Bluesteel Blasphemer (NL)

Volumen 1

Capitulo 3: Una Bestia Curiosa

Parte 2

Mientras el grupo de Yukinari visitaba el orfanato, Fiona hablaba con los sacerdotes en su oficina de la residencia Schillings.

Específicamente, los sacerdotes habían estado investigando el estado de la ciudad y los pensamientos de sus residentes, y ahora le daban sus informes.

“…Así que”, dijo uno de los sacerdotes con una expresión nublada, “la gente está empezando a sospechar de ese hombre, la mujer que está con él, y también de Berta”.

“En particular”, añadió otro sacerdote, “debido a que Berta volvió a casa viva sin hacer su trabajo, muchos temen incurrir en la ira del erdgod. Incluso hay llamadas para que el ritual se lleve a cabo de nuevo, con su compañera como segunda ofrenda.”

Los habitantes del pueblo no pensaban que ni en sus sueños más salvajes que Yukinari podría haber matado al erdgod. De hecho, si Fiona no hubiera recibido el informe inicial de los sacerdotes, ni siquiera ella lo habría creído, incluso si Yukinari le hubiera informado personalmente de la muerte del erdgod. Así que no era de extrañar que la gente del pueblo estuviera convencida de que Berta simplemente había vuelto a casa. Y como no había habido un sacrificio en el santuario, los ciudadanos desconfiaban de que el Dios antiguo se enfadara por esta violación de su contrato y atacara la ciudad.

El hecho de que el Dios antiguo había muerto, que Yukinari lo había matado, se mantenía muy callado. Una orden de mordaza se había impuesto a los sacerdotes, y había muy pocas personas que tuvieran toda la información precisa. Pero eventualmente, alguien iría a visitar el santuario, y una vez que eso sucediera, no pasaría mucho tiempo antes de que se supiera que el Erdgod había sido asesinado. No… antes de eso, el próximo Erdgod podría nacer, y podría venir al pueblo en busca de un contrato. Una vez que eso ocurriera, ya no podrían mantenerlo en secreto.

“Esto no es bueno…” dijo Fiona, suspirando.

Era concebible que la gente de este pueblo pudiera atacar a Yukinari, a su compañera Dasa, o a Berta. ¿Qué haría Yukinari entonces? Si le apetecía luchar… podría no ser una masacre total, pero docenas, no, cientos de personas podrían terminar muertas. Tenía que haber algún tipo de compromiso.

Por ejemplo-

“Ahora que el erdgod ha sido asesinado, en un futuro no muy lejano, semidioses y xenobestias sentirán que ha desaparecido, y vendrán aquí. ¿No podemos al menos superficialmente posicionar a ese hombre en el santuario como un nuevo erdgod?”

Esta pregunta vino del sumo sacerdote y parecía representar los pensamientos de todos los demás. Esencialmente, aunque no fuera posible para Yukinari “asentarse” en esta tierra como un erdgod – para formar un vínculo espiritual con la tierra y proteger la región – tal vez todavía podría llevar a cabo el otro papel de un erdgod: proteger a la ciudad de la amenaza de semidioses y xenobestias. Dado que Yukinari había matado a un Erdgod, era sin duda cierto que tenía el poder para hacerlo posible.

“Depende de usted, Alcaldesa.”El sacerdote presionó a Fiona por una respuesta, mostraba una expresión seria en su rostro.

“Por desgracia, Todavía no está convencido…”

Ayer por la tarde, Fiona había ordenado de nuevo a Berta que lo conquistara. Las palabras que ella había usado eran simplemente, “Sólo sírvele de alguna manera y haz que le guste, de cualquier manera que puedas.” Sin embargo, no parecía ir muy bien. Era probablemente por la chica que tenía con él, Dasa. La relación entre ella y Yukinari no estaba clara, pero no podía haber duda de que ella era preciosa para él. Entonces…

“Si tuviéramos que hacerlo, podríamos tomar a la chica como rehén.”

“¿Lo dices en serio?” Fiona preguntó, esperando honestamente que dijeran que no.

Sin embargo, todos los sacerdotes, incluido el sumo sacerdote, asintieron con la cabeza. Estaban mortalmente serios.

***

Yukinari se enteró de que el orfanato estaba, de hecho, siendo dirigido por los sacerdotes. La razón por la que el edificio estaba tan espléndidamente construido tenía que ver con que se había creado como parte del santuario- no el lugar del ritual, sino el lugar donde los sacerdotes estaban asignados. Ese santuario estaba justo más allá de este orfanato.

En ese caso, Yukinari pensó que pronto se encontraría con esos sacerdotes, pero le dijeron que ya no estaban. Así que, sin ninguna señal de problemas en el horizonte, Yukinari se lo tomó con calma mientras los huérfanos le mostraban su hospitalidad.

“Me temo que no es nada especial…” Berta dijo. Ella y las otras jóvenes le habían traído un poco de té.

“Gracias”, dijo Yukinari, y cogió la taza y el platillo de madera que Berta le ofrecía.

Había algo en el platillo que parecía una especie de raíz de árbol. ¿Era esto un bocadillo? ¿O se suponía que debía revolver el té con esto para añadirle sabor al té o algo así? Se volvió hacia Dasa y le dio una mirada interrogante. Ella tampoco parecía saberlo, y respondió moviendo la cabeza.

“Hmm…”

No quería devolver la amabilidad de Berta haciendo algo realmente estúpido. desafortunadamente, ella había salido de la habitación, presumiblemente teniendo algo que hacer, y por lo tanto él no pudo preguntarle qué debía hacer con ello.

Yukinari bebió su té para ganar tiempo mientras consideraba sus opciones.

“¿Señor?”

Yukinari miró a su lado para ver que una joven huérfana, de unos cinco o seis años, había aparecido de alguna parte y ahora lo miraba con una curiosa expresión en su rostro.

“¿No te lo vas a comer?”

“Ah, así que sí te comes esta cosa.”

“Sí. Lo muerdes. Y entonces, sabe dulce.”

“Bien…”

Aparentemente, no era un tipo de fruta o flor, sino una planta más parecida a la caña de azúcar que almacenaba azúcar directamente en sus tallos, hojas y raíces. Yukinari tomó la raíz en su mano, y…

“¿Hm?” Miró en dirección a la chica otra vez. Ella estaba mirando directamente a su mano con la boca entreabierta.

“¿Lo quieres?” Yukinari finalmente preguntó.

“¡¿Puedo?!” Su cara se iluminó inmediatamente, y extendió su mano hacia la raíz. Yukinari se la dio, y la chica usó ambas manos para partirla en dos, y luego partió cada una de esas mitades de nuevo, partiéndola en cuatro.

Luego, dándose la vuelta, la chica dijo, “¡Eh, vengan a ver lo que me ha dado!”

Dos chicas jóvenes de la misma edad vinieron corriendo desde la puerta. Evidentemente, habían estado observando a Yukinari desde allí durante un tiempo. Era raro que el orfanato recibiera visitas, así que era un comportamiento comprensible para niños llenos de curiosidad.

Pero…

“¡Oye! ¿Qué estás haciendo?”

Berta había vuelto a la habitación. Sus palabras indicaban que les estaba reprendiendo, pero su tono de voz no era muy severo. Yukinari tuvo la sensación de que ella no creía en lo atrevidas que eran estas jóvenes.

Pero en cualquier caso, esto cambió ligeramente su impresión de Berta. Berta siempre había dado la impresión de ser una adulta madura pero de alguna manera tímida, pero la forma en que trataba a sus “hermanas” que compartían el orfanato con ella era definitivamente más parecida a la de una hermana mayor.

Los sacerdotes se involucraron poco en la administración del orfanato, así que las chicas mayores no tuvieron más remedio que tomar el mando de la vida diaria. El resultado fue este sistema, en el que los huérfanos mayores cuidaban de los jóvenes.

Berta se agachó delante de las niñas y les regañó suavemente. “Ese dulce es para nuestro visitante, ¿recuerdas?”

“Pero él me lo dio…”

“Cuando eso sucede, dices: ‘No, gracias'”.

“Aww”, las chicas gritaron en un coro de decepción.

“Pero no hubo ningún dulce ayer, o el día anterior…”

“Uhh, por favor no te preocupes por mí”, dijo Yukinari, poniendo una sonrisa amable. “Yo, ehh… ¿Qué puedo decir, eh… No me gustan los dulces, de todos modos.”

Eso no era exactamente cierto; sólo quería dejar que las chicas lo comieran. Por sus obvias reacciones y la forma en que usaron la palabra “dulce” para referirse a la raíz de un árbol que casi había ido directamente del suelo al plato, él podía decir que era un raro regalo para ellas, tan simple como parecía. Y pensó que la comida debería ser dada a las personas que obtendrían la mayor alegría y placer al comerla.

“Yo… también”, dijo Dasa, y ofreció su platillo a las chicas también. Las chicas agradecieron brillantemente a Dasa al unísono y tomaron el dulce sin dudarlo antes de que Berta pudiera siquiera empezar a detenerlas. Obviamente sintiendo que habían hecho una nueva amiga, una le preguntó a Dasa si podían llamarla “hermana mayor”.

El mismo Yukinari sintió un cálido resplandor observándolos. Había algo agradable en cómo eran tan honestos sobre lo que querían. Dasa, mientras tanto, parpadeaba con una mirada aturdida en su cara.

“¿Qué pasa?” preguntó Yukinari.

“Hermana…Mayor “, murmuró Dasa, aparentemente confundida. “Me llamaron… Hermana mayor.”

“Bueno, desde su punto de vista…”

Yukinari llegó tan lejos, y luego se dio cuenta. Dasa nunca había interactuado con niños más jóvenes que ella antes. Así que sólo había experimentado ser tratada como una hermana menor.

Dasa siempre fue la más joven, obviamente desde la perspectiva de su hermana mayor Jirina, pero también desde el punto de vista de Yukinari, por lo que era imposible para él evitar tratarla como una hermana menor. Al menos el se imaginaba que la trataba de esa manera. Yukinari nunca había tenido una, sólo su hermana mayor Hatsune, así que tuvo que confiar en su imaginación.

Pero ya basta de tecnicismos.

“Huh. Dasa la hermana mayor, la mayor. Difícil de imaginar.”

“…Yuki.” Dasa hinchó un poco sus mejillas y miró con desprecio a Yukinari. “¿Qué quieres decir con… eso?”

“¿Nada en realidad?”

“Sabes, no soy sólo… alguien para que tú-” Dasa empezó a decir algo, y luego se detuvo. Sus mejillas se pusieron rojas, y miró hacia otro lado.

“¿Para que yo qué?” Preguntó Yukinari con una risa desconcertada.

No era la primera vez que Dasa reaccionaba de forma peculiar a las palabras “hermana mayor”. Ella había actuado inusualmente así varias veces antes… una especie de respuesta irritada y anhelante. Yukinari no sabía qué era esto, y Dasa no respondía ni siquiera cuando se le preguntaba…

“Lo siento mucho…” Berta parecía sentirse muy avergonzada y arrepentida. Se veía exactamente como una hermana mayor disculpándose por la mala conducta de sus hermanos menores, y Yukinari encontró ese sentimiento muy nostálgico.

Hatsune y Jirina.

Habían sido muy importantes para Yukinari y él las había perdido a ambas.

“En serio, no tienes que preocuparte por eso”, dijo Yukinari, viendo a las jóvenes salir corriendo de la habitación riéndose mientras Berta las sacaba del cuarto.

” Conseguí ver un montón de cosas buenas.”

“¿Cosas buenas?”

“Dasa siendo llamada ‘Hermana Mayor’. Como te ves como una hermana mayor. Cosas así.”

Una expresión de preocupación cayó sobre el rostro de Berta. Yukinari se preguntó si había dicho algo malo.

“No creo que sea una buena hermana mayor…” La expresión de Berta se nubló de repente. “Soy una vergüenza por haber vuelto con vida…” Yukinari frunció el ceño. Tal y como había pensado, a Berta todavía le jugaba en la cabeza que no había hecho su “trabajo” como doncella de santuario, como un sacrificio.

“¿Qué clase de hermana mayor soy, cuando ni siquiera soy capaz de hacer un simple trabajo para proteger a mis hermanas pequeñas…”

Debió hablar de evitar que las otras chicas fueran ofrecidas como sacrificios convirtiéndose ella misma en un sacrificio. Según lo que le habían dicho Fiona y los demás, si la doncella del santuario no podía hacer su trabajo de sacrificio, el erdgod a menudo se volvía loco, y se necesitaban dos o tres doncellas del santuario para sofocar su ira. Se podía decir que a pesar de la dedicación de Berta, no había sido capaz de proteger plenamente a las otras chicas. Sin embargo-

“Claro que sí”, dijo Yukinari, y señaló el té que Berta le había servido. “Me estás sirviendo muy bien.”

“Señor…” Berta parpadeó unas cuantas veces, aparentemente insegura de cómo reaccionar. Bajó su mirada lejos de él un poco antes de continuar. “¿Estoy… um… realmente… dándote un buen servicio?”

“Lo estás haciendo, sí. Incluso me estás enseñando la ciudad y esas cosas.”

“Sólo… me preguntaba si está bien que se sienta… así de fácil…” Berta unió las palabras con vacilación.

Lo que intentaba decir, en resumen, parecía ser que esto era mucho más fácil e implicaba menos sufrimiento que ser comido vivo por el erdgod, así que no tenía la sensación de que le estaba sirviendo. Parecía que “servir” a Berta tenía que ser un trabajo duro.

Tal vez este sentimiento había surgido de un sentimiento de culpa por haber sido criada con el dinero de los impuestos del pueblo. Los curas e incluso los propios habitantes del pueblo probablemente le habían inculcado esa forma de pensar en cada oportunidad para que aceptara naturalmente su destino como un sacrificio.

“Está bien. En serio”, dijo Yukinari con fuerza. “Siento que la persona a la que estás sirviendo no sea en realidad un erdgod. Pero eso no es culpa tuya. Yo fui el que eligió irrumpir en ese ritual. En todo caso, podrías culparme por esto”.

“No, nunca podría…” Berta miró sorprendida a la idea, como si nunca lo hubiera considerado.

“De todos modos, si voy a tenerte cerca, preferiría que pensaras, ‘Servirle es tan fácil’, que ‘Estoy sufriendo, es difícil’ y eso. Personalmente.”

“Oh, no, no estaba…” Berta sacudió rápidamente la cabeza. Luego dijo entre dientes: “Señor Yukinari, usted es… una persona extraña”.

“Sí, soy consciente de que soy sospechoso”.

“No, quiero decir…” Berta intentó durante un tiempo buscar una buena forma de expresarlo. “Lo siento mucho, no puedo expresarlo muy bien…”

Miraba dócilmente al suelo y sus mejillas se enrojecieron. Casi parecía que ella…

“Uh… está bien”, dijo Yukinari, rascándose la mejilla por una extraña sensación de vergüenza. Dasa lo miró con ojos despectivos.

“…Mujeriego.”

“¡¿Qué he hecho?!” Yukinari gritó en protesta, sintiendo que había sido totalmente perjudicado.