Great Demon King
Libro 4: La Ciudad del Valen
Capítulo 152: ¡Solo Necesité una Oportunidad para Matarte!
Los Necromantes ya eran de por sí bastante escasos y se los consideraba débiles, muy pocos lograban alcanzar el rango de Adeptos. Ahora, como salido de una leyenda un poderoso Necromante Archimago había aparecido de la nada frente a ellos y naturalmente acaparó toda la atención.
Han Shuo aprovecho que nadie lo miraba para moverse muy silenciosamente con el Arte del Noveno Diagrama Celeste. En pocos segundos llegó hasta un tejado desde donde podía ver todo lo que ocurría.
Las Criaturas Oscuras, reforzadas por el aura de la Prisión de Huesos estaban masacrando a los soldados, pero estos daban buena pelea. Clark entonces ordenó: – ¡Fila Escalonada! –
Los soldados comenzaron a formar un frente unido frente a las Criaturas Oscuras y nuevamente construyeron un muro de escudos que rechazó sus ataques. Al mismo tiempo llegaron más legionarios atraídos por el tumulto, que se unieron para reforzar a los primeros. Con mucha disciplina comenzaron a rotar posiciones, de modo que los soldados cansados eran reemplazados por guerreros frescos. Las tornas comenzaron a cambiar, pero las Gárgolas atacaron desde el aire, causando verdaderos estragos, a pesar de que los soldados contraatacaban elevando sus lanzas y arrojándoles jabalinas.
– ¡Formen una Falange! – Ordenó Clark de pronto, pues el momento parecía ser el indicado. Los legionarios trenzaron los bordes de sus escudos para volver el muro mucho más compacto y fuerte, después avanzaron de forma rítmica hacia las criaturas oscuras. Estaban aprovechando toda su fuerza combinada en un terrible empuje frontal. En poco tiempo barrieron con la mitad de los no muertos. Solamente las Gárgolas y las Abominaciones resistían, pero incluso estos últimos estaban siendo obligados a retroceder por la marea de escudos que los empujaba, mientras que cientos de cuchilladas atravesaban su carne.
Han Shuo observaba todo con asombro. Pero lo que más le sorprendía era que, a pesar de estar perdiendo la contienda, el Archimago simplemente sonreía ufano, como si esperase algo. Entonces comenzó a murmurar un conjuro que le dio a Han Shuo una ominosa sensación de déjà vu.
– ¡Explosión de Cadáveres! –
Todo el ejército de criaturas oscuras explotó de repente junto con los pilares de la Prisión Ósea, mandando a volar a Clark, los soldados y destrozando las paredes de las casas alrededor. El propio Han Shuo salió despedido hacia atrás. Poco después, el edifico desde donde observaba colapsó por completo y tuvo que moverse muy rápido entre los escombros para evitar ser aplastado.
“¡Hijo de puta!” maldijo Han Shuo en su interior mientras luchaba por levantarse sin hacer ruido. A su alrededor había varios cadáveres de legionarios. Muchos otros gritaban de agonía por haber perdido una extremidad o llevaban afiladas púas incrustadas en su cuerpo. Y provechándose de la confusión, el Necromante Archimago volvió a convocar un nuevo ejército de Criaturas Oscuras.
Parecía que la victoria estaba clara. Más justo cuando el Archimago iba a ordenar el ataque final, un chillido estridente resonó en la noche e inmediatamente después cinco grifos descendieron de los cielos con sus garras extendidas. Sobre sus lomos había caballeros blindados con lanzas resplandecientes.
El Archimago abrió los ojos enfadado e hizo un gesto para que todas las Gárgolas fuesen a enfrentarse a los recién llegados. A pesar de que individualmente ninguna de ellas era rival para los Grifos, su número les permitía dar una cierta pelea, aunque era evidente que al final acabarían perdiendo la contienda.
Entonces unos pasos pesados resonaron y Clark emergió de entre los soldados con su yelmo cerrado, aferrando una lanza larga resplandeciente. Detrás suyo los legionarios se estaban levantando y quienes estaban sanos retiraban a los heridos o muertos del camino antes de adelantarse para volver a luchar.
– Apártense. ¡Lo mataré yo mismo! – Gritó Clark y cargó salvajemente con una velocidad pasmosa, dejando detrás suyo al Barón Calvert que luchaba afanosamente para recomponer a sus tropas. El Aura de Batalla rodeó al Caballero, haciendo pedazos a las criaturas oscuras y abriéndose paso entre ellas en menos de unos segundos mientras avanzaba como una fuerza imparable de la naturaleza.
El Necromante no se había quedado quieto. En cuanto vio que Clark avanzaba contra él, ya había empezado un conjuro que materializó a su alrededor un gigantesco esqueleto de una naturaleza imposible de identificar. Parecía una mezcla de un gran cráneo, una columna vertebral y algún tipo de costillas, todas de distintas criaturas, que cubrieron por completo al Archimago como una coraza impenetrable e incluso algunas de las puntas se extendían hacia afuera como lanzas, mientras que otras se incrustaban firmemente en el suelo como estacas. Esta impresionante defensa apareció en apenas unos instantes.
El ataque de Clark impactó contra el Escudo de Hueso como el mar contra las rocas. La onda expansiva se sintió a varios metros de distancia. Entonces la defensa del Archimago, que tan formidable parecía, crujió y su superficie comenzó a llenarse de grietas. Sin embargo, Clark no volvió a atacar inmediatamente, sino que retrocedió unos pasos. Cuando Han Shuo miró, se dio cuenta de que la punta de su lanza se había mellado e incluso el astil parecía bastante dañado.
“Aunque ese ataque destrozó el escudo, parece haberse cobrado su precio.” Pensó Han Shuo analizando los movimientos de Clark, que en ese momento arrojaba la lanza a un lado y en su lugar desenvainaba la espada. Pero un leve temblor revelaba que el brazo se le había entumecido un poco.
Por su parte, el Archimago estaba completamente ileso, no obstante, su expresión revelaba un claro disgusto. Entonces retrocedió levitando entre los escombros de varios edificios derruidos, pues Clark resultó ser un oponente con el que incluso alguien como él debía mantener una cierta distancia. El Caballero de la Tierra lo siguió de inmediato para no darle tiempo de conjurar.
Al ver lo que ocurría, los soldados rugieron e intentaron seguir a Clark mientras que otros, más experimentados, le gritaron que volviese junto a ellos y no se alejase solo, sin ningún refuerzo. Lamentablemente, aún quedaban muchas Criaturas Oscuras combatiendo contra ellos e incluso los grifos seguían en entablando un furioso combate que no les permitía distraerse.
Han Shuo comenzó a seguir a Clark y al Archimago que continuaban atacándose mientras sorteaban los escombros. El Necromante era muy hábil con la magia de levitación a pesar de estar retrocediendo, pero Clark era como una centella y no se apartaba de su lado para no darle la oportunidad de ascender fuera de su alcance. Mientras tanto el mago arrojaba Lanzas de Hueso con gran precisión, tratando de lastimar las articulaciones del Caballero, pero este las destruía casi de inmediato con su espada y contraatacaba dando furiosas estocadas
Cuando el enfrentamiento parecía estancado, el Archimago tuvo un golpe de suerte y consiguió ejecutar el conjuro de Niebla Negra, desapareciendo dentro de un remolino brumoso. Clark lo siguió inmediatamente, pero se encontró de golpe con una Abominación recién conjurada que le dio un furioso golpe, forzándolo a retroceder. El Caballero de la Tierra mató con un tajo poderoso a la masiva Criatura Oscura, pero perdió de vista al Necromante en medio de la niebla que ahora lo rodeaba, así que adoptó rápidamente una posición defensiva.
Justo entonces una Lanza de Hueso vino disparada por su espalda. Clark rápidamente se giró para destruirla y creyó haber descubierto, por su trayectoria, la dirección en la cual se encontraba el Archimago, así que dio un pisotón para impulsarse. Lamentablemente se encontró justo frente a un pilar de hueso. Muchos otros comenzaron a emerger a su alrededor, pues el Archimago lo había engañado para atraparlo dentro de una Prisión Ósea.
Clark sintió que era inmovilizado y cientos de púas comenzaban a incrustarse firmemente en su cuerpo, tratando de atravesar su armadura. De modo que soltó un terrible rugido y desató todo su poder de golpe, para dar un tajo impresionante con su espada larga. El Aura de Batalla resplandeció con tal intensidad que iluminó el entorno y tanto la Prisión Ósea, como la Niebla Negra fueron destruidas de inmediato. Incluso el propio Necromante, que estaba recitando su próximo conjuro, se vio obligado a retroceder varios metros.
El movimiento de Clark le permitió recuperar la iniciativa en el combate, pero no quedó indemne. Su armadura había sido parcialmente destruida por las púas de hueso debido a que tuvo que concentrar toda su Aura de Batalla en el filo de su espada y reducir la protección de su cuerpo. La visera de su yelmo se había roto, las placas estaban sueltas o dañadas. También había perdido gran parte de su energía, aunque no toda. Pero había valido la pena, porque ahora podía realizar un terrible contraataque.
Inmediatamente reunió su aura en el filo de su espada para dar una estocada mortal mientras toda su concentración se fijaba en atacar al Archimago que todavía no se recuperaba.
Hugo un crujido. Luego un estruendo. Entonces de entre los escombros cercanos emergió una figura sigilosa con terrible velocidad, que apuñaló a Clark en el estómago donde su armadura había quedado expuesta. ¡Era el Maestro Fortunato! El ejecutor no se había retirado como parecía inicialmente y en su lugar estuvo escondido esperando una oportunidad. Quiso el destino que el combate entre Clark y el Necromante Archimago terminase cerca el lugar en donde se ocultaba, así que avanzó reptando para acercarse lo más que pudo a pesar del peligro.
Clark no esperaba un ataque de un enemigo desconocido justo en ese momento en que estaba agotado, cansado y con toda su atención puesta en el Necromante. Aun así, consiguió defenderse dándole una violenta patada al asesino para alejarlo, pero esta vez no había podido evitar ser herido de gravedad en el estómago y su sangre comenzó a manar a raudales. De modo que de inmediato tomo la decisión de escapar.
A pesar de estar herido, el Caballero de la Tierra se movió más rápido que nunca debido a que no estaba ahorrando nada de su fuerza y además había soltado su arma. Fortunato lo seguía, pero incluso él tenía problemas para alcanzarlo, hasta que finalmente lo perdió de vista. A pesar de su ira y la vergüenza por tener que retirarse, Clark se sentía bastante confiado. En unos instantes llegaría a una distancia donde estaría protegido por los legionarios, así que siguió corriendo recto, atravesando escombros como si no fuesen nada, con la seguridad al alcance de sus dedos. Quizá los Grifos ya habrían terminado de matar a las ultimas Gárgolas y entonces podría vengarse.
Clark llegó a un muro bajo tras el cual había unos escombros. Para evitar retrasarse decidió saltarlos de una sola vez y dio un pisotón para impulsarse.
Justo cuando estaba en el aire sintió el peligro acercándose a él, pero en pleno vuelo era imposible que cambiara su trayectoria y no pudo hacer nada. El Filo Asesino de Demonios voló rápido como una saeta y se incrustó profundamente en la espalda de Clark. El Arma Mágica resplandecía con el color púrpura de la llama congelante e inmediatamente extendió su pernicioso poder dentro del cuerpo del caballero, que ni siquiera tuvo tiempo de comprender lo que ocurría.
Clark cayó de lleno en el suelo arrastrando consigo un montón de tierra y escombros. Quiso gritar de dolor, pero en su lugar sus dientes castañeaban y sus cuerdas vocales comenzaron a tornarse rígidas debido al frío intenso. No podía mover ni sus brazos ni sus piernas. Solo la fortaleza sobrenatural de su cuerpo le permitía resistir a la muerte helada, pero sentía que se debilitaba por momentos.
Escuchó pasos y sintió que alguien lo agarraba violentamente de un brazo para darle la vuelta. Vio por última vez el cielo estrellado y entonces distinguió a una figura encapuchada vestida de gris que lo miraba con una sonrisa cruel. Cuando reconoció sus facciones, el horror y la ira se entremezclaron es su mirada mientras hacía un último esfuerzo para murmurar.
– … ¡t… ¡¿Tú?! –
– Si, yo. – Respondió Han Shuo sin dejar de sonreír: – Yo. Yo. Yo. No lo viste venir ¿verdad? Estaba esperando el mejor momento y entonces decidiste saltar. ¿No te enseñaron que sin magia es casi imposible esquivar en el aire? –
Entonces le dio una patada furiosa que lo arrojó a varios metros, lejos de donde aún se escuchaba el ruido de las espadas, de la seguridad que tan cerca había estado. Luego Han Shuo caminó tranquilamente y hasta con gracia hacia un Clark moribundo, que solo permanecía vivo porque la sangre de su cuerpo se congelaba alrededor de su herida.
– ¿Sabes? Me considero una persona bastante calmada. Es bien difícil hacerme enojar. – Dijo Han Shuo con un tono relajado, como si estuviera contando una anécdota. Entonces sonrió: – Bueno, te felicito. ¡Ganaste el trofeo por lograrlo! –
Y ahí mismo comenzó a patearlo violentamente en cada parte del cuerpo, siempre controlando su fuerza para no matarlo de un golpe, causando la mayor cantidad de dolor que podía. Su expresión era salvaje y violenta, como la de una bestia. Clark no podía decir nada o gritar siquiera, pero su mirada trasmitía todo el sufrimiento que estaba experimentando.
– Te atreviste a codiciar a mi mujer. – Dijo Han Shuo cuando termino de desahogarse: – Pensabas que eras mucho mejor que todo el mundo y me subestimaste. Incluso trataste de deshacerte de mí dos veces, pero fallaste. En cambio, yo… ¡Yo sólo necesité una oportunidad para matarte! –
Tras decir esto se arrodilló junto a su víctima. Luego aferró violentamente la garganta de Clark con una mano para ahorcarlo contra el suelo y al mismo tiempo activó su hechizo de Fuego-Glacial Místico, congelándolo hasta que se volvió un auténtico bloque de hielo. Solo entonces lo soltó y extendió su palma para llamar al Filo Asesino de Demonios, que aún estaba clavado en la espalda del que había sido el primogénito de la casa Ascher. El Arma Mágica salió con tal fuerza del cuerpo congelado, que lo hizo explotar y los restos quedaron esparcidos por todos lados, del mismo modo que lo hace un vaso de vidrio al romperse contra el suelo.
– ¡Mierda! –
Han Shuo se volvió y vio que el Maestro Fortunato finalmente lo había alcanzado. El Asesino miraba la escena con una mirada en la se apreciaban tanto el estupor como el asombro. Luego unos instantes sonrió y dijo: – Bueno, es la primera vez que veo a alguien morir así. Será una interesante anécdota. En cualquier caso, ahora es un problema menos del cual preocuparnos. –
Ambos rieron con crueldad, pero al instante su expresión cambio y saltaron a un lado justo a tiempo para esquivar unas Lanzas de Hueso que estaban por atravesarlos. Han Shuo miró a Fortunato y preguntó irritado: – ¡Maldita sea ¿por qué nos está atacando?! –
– Ni idea. No es uno de los nuestros. – Respondió Fortunato sin dejar de mirar hacia arriba donde el Necromante Archimago los observaba levitando: – En cualquier caso, es mejor huir. –
Han Shuo asintió y ambos comenzaron a correr en direcciones opuestas. El Archimago vaciló un instante, pero luego comenzó a perseguir a Han Shuo tensamente, arrojándole Lanzas de Hueso cada pocos segundos. Han Shuo se vio forzado a serpentear hábilmente mientras escapaba para evitar que le atinaran, mientras se preguntaba quién podría ser este misterioso personaje que había aparecido de repente para atacar a Clark pero que tampoco parecía ningún aprecio por ellos.
Por el rabillo del ojo pudo ver la silueta de Fortunato dirigiéndose en dirección a donde se encontraba Calvert antes de desaparecer en las sombras y no pudo evitar sentir admiración por el valor de ese hombre, que llegaba a semejantes extremos para cumplir su misión. No tuvo mucho tiempo para distraerse porque una Lanza de Hueso estuvo a punto de atravesarle la nuca y tuvo que saltar a un lado para evitar el golpe. Maldijo en silencio a ese molesto “colega” que seguía empecinado en atraparlo, pero por suerte la salvación estaba por llegar.
El sonido inconfundible de una trompeta de guerra resonó en el aire cuando cien grifos llegaron volando. Seguramente la noticia del ataque nocturno había llegado hasta la fortaleza de Kerlan y ahora un escuadrón entero de la Legión Grifón estaba cayendo sobre la ciudad de Valen para restaurar el orden. Para entonces toda la ciudad parecía haber despertado y a lo lejos se escuchaba el sonido de cientos de soldados marchando hacia la ciudad.
El Archimago destacaba claramente en medio del aire y los jinetes en Grifos se dispusieron a atacarlo. Alarmado, el misterioso Necromante invocó a un ejército de Gárgolas junto con el hechizo de Niebla Negra para ganar tiempo e inmediatamente se retiró, seguido de unos cuantos jinetes que comenzaron a perseguirlo.
En medio de la confusión nadie notó a Han Shuo que se había arrojado rápidamente al suelo para camuflarse entre las sombras y sólo se levantó cuando el combate en el cielo se trasladó muy lejos de su posición. Apenas estuvo solo, se despojó de sus prendas grises y de cualquier arma que llevase encima para no destacar. Luego se perdió en el laberinto de callejones que tanto caracterizaba a la Ciudad de Valen hasta llegó al lugar donde lo esperaba el carruaje de Lawrence.
– ¡Bryan! ¡¿Qué ha sucedido?! – Preguntó Lawrence ansiosamente: – Estuvimos esperando durante horas a que dieran la señal acordada, pero como nada sucedía nos retiramos. ¡Y ahora la ciudad parece envuelta en un completo caos! –
– Me encantaría responderte. – Dijo Han Shuo dejándose caer agotado en el asiento: – Pero la verdad no lo entiendo del todo. Ha sido una cosa tras otra. Primero nos infiltramos en la mansión de Calvert, pero justo llegamos cuando Clark se retiraba, así que intentamos matarlo, aunque eso salió mal. Entonces nos retiramos y noté que todos los edificios estaban vacíos, así que quizá era una trampa. No lo sé. El caso es que la guardia de la ciudad comenzó a perseguirnos. De pronto apareció un misterioso Necromante Archimago de no sé dónde y atacó a Clark. ¡Nunca había visto algo igual! Se inició una feroz batalla entre ellos y los legionarios. Luego el tipo también decidió atacarnos a nosotros cuando nos unimos al combate. ¡En verdad fue una completa locura! –
Lawrence parpadeo varias veces incapaz de asimilar de golpe toda esa información, pero tuvo la cortesía de alcanzarle algo de vino a Han Shuo, quien se sintió muy agradecido y de inmediato comenzó a beber directamente de la botella.
– ¿Qué pasó con el Maestro Fortunato? – Preguntó Lawrence cuando Han Shuo hizo una pausa.
– No te preocupes, está bien vivo. ¡Ese tipo es increíble! La última vez que lo vi estaba acechando al viejo Calvert y es muy probable que al final consiga cargárselo. Nunca habría podido tener éxito sin su ayuda. –
– ¿Tener éxito? –
– ¡Ah, perdóname, no te lo dije! – Contestó Han Shuo reparando en ello: – Clark está muerto. Fortunato lo hirió y yo me encargué de rematarlo. Ahora solo es un problema para el pobre desgraciado al que le toque reunir todas las partes de su cadáver. ¡Nunca más molestará a nadie! –
Lawrence abrió los ojos y no pudo contener una carcajada eufórica: – Ja ja ja ¡Muerto! ¡Finalmente ese malnacido está muerto! ¡El Duque va a tener muchos problemas a partir de ahora! –
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