86 [Eighty Six]

Volumen 3

Interludio: Toma tus Armas

 

 

Fue implementado un apagón; las líneas del frente permanecían en silencio aparte de los escuadrones de patrulla nocturna, y ella continuaba en contacto a través del Para-RAID con todas las fuerzas sobrevivientes.

Enfrentándose a esta situación, Lena frunció sus labios de débil color.

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Ya estaban preparados.

Sabían que este día llegaría. La República, la cual había ignorado durante mucho tiempo la destrucción que se presentaba más allá de ella mientras se encerraba en su consuelo, estaba en sus momentos finales, tratando de resistir con débil poder los asaltos de la Legión.

Como había predicho el Dios de la muerte localizado en la línea del frente oriental, había una diferencia en la forma en que se enfrentaban a su enemigo, ya que los orgullosos 86 seguían luchando, sabiendo que no podían huir de su destino final.

En cualquier caso, ella le había suplicado a varias secciones: que se reagruparan en las 85 zonas y proporcionaran apoyo, antes de apagar su Para-RAID sin responder ninguna pregunta, y se apresuró a la sala de control. No había necesidad de responder esas preguntas. Si realmente tenían la intención de ayudar, llegarían aquí, a las 85 Zonas Legislativas. Antes de eso, tendría que quitar las minas que dividen a los 86 de la República, y abrir las puertas del “Gran Muro”.

Lena presionó suavemente sobre cierta cosa oculta en el bolsillo interior de su uniforme negro.

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Esa era su última esperanza.

Una figura apareció sigilosamente en el pasillo por cual que había pasado.

“-¿Qué piensas hacer, Capitana Vladlena Millize?”

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En ese momento, Lena fue agarrada del hombro. Ella inmediatamente se dió la vuelta.

Al ver a la persona frente a ella, ella murmuró. “¡General de brigada Carl-Stahl…!”

Ella agitó la mano de él a un lado, y miró al hombre con una cabeza más de altura que ella.

Este momento era el punto crucial que determinaría si la República, los 86 y Lena podrían sobrevivir.

Seguramente no podría permitir que este hombre, rebosante en la desesperación, se metiera en su guerra.

“Voy a despejar las minas terrestres y abrir el “Gran Muro”… llamaré a todas las fuerzas en las líneas del frente y concentraremos nuestro poder de fuego contra la Legión. Podríamos tener la esperanza de…”

“Suficiente. Es mejor para la República que sea aniquilada por la Legión que dejar entrar a los 86. Los ciudadanos podrían estar mejor sin ellos.”
“En este momento, ¿cómo es que sigues…?”

Todavía tan obsesionado con pensar que los Albas son los únicos humanos, que solo los Albas tienen el derecho a vivir pacíficamente en las 85 zonas en el engaño, y ver cómo nuestro país es aniquilado.

“No hay forma de que los 86 peleen por la República”.

Al escuchar estas palabras repentinas, Lena sintió una bofetada verbal en su rostro.

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“Ellos, siendo oprimidos, abandonados y lastimados por la República, no aceptarán nuestras súplicas en este punto. No tienen obligación alguna, ninguna razón para salvarnos… a lo mucho, se burlarán de nosotros, diciendo que nos lo merecemos.”

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Lena apretó sus dientes.

Ella lo sabía.

No podía obligarse a pedirles descaradamente ayuda, que los protegieran.

Pero.

“No tienen ninguna obligación, pero tienen una razón. Tenemos generadores y plantas de producción. Estas instalaciones siguen siendo necesarias para sobrevivir, para seguir luchando. No hay forma de que no lo entiendan, habiendo peleado por todo esto.”

Un ceño fruncido apareció en la cara con cicatrices de Carl-Stahl.

Al parecer, había sido testigo de algo realmente intolerable.

“Qué idealista eres… tal vez ellos pueden tener tales pensamientos al principio. Sin embargo, pronto se darán cuenta de que es mejor resistir a la Legión con su propio poder que proteger a los inútiles ciudadanos incapaces de protegerse a sí mismos.”

“…..”

“Cuando eso suceda, ¿qué seguirá? La matanza podría ser un mejor resultado. Deberías saber, después de haber estudiado tanta historia, que lo que ocurra a continuación no será tan agradable como te gustaría que fuera, especialmente… para una mujer joven como tú.”

Una vez que mencionó este posible futuro, Lena quedó aterrorizada.

No es que nunca hubiera asumido esta posibilidad.

Habiendo comandado muchas batallas, podría haberse ganado la confianza de los Procesadores en su escuadrón. Sin embargo, para ellos, ella no era más que una cerda blanca alejada en la seguridad de la retaguardia.

Ella había considerado una posibilidad: Una vez que llamara a los 86, ellos serían masacrados.

También había pensado en la violencia sin sentido que podría suceder.


Pero aun así.

Extendió su mano hacia las letras y la foto debajo de su uniforme, suavemente colocada en su bolsillo interior, oculta con una bolsa impermeable… solo en caso de que la Legión comenzara su asalto.

Esas eran las últimas palabras y el último aliento.

“Pero aun así… no tengo la intención de rendirme desde el principio y esperar ser aniquilada. Podría morir dando todo lo que tengo… pero quiero seguir luchando hasta entonces.”

De lo contrario, no podría encarar a Shinn y a los otros miembros, que habían vivido de esa manera, y creía que ella también lo haría.

Los dos pares de ojos plateados se miraban de unos a otros, y de repente, Carl- Stahl miró a un lado.

“Haz lo que quieras.”

Dio media vuelta y siguió por el largo pasillo. Un gran rifle de asalto colgaba sobre su hombro, descansando sobre su gran espalda, meciéndose con pesadez. Era un rifle bien conservado de 7,62 mm producido por la República, capaz de disparar una o tres veces.

Ese era probablemente el arma que Carl-Stahl había usado durante su juventud.

Los rifles asignados diferían en cada soldado, que solo podían usar su rifle personal durante el entrenamiento y el combate. Era un rifle de asalto producido en masa, pero cada uno tenía una calidad distinta. Solo aquellos familiarizados con sus rifles podrían usarlos bien.

Era el rifle que Carl-Stahl tuvo durante su juventud, que utilizó durante las batallas contra la Legión hace diez años, y permanecía con él hasta este punto.

“¿General de brigada-?”


“Tener sueños es un privilegio para los niños, Capitana Millize. Y es el deber de un adulto- proteger esos sueños antes de que despierten y sean aplastados por la cruel realidad.”

Con una mano, él se quitó la corbata y la arrojó al suelo. En ese momento, Lena notó que debajo del grueso uniforme del oficial estaban botas para combate, equipadas con propósitos prácticos.

¿Él siempre había tenido la intención de…?

“Espera y sé aplastada, Lena. Espera y observa cómo tus hermosos sueños son aplastados por la realidad”.

“Espe-”

Inconscientemente, Lena extendió su mano hacia su ‘tío’… solo para cerrar inmediatamente sus labios y apretar su mano.

Las botas hicieron un ruido estrepitoso mientras ella dirigía su mano a su frente hacia la silueta que no tenía intención de mirarla.

“Sí, buena suerte, General de brigada Carl-Stahl”.

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Al decir esas palabras, Lena regresó nuevamente a los corredores de la sede militar.

Ella meditó en silencio sus últimas palabras hacia él. Nuevamente lo repetía hasta que quedó grabado en su mente, como una pequeña estrella que brillaba en un rincón de su mente.

Si un día, llegamos al final de nuestro viaje.

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Sí, Shinn.

Seguramente iré hacia donde descansas.

Al destino de tu viaje.

***

 

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Las interminables hordas de Legión continuaban su violento ataque, los cañones retumbaban, y las cuchillas se enfrentaban. De repente, Shinn aparentemente se tambaleó por algo.

Parecía haber escuchado una voz.

Estaba acabando con las masas ante él, luchando por su vida. Ese momento se demoró por un instante, fue rápidamente devorado por las batallas y olvidado mientras desaparecía.

Ni una sola vez pensó que sería la voz de ‘ella’ en sus últimos momentos.

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