86 [Eighty Six]

Volumen 3

Subcapítulo: El Hermano

Ese era su orgullo, eso decían.

Pero no sabían que había más por venir.

~ Frederica Rozenfort (Recuerdos de guerra)

El color carmesí de las Amapolas llenaba todos los rincones del campo de batalla, pareciendo tan enloquecedor y hermoso como si fuera a quemar todo lo que estuviese bajo los cielos.

El área 86 de la República estaba cerca del norte del continente, y una vez que cayó el sol, el frío llegó. La brisa del crepúsculo robaba el calor de las largas batallas, y Shinn alzó la cabeza hacia el oscurecido ocaso.

Durante más de un año, había sido un procesador de los “drones no tripulados” de la República, el “Juggernaut” no tripulado. Ya estaba acostumbrado a la serenidad circundante.

Porque eso se debía a que después de todo, tanto sus amigos como enemigos, habían sido aniquilados.

Sin importar a cual escuadrón lo asignaran, lo que le daba la bienvenida al final era el silencio de sus camaradas asesinados. Durante más de un año, lo inevitable se repetía, y él ya se había acostumbrado.

Los pájaros y las bestias dejaron de llorar y ni un solo insecto pasaba volando en este mundo, ya que se sentían intimidados por el hedor del humo y los rugidos de los cañones, el mundo parecía envuelto en paz y silencio en este momento. Las voces de los muertos persistían en sus oídos, pero sonaban tan distantes y débiles. La “Legión” permanecía oculta en sus áreas controladas, y parecía que no volverían el día de hoy.

Era imprudente que Shinn permaneciera solo en el campo de batalla sin ninguna razón, pero decidió quedarse allí por un tiempo. Él, acostumbrado durante mucho tiempo al campo de batalla, solo tenía 12 años, en el cuerpo de un niño que no había crecido. La lucha contra la “Legión” seguía siendo intensa, y durante la batalla, todo su escuadrón fue aniquilado. Entonces no era de extrañar que estuviera cansado.

“… Undertaker. ¿Hay alguien más?”

“Undertaker.”

Su Handler pretenciosamente amable no tenía la conciencia de ser un ciudadano de la República. La voz sonó, y Shinn entrecerró los ojos.

La pregunta en sí misma era innecesaria.

Era natural que en el campo de batalla con cero muertos, los Procesadores fuesen a morir.

Se suponía que los 86 morirían.

Los muros y las minas antipersonales habían bloqueado todas sus vías de retirada, y en este campo de batalla, luchaban y morían en lugar de los humanos. Incluso si pudieran sobrevivir, seguramente morirían de forma inevitable con una muerte sin sentido. Eran los ciudadanos de la República quienes le impusieron esto a los 86.

Los procesadores habían perdido a sus padres, a sus hermanos y no fueron protegidos a medida que crecían. Todo a lo que se enfrentaban era la pura malicia de los soldados de la República, clara o silenciosamente esperando que estos 86 murieran. Estaban acostumbrados a sus muertes inevitables, ya sea en la siguiente batalla o cinco años después.

Tenían que estarlo.

“Bueno, si vamos a morir, supongo que no estaría mal que nuestro dios de la muerte nos lleve al otro lado.”

Una vez que esas palabras fueron dichas, todos.

Lo dejaron solo.

Sí.

Tal vez, así pensaba Shinn mientras entrecerraba sus sangrientos ojos rojos hacia los colores que teñían tanto el cielo como la tierra.

En el primer escuadrón al que fue asignado, Shinn fue el único que sobrevivió a la aniquilación.

Lo mismo sucedió en el siguiente escuadrón, y en el siguiente, e incluso en este escuadrón. Él siempre era el único superviviente.

Sabía que los demás decían que él era un monstruo que podía oír a los muertos e invocar a la muerte, y estaba acostumbrado a estar alejado.

Quizás eso era un hecho.

“Es todo tu culpa.”

Justo como su hermano había dicho.

Aunque dijo eso.

Lo que le quedó de su hermano fue su espalda frente a él mientras se iba alejando, sin ninguna intención de mirar hacia atrás.

El sol se hundió por completo, y el cielo ya estaba oscuro. Extendió su mano, aun sabiendo que era inalcanzable.

Hermano.

¿Por qué me hiciste esto?