh, el Señor de los Demonios me hizo más fuerte. Sólo quiero pasar el resto de mi vida contigo, pero hay todos estos parásitos inútiles que siguen interponiéndose en el camino. Por suerte, ¡no hay nada de qué preocuparse ahora! ¡Soy lo suficientemente fuerte para deshacerme de toda la basura que te rodea! ¡Estaremos juntos para siempreeeeeeeeeeeee!”

“E-Eri…”

Eri se rió maniáticamente, su ahora cabello gris se agitaba con el viento. Kouki no pudo pensar en nada que decir. Desde que reveló su verdadera naturaleza en el palacio, sólo había empeorado. La pequeña pizca de humanidad que había retenido en ese entonces parecía haber desaparecido.

Conmocionada, Shizuku murmuró en voz baja, “¿Qué te ha pasado?”

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Unas cuantas plumas grises cayeron de las alas de Eri. Al tocar el suelo, arrasaron con la hierba y la tierra a su alrededor, creando pequeños agujeros. Parecía que Eri poseía la misma capacidad de desintegración que Noint una vez tuvo.

“Tú… no eres igual que yo. No has transplantado tu alma a un nuevo cuerpo. En su lugar, has modificado tu cuerpo…” murmuró Kaori, con la expresión dolorida.

Esta vez le tocaba a Freid intervenir.

“Ya basta de charlas. Es hora de que aceptes la invitación del Señor de los Demonios. Para que lo sepas, Irregular, no tienes derecho a rechazarla”.

Los dragones grises aullaron al unísono, intentando someter a Hajime y a los demás. Las apóstoles aumentaron la presión que estaban aplicando al grupo también.

Sin embargo, ninguna de esas tácticas de intimidación tuvo el más mínimo efecto en Hajime.

“Vete a la mierda”, escupió. Hajime no tenía ni idea de lo que el Señor de los Demonios quería de él, pero tampoco tenía la obligación de reunirse con él. En todo caso, la invitación era probablemente una trampa. No se le ocurrió ninguna buena razón para seguir a Freid, lo que significaba que era hora de luchar. Y así, casualmente sacó a Donner y a Schlag.

Chispas rojas corrían por los cañones de los revólveres.

“¿Qué clase de idiota se dirigiría directamente a la fortaleza enemiga cuando saben que es una trampa? Si vamos a luchar de todas formas, es mejor que lo hagamos aquí. ¡Arreglemos esto de una vez por todas, Freid!” Hajime rugió mientras sonreía sin miedo. No parecía tener el menor temor al hecho de que había quinientos apóstoles antes que él.

En realidad, pretendía matarlos a todos. Por supuesto, se dio cuenta de que sería su lucha más dura hasta ahora. Lo más probable era que no saliera ileso.


Aún así, no era la misma persona que había luchado contra Noint meses atrás. Después de dominar la magia de la evolución, había mejorado mucho su arsenal de artefactos. Más aún, había aprendido la habilidad derivada de [Romper el Límite] (Limit Break), [Sobrecarga] (Overload). También había experimentado numerosas batallas difíciles desde entonces, y había pasado incontables horas haciendo simulaciones para cuando tendría que luchar contra una apóstol.

Pero sobre todo, esta vez tenía a Yue y a los otros a su lado. Mientras estuvieran con él, sabía que podía superar cualquier cosa.

Sin embargo, más que nada, finalmente había encontrado un camino a casa. Por fin tenía los medios para cumplir su promesa de mostrar a todos su hogar. Como tal, no había manera de que dejara morir su sueño aquí.

Sus camaradas también parecían igual de decididos.

“Mmm… Estoy cansado de verte aparecer todo el tiempo. Muere ya”, murmuró Yue.

“¡Jejeje! Ahora mismo, me siento invencible! ¡Los dejaré a todos como panqueques!” Shea gritó alegremente.

“¡No hay manera de que pierda contra un montón de marionetas!” declaró Kaori.

“Qué espléndido. Gracias por darme la oportunidad de aplastar otro de los planes de Dios antes de que nos vayamos”, dijo Tío con un ronroneo.

El maná de todos comenzó a girar a su alrededor.

Hajime miró brevemente por encima del hombro. Suzu se estremeció sorprendida cuando vio la mirada en sus ojos. Le preguntaba en silencio, “¿Estás preparada?” Pero no le preguntaba si estaba preparada para luchar contra su antigua mejor amiga. En vez de eso, parecía preguntarle si estaba preparada para luchar para recuperarla.

“¡Shizushizu, Ryutarou-kun, Kouki-kun! ¡Préstenme tu fuerza!” Suzu abrió de golpe sus abanicos gemelos, su mirada se fijó en Eri.

“Eh, ya lo sabes. ¡Pongamos este espectáculo en marcha!”

“Por supuesto, Suzu. ¡Te cubro la espalda!”

Ryutarou y Shizuku inmediatamente prepararon sus armas. Kouki no dijo nada, pero también sacó su espada.

Pero justo antes de que comenzaran su ataque, Freid gritó, “¡Espera un segundo, maldito monstruo!”

Freid estaba honestamente sorprendido de que Hajime todavía quisiera luchar a pesar de la clara diferencia de fuerza, así que sacó su carta de triunfo.

Un portal lleno de luz se abrió de repente delante de él. Había creado una puerta espacial. Era un escudo perfectamente funcional si lo necesitaba, pero no era por eso que había abierto este portal.

“¿Eh? ¿El interior de una habitación? ¿Es el castillo del Señor de los Demonios?”

Hajime podía ver un suelo de mármol y varios pilares grabados más allá del portal. Una lujosa alfombra roja descansaba entre las dos filas de pilares. La habitación era enorme, y el portal se había abierto en algún lugar cerca de su techo para dar a Hajime y a los demás una vista completa de la habitación.

La puerta se dirigía hacia un lugar junto al trono en la parte de atrás de la habitación.

Poco a poco, una visión impactante apareció a la vista.

“Nunca dije que fueran los únicos invitados”, dijo Freid.

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“¡Ahahahaha, todos se ven tan maaaaaaal…! ¡Eso es lo que obtienen por tratar de luchar!”

Una gran jaula había sido colocada junto al trono. Las barras de metal oscuro brillaban tenuemente, mostrando rastros de estar reforzadas mágicamente. La gente de la jaula estaba tendida en el suelo, con sus cuerpos maltratados y sus ropas desaliñadas.

“¡Chicos! ¡Sensei!”

“¡Incluso se llevaron a Lily!”

Liliana, Aiko, y todos los compañeros de clase de Hajime estaban allí.

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