Danmachi: Sword Oratoria (NL)

Volumen 1

Capítulo 2: Confusión de Calabozo

Parte 1

 

 

Danmachi: Sword Oratoria Volumen 1 Capítulo 2 Parte 1 Novela Ligera

 

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-¡Aquí voy!; Tiona se lanzó alegremente a la batalla.

El mango de su espada de doble hoja era lo suficientemente grande como para hacer que alguien mirara dos veces.

Ambas manos estaban en el mango que conectaba las dos hojas. Los monstruos que se aproximaban se quedaron repentinamente en silencio cuando la amazona azotó su arma como un juguete infantil.

-¡Con este son cinco!; En una gran rebanada, ella puso todo su peso en un ataque con salto y envió a los monstruos a volar.

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Ignorando por completo a los cadáveres que se amontonaban a su alrededor, la guerrera dejó que sus instintos empezaran a tener efecto. Encontrando a su próximo objetivo en un abrir y cerrar de ojos, Tiona despegó en esa dirección.

-¡Aiz, cubre a esa idiota! ¡No la dejes salir demasiado lejos!

—Entendido.

Un rayo plateado siguió a Tiona en la siguiente ola de monstruos, desgarrando todo en su camino.

El rayo se detuvo cuando Aiz sacó su espada de la cabeza de un monstruo, con su cabello de oro fluyendo mientras se volteaba para enfrentarse al siguiente enemigo.

Piso cincuenta y uno del calabozo.

A pesar de estar encargados de completar una mision, el grupo de Aiz había sido llevado a la batalla.

En la parte de los Niveles Profundos, el diseño del piso cincuenta y uno era nada menos que extraño.

Las paredes, el piso y el techo eran cómodos y planos. Cada rincón era un ángulo recto perfecto, como si estuviera tallado por algún maestro arquitecto. Las intersecciones eran comunes, convirtiendo todo el piso en una loca colmena cuadrada. Aquellos suficientemente valientes, o suficientemente locos, para entrar en este reino se perdieron en muy poco tiempo. Las paredes del calabozo estaban hechas de una sustancia negra entre la piedra y en la textura del suelo .

Las luces de arriba iluminaban los pasadizos relativamente anchos mientras el grupo de batalla de Aiz se enfrentaba a una horda de robustos monstruos.

—Rinocerontes negros.

Monstruos rinocerontes que caminaban sobre dos piernas. De pie a poco más de dos metros de altura, ellos apenas calificaban como monstruos de gran categoría. Sin embargo, lo que realmente los distinguía eran sus dos cuernos, uno largo y otro corto, que sobresalían del frente de sus rostros.

Su piel era tan fuerte y gruesa como una armadura de alta calidad. Estas bestias eran fortalezas andantes comparadas al Fomoire en el piso cuarenta y nueve.

Pero.

—¿¡—!?

—¡¡Yah-ha!!

Una parte de ellos volaron por los aires.

Una espada de doble hoja que se balanceaba juguetonamente con imprudente desenfreno estaba cortando a través de su horda con una facilidad mortal.

Dos grandes espadas se fusionaron en el mango—mientras que muchas armas grandes eran conocidas por su poder destructivo, esta pieza en particular superaba a todas ellas. Las gruesas y sólidas hojas rasgaban los cuerpos de los monstruos como si fueran nada más que papel de seda. Las grandes extremidades iban por los aires con cada pasar de la espada.

La chica de piel color trigo podría haber sido una niña en el patio de recreo, bailando con sus amigos. La fuerza pura que ella manejaba excedía en mucho de lo que su pequeña figura debía permitir.

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Tiona amaba su arma hecha a la medida, llamada Urga, y sabía exactamente cómo usarla.

Mientras Tiona y Urga bailaban a su ritmo hacia una matanza, Aiz estaba ocupada protegiendo su punto ciego de una corriente continua de criaturas aspirando a atacarla.

Ella estaba equipada sólo con una espada. Esta arma parecía nada más que un palillo de dientes en comparación al arma de Tiona, pero los monstruos enemigos no podían mantenerse a la par con la elegante arma en la habilidad de Aiz. La chica rubia se midió incluso con Tiona cuando las dos mataron a sus enemigos.

No importa cuántos cuerpos perforaran, no importa cuánta sangre volara por el aire, la espada de plata nunca perdía su brillo.

Forjado por los herreros que llevaban la bendición de un dios, el arma de Aiz había sido dotado con una característica superior: Durandal, el inquebrantable.

Ya siendo un arma de primera clase, era físicamente imposible que la espada se rompiera durante el combate.

Un arma superior hecha por los altos forjadores de la Familia Goibniu, esta arma fue llamado “Desperate”.

Aiz optó por empuñar su amada espada porque le permitía luchar siempre ese segundo extra sin retenerla.

— ¡Aiz, a la derecha!

—Bien.

Tiona chocó con las filas enemigas con la ferocidad de un tifón furioso. Mientras tanto, Aiz mataba monstruo por monstruo con unos agudos y precisos golpes. Su batalla parecía un caos total desde lejos. Sin embargo, ninguna de las dos permitió que el otro fuese atrapada por detrás. El tiempo parecía ralentizarse mientras ellas mantenían la distancia suficiente para mantenerse alejada de la otra, pero manteniéndose lo suficientemente cerca como para cubrir el punto ciego de la otra al cambiar de lugar en el último segundo.

A través de su confianza y trabajo en equipo, las pequeñas montañas de monstruosos cadáveres se formaron alrededor del campo de batalla.

— ¡Cuatro más viniendo por la derecha! ¡Refuerzos llegando desde la parte de atrás! Lefiya,

¡Danos la señal cuando estés lista!

Aiz y Tiona se dedicaron directamente a la horda de rinocerontes negros, mientras Tione las apoyaba desde el medio de la formación con sus cuchillos lanzadores mientras daba las órdenes.

Ante el ataque que se avecinaba, Lefiya levantó su bastón en la parte posterior de la formación y comenzó a recitar su hechizo.

——Tomen sus arcos para hacer frente a los merodeadores. Respondan a la llamada de sus parientes y lancen sus flechas.

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Los monstruos que residían en los niveles profundos eran mucho más poderosos y salvajes que sus hermanos en los pisos más altos. Visiblemente sacudida por el horror ante sus ojos, Lefiya luchaba por mantener su voz firme mientras convocaba su magia.

Unos tremendos pasos sacudieron el suelo bajo sus pies. Lefiya no podía ver directamente.

—¡¡—OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!

—¿¡!?

Repentinamente, la pared junto a Lefiya se abrió.

Protegiéndose de los escombros, la elfa echó un vistazo alrededor de sus brazos para ver una araña rojiza y púrpura absolutamente aterradora, con ocho patas peludas y muchos ojos amenazadores—una araña deforme.

El monstruo, nacido directamente de la pared del calabozo, saltó directamente hacia la vulnerable maga.

Fue una emboscada perfecta. El tiempo parecía detenerse para Lefiya, viendo las abiertas mandíbulas de la criatura y los colmillos brillando bajo la tenue luz.

En ese momento, una hoja brilló ante sus ojos y cortó la cabeza de la bestia por la mitad.

— ¡Eeeek!

—Sigue con el hechizo, Lefiya.

— ¡S-si!

Tione había saltado a la ayuda de Lefiya, con su largo y negro cabello que fluía en su estela.

Ella agarró el mango de su cuchillo Kukri, todavía incrustado en el cuello de la bestia, y le dio un giro brusco antes de sacarlo. La araña deforme, que todavía se retorcía, se dividió a la mitad al caer al suelo.

— ¡Ah, eh, um…!

Lefiya había recuperado el equilibrio, pero había demasiada adrenalina en sus venas. Por más que pudiera, no podía concentrarse.

Tomando unos momentos para concentrarse, ella inhaló hasta el fondo de sus pulmones y abrió su boca para comenzar el hechizo desde el principio. Fue en ese momento que Aiz y Tiona derribaron la última horda de rinocerontes negros.

Los pasillos estaban llenos de un misterioso silencio, con todos los cuerpos sin vida de los monstruos que yacían a sus pies.

—Lo-lo siento mucho… yo…

—No hay nada de qué preocuparse, Lefiya. Estas cosas les pasa a todos.

Con la sangrienta Urga sobre su hombro, Tiona se acercó a la elfa junta con Aiz que no estaba muy lejos. La chica rubia envainó su espada mientras Lefiya seguía disculpándose. Tione se unió a ellas después de una rápida observación por la zona.

La elfa había perdido por completo su momento para atacar, perdiendo la oportunidad que Aiz y Tiona habían creado para ella. Ella nunca se había sentido tan inútil.

—No debería haber venido después de todo. Con mi nivel tres, yo sola las retendré…

—Tranquila, Lefiya.

Tione puso su mano en el hombro tembloroso de Lefiya.

Lentamente, con cautela, la elfa levantó su cara para encontrarse con la mirada de la amazona. Tiona saltó detrás de su hermana y añadió su propio aliento.

—Tu nivel puede ser un poco bajo, pero tu magia es lo suficientemente fuerte como para freír a cualquier cosa de por aquí. Riveria te eligió a ti, ¿verdad? Ten confianza.

— ¿Cuál era esa habilidad magica tuya— esa cosa que Loki dijo hace un tiempo…? ¡Oh sí! ¡El gran ka-boom! Con una habilidad como esa, ¡Tú podrías acabar con cualquier monstruo de un solo golpe!

—Ya veo, eso es…

Lefiya perdió la habilidad de argumentar en el momento que su habilidad fue cerrada.

Su cabello dorado flotó a un lado mientras miraba por encima de su hombro y por su espalda.

Toda persona, humana o semi-humana, que había recibido la bendición de un dios, tenía jeroglíficos —el sistema de escritura utilizado por los dioses— grabados en su espalda, sin excepción. El revoltijo de caracteres era la bendición misma.

“Falna” —conocido por la gente de la tierra como estadística.

Una estadística se construyó sobre la excelia de cualquier tipo de experiencia de cualquier parte de la vida de una persona. Una deidad utilizaba la excelia contenida en el espíritu de una persona para aumentar sus destrezas y habilidades, basándose en la información que contiene. Era la gracia de un dios en todos los sentidos de la palabra.

Para los hijos de Gekai, Falna era la clave para volverse más fuertes, alcanzar nuevas alturas y nada más. Los aventureros asesinaron a los monstruos en la batalla para ganar excelia, teniendo a su dios o diosa agregándolo a su estadística para volverse más fuerte, y repitiendo el ciclo. Para ellos, la bendición de un dios abrió la puerta a posibilidades ilimitadas.

Una estadística estaba compuesto por cinco facultades básicas: Fuerza, Defensa, Destreza, Agilidad y Poder Mágico. Además, las estadísticas incluían un soporte para hechizos mágicos y destrezas que diferían de persona a persona, basadas en la fuerza del “contenedor” espiritual que poseían. El nivel era la parte más importante de la estadística. Un “nivel ascendente” ocurrió cuando un aventurero adquirió más excelia que su contenedor espiritual podía mantener. No sólo aumentaba drásticamente todas sus capacidades, sino que los acercaba más a la divinidad.

El estado de Lefiya era de nivel 3. Su habilidad aumentaba su poder mágico, haciéndole un ajuste perfecto para la parte posterior de la formación como un mago.

Como Tiona había dicho, tener esta habilidad significaba que, fuera de este grupo de cuatro, Lefiya era capaz de infligir mucho daño.

—Pe-pero ni siquiera puedo defenderme. Si Tione no hubiera estado allí para protegerme, habría tenido una muerte sin sentido…

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Sin embargo, el resto del grupo era de Nivel 5.


Eran algunos de los pocos aventureros de Orario que se les permitía ser llamados “primera clase”. Ellos eran la crema de la cosecha. En términos de pura fuerza y habilidad, Lefiya ni siquiera se acercaba.

A decir verdad, ella no tendría ninguna posibilidad si enfrentara a cualquiera de los monstruos de este piso por su cuenta.

La elfa intentó desesperadamente negar todo lo que sus aliados decían para alentarla.

—… Los magos hacen cosas diferentes que nosotros; Esta vez, fue Aiz quien habló.

Lefiya no pudo ocultar su sorpresa cuando la estoica chica rubia se unió a la conversación.

—Riveria me lo ha enseñado. Protegemos a los magos de los monstruos, y los magos como tú nos protegen… Entonces, um…

Las palabras de Aiz comenzaron a disminuir.

Ella no estaba acostumbrada a ser el centro de atención, al tener tres pares de ojos sobre ella en un sengundo la hacía sentir tan fuera de lugar que no podía juntar sus palabras.

Cada vez más roja por el momento, la chica trató desesperadamente de decir lo que estaba en su mente, hasta que su mirada se alejó y ella dijo estas palabras:

—Te protegeremos, siempre… Así que sálvanos si nos metemos en problemas, ¿De acuerdo?

Los ojos dorados de Aiz se encontraron con las de Lefiya. Los ojos azul oscuro de la elfa se abrieron de par en par cuando sintió una sensación de amistad y confianza incrustada en el tono de la chica. Sus labios temblaron por un momento, las lágrimas brotaron de sus ojos antes de que la elfa        de cabello dorado respondiera con un profundo cabeceo.

Ella tomó un momento para recomponerse y controlar su respiración.

Las oscuras nubes que amenazaban con amortiguar el estado de ánimo de su grupo se dispersaron, reemplazadas por un aura más amable.

Tiona estalló con una sonrisa de oreja a oreja y tocó juguetonamente a Aiz en el hombro. La chica se alejó, y Tiona rió mientras Aiz se masajeaba una parte de su cuerpo adolorido.

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— ¿Deberíamos recoger estas piedras mágicas? No podemos esperar que Lefiya las recoja todas por sí misma.

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Al ver que la situación había sido resuelta, Tione volvió a concentrarse en el trabajo que tenía al alcance de la mano. Dividiéndose en equipos de dos, ellas se pusieron a trabajar.

Ellas tuvieron que cortar profundamente en los pechos de los monstruosos cadáveres para quitar las piedras mágicas encajadas adentro.

Con un color púrpura oscuro, estas piedras servían como fuente de energía para los monstruos. Con sus “corazones” desaparecidos, sus cuerpos perdieron instantáneamente color antes de disolverse en montones de cenizas, desapareciendo por completo como si nunca hubieran estado allí.

—Tione, ¿Estás dejando los objetos? ¿Seguro que podemos dejarlos?

—Todos esos grandes cuernos y pedazos de piel sólo nos pesaran. El agua del manantial es lo más importante; Tione sonó un poco irritada por la pregunta de su hermana, como si la respuesta hubiera sido obvia. Las cuatro aventureras dejaron el campo de batalla, a pesar de las piezas de monstruos que cubrían el suelo.

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De vez en cuando, después de que la piedra mágica de un monstruo había sido removida, quedaría un pedazo de ellos. Los aventureros llamaron a estas piezas “objetos caídos”.

Las piedras mágicas y los objetos caídos podrían ser intercambiados por dinero en el gremio o vendidos directamente a los comerciantes en la superficie. Así era como las familias exploradoras en el calabozo se ganaban la vida.

— ¿Lefiya, tus hombros están bien? Puedo llevar más, sabes.

Lefiya declinó educadamente a la oferta de Tione. —Gra-gracias por la oferta, pero estoy bien. Por favor, déjame hacer esto; Además de su bastón, la elfa llevaba varias bolsas sobre sus hombros,  así como el contenedor de agua en una mochila que colgaba hasta su cintura.

Además de los aventureros, había otro tipo de trabajo en el calabozo: los apoyos.

Normalmente mantenidos fuera de combate, su papel principal era recoger las piedras mágicas y objetos caídos después de la batalla y regresarlos a la superficie. Además, los apoyos llevaban objetos de repuesto y armas para los aventureros que entraban en batalla. Para decirlo sin rodeos, ellos llevaban las bolsas. Ellos eran como un botones.

Sin embargo, eran vitales para el éxito y la eficacia de los aventureros que trataban de ganarse la vida en el calabozo. Por lo tanto, las familias asignarían a sus miembros más débiles para este papel cuando un apoyo profesional no estaba disponible.

Dado que Lefiya no podía hacer mucho más que apoyar a sus miembros del grupo desde lejos, ella se había ofrecido como voluntaria para este trabajo.

—…Están viniendo.

— ¿Por dónde, Aiz?

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—Adelante… y detrás.

Esto sucedió cuando estaban en medio de un largo pasillo.

Los ojos de Aiz se entrecerraron y sus oídos se agitaron al oír el sonido de un agrietamiento que se desprendía del otro lado del pasillo y donde acababan de llegar.

Un latido después, al igual que la araña deforme que había atacado a Lefiya antes, los monstruos salieron de la pared del calabozo. Eran varios de ellos.

Los aventureros de primera categoría se movieron para proteger a Lefiya mientras ella se quedaba boquiabierta por la sorpresa, y fueron obligadas a combatir una vez más.

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