Danmachi: Sword Oratoria (NL)

Volumen 2

Capítulo 5: La Batalla de Rivira

Parte 1

 

 

Danmachi: Sword Oratoria Volumen 2 Capítulo 5 Parte 1 Novela Ligera

 

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Lefiya miró fijamente la carnicería que se desplegaba ante sus ojos.

La ciudad, normalmente hermosa por la noche con sus lámparas de piedra mágica dispersas y cristales chispeantes, estaba siendo destruida.

Era imposible perderse el increíble número de monstruos plantas, con sus largos cuerpos azotando de un lado a otro mientras avanzaban. El río de forma resbalosa despejó la muralla de la ciudad momentos después de alcanzarla y escaló las caras del acantilado como peces saltando por una cascada. Había bastante de ellos ya en la ciudad que Rivira en sí parecía de color verde amarillento en la luz débil.

El ataque violento aplastó tienda tras tienda, esparciendo sus restos en el aire junto con el mar de zarcillos.

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Los pétalos vibrantes de las cabezas de las bestias destellaban como piedras, cristales, gente y cualquier otra cosa lo suficientemente desafortunada como para estar en la ciudad, fueron pisoteados bajo la estampida.

Los oscuros ojos azules de Lefiya se estremecieron mientras miraban el pandemonio de abajo, con un chillido de gritos y rugidos llegando a sus oídos.

— ¡¿Q-qué está pasando, qué está sucediendo…?!

—Monstruos. Ellos están atacando la ciudad.

Lulune visiblemente temblaba de miedo. Incluso Aiz no pudo ocultar su sorpresa.

La chica rubia era conocida por ser distante, pero ahora su mirada estaba aguda, con sus cejas abajo.

Tras una nueva inspección, ella pudo ver que los aventureros de la Plaza de Cristal estaban empezando a luchar. El alto punto de vista le daba una gran vista de un círculo mágico de color jade que se había formado en medio de la plaza. Monstruos de todas partes se sintieron atraídos por él como polillas a una llama, y cientos de aventureros partidos en pequeños grupos de batalla estaban allí esperándolos. Probablemente, Finn estaba luchando junto a ellos.

Los monstruos más alejados de la Plaza de Cristal ignoraron la energía mágica de Riveria y siguieron arrasando la ciudad. Algunos estrellaron las cabezas en los puestos de venta y tiendas pequeñas, o los empujaron hacia las entradas de las cuevas, mientras otros     persiguieron a los aventureros que huían de la plaza. En medio del pandemonio, un destello de plata cortó a través de uno de los cuerpos de los monstruos cada pocos segundos. Aiz adivinó que probablemente era Tiona usando a Urga.

—Volvamos a la plaza y encontrémonos con Finn. Nadie estaba en desacuerdo con la decisión de Aiz.

Una feroz batalla podría haber estado reventándose en el centro de Rivira, pero era el lugar

más seguro para estar.

Lulune asintió de arriba a abajo, como si su vida dependiera de ello. Lefiya respondió con un rápido “Sí”.

Al reajustar la correa de hombro de su bolso, Lefiya dejó el terreno alto justo detrás de las otras chicas. Justo entonces…

—¡¡OOOOOooooOOOOOOOOooooooooo!!

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—¡¿?!

Un aullido como el de una campana rota resonó en el aire mientras un monstruo planta se arrastraba frente a las chicas.

Este llegó con tal vigor que arrastró un pequeño deslizamiento de rocas y escombros al levantarse mientras se deslizaba por el acantilado y entraba en su camino. Las chicas se detuvieron súbitamente, con los ojos muy abiertos. Aiz reaccionó en un abrir y cerrar de ojos y se lanzó hacia adelante con su espada desenfundada, dejando a Lefiya y Lulune aún asombradas.

El monstruo fue cortado en un instante, pero el alivio de Lefiya duro muy poco, mientras un retumbe lejano lo suficientemente fuerte como para hacerle temblar el cuerpo descendió desde arriba. Ella levantó la vista para encontrar la fuente.

—¡¿Más de allá, también…?!

—¡Tienes que estar bromeando!

Las tres chicas todavía estaban técnicamente en la ciudad, en la esquina noroeste cerca de la pared.

Un enjambre de monstruos apareció mientras cayeron sobre la parte superior de la misma.

Lefiya no esperó a que Lulune terminara de gritar antes de correr hacia otro camino, más allá de los restos del oponente que Aiz acaba de derribar. La criatura que dirigía la embestida se detuvo sobre el cadáver de su pariente caído antes de mover la cabeza de su largo cuerpo hacia el camino mientras continuaba su persecución.

—¡Lefiya, ve a la plaza!

—¡¿Señorita Aiz?!

El camino era un callejón sin salida; Las chicas estaban atrapadas. Aiz saltó fuera del grupo, embistiendo de cabeza a la horda que se avecinaba.

Ella soltó una tormenta de ataques. Aiz fue capaz de mantener el ataque a raya, cortando monstruo tras monstruo sin dudarlo.

Lefiya permaneció inmóvil durante un momento, observando cómo el cabello dorado de Aiz se balanceaba de un lado a otro. Su primera reacción fue tratar de ayudar a la chica que enfrentaba a numerosos enemigos sola. Por mucho que le doliera, sin embargo, ella contuvo el impulso, tomando la mano de Lulune, y despegando a toda velocidad.

Ella sólo retendría a Aiz si se quedaba aquí. Los monstruos reaccionaron a la energía mágica. Por lo que si ella comenzara a conjurar magia, forzaría a Aiz a defenderla en vez de ir a la ofensiva. Lefiya y Lulune podrían haber estado en nivel 3, pero los monstruos eran al final mucho más poderosos. Sus pieles habrían sido demasiado difíciles de romper. Las dos solas no podrían defenderse en la batalla, y mucho menos contraatacar.


Pero con el sable en su mano, este número de enemigos no sería un problema para Aiz.

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Ella tenía que hacer lo que Aiz no podía: entregar el orbe de cristal a Finn y escoltar a Lulune lo antes posible. Había una asesina a suelda en Rivira además de los monstruos.

La elfa repitió estos hechos una y otra vez, apretando sus dientes mientras corría con Lulune. Sus delgadas piernas la llevaban tan rápido como podían, con los pies pateando fuerte contra el suelo con cada zancada.

El camino conducía directamente a la Plaza de Cristal. Sin embargo, estaba arrasada con monstruos, así que decidieron tomar un desvío a través de un paso septentrional que estaba mucho menos invadido. Ellas tuvieron cuidado de evitar a las plantas come hombres y tomaron atajos en un esfuerzo por cortar segundos de su tiempo de llegada.

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Con unos enojados aullidos llenando el aire a su alrededor, las dos chicas salieron del camino hacia una zona de la ciudad que también podría llamarse un bosque de cristal.

La Calle Cluster.

Al igual que la Plaza de Cristal, este era uno de los lugares famosos de Rivira.

Se había ganado su nombre de los grandes racimos de cristales que se elevaban desde el suelo como pilares. Había tantos, de hecho, que crearon muchos caminos que se cruzaban y que eran aproximadamente tan anchos como los callejones sobre el suelo. Los cristales reflejaban a cualquier persona que caminaba, haciendo que toda la zona pareciera un laberinto de espejos. Este era también el único lugar en Rivira donde las sendas habían sido pavimentadas con piedra.

Dos juegos de pies resonaron contra las paredes de cristal. Las caras de Lefiya y Lulune se reflejaban en las muchas superficies que corrían.

—¡Wow, maldición! ¡¿Esa fue una explosión?!


—¡Esa .. la magia de Riveria!

Un rugido tumultuoso llenó el aire cuando un pilar de llamas estalló desde el centro de la ciudad.

Los hombros de Lulune temblaron mientras veía la débil luz azul de la “noche” sobre Rivira dando paso a una inundación de intensa luz roja. Los cristales brillaban a su alrededor. Incluso el techo en sí parecía carmesí mientras las chispas bailaban en el aire.

—Whooaaaaaaa; Las voces impresionadas de los aventureros en la plaza llegaron a sus oídos. Lefiya supo inmediatamente que muchos de los monstruos habían sido incinerados por la magia de fuego más poderosa en Orario.

—¡¿… ?!

Una figura apareció en medio de los destellos y las sombras de las llamas. Chispas llovieron alrededor del ser en el camino de las chicas.

¿Un aventurero…?

Piernas con armadura, guanteletes alrededor de los brazos y una pechera. El hombre estaba completamente cubierto con una armadura negra.

Un trapo sucio estaba envuelto alrededor de su cuello y un casco cubría su cabeza. La piel de su cara medio expuesta era oscura, con el resto envuelto en un vendaje. Lefiya sólo podía ver su ojo derecho, y estaba mirándola fijamente.

Las cejas de la elfa se curvaron hacia arriba mientras empezaba a sentir que algo estaba mal. Mientras tanto, el hombre comenzó a caminar hacia Lefiya, sin decir una palabra.

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—¡¡De-Deténgase justo allí!! Lefiya gritó por reflejo.

La ominosa aura del hombre— no muy diferente al de una bestia negra en las entrañas del Calabozo— era abrumadora. Lefiya levantó su bastón.

Sin embargo, el hombre no hizo caso. Paso tras paso, la distancia entre ellos iba desapareciendo.

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Lulune retiró sus orejas, con la cola nerviosamente moviéndose detrás de ella mientras gruñía ante el hombre que se acercaba. Sus instintos animales se hacían cada vez más pronunciados cuando el color se escurrió de su rostro. Sus ojos se clavaron en la armadura que cubría las piernas que se acercaban cada vez más mientras caminaba por el estrecho sendero de cinco metros. Mientras tanto, las manos sudorosas de Lefiya apretaban su agarre en su bastón, con sus labios a un latido de conjurar un hechizo.

Entonces, en el momento en que llegó a diez pasos de su posición, el hombre desapareció. Era demasiado rápido para que Lefiya reaccionara.

Su enfoque era tan rápido que él estaba en la cara de la elfa antes de que ella tuviera tiempo de mostrar sorpresa. En ese mismo instante, él tomó su cuello con una mano.

— ¡Gah—!

Sus pies dejaron el suelo cuando el hombre la levantó, como si fuera tan ligera como un palillo de dientes.

El agarre frío del guantelete se envolvió todo el camino alrededor de su cuello. El imparable metal presionó contra su piel, y un temor escalofriante se apoderó de Lefiya. Ella perdió el control de su bastón. Este aterrizó con un ruido en el pavimento de piedra a sus pies.

Ella agarró el brazo derecho del hombre con sus dos manos en pánico, pero su agarre no mostraba signos de debilitamiento, por mucho que lo hiciera.

Cada uno de los cinco dedos comenzaron a apretar, amenazando con ahogar—no, aplastar—su garganta. La fuerza del hombre era inmensa.

— ¡Ugh-ugahhhhh!

El cuerpo de Lulune temblaba, su mente se quedó en blanco mientras se lanzaba hacia delante. Ella se lanzó de cabeza ante el hombre, con sus ojos brillando.

Ella sacó su cuchillo cuando llegó a la ayuda de Lefiya, pero el hombre ni siquiera la miró, sólo giró su brazo izquierdo en su dirección. Un momento después, ella chocó con el cristal más cercano.

Una gran red de grietas apareció cuando su espalda se estrelló contra ella. La semi-humana en forma de perro cayó al suelo como un saco.

— ¡Ah…! ¿Ug, uh…?

Lefiya se quedó sin aliento mientras empezaba a perder el conocimiento.

Su cabello ligeramente dorado se balanceaba de un lado a otro mientras sus patadas empezaban a disminuir. Ella podía sentir la tensión en los huesos de su cuello a través de su cuerpo entero, con cada crujido que enviaba oleadas de dolor por su columna vertebral.

Ella tenía la boca abierta, jadeando por el aire que no podía pasar. Las lágrimas se le acumulaban en los ojos. El agarre del hombre la obligó a mirar hacia arriba, por lo que no pudo ver la absoluta falta de emoción en su rostro.

¡Crick! Su delgado cuello empezó a contorsionarse.

Las manos que habían estado tirando desesperadamente del guantelete cayeron a sus lados. Ella oyó que la guadaña de la muerte venía desde arriba.

—Señorita Aiz.

Con el último de los cristales de color rojo carmesí en el techo borrándose en su visión, una solitaria lágrima rodó por la mejilla de Lefiya mientras trataba de susurrar el nombre de Aiz.

Un momento después…

— ¡OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!

Grandes trozos de cristales se disiparon en pequeñas explosiones a medida que las piezas del

cuerpo de un monstruo vegetal se arrastraron a través de ellas.

Fragmentos de cristal esparcidos por el aire reflejando los últimos momentos de la criatura. Los ojos de Lefiya se abrieron cuando los gritos agonizantes llegaron a sus oídos.

Con sus ojos sin pestañear y llenos de determinación, el caballero femenino había llegado en el último segundo posible.


—¡¡ !!

Cuando el hombre miró a la chica que había aparecido a su lado, Aiz bajó su sable.

El hombre blindado dejó caer a Lefiya sin pensarlo dos veces y evitó un golpe fatal. En su pectoral apareció un corte largo y agudo.

Thump. El cuerpo suelto de Lefiya golpeó el pavimento de piedra. La Princesa de la Espada saltó inmediatamente entre su amiga y el misterioso aventurero, de pie frente a la carnicería de cristal creada por el cuerpo moribundo del monstruo. Los dos guerreros se enfrentaron.

El sable de Aiz zumbaba por el aire bajo el “cielo”, que estaba rojo como el fuego.

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