Great Demon King
Libro 4: La Ciudad del Valen
Capítulo 144: Un Paso Adelante
En todos los libros que Han Shuo había consultado en la Biblioteca de la Academia Babilonia, se describía a los Dragones como poderosas criaturas cuyo cuerpo y sangre poseía múltiples propiedades mágicas de diverso tipo, que podían variar dependiendo de la especie. Conforme los Dragones se desarrollaban y acumulaban experiencia, también se incrementaban sus poderes, inteligencia y el número de magias que podían emplear; pero todos ellos eran capaces de desatar el devastador poder de su Aliento, en mayor o menor medida, que podía destruir ejércitos enteros.
Pese a toda su notoriedad no se sabía demasiado sobre estas criaturas y ningún sabio conocía cuales eran todas sus variantes. Usualmente su aspecto físico se asemejaba al de un lagarto o una serpiente y todos tenían algún tipo de cuernos en la cabeza. La mayoría de especies poseían alas membranosas como las de los murciélagos, otros en cambio desarrollaban plumas e incluso había una rara y espantosa variante que no poseía alas y eran apodados como los grandes gusanos, aunque no se veía ninguno de estos desde hacía siglos. Pero sin importar su aspecto físico, todos parecían preferir habitar en cavernas o lugares oscuros durante las primeras etapas de su vida.
Los Dragones eran extremadamente codiciosos. Constantemente robaban oro o joyas donde quiera que pudieran encontrarlos, ya fuese a hombres, elfos o enanos; luego guardaban el tesoro durante el resto de su vida, lo que en la práctica era para siempre a no ser que alguien los matase. Su costumbre era formar una montaña de riquezas sobre la cual dormían como si fuera un lecho.
Si bien no tenían la habilidad de hacer nada por sí mismos, ni tampoco distinguían una pieza buena de una mala, parecía que siempre conocían el valor general de las cosas en el mercado y eran tan acaparadores con su botín, que no soportaban la idea de perder ni siquiera una taza de hojalata. Por eso muy rara vez dejaban sus guaridas, excepto para buscar comida. Cuando podían hacerlo, preferían secuestrar doncellas para devorarlas, pero generalmente se alimentaban de animales.
El resto de información era muy vaga, pues apenas se mencionaban las peculiaridades de su comportamiento: Los Dragones Dorados solían ser extremadamente arrogantes y les gustaba someter a otras criaturas, algunos incluso llegaban a organizar toda una corte de monstruos que los obedecían cuando alcanzaban un alto grado de poder. Los Dragones Rojos preferían vivir solos en volcanes y eran extremadamente agresivos con cualquiera que se acercase a sus territorios, llegando al punto de destruir reinos enteros únicamente por molestarles su proximidad. Los Dragones Verdes casi siempre vivían en zonas pantanosas donde era muy difícil encontrarlos por su camuflaje natural y eran los más habilidosos con las magias que afectaban el terreno, aunque generalmente también eran bastante perezosos e incluso había algunos textos donde se afirmaba que podían permanecer dormidos durante años. Los Dragones de Hielo habitaban en las alturas de las cordilleras nevadas y tenían un talento natural para reforzar su cuerpo con poderosos encantamientos, pero como sus hogares se encontraban en lo alto de los picos más inaccesibles era el más difícil de encontrar, por lo que nadie sabía mucho sobre su comportamiento.
Pero a pesar de sus diferencias había algo común para todas las especies de Dragones: Su gran Orgullo. Todos ellos se consideraban a sí mismos como seres superiores al resto de los seres vivos, lo cual se traducía en un ego desmesurado que usualmente jugaba en su contra. Cuando combatían les encantaba aprovechar cualquier oportunidad para humillar a su contrincante y muchas veces eso era lo que permitía que sus víctimas consiguiesen escapar. Tampoco toleraban que nadie despreciase a los suyos, por más que perteneciesen a una especie diferente de Dragón o incluso si eran enemigos de dicho Dragón, pues el prestigio de su raza siempre parecía ser lo primero.
De modo que en las muy raras ocasiones en que dos dragones de diferente especie coincidían en el mismo sitio, parecían mantener un trato mínimamente cordial o por lo menos prudente, como si todos sintieran algún grado de respeto por el otro. Todos ellos… excepto con los Dragones Negros.
Los Dragones Negros eran una especie muy rara, pero poseían tantas habilidades como cualquier otro y en general eran temidos, sí, pero no admirados. Había muy pocos testimonios, pero era evidente que el resto de Dragones parecía demostrar un desprecio instintivo por ellos y durante los primeros años de humanidad, los sabios creyeron que esto se debía a que estas criaturas eran tan malvadas o aterradoras, que incluso sus feroces parientes los consideraban una terrible amenaza.
Con el tiempo, sin embargo, la verdad fue saliendo a la luz: Los Dragones Negros eran extremadamente lascivos.
Llegaban al punto en que parecían dispuestos a copular con cualquier cosa que fuese hembra, sin importarles la especie. Aparentemente tenían un talento natural para las magias de metamorfosis y trasformación, que les permitía adoptar diferentes formas de un modo temporal. Esto era común para todos los Dragones que llegaban a obtener un alto grado de poder, pero los Dragones Negros podían conseguirlo en las primeras etapas de su vida y lo empleaban con un solo propósito: El sexo.
Estos dragones eran tan sátiros que podían terminar matando a su pareja por accidente durante el apareamiento y aun así seguir enfrascados en el acto durante muchas horas antes de caer en cuenta. No importaba si eran bestias, humanos, elfos, etc. Nada parecía ser demasiado exótico para estas promiscuas criaturas cuando tenían ganas, aunque preferían a los seres antropoides. Y como todos los otros dragones se consideraban a sí mismos como una especie de “realeza” que estaba por encima de cualquier criatura, veían como una aberración el hecho de mezclar su esencia vital con otros seres que a sus ojos eran inferiores y no merecían ni respirar el mismo aire que ellos.
Para el resto de dragones este modo de ser no solamente hacía repugnantes a los Dragones Negros, sino que deshonraba a toda su especie. Pero aparentemente a estos últimos les importaba bien poco la opinión de sus pares, ya fuese por tener una gran autoestima o simplemente porque eran demasiado sinvergüenzas. Probablemente lo último.
Una vez dentro de la enorme caverna el Dragón Negro notó la presencia de las elfas oscuras a su alrededor e inmediatamente comenzó a salivar mientras un penetrante hedor almizcleño se desprendía de su cuerpo, inundando las fosas nasales de todos los presentes. Nadie quería imaginar qué demonios estaba secretando, aunque de algún modo lo sabían.
– ¡Por todos los dioses! ¡Cuánta carne reunida! ¡Y yo con el aderezo listo! – Exclamó Dragón y comenzó a serpentear hacia ellas con un rugido más vulgar que aterrador.
– ¡Come mierda! – Gritó Dánae en respuesta mientras un nutrido grupo de hondas desataban una ráfaga de proyectiles sobre la bestia con una precisión tan aterradora que asombró hasta al propio Han Shuo. Cada golpe provocaba además una pequeña explosión que parecía bastante dolorosa y de hecho debía serlo, porque el inmenso cuerpo del dragón se vio obligado a detenerse de golpe para enroscarse sobre sí mismo, presentando al exterior su armadura de escamas impenetrables.
Han Shuo todavía tenía problemas para reconciliar la feroz imagen de los dragones con la naturaleza pervertida que estaba mostrando esta criatura, pero finalmente pudo recuperarse y ordenó a su ejército de no muertos que atacasen al dragón. Los Zombis cargaron a toda prisa como un muro sólido de carne, madera y metal. Después del impacto descargaron una lluvia de golpes, tajos e incluso intentaron morderlo con todas sus fuerzas mientras pugnaban por inmovilizar al dragón, llegando al punto de subirse unos sobre otros para cubrirlo como si fuesen un auténtico enjambre de insectos espantosos.
El Dragón Negro no se esperaba este tipo de ataque al que no estaba acostumbrado y lo sorprendieron al principio, pero en cuanto se recuperó comenzó a retorcerse furiosamente para liberarse, mandando a volar decenas de criaturas con cada golpe de su cola, aplastándolas con su enorme cuerpo, desgarrándolas con sus extremidades o golpeando con sus terribles cuernos.
– ¡Miserables fiambres, atreven al gran Gilberto! ¡A un noble Dragón! – Rugió la criatura mientras abría por primera vez sus enormes alas para sacudirse a los últimos zombis que todavía lo sujetaban.
Ninguna de las criaturas oscuras consiguió hacerle daño alguno a pesar de su número, pero Han Shuo ya esperaba ese resultado, pues su objetivo era detenerlo por unos instantes y forzarlo a exponer el cuello. En ese sentido tuvo un éxito tremendo.
Repentinamente las Yashkas entraron en acción. Habían estado escondidas en lo alto del techo cavernoso empleando sus métodos de sigilo, pero en el momento que vieron el cuello desprotegido se dejaron caer y atacaron con sus espadas. Las primeras cuatro comenzaron a moverse alrededor de la bestia con una velocidad pasmosa, dando cortes mortales a las articulaciones o los ojos para mantenerlo distraído. Casi al mismo tiempo otras dos, mucho más hábiles y experimentadas, descendieron llevando entre ambas una gruesa cadena de plata que se veía bastante pesada, pero esto no representó ningún problema para sus cuerpos reforzados con magia.
Antes de que nadie pudiera entender muy bien cómo lo hicieron, las Yashkas habían enlazado hábilmente el cuello del Dragón Negro y estiraron la cadena firmemente hacia los costados. Otras dos actuaron inmediatamente para fijar los extremos firmemente en el suelo utilizando sus espadas como si fuesen cuñas.
La criatura rugió con furia e intentó sacudirse, pero las Yashkas ya estaban atacándolo por todas partes como abejas furibundas armadas con navajas. Cada golpe descargado se veía bastante peligroso, pero al examinar bien los lugares de impacto Han Shuo notó que apenas estaban arañando la superficie de las escamas.
– ¡Mmm! ¡Qué coquetas! ¡Defiéndase hermosas! ¡Me encanta domar a las hembras salvajes! – Resopló con lujuria el Dragón Negro a pesar de encontrarse parcialmente inmovilizado. Su única reacción al ataque de las Yashkas era mirar con avidez sus lujuriosos cuerpos cuando pasaban a su lado e incluso hacía algunos intentos para lamerlas con su larga lengua cuando se acercaban a su boca. Pero con el tiempo debió cansarse de dejarse golpear, porque abrió boca y dejó salir un aliento negro que rápidamente comenzó a corroer todo lo que tocaba, al igual que lo haría un ácido molecular extremadamente potente.
Las Yashkas retrocedieron de inmediato y su cadena increíblemente resistió la corrosión. Debía estar hecha de algún material extremadamente resistente. Entonces las hondas volvieron a disparar sus proyectiles y los Cazadores Troll se unieron a la refriega arrojando jabalinas.
El Dragón Negro sintió que sus ojos estaban en peligro, pero la cadena no le permitía moverse libremente. Cada sacudida que daba para intentar alejarse lo forzaban a exponer el vientre.
– ¡Ataquen ahora! – Gritó Dánae repentinamente y el grueso de las tropas de elfas comenzaron a avanzar zigzagueando entre las rocas para evitar el contacto con el aliento ácido mientras se acercaban al Dragón. Han Shuo también hizo un gesto para que los Guerreros Troll comenzaran a marchar hacia la bestia… Y en ese momento se desató la trampa.
El plan de Dánae nunca había sido derrotar el Dragón Negro en una batalla directa. Desde un principio los Elfos Oscuros se demoraron mucho tiempo seleccionando el terreno perfecto para sus propósitos y ya habían colocado varios costales de cuero muy bien disimulados, que contenían una serie de minerales muy volátiles. Usualmente los utilizaban para reforzar los proyectiles de sus hondas después de refinarlos mediante procesos mágicos y casi nunca los llevaban en estado puro, porque estallaban con gran fuerza ante el más mínimo impacto. En esta ocasión sin embargo los habían amontonado secretamente en sitios estratégicos, sobre todo en los pilares naturales y las paredes que soportaban el peso del techo rocoso sobre ellos.
Su plan original era encadenar al Dragón y luego explotar toda la cámara subterránea para que varias rocas le cayeran encima, luego la bestia tendría que gastar mucha de su energía para escapar del derrumbe y finalmente estaría vulnerable.
Sin embargo, aún cansado y herido, un dragón era una bestia demasiado poderosa como para ser abatido sin sufrir grandes bajas. Fue por ese motivo que, cuando Dánae vio a los Troll del Bosque, se le ocurrió la malvada idea de utilizarlos como sacrificio en lugar de sus propias guerreras.
Las instrucciones que la matriarca dio en secreto habían sido esperar a que los Guerreros Troll estuviesen a mitad de camino cuando marchasen contra el Dragón y entonces retirarse sigilosamente aprovechando el terreno irregular, para luego enterrarlos a todos juntos. El Dragón y los troles se verían forzados a pelear hasta la muerte, agotándose por completo. Luego ellas simplemente matarían al vencedor y se quedarían con todo el botín.
Era un plan muy bueno. Cuando un ejército marchaba siempre emitía un ruido considerable y era muy difícil comunicarse con ellos, incluso usando trompetas o tambores, que los troles no tenían. Lo más seguro era que, para cuando sus líderes consiguieran ordenarles detenerse, ya sería demasiado tarde y ninguno podría escapar.
O así habría sido si nadie les hubiera avisado.
Han Shuo sonrió mientras veía que todo se configuraba exactamente como esperaba y entonces hizo su propio movimiento, recitando un conjuro con tono maquiavélico: – ¡Oh alma fenecida, obedecerás mi voluntad! ¡Me rendirás tus despojos y te inmolarás con gran violencia! ¡Explosión de Cadáveres! –
Cuando los Guerreros Zombi atacaron al Dragón Negro la mayoría fueron destruidos rápidamente, pero algunos habían sobrevivido, incluso si solo les quedaba la mitad de la parte superior del cuerpo. Pero Han Shuo los mantuvo tendidos en el suelo durante el ataque de las Yashkas y cuando estas encadenaron al dragón comenzó a ordenarles que se arrastrasen muy lentamente hasta los pilares. No sabía cuáles habían sido escogidos por los Elfos Oscuros, pero no importaba.
Entonces desató el poder del hechizo que alguna vez vio usar a Fanny y al Maestro Gene en el Bosque Oscuro. Al menos doce cadáveres de Zombis explotaron al mismo tiempo, activando los minerales preparados por las Elfas mucho antes de lo previsto. Esto desató una estruendosa reacción en cadena que produjo un terrible derrumbe. Los Troll del Bosque, prevenidos de antemano sobre lo que iba a suceder, ya habían dado media vuelta de forma ordenada unos momentos antes y comenzaron a correr hacia la entrada superior. En cambio, los Elfos Oscuros fueron tomados por sorpresa y para cuando reaccionaron ya era demasiado tarde.
Docenas de enormes rocas cayeron de pronto sobre ellos al mismo tiempo que el suelo a su alrededor parecía resquebrajare violentamente. El polvo lo inundó todo y no se podía ver más allá de unos cuantos metros.
– ¡Maldito! ¡qué has hecho! – Gritó Dánae desesperada a la distancia, pero su voz fue ahogada por el sonido del derrumbe y tuvo que esquivar rápidamente una gran roca que estuvo a punto de aplastarla.
Para entonces Han Shuo había llegado a la entrada superior de la cámara junto con los Troll del Bosque, desde donde podían ver el desastre con relativa seguridad. El encantamiento de Explosión de Cadáveres le había costado casi toda su Fuerza Mental y se sentía muy mareado, pues era la primera vez que lo ejecutaba y además tuvo que usarlo en varios cadáveres de una sola vez. Pero se dio el lujo de sonreír abiertamente por un momento mientras murmuraba con sarcasmo: – Cumplí mi palabra de ayudarte en la lucha contra el Dragón, nunca dije nada de ayudarte a sobrevivirla. –
Varios troles junto con el Viejo Chamán llegaron a escucharlo y comenzaron reírse cruelmente al contemplar la desgracia de los Elfos Oscuros, quienes aún luchaban por sobreponerse e intentaban alcanzar desesperadamente la entrada superior. Las Yashkas en particular tenían buenas posibilidades de conseguirlo gracias a su velocidad superior. Pero al final ninguno lograrlo debido a lo que sucedió después.
El suelo se derrumbó bajo los pies del Dragón Negro mientras las grandes rocas lo golpeaban furiosamente y no pudo evitar precipitarse hacia las profundidades. Pero aún mientras caía agitó su terrible cola para dar un espantoso golpe que desató un aluvión de trozos de rocas y piedras, los cuales impactaron contra la retaguardia de los Elfos Oscuros en retirada, empeorando aún más su penosa situación y arrastrándolos consigo sin que pudieran evitarlo.
*****
Cuando finalmente terminó el derrumbe una buena cantidad de Elfos Oscuros había muerto o se encontraban gravemente lesionados. El Dragón Negro no parecía tener heridas, pero era evidente que los golpes lo afectaron, porque se le veía bastante atontado, aunque la poderosa cadena que las Yashkas colocaron en su cuello ya no se veía por ningún lado. Ambos bandos se encontraban atrapados en lo que parecía ser un gran agujero de al menos diez metros de profundidad, sin ninguna salida aparente a excepción de la superior.
Les tomó un tiempo recuperar el aliento, pero inmediatamente después se desató un furioso combate, donde claramente el Dragón llevaba las de ganar. Pese a todo, los Elfos Oscuros no se lo pusieron fácil, pues luchaban con una ferocidad que parecía imposible, sobre todo para tantas mujeres seductoras. Sin embargo, las heridas comenzaron a cobrarse su precio y con el pasar del tiempo era evidente que ni siquiera las Yashkas podrían seguir manteniendo el ritmo. El terreno que anteriormente habían estudiado minuciosamente al preparar su emboscada ahora se había trasformado en uno completamente diferente por culpa del derrumbe y también era muy inestable. Como resultado, cada paso que daban podía ser extremadamente peligroso. Lo peor para ellas era que ninguno de sus ataques tenía ya la potencia necesaria como para causarle un daño real a la armadura de escamas de la bestia.
– ¡Vamos cositas ricas! ¡Ya dejen de pelear! ¿Por qué mejor no hacemos ejercicio otra forma? ¡Conozco una mucho más productiva y reproductiva! – Dijo el Dragón Negro con su libidinosa voz cuando se dio cuenta de que en pocos minutos las elfas acabarían cansándose: – ¡Si vamos a perder todo el decoro, que sea con sexo y no discutiendo! –
– ¡Muere, maldita lagartija! – Gritaron varias Elfas Oscuras mientras desataban un aluvión de proyectiles. Al mismo tiempo los machos se habían adelantado para enfrentarse directamente al dragón, pero apenas tenían éxito en contener los ataques de la bestia con sus enormes escudos cada vez que intentaba acercarse a las mujeres serpenteando como una monstruosa culebra.
– Si me van a matar, al menos que sea de placer. – Respondió Dragón Negro con alegría descarada mientras trataba de abrirse paso: – Me gusta mucho que tengan tantas agallas. ¡De hecho me excita! Y apuesto que nunca se las metió un hombre de verdad, pero arreglaremos eso. –
“Bueno, se acerca el final de esta obra” Pensó Han Shuo. Había estado observándolo todo empleando el hechizo de Reconocimiento de Vida para poder hacerse una idea de lo que ocurría a pesar de los escombros que bloqueaban la vista. Era evidente que muy pronto todo terminaría y el Dragón capturaría a las elfas o quizá incluso se pusiera a violarlas ahí mismo.
Sin embargo, ocurrió algo que volcó por completo sus expectativas.
Uno de los hombres elfos pareció tomar una decisión y soltó su pesado escudo para tomar su gran alabarda con ambas manos.
– ¡Escape, matriarca! – Gritó el Elfo Oscuro.
Inmediatamente después acometió directamente contra el Dragón Negro, que al verlo venir ni siquiera intentó detenerlo porque estaba seguro de que nada de lo que hiciese podría lastimarlo mientras no expusiera su vientre o la parte baja de su cuello.
– ¡Carga de Sacrificio! –
Tras gritar esas palabras, la Alabarda del Elfo Oscuro resplandeció con una intensa luz azul mientras la velocidad del guerrero sobrepasaba por mucho todo lo visto hasta el momento y entonces dio una furiosa estocada con la punta de su arma.
Un grito desgarrador de dolor resonó en las profundidades cuando la armadura de escamas del Dragón Negro fue atravesada limpiamente y la sangre oscura comenzó a manar de su cuerpo, forzándolo a retroceder desesperadamente. Pero el Elfo Oscuro aún no había terminado su ataque y rápidamente extrajo la punta de su alabarda para dar dos tajos con su terrible filo semejante al de un hacha: uno horizontal seguido de uno vertical.
Unos terribles cortes aparecieron en el cuerpo del Dragón ignorando completamente su defensa. La bestia volvió a rugir y esta vez descargó un terrible golpe con una de sus patas amadas con afiladas garras, pero nunca tuvo oportunidad de vengarse. Porque inmediatamente después de dar su tercer tajo tanto el Elfo Oscuro como su arma se desvanecieron con un último resplandor, igual que un espejismo hecho de sombras y arena.
“¡¿Qué es eso?!” Pensó Han Shuo sorprendió, pues ante sus ojos cubiertos por la magia necromántica la escena había sido muy diferente. Lo que él vio fue que de repente el brillo rojizo que simbolizaba la vida del Elfo Oscuro se había trasladado misteriosamente a la punta de su arma, como si esta hubiese absorbido completamente su fuerza vital.
– ¡Carga de Sacrificio! –
– ¡Carga de Sacrificio! –
– ¡Carga de Sacrificio! –
– … –
Uno por uno los Elfos Oscuros activaron esta misteriosa habilidad contra el Dragón Oscuro. Pero cada uno solo podía desatar tres ataques antes de desvanecerse por completo.
Mientras tanto las Elfas comenzaron a escapar a toda prisa hacia las paredes cavernosas y emplearon magias para abrir túneles en las rocas. La propia Dánae se tomó un instante para mirar con arrepentimiento a los Guerreros Elfos que avanzaban heroicamente hacia su muerte, como si maldijese al funesto destino que los había conducido a tan miserable resultado, pero inmediatamente después dio media vuelta para escapar por la ruta que habían abierto sus subordinadas.
Sin embargo, la voz de Dánae resonó por última vez antes de que desapareciera: – ¡Malditos Troles del Bosque! ¡Algún día haré que paguen con dolores inimaginables por esta traición! –
Mientras tanto los Elfos varones seguían sacrificándose uno tras otro para lastimar al dragón sin importarles nada más. Era una visión horrible. Seguramente todos ellos habían sido educados desde su nacimiento para cumplir este triste propósito, pero no había duda de que era muy efectivo.
“Ahora entiendo.” Pensó Han Shuo, que luego de observar esta extraña magia comenzó a entender su naturaleza. “Se trata de un poderoso encantamiento que trasforma la propia vida del usuario en puro poder ofensivo. Por eso pueden ignorar completamente la inmunidad mágica de las escamas del Dragón. Pero imagino que no podrían hacerlo sin esas misteriosas alabardas. Me preguntó cómo las fabricarán y si esa habilidad también puede atravesar otros tipos de defensas.”
– ¡Desgraciados insolentes! ¡Se atreven a herir el cuerpo del gran y poderoso Gilberto! – Rugió el Dragón Negro y entonces abrió sus terribles fauces para escupir un torrente de magma incandescente sobre los Elfos, muchos de los cuales murieron inmediatamente al no poder esquivar el devastador ataque. Pero los pocos que quedaron se esparcieron alrededor y continuaron entregando sus vidas para asegurar el escape de las hembras. La bestia estaba bastante furiosa, con el cuerpo cubierto de heridas de las que manaba mucha sangre, así que comenzó a arrojar chorros de lava una y otra vez hasta que todo el entorno se trasformó en un verdadero infierno.
– Estamos bastante seguras de que no puede hacerlo sin pagar un gran precio. ¡Bah!¡Pamplinas! – Dijo Han Shuo imitando a Dánae con sorna mientras observaba la escena que se desarrollaba ante sus ojos. Para entonces los Guerreros Troll habían terminado de quitar la mayor parte de los obstáculos que le impedían ver, así que podía analizar bien lo que ocurría.
Las Elfas consiguieron escapar al final, pero el precio fue la vida de todos los Elfos Oscuros. Ahora solo quedaba el Dragón Negro lamiéndose las heridas en medio del terreno que se había vuelto muy liso como el cristal gracias al calor. Era evidente que estaba bastante lastimado, pues cada movimiento le hacía perder chorros de sangre y temblaba como si estuviese a punto de derrumbarse. Pero lo más terrible para el dragón era que sus dos ojos estaban parcialmente lastimados, pues su desplazamiento era errante como si no pudiese ver bien hacia dónde se dirigía
– ¡Prepárense para luchar! – Rugió Han Shuo emocionado y sonriendo de forma siniestra: – Parece que hoy vamos a obtener el prestigioso título de MATADRAGONES. –
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