Kimi to Boku no Saigo no Senjo, Aruiha Sekai ga Hajimaru Seisen

Volumen 3

Interludio 2: Los Trascendentales

 

 

La capital Yunmelngen.

Un transporte aéreo aterrizó en una base situada en el centro del Sector Tres. En tiempos de paz, los miembros de la fuerza aérea habrían saludado al vehículo. Pero dado el estado actual de las cosas, era normal que nadie se acercara al avión. Se habían acostumbrado a ello.

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—…

La puerta se abrió para dejar salir a una sola persona a la pasarela. Era Sin Nombre, usando un traje fotoquímico de pies a cabeza.

Después de subir al avión oculto en la frontera de la soberanía, El Discípulo Santo finalmente regresó a la capital, bajando silenciosamente por la rampa.

—Eso fue más complicado de lo que pensé que sería.

Justo al lado de Sin Nombre llegó una voz de hombre que pareció salir de la nada.

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El aire brilló lentamente hasta que una forma claramente humana se hizo visible. Era como si el recién llegado se arrastrara por un hueco en la atmósfera para revelar al Discípulo Santo Sin Nombre.

—Y es extraño. Escuché que te disfrazarías cuando invadieras la Soberanía, pero…

—……

—¿Estás tratando de provocarme, Risya?

Los dos Sin Nombre se enfrentaron. Aunque ambos estaban cubiertos de la cabeza a los pies con trajes fotoquímicos de color gris oscuro, había una diferencia obvia en sus alturas.

El que bajó de la rampa del transportador era pequeño y delgado.

—¡Pweh…! —El más pequeño eliminó la presión en el casco y comenzó a quitárselo. El Sin Nombre que se quitó el traje del cuello para abajo era una mujer con gafas—. Vaya, estaba tan caliente ahí dentro. Pensé que moriría de sobrecalentamiento. Nunca más usaré un misterioso traje de fibra metálica.

Grandes gotitas de sudor se acumularon en su frente mientras la Discípula Santa respiraba profundamente.

—Esto no funcionó en absoluto. Un traje de camuflaje adaptativo experimental con un exoesqueleto fuerte es algo que puedo usar, pero llegué a mi límite luchando en él después de unos minutos. Estaba tan agotada que simplemente me escapé.

—¿Y tu oponente?

—La Bruja de la Calamidad Helada.

En medio de la noche de anteayer, la que luchó contra la Bruja de la Calamidad Helada en la torre de la prisión fue Risya con este disfraz.

Lo hizo para ayudar a Salinger el Trascendental a escapar de la torre de la prisión.

Había otra razón para su lucha, pero para los propósitos de recolectar datos experimentales sobre el arma adaptativa, un pura sangre era el peor tipo de enemigo que se podía encontrar.

—Era imposible. Aumentaba mi fuerza física, pero un cuerpo humano no puede soportar la presión y el calor del traje. Pensé que me caería de bruces mientras la enfrentaba.

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—Tu esfuerzo fue desperdiciado. Te dije que lo sería.

Habían estado tratando de producir en masa pseudo-superhumanos.

En lugar de entrenar soldados de élite como el Discípulo Santo Sin Nombre e Iska, sería más eficiente para un soldado normal ponerse un traje que les diera fuerza sobrehumana.

Era un traje por el que Risya había arriesgado su propio cuerpo para probarlo.

—Necesitaremos otra década para mejorar.


—Ya lo veremos —Sin nombre resopló con fuerza cuando Risya se lamentó con indiferencia—. Risya In Empire, nunca necesitaste ese juguete.

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—¿Hmm? ¿Qué intentas decir? —La consejera militar del Señor estudió al asesino a través de sus delgadas lentes.

El quinto asiento y el octavo. Ambos trataron  de obtener  información escudriñando de cerca la expresión del otro. Esa era la naturaleza de su diálogo. Se sentía como si un silencio inquebrantable los separara.

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—Bueno, me gusta usar estos trucos baratos de vez en cuando —La primera en romper el silencio fue Risya—. ¿Y qué hay de ti? Viniste hasta aquí para hacer un informe.

—Te has infiltrado con éxito en la Soberanía.

—Sé lo que pasa después.

—Había dos unidades de misión especial, y la infiltración en el estado central fue un éxito. Los guardias del palacio real no son ordinarios. Tomará algún tiempo antes de que podamos llevar a cabo una incursión.

—Oh, ¿y qué? —Risya sonrió seductoramente con sus fascinantes labios—. Me pregunto si esto pondrá a los Ocho Grandes Apóstoles de buen humor durante unos tres días.

—Y el informe al Señor. ¿Lo vas a presentar?

—Hmm, claro —Subió el puente de sus gafas. La Discípula Santa Risya aumentó su tono infantil más de lo habitual—. ¿Qué tal si lo dejamos para la próxima vez? Después de todo, el Señor todavía está disfrutando de un viaje al exterior. Sería terrible ponerle fin a eso.

Dentro de la Soberanía Nebulis se encuentran los suburbios del decimotercer estado de Alcatroz.

Lejos del centro de la ciudad, que estaba abarrotado de edificios grises, había un parque natural. Los chirridos de los pájaros resonaban en el bosque antes de que el sol pudiera salir temprano en la mañana.

Era un lugar nostálgico.

Treinta años habían pasado desde la última visita. Este lugar había sido un tranquilo campo verde mucho antes de que Salinger intentara atacar el palacio real de Nebulis hace todos esos años.

—Ha pasado un tiempo desde que ha estado tan tranquilo.

La habitación del piso inferior de la torre de la prisión de Orelgan siempre había olido a moho estancado. No había manera de borrar el olor que se aferraba a todos sus sentidos, incluso mojándolo todo con el perfume más caro.


En cuanto a este lugar… olía a los prados cubiertos de rocío. A la fragante tierra. A las flores. Sólo respirando los pulmones se purificaban.

Pero en ese momento, Salinger no estaba en situación de poder permanecer en el bosque por mucho tiempo.

—Supongo que me queda un día más. Hasta que el otro yo en la torre de la prisión desaparezca.

Los guardias también se darían cuenta de que el hombre que habían arrojado a la cárcel subterránea era falso. Era un doble que él había creado usando su poder astral.

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Escúchame. Nada puede contenerme.

Justo antes de caer de la torre de la prisión, Salinger dejó que su doble cayera al suelo y escapó. Engañó a todos los que estaban mirando.

—Pero…

En el sol de la madrugada que se filtraba por las ramas, Salinger el Trascendental dirigió su bello rostro a las profundidades del bosque. Una sonrisa que no pudo contener se dibujó en su rostro, y sus hombros temblaron.

—Esto es grandioso. Esto es realmente genial, ¿no?

Parecía que durante los treinta años que había estado encarcelado, el mundo se había vuelto más interesante.

—Esa chica Alice. No puedo creer que sea la segunda hija de Mirabella…

¡Ja! Esa chica Mirabella. No tenías la capacidad de ser una maga astral, pero parece que tienes lo mínimo para saber cómo ser una reina. ¡Parece que la manzana cayó lejos del árbol!

Aliceliese Lou Nebulis IX.

Había visto todo tipo de habilidades astrales, pero nunca había visto nada tan frío como para congelar un rayo. Es probable que fuera la primera vez en la historia de la Soberanía.

Y hablando de primeras veces, estaba ese espadachín. El soldado imperial Iska.

Salinger no tenía ni idea de por qué ese chico estaba en la Soberanía y en la torre de la prisión. Pero no le importaba eso.

—Tengo que agradecer a la voluntad del planeta… —No pudo contener su alegría, convirtiéndose lentamente en un estruendo—. Cuanto más entretenimiento, mejor.

No se apresuraría.

Todo lo que tenía que hacer era esperar. Cuando los caprichos arbitrarios del destino del planeta lo guiaran al lugar y momento adecuados, volvería a ver a sus divertidos artistas.

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Y cuando eso sucediera, a Salinger le quedaban tres santuarios más para usar como cartas de triunfo. Si les hubiera mostrado todo, la batalla en la torre de la prisión podría haber tomado otra dirección.

Sin embargo, Salinger se mostró reacio.

No podía mostrar todas sus cartas todavía. Eso era porque revelaría esas cartas a la familia Nebulis, con la que lucharía en poco tiempo.

A la que tenía que temer no era a la actual reina, ya que había otras con las que lidiar, verdaderos monstruos que habían recibido el poder inagotable de la Fundadora.

—Me había cansado de este mundo, pero me pregunto por qué. Parece que podría ser divertido.

Dio la vuelta a su abrigo mientras se adentraba en el bosque, marchando hacia adelante con pasos fuertes y seguros. El borde del parque natural estaba conectado con el duodécimo estado. Si podía dejar el decimotercer estado, sus perseguidores se rendirían por el momento.

—Hmm. ¿Oh?

Estaba extrañamente tranquilo.

Salinger sonrió ligeramente cuando el canto de los pájaros se detuvo repentinamente.

Notó un cierto viento que soplaba a través del bosque, causando que se agitara. Aunque era una corriente de aire, supuso en un instante que contenía un rastro de energía astral.

Esto no fue obra del viento astral.

Era una fuerte energía astral que se encarnaba como una onda. Era una extravagante cristalización de poder.

—¿Quién es? —preguntó a la presencia a su espalda sin darse la vuelta.

No era un perseguidor de los escuadrones de supresión. No había forma de que alguien que poseyera una energía tan palpable estuviera en una posición tan baja.

—¿No vas a responder? Está bien. En ese caso, forzaré… —El hechicero trascendental contuvo la respiración.

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Mientras se enfrentaba a la ola que se desprendía de las sombras de los árboles frente a él, el hombre de pelo blanco no podía dejar de temblar… de placer.

No había nadie allí. Nadie había dicho nada. Pero el poder de las ondulaciones era más que suficiente para darse cuenta de que algo se escondía allí.

—¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja! ¡Eres tú! ¡No hubiera imaginado que vendrías a darme la bienvenida aquí! —Abrió las dos manos.

Entonces el hechicero trascendental saltó, impulsándose hacia adelante con una fuerza ferviente.

—¡Lord Yunmelngen! ¡El costo de mostrarse ante mí no será barato!

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