Great Demon King

Libro 4: La Ciudad del Valen

Capítulo 136: Diferencia de Clase

Han Shuo también se quedó estupefacto cuando vio que el anciano se aproximaba, pues de pronto se irguió y de repente pareció rejuvenecer varios años. Tenía un porte digno, marcial y poderoso, típico de quien ha soportado muchas tormentas de frente, sin retroceder un paso. Ya no podía verse nada de la torpeza que inicialmente había aparentado cuando estaba bebiendo su vino.

Phoebe le volvió a pellizcar de forma disimulada para señalarle que tenía que pedirle disculpas al anciano. Lawrence en cambio permanecía en silencio, pero en sus ojos brillaba la misma advertencia y con un mayor toque de urgencia.

Han Shuo respondió con un tono apenado: – Venerable, sus oídos son realmente prodigiosos. Pero puedo asegurarle que nunca quise ofenderlo. Simplemente le señalaba su presencia a una dama que podría estar interesada en recibir su galantería. –

– Oh, ahora esto me parece bastante interesante. No esperaba encontrarme con un hombre de tan buen corazón como para presentarme a una compañera con la cual compartir mis últimos años. – Dijo el anciano sonriendo y entonces se dirigió directamente a Phoebe mientras tomaba su mano para depositar un suave beso sobre sus dedos: – Pero me temo que a mi edad ya soy indigno de la mirada de una dama tan hermosa, así que debo rechazar la propuesta de este joven amigo por más bien intencionada que sea. –

Todos se quedaron atónitos al escucharlo y el rostro de Phoebe se puso colorado. Luego le lanzó una mirada iracunda a Han Shuo por haberse puesto a jugar con fuego.

– No, venerable. Me refiero a esta señora, que parece estar demasiado necesitada de atención ya que no ha dejado de levantar la voz desde que llegó al salón. – Dijo Han Shuo sin pensarlo mucho. El porte digno del anciano y sus palabras lo habían intimidado un poco y sin querer dijo exactamente lo que pensaba en un intento por sacudirse ese sentimiento.

– Ahora si me estás ofendiendo joven. – Respondió el anciano con un gesto hastiado: – Si bien la guerra me ha obligado a enfrentar muchos horrores, ni siquiera yo tendría estómago para relacionarme románticamente con esta persona. –

– ¡Excelencia!… – Comenzó a gritar Valeria indignada.

– ¡Silencio! – Bramó el anciano cortándola antes de que pudiera decir otra palabra. Luego le dijo mirándola enojado: – Tu marido tenía sus defectos, pero era un hombre valeroso que luchó hasta el último momento por el bien de nuestro Imperio. Yo lo apreciaba enormemente y nunca entendí como pudo haberse casado con una criatura tan tonta, pero se ve que tras su muerte has olvidado toda la dignidad que te corresponde y te comportas como una simple bellaca. ¿No sabes que el autocontrol y la disciplina es el comportamiento que se espera de un Aristócrata, mientras que entregarse al placer es lo más humillante y servil? ¡Cállate ahora mismo antes de que deshonres aún más el apellido de tu difunto esposo! –

Las palabras del anciano resonaron por todo el salón como la sentencia de un dios y en ese momento parecía tan digno e imponente que bien podría haber sido confundido con una deidad. Todos se quedaron en silencio por unos momentos e incluso Han Shuo se sintió llamado a seguir las instrucciones de este viejo sin protestar, pues tenía ese carisma que se espera de los grandes reyes de antaño y que impulsa a todo su pueblo para pelear hasta la muerte por su líder.

Lawrence fue el primero en recuperarse e inmediatamente caminó con paso firme y decidido frente a Cameron. Luego sorprendió a todos los presentes cuando dijo de un modo tajante: – Señor, usted y la Señora Marquesa han ofendido a nuestros invitados y amigos. Como hijo mayor de la casa Égadas debo pedirle que por favor se retiren inmediatamente. –

Que un joven, incluso el hijo del señor de la casa, despidiese a un aristócrata de semejante manera era una de las mayores humillaciones posibles. Cameron no era tonto y se dio cuenta por el grito de Valeria que el anciano frente a él tenía que ser alguien a quien no se podía permitir ofender en modo alguno; también sabía que Lawrence era el único hijo del Cuestor Imperial, pero la ira repentina pudo más que su conciencia y le gritó con furia: – ¡Cómo te atreves, mocoso engreído! –

– ¿Qué está pasando aquí? –

En algún momento Alan de las Égadas se dio cuenta de la conmoción y ahora estaba viniendo con paso firme, rodeado de una nutrida comitiva de parientes y amigos. Su rostro de crispó en el momento que escuchó el modo vulgar en que le gritaban a su hijo, pero rápidamente recuperó la compostura. Primero puso una mano sobre el hombro de Lawrence mientras sonreía, pero luego miró a Cameron de forma severa antes de decir: – ¿No has oído las palabras de mi hijo? ¿O quieres que yo las repita para confirmarlas? –

– ¡Cuestor Imperial! ¡Incluso usted tiene que comprender…! –

– ¡No os comprendo! – Interrumpió Alan con un tono que no admitía ninguna réplica: – Pero aún si comprendiera no hablarás más alto. Estoy aquí en mi casa y en este lugar sólo yo tengo el derecho de levantarle la voz a mi hijo o reprenderlo. ¡Salid ahora mismo! –

Cameron sintió que le daba un ataque y se le revolvía el estómago. Recibir esas palabras de un Aristócrata que hasta el momento le había brindado la mejor de las atenciones y que era famoso en toda la ciudad por su comportamiento honesto y cortés, representaba un golpe mortal para su orgullo. Pero lo cierto era que tanto él como su acompañante acababan de quedar completamente en ridículo y decir algo más podría terminar desencadenando un duelo a muerte con un funcionario de la Corte quien además era un amigo personal del Emperador. Sabía que debía retirarse inmediatamente antes de que ocurriese algo peor, sólo que su ira le impedía reaccionar.

Entonces ocurrió algo que hizo desaparecer cualquier pensamiento de venganza en su mente.

Lawrence se volvió hacia el anciano con paso firme y realizó una reverencia profunda mientras decía: – Salve, su Excelencia Aurelio, gran general de nuestra nación y Senador del Imperio. –

Si un relámpago hubiese caído frente a Cameron en ese mismo momento no le habría sorprendido tanto como esa declaración. Hace tan solo unas horas había presentado a Emily y mencionado el nombre de la familia Asturias, pero falló en reconocer al mismísimo Duque cuando estaba justo en frente de sus ojos.

Su confusión en realidad tenía una explicación sencilla: El General Aurelio era demasiado ilustre y poderoso como para ser conocido en persona por cualquier Aristócrata que no hubiese llegado por lo menos a ser Senador o unirse a la Corte Imperial; las estatuas que se habían erigido en su nombre para conmemorar sus victorias lo representaban cuando todavía era un adulto y no un anciano. También era famoso por ser una persona generalmente sobria, así que no llevaba puesta la túnica senatorial los días que el consejo no estaba reunido, ni tampoco los blasones de su familia, sobre todo desde que se retiró del ejército.

Han Shuo se sintió sorprendido, pero inmediatamente entendió por qué Lawrence había expulsado de un modo tan poco diplomático a Cameron, ya que entre mantener las formalidades y arriesgarse a molestar a un miembro de la Familia Asturias resultaba obvio cuál era la acción correcta.

Con un rostro pálido por el miedo, Cameron prácticamente se arrodillo servilmente ante el anciano Aurelio mientras luchaba por articular sus palabras: – Mis disculpas… noble… gran… ¡No lo había reconocido, excelencia! ¡Por favor perdóneme! –

– Que alguien de tu calaña no me conozca es señal de que aún puedo escoger bien con quién me relaciono, tus disculpas no son necesarias. – Respondió Aureliano de forma tajante: – Ser temerario, ambicioso y hasta cruel es lo correcto para los hombres; pero uno nunca puede comportarse de forma cobarde como lo haces tú cuando intentas usar tus influencias para imponerle un contrato a una señorita con el único fin de quitarle las riquezas que su familia a construido tras el esfuerzo de generaciones. ¡Encima lo haces descaradamente y en frente de todos! –

– ¡Yo no pretendía…! –

– ¡Ahórrate las excusas inútiles! – Interrumpió Aureliano: – Ya es tiempo que te retires. Y no te vayas a olvidar que, si vuelvo a escuchar que estás acosando a los súbditos de su Majestad Imperial, personalmente me encargaré de llevarte a la ruina. –

– Como Cuestor Imperial tampoco me quedaré en silencio. – Agregó Alan de las Égadas con frialdad.

Cameron bajó la cabeza frente las miradas desdeñosas de todos los invitados. Valeria estaba tan enojada que trató de decir algo, pero Cameron inmediatamente masculló – ¡Cállate! – para luego decirle al anciano senador: – Hemos sido terriblemente maleducados, Excelencia. Le ruego que me permita disculparme como es debido en otra ocasión. –

Y tras pronunciar esas palabras se inclinó una vez más ante el señor Alan antes de retirarse apresuradamente llevando consigo a la aturdida Marquesa Valeria. No era para menos, porque sin importar cuan rico fuese, nunca podría comprar el prestigio que acompañaba al nombre de la milenaria familia Asturias y no había forma de que saliese bien parado si se enfrentaba con ellos.

– No he conocido a muchos jóvenes que estén dispuestos a discutir de ese modo con una Marquesa, por más que esté insultándolo en frente de su novia. – Dijo el Duque Aurelio mientras miraba a Han Shuo con una sonrisa divertida y curiosa: – Aun menos son los que pueden hablar conmigo directamente sin bajar la mirada, incluso cuando no saben quién soy. Tienes agallas. –

La verdad era que Han Shuo estaba bastante asustado en ese momento, por ese motivo se había quedado callado durante tanto tiempo mientras el Duque ponía a esos dos en su sitio. Lo que ocurría era que su forma de lidiar con esas emociones era diferente y de un modo natural sus gestos faciales se mantenían neutrales, pero el anciano Aurelio estaba confundiendo esto con valor. Tampoco es que tuviese motivos inmediatos para tenerle miedo, porque en ningún momento había insultado al viejo senador; pero no podía dejar de estremecerse ante la posibilidad minúscula de que este antiguo general pudiera averiguar de alguna manera que actualmente era el amante de la esposa de su difunto hijo o de lo que había estado haciéndole a su hermosa nuera en el invernadero. Pero cuando Aurelio se dirigió a él directamente tuvo que responder.

– Salve, Excelencia Aurelio. Conocer a tan legendario conquistador es el honor más grande que he tenido y espero que pueda disculpar a este joven ingenuo por esa pequeña broma. –

El senador Aurelio sonrió de un modo extraño y luego respondió: – Ja. No sé muy bien que decirte, joven. Soy conocido por muchas cosas, pero… ¿Por ser magnánimo? Eso aún está por verse. –

Han Shuo se sintió muy desconcertado al escuchar esa respuesta que no era la esperada y por un momento no supo que decir. Si por algún motivo terminaba enojando a este terrible anciano estaría muerto antes de saber cómo había sucedido y seguramente ni el Manto Oscuro podría protegerlo, pero por otro lado no iba a dejar que el miedo lo controlara, así que sonrió antes de decir: – Entonces es bueno que haya venido, si esta es mi última comida me alegro que sea en un delicioso banquete con buen vino y buena compañía. –

La respuesta cómica de Han Shuo hizo reír al general Aurelio e incluso logro obtener una mirada de respeto proveniente del anciano.

– ¿Padre? ¿Con qué estás tan entretenido? –

Quien hablaba era Emily, que ya había terminado de arreglarse el vestido casi perfectamente y uno tendría que ser muy hábil para darse cuenta de que algo le había sucedido. Naturalmente se sorprendió de ver a Han Shuo hablando con su suegro y no pudo dejar de intervenir.

Una expresión de dolor mezclado con ternura atravesó por un momento el rostro del anciano senador al mirarla. Cuando Aurelio se retiró del ejército, la carrera militar de su hijo Aureliano estaba en ascenso y ya era un general de renombre con muchas victorias en su haber, así que la prosperidad de su casa parecía tan sólida como los cimientos de la tierra y Aurelio no tuvo ningún reparo en adelantar la sucesión para nombrar Duque a su hijo. Al mismo tiempo consiguió obtener la mano de Emily para Aureliano a fuerza de muchas negociaciones y sacrificios, con lo que aseguró no solamente el poder de su facción en el Senado sino también la estabilidad política del imperio durante al menos 20 años.

Pero el mismo día en que tendría que haber culminado toda una vida de logros y prosperidad ocurrió una terrible emergencia. El Emperador estaba ausente, la información del Manto Oscuro no era concluyente y Aurelio creyó que la mejor decisión era atacar inmediatamente, así que envió a su hijo justo después de la ceremonia en el templo y ni siquiera hubo tiempo para que regresara a su casa donde ya todo estaba listo para celebrar el banquete.

Tuvo razón, por supuesto. La amenaza justificaba el envío de un general experimentado, pero lo que nunca soñó fue que su amado hijo muriese en combate.

Todo se vino abajo en una sola tarde: Sus alianzas políticas, su perfecto sucesor, la estabilidad del Imperio Itálico e incluso él mismo estaba en riesgo de perder su posición porque oficialmente ya no era el Duque oficial de su casa tras haber trasferido el título a su difunto hijo. Naturalmente había recursos legales que podía utilizar para recuperar el cargo, pero Aurelio estaba demasiado ocupado llorando a su hijo y realizando los ritos funerarios correspondientes. Sus enemigos aprovecharon entonces para atacarlo en el Senado de una forma verdaderamente vil, aunque también era la única posible si esperaban tener oportunidad de derrocar a alguien con sus antecedentes.

Fue la pequeña Emily quien salvó a todos en ese momento. En aquellos días solo tenía 14 años, pero afirmó con valor que continuaría llevando el apellido Asturias para que las alianzas políticas se mantuviesen y también que renunciaría al título de Duquesa en favor de su suegro. Eso la condenaría a una vida llena de ataques políticos casi diarios, presión de la sociedad y sobre todo de los enemigos de la casa Asturias que no soportaban el haber perdido la oportunidad de derrotar a sus más grandes rivales por la intervención de una mujer.

Así fue como el sacrificio de Emily salvó a la familia de su difunto marido junto con todas sus alianzas en el Senado. Pero a cambio se condenó a una vida de soledad, en la que tenía detractores por todas partes y ni siquiera podía arriesgarse a cultivar cualquier tipo de relación con nadie sin ponerlo en el ojo de la tormenta.

Y Aurelio nunca lo olvidó. Todos los días trabajó incansablemente para mantener unida a la facción neutral a pesar de que los años ya se estaban cobrando su precio y pasó mucho tiempo antes de que pudiese neutralizar a sus enemigos y vengarse de todos aquellos que se atrevieron a calumniar a su nuera. Por suerte la propia Emily no dejó de ayudarle, demostrando ser muy talentosa en diversas áreas, sobre todo en la magia. Cuando ella alcanzó el grado de Archimaga, todos supieron que la familia Asturias volvía a tener un miembro poderoso en sus filas y los que habían hablado contra ella pronto se arrepintieron.

La tormenta había pasado, pero Aurelio todavía sentía que le debía demasiado a esta fiel y leal nuera a la que había llegado a querer tanto como a su propio hijo Aureliano. Nunca se perdonó el no haber podido defenderla o asegurar su felicidad, nunca se perdonó el tener que condenarla a una vida solitaria y peligrosa.

– Nada, nada, pequeña. – Respondió Aurelio con tono paternal mientras se encogía de hombros y sonreía alegremente: – Acabo de conocer a un joven interesante. Pero creo que ya les impuse demasiado mi presencia a todo el mundo, será mejor que dejemos esta sala para que los enamorados bailen. –

Aurelio se apoyó en el brazo que Emily le ofrecía y comenzó a regresar donde se encontraban las bebidas. La hermosa Archimaga no tenía más opción que seguirlo, así que se retiró sin decir nada más, aunque antes logró darle a Han Shuo una mirada sutil que no pasó desapercibida para él.

Tampoco dejó de captar un último susurro pronunciado por Aurelio cuando creía que nadie más escuchaba: – En verdad no entiendo por qué de pronto me arrastras a tantos eventos, querida Emily. Recuerdo muy bien que siempre detestaste las galas y jamás asistías si no era obligatorio, ahora en cambio aceptas cada invitación son una sonrisa. ¿Acaso algo muy bueno te ha ocurrido últimamente? –

Las palabras del anciano senador parecían indicar que de repente Emily estaba actuando de un modo inusualmente alegre y Han Shuo no pudo evitar sonreír al darse cuenta de que él era el principal motivo. Lamentablemente alguien muy inteligente estaba parado a su lado y se dio cuenta de su repentina alegría.

– Así que ella es Madame Emily, viuda del noble Copríncipe Aureliano. – Dijo Lawrence en voz baja mirando a Han Shuo de reojo: – Escuché a muchos nobles alabar su belleza, pero ninguno le ha hecho justicia como se merece. Sin embargo, a pesar de que esta es la primera vez que la veo, por alguna razón su silueta me parece familiar. ¿Por qué será? –

Esas palabras eran una clara insinuación, pero Han Shuo se mantuvo impertérrito y simplemente alzó una ceja aparentando que no entendía. No es que se avergonzase si Lawrence lo descubría porque en realidad no estaba comprometido con Phoebe, pero si alguien se enteraba que era amante de Emily la pondría en problemas y seguramente él tendría que escapar del Imperio inmediatamente para que no lo mataran.

– No te preocupes, pequeña Phoebe, si ese tal Cameron vuelve a molestarte simplemente avísame y haré que le caiga un inspector encima. ¡Veremos si sigue tan altanero luego de una investigación oficial! – Dijo Alan de las Égadas, que no había escuchado el comentario de su hijo: – Y tú joven Bryan, el Senador simplemente es un poco excéntrico con sus bromas, pero estoy bastante seguro de que le has caído muy bien, así que no temas. –

– ¿Está seguro de eso, mi señor? – Preguntó Han Shuo con una sonrisa que pretendía ser inocente.

– Seguro. – Dijo Alan con amabilidad, pero su expresión se volvió seria por unos momentos cuando dijo: – No lo conozco tan bien, pero puedo decirte esto: Si el gran general Aurelio fuese tu enemigo, no te cabría la menor duda. –

Algo en la mirada del Cuestor le dijo a Han Shuo que esas palabras eran una clara advertencia tanto para él como para Lawrence que se encontraba parado a su lado: “Si Aurelio quisiera matarte, ni yo ni mi familia haremos nada para detenerlo. Tampoco dejaré que Lawrence se involucre de ningún modo sin importar qué tan amigos sean. Mejor no juegues con fuego.”

– Muchas gracias. – Respondió Han Shuo inclinándose profundamente para demostrar que entendía el mensaje: – Me aseguraré de recordarlo y también la gran amabilidad que me ha demostrado el día de hoy –

“En pocas palabras: no haré nada para ofender a Aurelio. Tampoco pienso pedir la ayuda de Lawrence como mediador si estalla un conflicto entre nosotros” Pensó Han Shuo y la sonrisa volvió al rostro de Alan, como queriendo decir que aprobaba su respuesta y podía continuar siendo amigo de su hijo sin que él se opusiera.

– Querido Padre, creo que tus invitados te necesitan. Yo me ocuparé de hacerles compañía a mis amigos. – Dijo entonces Lawrence con una alegría que borró del todo cualquier tensión remanente.

Alan de las Égadas asintió amablemente y dijo antes de volverse: – Hablé en serio con respecto al Senador Aurelio. No está molesto. Incluso me atrevería a afirmar que le has causado una primera impresión bastante buena. En su lugar son Cameron y la Marquesa quienes se han ganado su desagrado. La vida seguramente se volverá muy peligrosa para esos dos… Pero basta de problemas. El baile ya ha comenzado y ustedes deberían disfrutarlo. ¡Aprovechen su juventud! –

– No te preocupes. – Agregó Lawrence cuando estuvieron solos: – El general Aurelio es carácter noble y desprecia a los cobardes. Creo que tu broma realmente lo puso de muy buen humor. –

– ¿Lo conoces bien? – Preguntó Han Shuo intrigado porque Lawrence hablase de ese modo tan familiar sobre un personaje con semejante abolengo.

– Yo nunca afirmaría eso. – Respondió Lawrence usando el mismo tono político con el que había conversado cuando estuvieron en el comedor de la Academia Babilonia y Han Shuo le reprochó el que no aceptase ni negase nada. Era evidente que estaba bromeando con él.

Ambos soltaron una carcajada al mismo tiempo, mientras Phoebe los miraba confundida. Pero luego la música comenzó a sonar de nuevo y Lawrence se despidió de ellos con un gesto, pues también tenía que atender a otras personas.

– Ven, baila conmigo. – Dijo Phoebe sonriendo mientras tomaba el brazo de Han Shuo para dirigirse al centro del Gran Salón, pero este comenzó a resistirse instintivamente.

– ¡Olvídalo, nunca aprendí a bailar! –

Phoebe lo miró sorprendida, pero luego recordó que Han Shuo había sido un esclavo y tenía sentido que no supiese muchas cosas. Por un instante vaciló como si fuese a darse por vencida, pero entonces sonrió de forma pícara y dijo: – No hay problema, puedo enseñarte. ¡Vamos! –

– ¡Sólo te pondré en ridículo! ¡No sabes lo inútil que soy para este tipo de cosas! – Insistió Han Shuo, que sin querer estaba recordando su antigua vida en la Tierra, cuando demostró no tener ni un poco de talento para la danza.

– ¿Ya olvidaste nuestro acuerdo? – Preguntó Phoebe poniendo las manos en su cintura y haciendo un adorable puchero: – El banquete incluye naturalmente un baile. –

De inmediato envolvió sus manos tiernamente alrededor del brazo de Han Shuo y antes que él pudiese decir nada más comenzó a llevarlo hacia la pista de baile sin importarle que estuviese de acuerdo o no.