Violet Evergarden Gaiden

Capítulo 1: La Joven Dama y la Auto-Memories Doll

Parte 4

 

 

Cuando el nombre de Isabella York seguía siendo Amy Bartlett, había recogido a una niña de un distrito de prostitutas cercano casi al amanecer.

Ve a robar algo mejor la próxima vez.


Un niño con un sombrero de caza y una chaqueta que escondía su cuerpo hasta el cuello salió de una tienda de segunda mano que también se dedicaba a la venta de objetos robados. Al mirarlo mejor, era obvio que en realidad era una niña, pero su cuerpo no totalmente desarrollado ocultaba su género. Para que una mujer se vista como un hombre, si no como un pasatiempo, la razón tiene que ver principalmente con la protección de su castidad.

Así era esa ciudad.

Mientras chasqueaba la lengua y escupía maldiciones a las negociaciones ambiciosas del comerciante, Amy encontró a una niña sentada en el suelo mientras salía de la tienda.

–Ah, esta niña…

Más que una niña, estaba más cerca de ser un bebé. Era la hija de una camarada comercial a la que Amy estaba muy unida. Sin embargo, tanto el padre del niño como Amy eran adolescentes del mismo grupo de edad.


Todo el pueblo donde vivía Amy era un distrito de prostitución situado en un punto intermedio que interconectaba a las grandes ciudades. La estructura económica de la ciudad se basaba en entretener a los viajeros que se quedaban sin suministros y a los soldados que se desplazaban. El negocio más común en la ciudad después de la prostitución era el robo. También había casos en los que las prostitutas servían como ladronas.

Las pertenencias robadas se llevaban a la tienda de segunda mano, sus dueños aparecían buscándolas y el comerciante hacía un trato con ellos por el doble del precio original. Era un círculo vicioso de comercio en el que había complicidad entre ladrones y vendedores.

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Amy veía a menudo a esa niña cada vez que salía de la tienda de segunda mano. También había chismorreado muchas veces con la madre de esta última.

— ¿Dónde está tu mamá?

Cuando Amy se lo preguntó, la niña señaló un lugar no muy lejano. Alguien se había desmayado allí. La forma en que estaba torcido el cuello de la persona era extraña, así que Amy supo inmediatamente que había muerto.

— No se mueve.

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— Claro, está muerta

¿Había sido un conflicto debido a los celos, o había sido un atacante cualquiera?

Era inútil decirle a alguien que una persona había fallecido. Como era de esperar, si le dijera que vivir en una ciudad como ésta, donde el 90% de los crímenes que ocurren son olvidados, es peor.

–Pero como no conocemos otro lugar ni otra forma de vida, este es el único pueblo donde podemos vivir.

Amy miró a la niña que aún no era capaz de entender la muerte de su madre. Tenía el pelo esponjoso y rizado de color caléndula. Aunque usaba paños, sus rasgos faciales se parecían mucho a los de su madre.

Si la dejaran sola, probablemente se la llevarían y la venderían a algún proxeneta. O eso o quedaría atrapada en el negocio del robo y sería incapaz de liberarse de él. Si uno presumiera un resultado aún más horrible, todo su cuerpo sería cortado en pedazos y terminaría en las manos de un diletante.

— Tu madre me compró pan una vez.


En el pasado, Amy se había visto obligada a tomar la misma decisión. Para ella, esta niña casi se parecía a ella misma.

— No había conseguido robar ninguna billetera y no había comido nada por quién sabe cuántos días, así que fue una gran ayuda.

La verdad es que nunca había recibido nada de pan de ella, y sólo decía una mentira para usarla como razón.

— Por eso te ayudaré a enterrarla.

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Amy regresó a la tienda de segunda mano, le contó a su dueño sobre la situación y le pidió un hombre para que la ayudara. También estaban presentes conocidos de la madre de la niña, pero nadie propuso denunciarlo a la policía militar.

Después de ser examinada, fue enterrada de forma segura en un cementerio militar cercano. Al terminar el entierro, todos parecían tener los ojos muy pesados.

— ¿Qué hacemos con esa cosa? —El comerciante de la tienda de segunda mano trataba como un objeto a la niña que no intentaba alejarse de la tumba de su madre—. ¿Cortarla en pedazos o venderla? Si me lo dejas a mí, te daré una parte.

En ese momento, las manos de Amy se aferraron al destino de esa niña que para ella no era diferente de un bebé.

–Cuando fui yo, este hombre decidió convertirme en ladrona.

Para Amy, un día a día en el que tenía que vivir como ladrona era lo peor, pero quizás tenía que estar agradecida por no haber sido conservada en formol. No, ¿se suponía que tenía que estar resentida con él? Él la había empujado a vivir en un mundo así.

— La haré mi hermana pequeña.

— ¿Qué?

Por eso Amy pensó en darle a la niña otra opción.

— La convertiré en mi hermana. No hay que cortarla en pedazos ni venderla.

Nadie la usaría, ni ella usaría a nadie. Se le concedería la opción de ser amada como una niña, que podría haber existido incluso si no hubiera nacido en ese lugar.

— Amy. No es tu hija, ¿verdad? ¿Qué sentido del deber tienes al hacer eso?

Amy contestó al dueño de la tienda de segunda mano mientras se reía:

— Por venganza.

Para ella, la niña y la madre, Amy creía que quería vengarse del mundo y del destino que les estaba sometiendo a esas circunstancias.

Amy había estado enojada desde que nació. Y cuando su madre fue asesinada por un matón. Y cuando un hombre la obligó a robar. Incluso ahora, mientras estaba de pie en medio de un cementerio cubierto de niebla matutina, Amy estaba todo el tiempo enojada. ¿Qué era este mundo?, se preguntó.

–¿Qué hice o qué hicieron ellas? ¿Por qué el mundo es tan injusto?

Era lo suficientemente absurdo, violento y cruel como para provocarle náuseas. Todos los días, le dolía el cuerpo o el corazón. No había un solo día sin dolor.

–Quienquiera que haya creado el mundo, quienquiera que haya dado mentes a los humanos y los haya dejado caer a la tierra está loco.

Amy maldijo a los bastardos pervertidos a los que tanto les gustaba ver sufrir a la gente.

Haré feliz a esta niña. Se supone que tuvo mala suerte. Cambiaré eso. Se lo merecen las personas horribles que supuestamente iban a ganar dinero con ella y el Dios que había estado dictando su destino. Sólo miren…. Definitivamente, definitivamente le daré un estilo de vida apropiado.

***

 

 

Amy Bartlett se había convertido en Isabella York un año después de eso.

Justo cuando Amy había aprendido a amar a alguien, un mensajero de alguien que decía ser su padre la visitó. Según el mensajero, incluso ahora quería al niño de una amante con la que se ha asentado por sobre el dinero en un pasado lejano.

Sus herederos habían perecido uno tras otro a causa de una epidemia. Él la sacaría de esa pobreza. Por lo tanto, ella debe presentarse ante él. Aunque el mensajero hablaba de una manera delicada, al final, había venido a decir una cosa semejante.

El destino hizo uso efectivo de la irracionalidad. El mundo sólo usaba a Amy.

Amy preguntó por su hermana pequeña. ¿Qué le pasaría a esta última si fuera a la casa de York?

El mensajero miró a la hermana de Amy, a quien había sostenido en sus brazos y no la había soltado desde que apareció, y sonrió.

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No podrían volver a verse nunca más. A una persona de ese hogar no se le permite estar involucrada con la hija de una prostituta. Si ella hacía todo como se le había dicho, podían enviar a su hermana a un orfanato o a una familia que quisiera tener hijos adoptivos.

— Eso también sería mejor para ella. ¿La dejarás vivir así? —preguntó mientras se reía.

–¿“Déjala vivir así”?

Al ser cuestionada, Amy miró alrededor de su apartamento. Incluso para alguien que vivía solo, las habitaciones eran muy estrechas. No tenía idea de cuántos años de construcción tenía el lugar. Tanto el suelo como el techo estaban inclinados, y si llegaba una tormenta, la gente que vivía allí volaba por los aires. Había una sartén con los restos de una sopa que había hecho dos días antes en la cocina. Era lo único que tendrían como comida para ese día. Faltaba uno de los lados de las cortinas de la habitación. En el suelo yacía una muñeca que había comprado para su hermana. Había dos libros ilustrados. Ambos habían sido limosnas de otra persona. Esos eran los únicos juguetes infantiles que tenían. Debido a una rutina sin horario diurno ni nocturno, su ropa sucia parecía estar a punto de desbordarse de su cesta.

Era un apartamento desordenado. No había nada limpio. Sin embargo, era lo máximo que Amy podía hacer en este momento. No había nada más  que pudiera hacer. No importa cuánto tritura su cuerpo y trabajara, Dios no le daría nada. No existía. Al menos, nunca se le había aparecido.

No había esperanza en su vida. Nada de pasión. Nada de bondad tampoco. No había ni una sola cosa que brillara en un mundo tan tenue como el de las tinieblas. Si sólo hubiera una cosa maravillosa en él…

— Hermana mayor —desde los brazos de Amy, el más precioso de los elementos que la componían, su hermana pequeña, emitió una voz llorosa—, —Her-Hermana mayor —Quizás al sentir la angustia de su guardiana con todo su cuerpo, había empezado a poner cara de llanto—. Hermana mayor.

Todavía no era capaz de decir el nombre de Amy correctamente, así que le habían enseñado una abreviatura de “hermana mayor” como nombre provisional de una mascota. (Nota: en la traducción al inglés la niña llama a Amy “Big Sis” como abreviatura de “Big Sister”).

— Hermana mayor.

Amy había querido hacer muchas cosas por la niña una vez que creciera.

— Hermana mayor.

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Quería que asistiera a la escuela, que hiciera amigos y que viviera muchos momentos agradables.

Su relación había comenzado por venganza, pero ese no era el caso ahora. Había logrado encontrar la esperanza de vivir en su vida insatisfecha y horrible.

Salvar a un pequeño ser vivo que no estaría protegido por nadie más que por ella.

Era la única cosa maravillosa de Amy. Se había convertido en la razón por la que luchaba en ese momento para vivir.

Vamos, sólo hay una respuesta que puedes dar, ¿verdad?

El hombre que le extendía una mano en la delgada oscuridad de la noche se estaba convirtiendo no en un ángel sino en un demonio. Las campanas de alarma resonaron en su cabeza, diciéndole que aquellos que avanzaban más allá de ese punto tenían que desechar por completo la esperanza.

No podía permitirse el lujo de separarse de lo valioso en su vida, y que finalmente había encontrado. No quería hacerlo. Quería huir.

–…pero…

Como había dicho el hombre, solo había una respuesta que podía dar.

***

 

 

A lo largo de una carretera de verde floreciente, había un orfanato creado a través de la renovación de un edificio que solía ser una iglesia. En las cercanías de la institución nacional, a la que Drossel contribuía, había campos y pastizales que servían de sustento a los inquilinos.

Los niños que habían sido acogidos estaban trabajando en la granja mientras ocasionalmente jugaban entre sí. Mientras el personal que los vigilaba les reprendía con la frase “Háganlo con seriedad”, pudieron escuchar el ruido de una motocicleta, el cual no se podía discernir bien debido a que estaba muy lejos de donde estaban. Circulaba ágilmente por el camino de tierra sin pavimentar.

Dicha motocicleta que atravesaba una escena de alegre rutina se detuvo frente al orfanato. Justo cuando el personal fue a preguntar por el invitado, un hombre estaba bajando de la motocicleta.

— Es el correo.

Era un cartero extraño que usaba botas de tacón alto que parecían dificultar el andar en una zona tan rural. Su forma de hablar era áspera, pero había saludado apropiadamente.

Los envíos postales eran cartas, y el destinatario era una niña que acababa de llegar al orfanato. Era una niña que todavía no podía hacer trabajos agrícolas.

A pesar de que el hombre lo rechazó y afirmó que entregaría el correo en persona y no escuchó a nadie, el personal lo condujo a la habitación donde se encontraba la niña. Al entrar en dicha habitación, la niña estaba observando distraídamente las luces de colores que brotaban de un vitral que había permanecido intacto desde los tiempos en que el lugar era una iglesia.

Las vívidas luces que se habían fundido transparentemente en la habitación la iluminaban. Tal vez la habitación era un lugar para guardar el material de recreo propiedad de los niños, ya que había muchas estanterías y juguetes dispuestos en ella. Una joven vestida de monja, que parecía que le gustaban los niños, estaba cuidándolos.

— Tienes dos cartas dirigidas a ti —El cartero se agachó para mirarla a los ojos y le ofreció las cartas.

La niña no trató de tomarlas. Podría ser su primera vez recibiendo cartas.

Se sacó de la boca el dedo que había estado chupando y se señaló a sí misma.

— Taylor.

Un resplandor que parecía atraer a la gente flotaba en sus grandes ojos. Aparentemente, ella estaba dando la bienvenida al elemento extraño que había entrado abruptamente en su vida, el cartero.

La voz del hombre resonó con un tono naturalmente suave:

— Sí, son para ti —Sus ojos se entrecerraron y sonrió un poco.

— ¿Para Taylor?

— Así es. Dos cartas para la Srta. Taylor Bartlett. ¿Sabes leer? Supongo que hacer una pregunta a una mocosa que parece un bebé es estúpido. Oye, tú, la de allá, ¿sabes leer?

De repente, cuando el apuesto cartero le habló mientras ella permanecía en silencio, la joven monja tenía la cara roja. Luego agitó la cabeza en silencio.

— No hay forma de evitarlo. Oye, Taylor, te las leeré. ¿Está bien eso?

— Taylor.

— Genial, así que está bien.

— Hermano Mayor.

— ¿Quién es el Hermano Mayor? Yo tengo “Benedict Blue” como mi increíble nombre … No, escucha. Estos dos sobres han sido enviados por un remitente diferente. Uno es de Violet Evergarden. Ella es mi colega. Allí dice que puedes visitarla si tienes algún problema o algún favor que pedir en el futuro. Incluso, cortésmente, incluyó un mapa al Servicio Postal CH… Significa que puedes venir si tienes problemas para conseguir un trabajo—El cartero, Benedict, le pasó la carta a Taylor después de haber terminado de leerla—. Siguiente: Remitente desconocido. Está escrito en él…. ¿Qué? Tan corto… —No había ningún otro texto mientras intentaba dar vuelta al papel, así que Benedict lo leyó tal como estaba—, “Esta es una palabra mágica que te protegerá: “Amy”. Sólo tienes que recitarla”… es lo que dice.

Taylor reaccionó con sobresalto a esa palabra. Sus ojos se abrieron de par en par, parpadeando varias veces.

Sólo por el hecho de sacarlo a la luz, Benedict se inclinó hacia la monja y le lanzó una queja:

— Deberías enseñarle a leer a esta niña.

— Tal vez sea por el entorno en el que se crió, pero su absorción del conocimiento se queda atrás en comparación con los otros niños. Tenemos que cuidar a los otros niños también, así que no tenemos tiempo para enseñarle con supervisión constante..

— Lo entiendo, pero —comenzó Benedict—, va a ser necesario para cuando crezca, ¿no? Y lo que es más importante, no puede leer las cartas … aunque me tomé la molestia de entregarlas. La gente escribe  cartas porque quiere que sean leídas, ¿no? Y hay dos. Dos personas que le enviaron cartas. Está bien si lleva tiempo; sólo enséñale.

A diferencia de las Auto-Memories Dolls, el trabajo de los carteros era la entrega. Sin embargo, incluso para ellos, el deseo de   enviar correctamente los sentimientos que alguien les había confiado era el mismo.

Las Auto-Memories Dolls llegaban a ver las caras de sus clientes, pero en su mayoría no veían las caras de las personas a las que los clientes les enviaban cartas. Los que son testigos del momento en que llega la entrega de alguien son ellos.

Indiferente al intercambio entre Benedict y la monja, Taylor intentaba pronunciar la palabra que le habían dicho:

— A-… hermana

Lo intentó, pero lo que salió fueron palabras diferentes. Ese era el apodo de la persona adulta que había estado con ella durante un año en su vida, que acababa de empezar.

Una cama nueva, muchos extraños que nunca antes había visto. Dentro de ese cotidiano diario, sus recuerdos de esa persona se desvanecían. Taylor ya no recordaba ni siquiera la cara de su propia madre. Seguramente sus recuerdos de la persona llamada “Hermana Mayor” serían lanzados a un horno del olvido.

— Hermana mayor.

Sin embargo, ahora era diferente. Podía recordar la muñeca que esa persona le había dado y el sabor de su sopa.

— Hermana mayor, hermana mayor.

Podía recordar el calor de los tiempos en que fue abrazada por ella, así como su cabello que solía oler azucarado.

— Hermana mayor.

Podía recordar el hecho de que esa persona solía ser una existencia significativa para ella.

Cuando las lágrimas aparecieron en sus ojos, pudo recordar los vestigios.

— Amy.

Para Taylor Bartlett, antes de que se diera cuenta, esa palabra se había convertido en un hechizo mágico para reunir valor.

***

 

 

La chica miraba fijamente un edificio de ladrillo rojo que tenía una veleta en su parte superior.

Mientras la muchacha estaba de pie a la orilla del camino, la gente entraba y salía incesantemente de esa compañía postal de apariencia un poco anticuada. Un joven que lleva un paquete. Una mujer joven que sostiene una carta dirigida a un ser querido bajo el brazo.

Las ventanas ya estaban abiertas.

Dentro del lugar, un cartero subió a su motocicleta mientras bostezaba. Una mujer hechizantemente hermosa vino tras él trotando. Chasqueando su lengua hacia ella mientras se apoderaba con fuerza del asiento del pasajero, el joven hizo una cara que no parecía nada insatisfecha desde un ángulo que ella no podía ver.

Desde el balcón del tercer piso se escuchaban risas animadas. Igual que la voz de una mujer joven que estaba enojada por alguna razón. Finalmente, un hombre se dirigió al balcón con una taza de té en la mano. Vio a la chica, que no era más que una parte del paisaje de la ciudad, y la saludó con sinceridad a pesar de que era su primer encuentro.

Después de eso, una joven mujer de lustroso cabello rubio apareció.

Era un lugar más ruidoso y valioso de lo que se había imaginado. Para la chica, ese lugar era de ensueño.

Agarrando con firmeza el vestido blanco con el que estaba vestida, se acercó. Y, al mismo tiempo, recitó un hechizo mágico.

— “Amy”

***

 

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Mi más amada Taylor,

esta es una carta que no puedo enviar.

De ahora en adelante, no tendré ningún tipo de relación contigo. Este es el acuerdo que he hecho.

Taylor, la verdad es que tal vez no quería ser una hermana mayor, sino una madre.

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Te amo, así que tomé esta decisión yo sola. Me pregunto cómo afectará esto a tu vida. No pararé de desear que vaya en una buena dirección.

Seguro que te olvidarás de mí. Me pregunto si crecerás pensando que no tienes familia. Pero ¿sabes, Taylor?, aunque ya no esté cerca, e incluso si me entierro en tus recuerdos, dirás mi nombre. Sólo eso es suficiente.

Nuestro vínculo es eterno.

El hecho de que me gustaba tu cabello, el color de tus ojos y tu sonrisa, y el hecho de que creía que quería hacerte feliz, todo eso se volverá eterno. Ya que “Amy” es un nombre que no puedo seguir recibiendo, ya que te amé y como ese tiempo fue una eternidad para mí, habrá una continuación de ello cada vez que recites algo como si fuera magia. Habrá una continuación del yo que tanto amas.

Por eso, Taylor, di mi nombre si te sientes sola.

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