Bluesteel Blasphemer (NL)

Volumen 1

Capitulo 1: Un Animal Sagrado

Parte 2

En poco tiempo, la procesión llegó a su destino.

“Sal.” La orden vino de los tres sacerdotes que estaban a la cabeza de la fila.

“Sí…” Berta asintió obedientemente y se bajó de la carroza.

Las largas cadenas que van de sus piernas a la carroza tintineaban ruidosamente. Los sacerdotes soltaron las cadenas. Luego, sosteniéndolas por el extremo, llevaron a Berta hasta el final del camino.

Allí había un ‘santuario’. Por supuesto, ese era el nombre con el que los sacerdotes lo llamaban; el edificio en el que solían dormir estaba situado en la ciudad, como era de esperar. Más significativamente, este lugar establecido en las montañas era un sitio ritual. En resumen, este lugar era el hogar de un dios, convirtiéndolo en una ‘casa de Dios’ en el sentido más literal.

A pesar de ser una ‘casa’ no había paredes. Consistía únicamente en un trozo de tierra (del tipo en el que una casa típica de Friedland podría haber sido construida de otra manera), un número de grandes pilares de piedra dispuestos en forma de arco y una única y enorme roca plana encima de ellos.  No había otras estructuras, sólo eso.

Era imposible decir cómo alguien podría haber creado un pedazo de roca tan monolítico; lo mismo ocurría con la forma en que había sido colocado encima de esos pilares de piedra. Fue el trabajo de un dios. Los dioses eran dioses precisamente porque lograban fácilmente lo que era imposible para los humanos y fue por esa razón que la gente se postró en el suelo y los adoró.

“Aquí, por favor.” Los sacerdotes la llamaron al centro del santuario.

Una sola estaca de hierro había sido clavada en el suelo. En la parte superior de la estaca había un anillo, también de hierro, al que los sacerdotes volvían a conectar las cadenas que se extendían desde las piernas de Berta. Los sacerdotes trabajaban de forma eficiente. Era probable que no estuvieran acostumbrados a este procedimiento y que tuvieran un fuerte deseo de terminar esta tarea rápidamente para marcharse. Puede que fueran sacerdotes, pero seguían siendo humanos. Temían a los dioses tanto como la siguiente persona. De hecho, incluso más.

“Asegúrate de hacer tu trabajo.” Dijo uno de ellos.

“Sí…”

Berta asintió de nuevo en respuesta a las palabras del sacerdote. Por supuesto que ella entendía el significado de ‘trabajo’ pero, no estaba por entrar en pánico en este punto. Tal vez porque esto se le había impuesto una y otra vez durante años, el miedo era ya un sentimiento muy familiar.

Los sacerdotes asintieron con la cabeza al resto de la compañía. La compañía asintió con la cabeza y comenzó a regresaron por donde habían venido, tirando de la carroza en la dirección opuesta y dejando a Berta sola. Por supuesto, los sacerdotes monitoreaban el progreso del ritual desde un lugar a corta distancia. Esto era una precaución en caso de que la ‘doncella del santuario’ perdiera los nervios en el último momento posible e intentase escapar o se comportase de alguna otra manera irreverente delante del dios una vez que apareciera. Se dijo que esto había ocurrido varias veces en el pasado y siempre que ocurría los sacerdotes ofrecían una ‘doncella de santuario’ más para aplacar la ira del dios.

Por supuesto, Berta no tenía intención de hacer tal cosa. Si no podía hacer su ‘trabajo’ otra ‘doncella de santuario’ sería seleccionada de entre sus ‘hermanas pequeñas’ del orfanato para pacificar al dios. Por supuesto, sólo eran una ‘familia’ de nombre, no relacionadas por sangre, pero esas chicas eran muy importantes para Berta, que ni siquiera sabía cómo eran sus padres. Mientras se imaginaba los rostros de cada una de sus ‘hermanas’ por turno, Berta suspiró.

De repente frunció el ceño confundida. Había oído un pequeño ruido de algún tipo. Por un momento, pensó que el dios -el Erdgod- había aparecido, pero, si ese fuera el caso, lo primero que habría oído serían pasos y rugidos estruendosos. Nunca había oído hablar de un dios que se escondiera en las sombras del pilar de un santuario y esperara en secreto la llegada de la ‘doncella del santuario’.

“No puede ser que…” Berta caminó hacia la dirección del sonido. La cadena tenía cierta longitud, así que al menos era libre de moverse dentro del santuario. Se dirigió a la parte trasera, el lado opuesto de por donde habían entrado, miró alrededor de uno de los pilares más recónditos y jadeó.

Un hombre y una mujer estaban sentados allí, con sus espaldas apoyadas contra pilar. Ambos eran probablemente viajeros, llevaban abrigos y dormían cerca el uno del otro. También había rastros de una fogata a sus pies. Probablemente habían sufrido la fuerte lluvia que había estado cayendo hasta hace poco y se habían refugiado aquí en el santuario, luego estaban tan cansados de su viaje que se habían dormido descuidadamente al mismo tiempo.

El sonido que acababa de oír probablemente había sido hecho por uno de ellos que se movía mientras dormía. Sin embargo… “Estas personas están…”

Vestidos de forma un poco extraña. No, para ser precisos, tanto el hombre como la mujer llevaban artículos ligeramente inusuales.

Primero, el joven alto y delgado. Probablemente tenía la misma edad que Berta: adolescente mayor o algo así. Tenía un rostro clásicamente guapo. Incluso cuando estaba dormido, su cara no se relajaba, sino que parecía seria, como si hubiera pasado tanto tiempo agonizando por algo que esa expresión se había quedado atascada en su cara. Tenía un hermoso y suave cabello rubio que estaba desperdiciado en un hombre, pero eso era lo único que sobresalía de él; nada más en su apariencia era particularmente único.

Sin embargo, lo que tenía a su lado era algo que Berta nunca había visto antes. Ella imaginó que probablemente era una espada. Parecía un arma larga en su vaina. A diferencia de una espada normal, sin embargo, era muy voluminosa alrededor del mango, o más bien su montaje. Tenía una forma extraña, más grande de lo necesario, como si la hoja de una espada hubiera sido sujetada a un garrote. Además, había un número de partes metálicas en el mango. Todo parecía una especie de herramienta.

¿Qué demonios era? Tal vez esto era un arma normal de ver en la capital y en las grandes ciudades y Berta simplemente no lo sabía. Por supuesto, un arma para protegerse era esencial cuando se viajaba, pero lo que fuera que este joven poseía dejaba una impresión mucho más imponente que una simple espada.

Y, en segundo lugar, la chica. Era de baja estatura y tenía una cara bonita, pero como su pelo plateado había sido cortado, podía ser fácilmente confundida con un chico si se la veía desde el ángulo equivocado. Tal vez dio una impresión diferente cuando sus ojos estaban abiertos y tenía una expresión en su cara.

El extraño objeto que tenía esta chica estaba frente a sus ojos. Tenía dos pequeñas placas de vidrio conectadas por finas piezas de metal. Estaban enganchadas sobre sus orejas y se balanceaban sobre su nariz. Era la primera vez que Berta veía este objeto también. Pensando en ello, había oído de un comerciante que vino a la ciudad que había cosas llamadas ‘gafas’, los cuales eran herramientas utilizadas para corregir la visión de las personas con malos ojos. Tal vez eso era lo que eran.

“D-disculpen.” Berta trató de hablar con los dos. Se sentía mal por despertarlos cuando estaban cansados, pero si no hacía algo, quedarían atrapados en el ritual y Berta no tenía idea de qué tipo de reacción estos seres no anticipados provocarían en ‘el Erdgod’. Los dioses eran incomprensibles e inconstantes. ¿Estaría complacido? ¿Estaría enfadado?

Ambas cosas eran posibles. Pero, en cualquier caso, no había duda de que significaría más víctimas además de Berta. Ella levantó la voz y volvió a gritar.

“Disculpen. Por favor, levántense.”

Ninguno de ellos mostraba signos de moverse. Al decidirse, Berta extendió su mano hacia el joven para tocarle en la mejilla. Pero justo antes de que pudiera tocarlo, tal vez él sintió algo, tal vez fue sólo una coincidencia, sus ojos se abrieron y él la miró.

“¿Uh…?” No estaba claro cuál de ellos había hecho ese estúpido ruido, pero un jadeo sin palabras de sorpresa resonó alrededor del santuario y del bosque de montaña que lo rodeaba.

***

Los residentes que habían participado en la procesión ritual regresaron a la ciudad y fueron recibidos por Fiona Schillings, alcaldesa interina de la ciudad.

“Gracias por su ayuda, a todos.”

Los hombres que llevaban ropas ceremoniales azul índigo inclinaron sus cabezas al unísono, se volvieron y se alejaron de la mansión. Mientras Fiona observaba en silencio cómo se dispersaban por varios lugares de la ciudad, en repetidas ocasiones enroscó su largo pelo rubio alrededor de un dedo. Este era un hábito inútil de Fiona que hacía siempre que estaba irritada.

La procesión ritual había regresado, pero el ritual en sí no había terminado. Simplemente no había más roles para los humanos. El evento principal, aún por venir, iba a ser conducido por el dios de la región. Por supuesto, era un ‘ritual’ sólo de nombre. En realidad, era un festín brutalmente despiadado.

Los ojos verdes de Fiona se estrecharon y una expresión melancólica distorsionó la cara limpia y bonita por la que había sido bien conocida en la academia de la capital.

“Supongo que no ayudará expresar mi disgusto.” Dijo.

“Es, después de todo, una tradición que se ha mantenido durante generaciones.” Respondió el hombre que estaba a su lado.

Ella no buscaba una respuesta en particular, pero una había llegado de todas formas del mayordomo de la familia Schillings. No sólo se ocupaba de diversas tareas dentro de la casa, sino que también asumía el papel de ayudar a Fiona, que era la alcaldesa del pueblo en lugar de su padre postrado en la cama. El mayordomo había nacido y crecido en esta ciudad y era, por supuesto, mayor que Fiona. Incluso mayor que su padre. Para él, este ritual era algo muy natural.

“Porque no se podía hacer nada al respecto.” Dijo Fiona.

“Pero por supuesto. No se puede hacer nada.” Respondió el mayordomo y asintió profundamente, con una mirada petulante en su rostro.

La gente a menudo crea una lógica para justificar hechos preexistentes. Aquí en Friedland, el ritual fue simplemente aceptado. Después de pasar tanto tiempo racionalizándolo en nombre del ‘bien mayor’ ya nadie pensó en cuestionarlo, sin importar lo duro que fuera para todos emocionalmente.

Fiona pensó en cómo era realmente aterrador, lo que la gente llegó a aceptar. Si hubiera crecido sin salir de esta ciudad, si no se hubiera ido a estudiar a la capital del reino, habría aceptado este ritual sin siquiera cuestionarlo. Por supuesto, ella entendió que no se podía hacer nada al respecto. La realeza y la nobleza de la capital no se preocupaban por la política rural. Mientras los impuestos llegaran regularmente, no tenían ningún interés, sea lo que sea que esté pasando aquí. Incluso si ella hacía algún tipo de queja, ellos simplemente recitaban que ‘respetaban las costumbres locales’ y se negaban firmemente a involucrarse. “¿Cuánto tiempo vamos a tener que seguir haciendo esto…” “Para siempre, Milady.” Dijo el mayordomo con una amable sonrisa.

Revisado por MaxWell