Lazy Dungeon Master (NL)

Volumen 10

Extra 2: La Princesa Imperial Hace Turismo — Tienda De Armas

Por razones  muy complicadas, Emmymephy la princesa imperial necesitaba ser secuestrada. Para lograr eso, ella y Rokuko estaban visitando casualmente una ciudad ocupada. Parecía que no estaban vigilados, pero Wataru el Héroe y Keima en realidad los vigilaban desde lejos. También tenían a Ichika y Niku con ellas como supuestas sirvientas, y ambas eran fuertes luchadoras por derecho propio.

Después de desayunar en un bar tipo cafetería, el escuadrón de la princesa fue a una tienda de armas.

“¡Yo digo, no hay nada más famoso en Corky que sus herreros! ¡Cualquiera que esté aquí para patrullar, o más bien para hacer turismo, haría bien en no extrañarlos!”

“Seguro que te recuperaste de ese deslizamiento de la lengua rápido”.

“Como princesa imperial, recuperarse sin problemas de un error es una segunda naturaleza”.

En cualquier caso, aunque se llamaba una tienda de armas, también vendía armaduras y tal. Todo fue hecho a mano por el herrero, y se dedujo que no había Magic Blades allí.

“No hay cuchillas mágicas, ya veo”.

“Yo digo, si quieres uno tendrás que ir a una tienda de equipo mágico”. “Tiene sentido.”

Por cierto, la espada en la cadera de Rokuko era solo para decoración. No estaba particularmente interesada en las armas, pero lo mismo no era cierto para Emmymephy.

“Yo, y toda la familia real, somos descendientes del Primer Emperador, Lyon Laverio. Alguna vez fue un aventurero, y su sangre heroica corre por mis venas.”

“Okay. ¿Entonces?”

“¡Me encantan las armas, las peleas y todo tipo de cosas aventureras!” Emmymephy declaró, lleno de entusiasmo.

“Eso no me suena muy de princesa”.

“De todos modos, ¡echaremos un vistazo a la armadura y al equipo! Yo digo, ¿no es esta espada espléndida? ¡Está hecho de mythril!”

“¿Hay alguno hecho de oricalco? Ese es el tipo de espada que me impresionaría”.

“Por supuesto que no, Rokuko. Yo digo, sé más realista”. Emmymephy se encogió de hombros sacudiendo la cabeza. Las cuchillas de oricalco superaron el nivel del tesoro nacional y entraron directamente en el reino del mito divino. Si uno estuviera al azar en la tienda de armas de una ciudad, sería más aterrador que impresionante.

“Bueno, supongo que debería aprovechar esta oportunidad para comprar algo”, dijo Emmymephy antes de cavar a través de un barril lleno de espadas para buscar algo bueno.

“¿No son todas esas piezas de basura? Dice una plata cada una en el barril allí mismo.”

“¡Yo digo, sé por experiencia que puedes extraer algunas gemas ocultas de barriles como este!”

“Bueno, supongo que tiene sentido. Creo que también echaré un vistazo”. Rokuko siguió el ejemplo de Emmymephy y comenzó a pescar en otro barril por algo especial.

“¡Yo digo, compita para ver quién puede encontrar la mejor espada!”

“Por supuesto. No estoy en el nivel de Wataru, pero tengo mucha confianza en mi propia suerte”.

… Al ver eso, Ichika se llevó una mano a la barbilla y pensó las cosas. “¿Sabes? ¿Crees que deberíamos tratar de detener a Rokuko y Mephy ahora mismo? Porque somos algo como sirvientas y todo”.

Era cierto que Ichika y Niku se camuflaban como sirvientas que acompañaban a sus señoras. Era razonable pensar que una sirvienta evitaría que su amante hurgara esencialmente en un basurero.

“¿Quizás deberíamos ir y unirnos?” Niku sugirió.

“No, ayer recibimos armas de mitril de Untara. Estamos bien.” “…Muy cierto.”

Al final se decidieron a observar en silencio. No eran verdaderas sirvientas, y como esto era hacer turismo, tenía sentido dejar que Rokuko y Mephy hicieran lo que quisieran.

“¡Yo digo, incluso he oído que armas oxidadas como estas son verdaderas poderosas cuchillas de leyenda!”

“Supongo que iré por esta daga roja, entonces”.

Las dos señoras encontraron una espada que les gustó. “Rokuko, ¿qué pasa con esa daga es roja?”

“La piedra preciosa”.

“Oh ya veo. Era demasiado pequeño para que lo viera”.

Como aficionadas, no podían decir cuál de ellos tenía la mejor espada. Decidieron preguntarle al dueño de la tienda que era superior.

“Gracias por el negocio. Entonces, ¿quieres saber cuál es mejor?”

“De hecho, yo digo. ¿Cuál es la cuchilla más fina?” Emmymephy preguntó con los ojos llenos de esperanza. El dueño se rascó la cabeza.

“Bueno, la cuchilla oxidada que tienes aquí es en realidad chatarra, ya ves”. “¿Chatarra…? ¿Cómo dice?”

“No es apto para pelear. Raspa el óxido y usa la plancha para fundir material. Es chatarra”.

“¿Es inutilizable?”

“Se romperá si bloqueas un golpe o apuñalas algo con él. Vale la pena la plata por los materiales, pero eso es todo”.

“Grrr, bastante inutilizable de hecho…” Emmymephy sabía bien como un luchador (técnicamente) entrenado que ninguna arma tan frágil podría ser utilizada en la batalla.

“En cuanto a esta daga, bueno, podrías hacer peor por la defensa propia. Lo compré a un alquimista viajero el otro día. Aparentemente, el alquimista lo hizo por diversión, así que lo tiré al barril con los demás. Dado que es una daga, ni siquiera derramarla te dará mucho hierro”.

“Bueno, eso tiene sentido”. Rokuko arrojó la daga en {Storage}.

“Diría que la daga es mejor en el sentido de que puedes usarla en una pelea, mientras que la espada oxidada es mejor para los materiales. Es difícil decir cuál es mejor que el otro”.

“Supongo que es un empate entonces, Mephy”. “De hecho lo es, Rokuko”.

Y así abandonaron la tienda de armas, después de haber realizado algunas compras inofensivas y probablemente irrelevantes.