Bluesteel Blasphemer (NL)

Volumen 1

Capitulo 3: Una Bestia Curiosa

Parte 1

Este lugar se llamaba el santuario. Era un lugar para adorar al

erdgod. Pero en realidad era un altar de sacrificio, y no el tipo de cosa que debería llamarse edificio. Aunque había pilares y techos, no había paredes para separar el interior del exterior. Era simplemente un lugar de alimentación para el monstruo llamado Erdgod… no, era simplemente un plato de comida.

El santuario estaba vacío ahora. Justo el otro día, una feroz batalla se había desarrollado aquí, y los cadáveres de los muertos habían sido dejados aquí para que se pudrieran.

Pero ahora, se habían ido sin dejar rastro, como si todo el lugar hubiera sido limpiado. Ni siquiera había manchas de sangre. Los cuerpos de los Erdgod y sus familiares habían desaparecido repentinamente.

“¡VUOOOOOOOOOORRRR…!”

Una voz llevada al santuario desde algún lugar en lo profundo de la el bosque cercano. Sonaba como el aullido de una bestia, y aún así tenía algo que era claramente diferente de cualquier animal. Era el anillo de la inteligencia. Comparado con la voz de un humano ordinario, fue terriblemente primitivo y alienígena… pero eso lo hizo sentir aún más crudo.

Ni humano ni animal, era demasiado extraño para describirla en una sola palabra. Esa voz era la prueba de que los animales que habían descartado su animalidad habían llegado a esta tierra ahora que se había formado una “vacante” erdgod, tal como predijo Fiona.

***

Amaneció.

Yukinari y Dasa decidieron dar un paseo por la ciudad. En realidad, la opción de dejar la ciudad lo antes posible seguía siendo muy atractiva, y el propio Yukinari podría haber estado dispuesto a hacerlo. Sin embargo, el cansancio de Dasa era más serio de lo que pensaba, y por eso habían decidido posponer su salida por el momento.

Después de comprobar el estado de los ojos de Dasa, Yukinari miró hacia su caso. “Bien, vamos a revisar este lugar. Asegúrate de traer a Red

Chili, Dasa. Por si acaso”.

“…Ya lo tengo… Balas de repuesto… también.”

Yukinari colgó a Durandall sobre su hombro, y los dos comenzaron a caminar por el pasillo del segundo piso de la residencia de los Schillings.

“Señor Yukinari-”

Berta estaba de pie en lo alto de la escalera. Hoy, en lugar de ese excesivamente seductor traje de doncella del santuario, tenía puesto el mismo tipo de ropa que cualquier mujer completamente ordinaria de esta ciudad llevaría. Debido a eso, se veía algo más serena y brillante que cuando se conocieron por primera vez. Realmente se veía como cualquier chica ordinaria ahora. Sin embargo- ¿No me digas que ha estado parada ahí todo este tiempo?

Esa sospecha se deslizó repentinamente en la mente de Yukinari.

A menos que hicieras una locura como saltar por una ventana, tenías que bajar estas escaleras para salir de la residencia de los Schillings. En otras palabras, la posición en la que Berta estaba parada era un punto clave a monitorear para que Yukinari y Dasa no pudieran irse sin decirle a nadie.

Por supuesto, incluso si ese fuera el caso, probablemente no era Berta quien quería hacer esto. Era mucho más probable que Fiona o los sacerdotes le hubieran dado instrucciones.

“¿Vas a salir?” Berta preguntó, inclinando ligeramente la cabeza.

“Sí”. Pensé que podríamos vagar por el pueblo un rato.”

Al oír esto, una pequeña y gentil sonrisa apareció en la cara de Berta. “En ese caso, permítame mostrarle el lugar. Nací y crecí aquí. Conozco cada rincón.”

“Pero tú también tienes cosas que quieres hacer, ¿verdad?” Yukinari dijo con cuidado.

“Sólo vamos a dar un paseo, no necesitas guiarnos…”

“No, soy una doncella del santuario”, dijo Berta, sacudiendo la cabeza. “Servir al erdgod es mi papel.”

“Eso no significa que tengas que…”

“Mi cuerpo y mi corazón existen para el erdgod, también.”

Debe haber querido decir que su deseo era hacer algo por Yukinari.

Probablemente todavía estaba preocupada por el hecho de que no podía completar su “trabajo” como doncella del santuario. No había sido devorada por ese monstruo, ni había logrado usar su cuerpo para servir a Yukinari la noche anterior. Probablemente se sentía incómoda, como si todo hubiera quedado sin terminar.

Por supuesto, Yukinari no se arrepentía de haber ayudado a Berta. Sin embargo, era sin duda el resultado de haberlo hecho que su posición en la sociedad estaba ahora en peligro. En ese sentido, Yukinari se sentía responsable de ella.

“De acuerdo. Creo que te tomaré la palabra, entonces.”

“¿Yuki…?” Dasa miró la cara de Yukinari desde su lado. Parecía un poco sorprendida. La expresión de Berta también estaba llena de sorpresa y alegría.

“¡¿Estás seguro?!”

“No me preguntes eso cuando no aceptas un no por respuesta… De todos modos, este pueblo es bastante grande. Lo último que queremos hacer es perdernos, así que pensándolo bien, probablemente estaríamos mejor con un guía.” La explicación fue más por el bien de Dasa que por el de Berta.

Berta asintió con entusiasmo, su expresión se iluminó. “Sí, Señor

¡Yukinari! ¡Haré todo lo posible para mostrarte el lugar!”

“Está bien, no tienes que volverte demasiado loca…”

Y así, Yukinari y Dasa decidieron que Berta los guiara por la ciudad. Tal vez Berta tenía la tarea de vigilarlos, porque a pesar de encontrarse con la mirada de varios sirvientes de la familia Schillings abajo y en la entrada de la mansión, ninguno de ellos dijo una palabra. Cada uno de ellos se limitó a hacer una simple reverencia. Era probable que Fiona les hubiera inculcado que no fueran groseros. No era un mal sentimiento ser tratado educadamente, pero cuando Yukinari pensó en la razón -que esperaban que el fuera un erdgod- le pesó bastante.

“Por aquí”.

Berta caminaba unos pasos por delante de Yukinari y Dasa, volviéndose frecuentemente para hablar con ellos. Pronto llegaron al centro de la ciudad y a la calle principal que la atravesaba como una arteria.

Era un pueblo pequeño, pero aún así muy concurrido, y había vendedores ambulantes por todas partes vendiendo sus mercancías. Sin embargo, la mayoría de ellos sólo tenían comida y necesidades diarias; sólo había unas pocas tiendas que vendían artículos de lujo y otros artículos. La ciudad en su conjunto era probablemente pobre. Parecía tener todos los elementos de una ciudad razonablemente respetable – no había problemas con los edificios, y los distritos parecían bien organizados – pero Yukinari suponía que los lujos eran algo en lo que no podían permitirse pensar.

“Ya veo…” murmuró Yukinari.

Este era un pueblo remoto en el campo, donde la calidad del

la cosecha tuvo un efecto directo en la población. Tal vez no fue una sorpresa que

querrían rezar a los dioses por ayuda. Pero…

“No están completamente desconectados de la capital, ¿verdad?”

“Yo no… creo que sea así…” Dasa respondió.

Anoche, habían cenado en la residencia de los Schillings. Allí, se les proporcionó un gran surtido de vajilla que parecía haber sido producida industrialmente en masa. En particular, los juegos de cuchillos, tenedores y cucharas que se habían dispuesto se habían hecho todos de la misma manera, y con tal precisión que era imposible imaginar que podrían haber sido hechos a mano.

En otras palabras, había productos industriales que fluían aquí desde la capital, aunque fueran extremadamente limitados. Y aparte de eso, también había trabajadores del metal en esta ciudad. En cuyo caso…

“Este es el orfanato donde crecí.” La voz de Berta interrumpió los pensamientos de Yukinari, y él miró en la dirección que ella señalaba. Allí se alzaba un edificio de piedra de aspecto sorprendentemente impresionante.

“Orfanato, eh”.

“¿Te gustaría verlo?” Berta preguntó con la cabeza inclinada.

“…Sí. Por favor.”

“Bien. En ese caso…”

Berta atravesó la puerta y entró en el edificio. Yukinari y Dasa la siguieron.

Dentro del edificio, varias chicas estaban en medio de la limpieza.

Una de ellas se fijó en Berta, y una mirada de shock se extendió por su cara.

“¡Berta…!”

Una vez que escucharon ese nombre, las otras chicas dejaron de hacer lo que estaban haciendo y se acercaron corriendo a ellas, todavía sosteniendo sus artículos de limpieza.

“¿No fuiste al ritual…?”

“¡Berta!” dijo una chica más joven. “¡¿Pero cómo?!”

Las expresiones de las chicas estaban llenas de desconcierto. No era que estuvieran contentas. Más bien, parecían como si hubieran visto a los muertos caminando entre ellas…

“Algunas cosas pasaron y… …volví.” Berta dijo, manejando una sonrisa ambigua.

Había una cierta torpeza en su tono de voz, también. A ella le parecía que estas chicas la criticaban por volver sin hacer su trabajo, como los habitantes del pueblo de ayer. Pero…

“Entonces, hermanita, hermanita, ¿puedes vivir con nosotros otra vez?”

Algunas de las chicas que eran especialmente jóvenes se aferraban a Berta con sus caras iluminadas. Tal vez aún no entendían el significado de “doncellas de santuario” y el “ritual”.

“No estoy… segura.” Berta parecía un poco preocupada y sin respuesta. Pero al mismo tiempo, se veía de alguna manera feliz.

“…Yuki…”

“¿Si?”

Dasa llamó el nombre de Yukinari desde su lado, como si de repente hubiera pensado en algo.

“Me alegro de que… la hayamos… salvado.”

“Sí”. Yukinari asintió.

Dasa probablemente estaba viendo a Jirina y a ella misma en Berta y las jóvenes.

Jirina había sido la única familia de Dasa. No tenía padres que pudiera recordar. Por todos los fines y propósitos, Jirina había sido la que la había criado. Por eso su muerte había dejado un gran agujero en el corazón de Dasa.

No había nada más que Yukinari pudiera hacer por ella en ese sentido, pero…

“Yo también me alegro”. Asintió con la cabeza y hundió la palma de la mano en la cabeza de Dasa, y luego empezó a pasar los dedos por su cabello plateado.

“…Mn.”

Detrás de sus gafas, los ojos celestes de Dasa se arrugaron en una sonrisa feliz.