Kimi to Boku no Saigo no Senjo, Aruiha Sekai ga Hajimaru Seisen

Volumen 3

Capítulo 4: Salinger, El Hechicero Trascendental

Parte 3

Quería que mantuvieran su atención en ella, aunque sólo fuera por un segundo más.

Los guiaría hasta su destino, dirigiendo al escuadrón de supresión que la seguía.

¡Chasquido! Un látigo de hielo golpeó la pared no muy lejos de ella.

—¡¿Un ataque de hielo?!

Había seis personas en el escuadrón de supresión. Definitivamente era uno de sus poderes.

El látigo de hielo se deslizó a lo largo de la pared antes de enraizarse en ella, estirándose para enredarse en los pies de Mismis. Apenas se las arregló para saltar a tiempo.

…necesito mantener la calma. El poder astral de hielo no es tan inusual.

…¿Qué más? Vamos, Mismis. Estudiaste esto en el Imperio.

Normalmente dejaba el combate a sus subordinados, porque terminaba retrasándolos si se unía. Lo que significa que todo lo que hacía era mirar desde la distancia.

Por un lado, estaba orgullosa de tener subordinados con los que podía contar, pero tampoco podía evitar la persistente sensación de inutilidad.

Pero ahora mismo…

—¡¿Ahora vienen hacia mí con fuego?! —Se dio la vuelta cuando una ola de calor abrasador golpeó su nuca.

Una pared de llamas llenó su visión. No estaban planeando arrestarla, esto era un intento premeditado de ejecutar a Mismis, la criminal fugitiva.

—¡No puedo…! ¡Dejar que me maten en un lugar como este! —Tomó un giro brusco en el pasillo. No pudo haber sido más de un segundo después que todo el pasillo del que acababa de salir se viera envuelto en llamas.

Pero aún no había terminado. La llama astral se desvaneció en un parpadeo, y pudo oír los pasos del escuadrón de supresión acercándose y viniendo también delante de ella.

—¡¿Se fueron en sentido contrario?!

A ambos lados del pasillo, los oficiales armados tenían listos sus escudos antidisturbios, encerrándola en su lugar. Con su conocimiento íntimo de la disposición de la prisión, el escuadrón predijo con precisión hacia dónde se dirigía, dividiéndose en dos equipos para acorralar a Mismis.

—-¡Argh, entonces yo…! —Aunque estuviera rodeada por delante y por detrás, había un último lugar en el que girar cerca. Si escapaba por ese camino…

Justo cuando se preparaba para hacerlo…

…sonó un disparo. El cuerpo de Mismis se estrelló contra el suelo cuando sintió un dolor agudo en el muslo.

—No nos des más problemas, bruja.

Hubo otro fuerte disparo.

La siguiente bala le atravesó la piel mientras intentaba levantarse. El origen fue una gran pistola, seguramente basada en un arma imperial. Los diseñadores deben haber imitado la construcción después de recuperar una muestra del campo de batalla.

—Un preso fugado. Bueno, supongo que no escapó, es decir, siempre y cuando acabemos contigo aquí mismo —uno de sus perseguidores la empujó con la pistola, apretando la punta contra la frente de Mismis mientras ella permanecía tirada en el suelo.

Había un hombre con otra arma que llegó a bloquearla del otro lado.

—……

—¿Por qué me miras así? Si vas a rogar por tu vida, tienes que trabajar más duro.

No respondió a la provocación del hombre.

—…¿Vas a torturarme antes de matarme?

Estaba más que familiarizada con el uso de un arma y entendía exactamente lo que estaba pasando. No falló los primeros disparos: El hombre disparó ligeramente fuera del objetivo para asustarla.

O lo hacían para humillarla porque era una mujer. Sin embargo:

—Aficionados —Con la pistola todavía apuntando a ella, Mismis miró intrépidamente al hombre—. Las bestias heridas son de temer. Cualquiera que sea lento con un arma es tan bueno como un aficionado para mí. Evidencia que no tienes suficiente experiencia.

—Parece que no entiendes la posición en la que estás —La punta fría del arma empujó contra su frente—. ¿Una bestia herida? ¿Y qué te hace una bestia? Esa cresta astral… Emite una luz fuerte, pero no sirve de mucho en la batalla. Si lo hiciera, ya la habrías usado.

—¿Quién lo puede decir?

—Yo. No eres una bestia. Sólo eres una delincuente fugitiva que está a punto de ser ejecutada.

—… —Ella apretó los dientes. No había una sola persona en el mundo que no se asustara de un arma entre sus ojos, pero—… Ven a mí —Asumió los riesgos para llegar tan lejos, por lo que ganaría su apuesta—. Nunca dije que yo fuera la bestia herida.

—¿Qué?

—Sólo mira quién está detrás de ti.

—Ja. Ahora estás tratando de engañarme. ¿Quién podría…?

Su voz se congeló. No había forma de que nadie estuviera allí. De hecho, cuando el hombre del escuadrón de supresión revisó su periferia, realmente no vio a nadie… ni siquiera a sus colegas.

Los otros cinco estuvieron persiguiendo a la fugitiva. En ese momento, finalmente se dio cuenta de que las pisadas que habían estado corriendo a su lado se habían detenido abruptamente en algún punto… y él era el último en pie.

—¡¿Eh?! —Sus colegas estaban derrumbados en el fondo del pasillo mientras que otros ya estaban boca abajo en la parte delantera.

—…Todo lo que necesitaba era ganar algo de tiempo. No puedo creer que me subestimaras, pensando que podías jugar antes de matarme. Mientras mis subordinados sean capaces de derribar al enemigo a tiempo, no me preocuparé por los detalles —Mientras ocultaba su marca de bruja con la mano derecha, la capitana imperial aulló—: Aunque me haya convertido en una bruja, sigo siendo parte del Imperio. ¡No perderé ante el enemigo!

—Agáchese, jefa —susurró Jhin a través del dispositivo de comunicación.

En ese mismo momento, Mismis se arrastró contra el suelo y presionó  su cabeza contra el mismo.

Fuego de francotirador.

El único disparo voló desde la parte trasera del pasillo directo hacia su objetivo, hacia la pistola que apuntaba a Mismis.

—Perdón por la espera, capitana.

Desde atrás del último hombre en pie, Nene se había acercado silenciosamente como una bestia salvaje y disparó su arma aturdidora. Una corriente de alto voltaje atravesó las fibras balísticas, noqueando a su víctima de un solo golpe.

Se desmayó.

—…Uf. Con eso, creo que logramos neutralizar a todos los enemigos presentes —Nene le quitó el arma de la mano al guardia y respiró hondo— Estoy tan aliviada. Estuvo cerca, Capitana. Una actuación estelar. Hizo un gran trabajo como señuelo…

—¡Neneeeeeeeeeeeeeeeeeee!

—¡¿Ah?!

—¡Estaba tan asustada! ¡Si hubieras llegado unos segundos tarde, definitivamente me habrían disparado! —Abalanzándose contra su subordinada, Mismis se aferró a Nene.

—Ya, ya, Capitana. ¿Está bien su herida de bala?

—S-sí. Fue más que nada un rasguño… ¿Qué hay de ustedes dos?

—No es como si fuéramos a salir lastimados —En el fondo del pasillo, con su rifle de francotirador en la mano, apareció el joven de pelo plateado—. Estábamos detrás de los tipos que la perseguían. No había razón para que nos hirieran. Considerando su armadura corporal, tampoco creo que estén muertos.

—¿Deberíamos tomarlos como rehenes?

—¿Para qué? Vamos directamente hacia arriba. Después de todo, tenemos la mercancía.

Se refería a las armas y escudos del escuadrón de supresión.

Para el trío que había traído lo mínimo con ellos, el botín de guerra tenía el potencial de ser su salvación.

—Es la primera vez en un tiempo que la jefa está en combate. La alabaré por eso. Supongo que es la primera vez en un tiempo que recibe algún elogio.

—¡Eso ni siquiera estuvo cerca de ser un elogio!

—Y más importante, hay algo que me preocupa —Jhin miró fijamente al hombro izquierdo de Mismis, la cresta astral esmeralda.

Comparado con el anterior, su brillo se había calmado considerablemente, pero la marca aún era bastante visible en su piel.

—Este poder astral que la posee, jefa… podría ser muy fuerte.

—¿Eh? ¡¿Qu-qué estás diciendo, Jhin?!

Cuando lo pensó, recordó que el hombre del escuadrón de supresión había dicho algo. La propia Mismis no estaba nada contenta con ello.

…Se siente como si dijeran que he sido poseída por un poderoso demonio.

…¿Qué clase de chica se alegraría de oír eso?

—Eso no me pone para nada contenta. Esconderla es un gran problema…

—Sacó una venda de repuesto y se la pegó a la piel antes de notar que Jhin y Nene estaban observando atentamente cada uno de sus movimientos. Cubrió su hombro izquierdo con nerviosismo—. ¡En serio!

¡Ya basta! No se les permite mirar. ¡Es vergonzoso!

Inhaló, usando suavemente su mano derecha para bloquear la luz tenue que se extendía por debajo de la venda.

—Bien, vamos a salir de este lugar, inmediatamente. Y una vez que estemos en casa y a salvo, regañaremos a Risya. No puedo creer que haya salido corriendo delante de nosotros. Vamos a hacer que nos invite a una barbacoa como una disculpa.

—¿Y a Iska también?

—¡Claro!

La unidad 907 subió las escaleras donde los pasos de los escuadrones de supresión resonaban, lanzándose desde la torre de la prisión de Orelgan.

***

Las flores brotan por la noche.

…¿Fuegos artificiales?

Por unos cortos segundos, Iska sintió como si estuviera alucinando.

Desde el último piso del hotel, podía ver edificios iluminados por  brillantes flashes de neón. Contra el cielo entintado, estas luces se desplegaban sobre la ciudad, irradiando un rojo brillante.

—…¿Qué es eso? —Alice preguntó con una voz seca y ronca.

Al mismo tiempo, una gigantesca columna de fuego salió del suelo, alcanzando el cielo.

—¿Qué?

—¿Fue una explosión…?

Los dos tocaron la pared de cristal con sus manos, olvidándose incluso de respirar mientras miraban en dirección al fuego.

Cesó, extinguiendo las chispas en el aire y la columna de fuego. Viendo una enorme explosión desaparecer a esa velocidad, instintivamente supieron que tenía que ser un ataque astral.

…las llamas astrales se apagan en unas pocas docenas de segundos.

…no me preocupa que el fuego se extienda, pero algo de esa magnitud definitivamente puede provocar heridas.

¿Y quién lo causó?

Si se trata de una explosión dentro de la soberanía, lo primero que supondría es el trabajo destructivo del ejército imperial, pero la llama fue evidentemente creada por el poder astral. El perpetrador tenía que ser un mago.

—Orelgan… —dijo Alice—. Está en la dirección de la torre de la prisión de Orelgan. Estoy segura de ello.

No puede ser.

Ese era el lugar sobre el que Iska le había preguntado ese día. Incluso en este estado que albergaba muchos prisioneros, esa torre es el hogar del más vil de los criminales.

Salinger el Trascendental dirigió su espada hacia la entonces reina.

Ese hechicero intentó convertirse en algo más grande que el rey.

Eso fue lo que le dijo a Iska, el hechicero que dirigió su espada contra la Reina treinta años antes, seguía confinado en la celda más profunda de la torre de la prisión de Orelgan.

—¡Es una emergencia! —Luego dos pequeños golpes.

La puerta se abrió antes de que su ama pudiera responder, y la asistente de uniforme irrumpió en la habitación.

—He confirmado que hubo una explosión en Orelgan. Además, recibimos informes de que se ha formado un gran agujero que arroja escombros en esos terrenos.

—Vi la explosión.

—…Un prisionero escapó —Los labios de la asistente temblaban mientras transmitía el mensaje—. Llegó el primer informe de los guardias de la torre de la prisión. Un tremendo rugido vino de la celda aislada de ese hechicero Salinger.

—¡Repítelo!

—Acabamos de recibir comunicaciones del escuadrón de supresión en la escena.

—¡Date prisa, Rin! Si ese hechicero se escapa… ¡será el siguiente en ir tras el poder astral de mi madre!

¿Ir tras su poder astral? Iska no pudo preguntarle a la chica que estaba a su lado para aclararlo.

Tuvo una sensación de urgencia que le inundó, haciéndole callar mientras veía cómo la cara de Alice perdía la compostura.

—Iré hacia allá.

—P-pero, ¡Lady Alice! Su poder… es peligroso.

—¿Hay alguien más que pueda hacer esto? El escuadrón de supresión apenas tendrá oportunidad contra ese hombre. Tú sabes de la batalla de hace treinta años.

—……

—Rin, ve al primer piso. Prepara el coche tan pronto como sea posible.

—…Como desee —La asistente no dijo nada más, se inclinó antes de atravesar la puerta y corrió por el pasillo tan rápido como una flecha.

Estaban una vez más solos en la habitación. Alice vio a Rin irse y suspiró en voz baja.

—Ya me escuchaste. Me dirijo a la torre de la prisión ahora.

—¿Y supongo que no puedes decirle nada más a un soldado imperial?

—Sí, porque eres el enemigo —Pasó sus dedos por su orgullosa cabellera dorada, ofreciéndole una débil sonrisa… una sonrisa autocrítica—. Pero me hace preguntarme… Apuesto a que tendría mucha más tranquilidad si pudiera contártelo todo.

—…

—Hey, Iska… —Y con sus labios suaves, hilvanó una pregunta—. Si… te pido que me prestes tu fuerza… ¿Responderías a mi petición?

Preguntó entre respiraciones apagadas.

¿O sólo fue Aliceliese inhalando y exhalando? Tal vez él lo imaginó. Su voz fue así de débil.

—…No. Lo siento. Olvídalo —Alice apretó sus labios—. No es más que un prisionero que se las arregló para salir de su celda. Sólo necesitamos capturarlo de nuevo. Volveré enseguida.

Y entonces le dio la espalda, comenzando a caminar.

—…….Olvidé algo —Atravesó la sala de estar y entró en el dormitorio de atrás.

Cuando regresó, sostuvo un pañuelo nuevo, y a simple vista, fue fácil notar que era un diseño de alta calidad y hecho de una fina tela.

—Me pregunto si te acuerdas.

“¿Qué le pasó a mi pañuelo? Te di el mío después de que empaparas el tuyo”.

“…ese también está empapado.” “¡Estás llorando demasiado!”

Sucedió en la ópera de la ciudad neutral de Ain.

No podía olvidar que le prestó su pañuelo a una chica sentada a su lado y que la chica resultó ser la misma Alice.

—Debes pensar que es descortés de mi parte devolverte esto ahora, pero quiero dártelo mientras Rin no esté aquí. Porque el que me prestaste… bueno… lo ensucié. Siento haber tenido que conseguirte uno nuevo. Puede que no se adapte a tus gustos —Colocó el pañuelo doblado en cuatro partes sobre la mesa—. Lo pondré aquí. Si no te gusta, déjalo. Pero espero que lo lleves contigo.

¿Podría haber estado avergonzada? Habló rápidamente cuando lo dejó y trató de no mirarlo a los ojos.

—Nos vemos, Iska.

La princesa de la Soberanía se dio la vuelta y enseguida salió de la habitación. En ese momento, Iska no fue capaz de evocar nada digno de mención.

Todo sucedió demasiado rápido.

Desde la explosión en medio de la noche hasta el hechicero y recluso Salinger escapando de la torre de la prisión. Rin y Alice obviamente no eran las mismas de siempre.

…¿Qué es él? ¿Ese trascendental? ¿Salinger? ¿Por qué Alice tenía esa expresión en su cara?

…¿Qué es lo que está pasando?

Un soldado imperial común no tenía forma de saberlo.

Incluso si trató de especular, sólo poseía trozos de información. Había demasiados espacios vacíos que necesitaba llenar para armar el rompecabezas.

—¡Maldita sea! Y por la tarde, Rin dijo que alguien se había escabullido entre sus guardias fronterizos. ¿Está eso relacionado?!

Habían visto grupos sospechosos en Alcatroz por la mañana.

Y una fuga de la cárcel ocurrió en medio de la noche. El momento era demasiado perfecto para que fuera sólo una coincidencia.

—Ugh, de verdad. ¿Alguien puede decírmelo… ya…? —Usó toda la fuerza que tenía para quitarse las esposas.

Pero por supuesto, sabía que no podía romperlas. La razón por la que se había movido, tirando de su cadena, fue porque escuchó un ruido electrónico familiar que venía del otro lado de la sala de estar.

Era el dispositivo de comunicación imperial.