Overlord

Volumen 14: La Bruja del Reino Caído

Capítulo 3: El Último Rey

Parte 6

 

 

El ministro de asuntos militares se sorprendió por esta respuesta. Sus ojos estaban tan abiertos que casi eran círculos. Quizás esa era la primera vez que Zanac lo había visto hacer esa expresión.

Zanac comenzaba a recordar su tiempo con el Rey Hechicero.

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Era cierto que exteriormente, parecía ser un monstruo aterrador, uno que exudaba un aura opresiva. Zanac ni siquiera podía comprender cuán alto valor tenía la ropa que llevaba. Sin embargo, aun así, su única prioridad, la razón detrás de todas sus acciones, era la felicidad de aquellos a quienes apreciaba. ¿No era éste el más común de los deseos?

Honestamente, esa no debería haber sido la reacción de un no muerto, el enemigo mortal de los vivos. Él era demasiado humano.

No podía entender el nivel exacto de consideración que el Rey Hechicero había puesto en este asunto para llegar a esta conclusión, pero a partir de esa conversación, podía simpatizar un poco con él.

“Jaja, sí, de hecho. Es tan humano como cualquier otro humano.”

Zanac desviaba la mirada del ministro hacia el exterior de la tienda.

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Si es así, antes de que las cosas salieran de esta manera, tal vez podría haber pensado en un mejor método para lidiar con esto. Pero, ya habían pasado el punto de no retorno.

“Entonces. ¿Cuál es el estado de la jerarquía de mando y los preparativos de batalla?”

“Los subordinados de Su Alteza, los de la capital están listos para mudarse de inmediato y la distribución de nuestros hombres entre las residencias de la capital demostró ser efectiva. Sin embargo, la velocidad de los nobles con territorios deja mucho que desear. Todavía están debatiendo sobre quién debería ser vanguardia.”

El ministro de asuntos militares gritaba sin ocultar su molestia.

“Hmmm, eso no se puede evitar. Después de todo no están bajo nuestro mando. Algunos de los nobles ni siquiera han tomado la decisión de sacrificarse a sí mismos. Solo podemos esperar que no inicien la batalla antes de que el resto de nosotros estemos listos. Cuanto más bajas sean nuestras expectativas, menos decepcionados estaremos.”

De hecho, era preocupante si ni siquiera podían sincronizar sus fuerzas para esta batalla. Dicho esto, sin sus fuerzas, perderían una cuarta parte de sus soldados movilizados. Ese escenario sería igualmente problemático.

Incluso si la magia del Rey Hechicero fuera solo matar 200,000 como la última vez, suponiendo que la mitad de su ejército y sus nobles correspondientes sobrevivan. ¿Cuánta responsabilidad recaería en una cuarta parte de sus fuerzas actuales?

“Entonces. ¿Cuál es nuestra estrategia actual?”

“No usaremos ninguna estrategia, Su Alteza.”

El ministro de asuntos militares se reía de una manera cansada y apática.

“No tenemos una formación en mente, solo cargaremos ciegamente. Por eso… Si no hiciéramos nada para evitar que los soldados pierdan la moral, eso no sería bueno… ¿Debo formar una fuerza anti desertores?”

“No deberías. En lugar de eso, los caballeros reales deberían estar estacionados en el frente y…”

“Su Alteza, perdóneme por hablar fuera de línea, pero sugiero que seamos la vanguardia.”

Zanac miró hacia él con una mirada que decía. ¿Estás seguro? Dejando a un lado su propia condición, era difícil para él imaginarse a este hombre flaco y enfermizo balanceando una espada.

“Si alguien tiene que pararse al frente, permítame ser ese hombre. Su Alteza debería mandar desde la retaguardia.”

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Zanac y el ministro se miraron por un momento y él asintió con la cabeza.

“Estoy muy contento de que pudieras entender…”

La mirada del ministro se dirigió hacia el techo de la tienda. No había nada notable allí ni podía ver el cielo, pero lo miraba por un momento mientras murmuraba para sí mismo.

“Para ser honesto, nunca me gustó ese hombre Stronoff, sin embargo no pasa un día en el que no quisiera que pudiera estar aquí…”

“Puedo simpatizar contigo. Es solo eso, me caía bastante bien.”

Justo cuando el ministro sonreía mansamente, se escuchaba una conmoción afuera.

“¿Que está pasando? ¿El Reino Hechicero hizo su movimiento?”

“No…”

Zanac levantaba la oreja y se echaba a reír.

“En absoluto.”

Un grupo de personas apasionadas irrumpieron en la tienda.

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Nobles con territorios cuyos feudos estaban alrededor, aunque a cierta distancia de la capital. Entre ellos estaban los nobles que se habían vuelto pálidos hace un tiempo y los que parecían mercenarios empuñando espadas manchadas de sangre.

“¡Qué piensan hacer con sus espadas desenvainadas en la tienda de Su Alteza! ¡Retrocedan!”

Ninguno de los nobles respondía al rugido del ministro de asuntos militares. Todos miraban hacia Zanac como ratas acorraladas.

Zanac quería sostener su vientre en una carcajada.

Lo sintió más o menos cuando entró al campamento, entendió por completo qué pensamientos habían provocado su estupidez.

Había designado a los caballeros debajo de él para que ocuparan posiciones de mando, por lo que para ellos haber sido alejados de su lado era un fracaso por sí solo. Este era un motín provocado por su pérdida de influencia, pero no esperaba que hubieran conspirado contra él, especialmente en estas circunstancias. No podía haber esperado que la racionalidad de los humanos se hubiera disminuido tanto.

No, eso era inexacto.

Sus acciones, en cierto sentido, eran correctas. Simplemente estaban haciendo todo lo posible por tener una oportunidad de sobrevivir.

Zanac solo podía culparse a sí mismo. No podía empatizar con ellos, no podía calmar sus preocupaciones, no pudo unirlos bajo la misma bandera.

¿Qué habría hecho su padre? Zanac casi arruinó la cara seria que había puesto con sus mejores esfuerzos al reírse a carcajadas.

“¡Retrocedan, imbéciles!”

“¡Por favor ministro, deténgase!”

“¡Pero! ¡Su Alteza!”

“¡Dije que te detengas! Deberías retroceder.”

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“No puedo tomar esa orden.”

“Ministro.”

“Este es su final, Su Alteza. No tiene sentido intentar ganar tiempo ahora.”

“Hmph. No estaba planeando tal cosa.”

Aunque llevaba la armadura que era un tesoro nacional, Zanac no estaba bien entrenado para el combate. Si se tratara de su hermano, esta habría sido una historia diferente, pero era imposible que solo Zanac matara a todos los enemigos aquí.

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Si su traición no fuera el impulso del momento, sino que hubiera sido bien planificada desde el principio, no tendría ninguna posibilidad de salvación.

Enfocó su mirada en ellos y vio que estaban aterrorizados.

Que vergonzoso. Si realmente creyeran en sí mismos, habrían elevado la cabeza. Por eso Zanac levantó la cabeza en alto, para transmitir su valor.

“Entonces. ¿Qué es lo que os ha traído a mi tienda? ¿No entienden lo que significa sacar sus espadas en mi presencia?”

“Por supuesto que lo entendemos, su alteza. Por favor, detenga esta guerra.”

Zanac sonreía.

“Es una pérdida de tiempo rendirse ante Su Majestad el Rey Hechicero. He recibido su mensaje alto y claro, nunca aceptará nuestra rendición… Aunque no me crean, nuestra única esperanza es derrotar a Su Majestad el Rey Hechicero.”

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“No hay forma de que podamos ganar.”

Uno de los nobles murmuraba y Zanac estaba de acuerdo.

“Aun así, no tenemos otra opción que pelear. Sugerí vasallaje, pero fue inútil. Repito, nuestra única esperanza de supervivencia es a través de la batalla.”

“Tal vez ese sea el caso de Su Alteza, pero tal vez si aportáramos suficiente mérito, nos dejarán vivir. Por favor, sacrifíquese para que podamos vivir.”

Los nobles comenzaron a asentir.

“Todo esto comenzó debido a las personas que se interpusieron en el camino del transporte de granos del Reino Hechicero. ¡No debemos ser responsables por ellos!”

“Prometeremos nuestra lealtad al Rey Hechicero.”

Para Zanac, lo que decían no era diferente de lo que las mujeres nobles dirían sobre su caballero ideal durante las fiestas de té. Aun así, entendía de dónde venían.

“Les diré una cosa. Es inútil que me lleven a él. Yo, como miembro de la realeza, he decidido luchar hasta el final. ¡Aquellos de ustedes que deseen morir aquí, intenten!”

Yareyaredaze

Qué broma tan grande.

No, él debía considerarse afortunado de que todos estos tontos encontraran su final aquí. Así no podrán molestar a su hermana y a su padre después de esto.

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Bueno, su hermana estaría a salvo de estos idiotas gracias a ese guerrero a su lado.

“¡Aquellos que deseen reclamar mi cabeza, si se atreven vengan!”

Zanac sacaba su espada y se paraba hombro con hombro con el ministro.

Si bien no tenía confianza en su habilidad con la espada, su armadura lo compensaría con creces.

Zanac miraba a los nobles, congelados en seco. Ninguno se atrevía a dar un paso.

“¿¡Qué!? ¿No estaban todos ustedes buscando mi sangre? ¿No deberían al menos prepararse para ensuciarse las manos, incluso si fueran a forzar el veneno en mi garganta? ¡¿No se supone que habían tomado una decisión?!”

Los nobles se miraban.

Ni siquiera lo habían considerado, jodidamente patético. ¿Estaba su vida realmente a punto de ser terminada por bastardos incompetentes como ellos?

Al final del día, después de haber presenciado el poder militar del Rey Hechicero, debía haber sido el miedo lo que los había hecho tan miopes como para no poder ver la razón.

No estaba en condiciones de gobernar después de todo. No tenía la virtud de su padre, el carisma de su hermano o el intelecto de su hermana. No tenía nada en absoluto, pero eso estaba bien. De todos modos, no quería ser rey, simplemente quería que este Reino fuera funcional.

Así es.

Para dar a este país, su gente y su familia.

Para darles la felicidad.

Entonces, uno de los nobles llamó a las personas fuera de la tienda y entraron varios mercenarios de aspecto rudo.

Zanac giró la lengua y recordaba la silueta de su hermano balanceando una espada. Imitó los movimientos de su hermano y cargó contra los nobles.

***

 

 

En su campamento, Cocytus, Aura y Mare estaban discutiendo sobre el próximo asedio de la capital cuando Albedo, quien se suponía que estaba llevando a cabo la inspección final de las formaciones, entró con expresión preocupada. Los tres le dirigían una mirada inquisitiva y Albedo respondía de inmediato.

“Ainz-sama, parece que hubo cierta conmoción en el campamento del enemigo.”

“¿Qué? ¿Conmoción? ¿Qué pasó?”

Ainz se levantó y salió de la tienda. Parecía que había algún tipo de problema allí o era más exacto decir que una pelea había estallado entre ellos.

Al final, un grupo de caballería emergió del campo enemigo. No parecía que fueran vanguardias ansiosas

Mientras Ainz los observaba en silencio, el grupo llegaba rápidamente al frente del Reino Hechicero. Eran mercenarios equipados con todo tipo de equipos, así como algunos nobles.

Un hombre con un semblante en buen estado, que tenía el aire de un noble, se adelantó al grupo. Ese hombre comenzó a gritar casi histéricamente y su voz era llevada hacia Ainz por el viento.

“¡Tengo asuntos que discutir con Su Majestad el Rey Hechicero! ¡Por favor!”

Zanac no estaba entre ellos. La conmoción en su campamento más la pequeña cantidad de nobles en este grupo le decían a Ainz todo lo que necesitaba saber.

“Albedo, tráelos.”

No miró hacia la reverencia de Albedo, sino que de inmediato regresaba a su tienda donde su cuerpo caía pesadamente sobre el trono temporal. Los tres guardianes permanecieron en silencio al lado de Ainz.

Al poco tiempo, Albedo trajo a diez nobles. Los mercenarios que servían como guardaespaldas parecían haberse quedado atrás.

Se sorprendieron al ver a Ainz en su trono, más sorprendidos al ver a Cocytus a su lado y confundidos por la presencia de Aura y Mare.

“Arrodillaos ante el que está por encima de todo.”

Los nobles del Reino se arrodillaron cerca de la entrada de la tienda y bajaron la cabeza hacia Ainz.

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“Levantad la cabeza.”

Decía Albedo, quien ahora estaba de pie junto a Ainz.

“Es un placer conocerlo, Su Majestad.”

El mayor de los nobles comenzó a hablar. Por las expresiones de los demás, parecía ser el líder de esta pandilla.

“Estamos asombrados de la grandeza de Su Majestad y deseamos servir bajo su reinado. Antes que nada, tenemos una ofrenda para Su Majestad.”

Uno de los nobles sacaba un objeto parecido a un saco de su espalda. Albedo estaba a punto de responder antes de que Ainz la detuviera. Se levantó lentamente de su trono, como había practicado en numerosas ocasiones y se movió al lado de los nobles.

Le entregaron el saco.

“No parece ser una trampa eh…”

Ainz miraba el saco decepcionado.

El olor a sangre brotaba desde el saco y ya podía adivinar lo que había dentro.

Ainz lo abrió para echar un vistazo al interior.

Sus ojos se encontraban con los de Zanac.

Ainz lo observó en detalle. Acababan de conocerse, por lo que le costaba saber si era un doble del cuerpo o no. Sin embargo, dada la forma en que actuaban, era poco probable que fuera la cabeza de un doble.

Ainz cerraba la bolsa, regresó a su trono para entregarle el saco a Albedo y dijo.

“Dale un entierro apropiado.”

Tenía muchos otros cadáveres que podía usar para la creación de los muertos vivientes, dejar ir a Zanac estaba bien.

“Entonces. ¿Qué pasó con la armadura que llevaba?”

Los nobles miraron hacia Ainz con expresiones desconcertadas al escuchar su pregunta. Probablemente pensaron que la cabeza del jefe de su general era más que suficiente como premio.

“¿Qué? ¿No tienes una respuesta a la pregunta de Ainz-sama?”

“¡N-No es eso! Esa armadura aún debería estar en el cadáver del príncipe en su tienda.”

El noble que actuaba como su representante respondía apresuradamente la pregunta poco emotiva de Albedo.

“¿Es eso así…? Ya veo… Todos ustedes, han hecho un buen trabajo.”

Todos los nobles respondieron con “¡Sí!” mientras el alivio florecía en sus rostros y bajaban la cabeza.

“Los recompensaré apropiadamente por su logro. Entonces ¿Qué desean?”

“¡Su Majestad el Rey Hechicero! ¡Por favor perdóneme a mí y a mi familia! ¡Le juro mi absoluta fidelidad!”

De repente, el noble detrás del representante comenzó a gritar, lo que provocaba que el molesto representante gritase.

“¡Este chico!”

“¡Yo también! ¡Su Majestad! ¡Por favor muéstreme la misma misericordia a mí también!”

¡Todos empezaron a decir “yo también”! Ainz agitaba sus manos magnánimamente para silenciar sus súplicas.

“Entiendo. Entiendo. Los entiendo completamente a todos. Todos aquí desean lo mismo. ¿Correcto?”

Los nobles comenzaron a asentir con la cabeza enérgicamente.

“¿En serio? Bueno, no os mataré entonces. Albedo, envíalos a Neuronist.”

“Entendido.”

“Su Majestad. ¿Qué pasa con nuestra familia?”

Ainz no pasó por alto a uno de los nobles que intentaba susurrarle.

“¿Tu familia también?”

Ainz sonrió. Por supuesto, no tenían forma de percibir eso.

“¿Qué haré con todos vosotros? Albedo, pregunta dónde están sus familias y envíalos también.”

“Sí, Ainz-sama. Todos vosotros venid aquí.”

Albedo se llevó a los nobles de la tienda. Después de que se fueron, Ainz le indicaba a Aura que saliera y le daba la siguiente orden.

“No mates a aquellos que no deseen morir. Esa es una orden.”

“¡Sí, Ainz-sama!”

Ainz atrapaba la mano de Aura cuando estaba a punto de irse. Continuó con hablándole a Aura, quien se encontraba algo confundida.

“Incluso si desean la muerte, no se la concedan por ahora.”

“¡Entendido!”

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Después de que él le soltaba la mano y después de que ella confirmaba que no tenía otras órdenes, Aura corrió tras Albedo.

La mirada de Ainz permaneció fija en su espalda mientras daba sus órdenes a los dos guardianes restantes.

“He perdido el interés. Con Cocytus como comandante y Mare como segundo al mando, les permito a los dos usar todo su poder. No dejen a un solo ciudadano del Reino ileso.”

Los dos respondían afirmativamente.

Una hora después el ejército que era la última esperanza del Reino de Re-Estize desapareció por completo de la faz de este mundo.

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