86 [Eighty Six]

Volumen 3

Capítulo 6: Allá

Parte 3

El asalto previo provocó muchas bajas. Para aliviar la carga en las líneas del frente, los heridos fueron inmediatamente devueltos. Sin embargo, en el hospital militar de la capital, lejos de las líneas del frente, desesperación silenciosa y amenazante era asfixiante.

Las grandes salas estaban llenas de sofocante silencio. El teniente segundo Alvin Marcel sostuvo la muleta con mucha dificultad, cuidando su fracturada pierna derecha mientras salía lentamente del edificio.

No había nadie que él conociera en el hospital. No había ninguno de sus amigos que acababan de morir en la batalla, ni compañeros de la escuela especial de cadetes. La mayoría de ellos continuaban luchando en las líneas del frente occidental, y algunos de ellos ya no vivían.

Eso incluía a personas como Eugene, un compañero de clase en la escuela especial de cadetes y un compañero de escuadrón.

Las noticias de una nueva unidad de ‘Legión’, sus capacidades reducidas y el daño potencial que podría causar habían llegado a los ciudadanos. Incluso desde el hospital, se podía ver que las calles de St. Yedder estaban terriblemente tranquilas. Todo el mundo parecía ser como un grupo de animales aterrorizados, escondidos en sus nidos con gran temor ante el peligro inminente, en busca de cambios que pudieran aparecer con intensidad.

La libertad de prensa había sido un elemento básico de la democracia moderna. La 14° Base de operaciones avanzadas fue la primero en ser destruida, y era imposible ocultar esta noticia ya que el ataque ocurrió durante la transmisión en vivo. El gobierno probablemente decidió que sería mejor informarle a la gente que controlar arbitrariamente las noticias y generar rumores y disturbios.

La decisión podría haber funcionado, ya que había un mínimo de desasosiego y caos en la Federación, pero la mayoría de su gente permaneció en calma. Algunas personas huyeron de la capital al enterarse de que estaría dentro del alcance del cañón de riel si los frentes occidentales se retiraran o colapsaban, pero la mayoría de las personas continuaron con sus vidas diarias.

Sin embargo, se debía a que en lo profundo de sus corazones, ellos lo sabían.

La Federación protegía la mitad de sus tierras, pero estaba rodeada por ‘Legión’. No había ningún lugar a donde correr.

“¿… Hm?”

El hospital de la Federación estaba ubicado en el área militar y no se permitía la entrada a los ciudadanos comunes, excepto durante asuntos urgentes, como calamidades. Más allá de las puertas donde los guardias vigilaban junto con los pocos rastros de personas, divisó una pequeña figura.

Marcel dio un vistazo, y salió.

Era una niña que conocía.

La hermana pequeña que conoció cuando fue a la casa de su compañero de clase.

Sí.

La hermana de Eugene

“Niña, ¿qué te pasa? ¿Por qué estás aquí?”

Preguntó, y vio temblar los hombros de la niña antes de que ella se diera la vuelta.

Eugene se había quejado una vez con una mueca de que a esta chica realmente le aterrorizaban los extraños. Sin embargo, el propio Eugene siempre se aferraba a los demás. Marcel incluso bromeaba diciendo “pero mira a quién te pareces”

…De ese modo.

Por eso se involucró con el Dios de la muerte que había escapado de su país.

Los grandes ojos plateados miraron a Marcel, parpadeando como si fuera alguien que ella había reconocido. Salió de la puerta, y ella se apresuró hacia él.

“Estoy aquí para buscar a mi hermano… pero no me dejaron entrar.”

Marcel miró a un lado al guardia, que parecía ser unos años mayor que él, el cual llevaba su rifle de asalto, y que permanecía inmóvil mientras desviaba los ojos.

Bueno, no estaban siendo malos con ella por ningún motivo o razón. Incluso si ella era una niña malhumorada, las reglas son las reglas.

Marcel frunció los labios.

Con mucho esfuerzo, se arrodilló, bajó los ojos al nivel de la niña.

“… ¿Mi hermano va a regresar?”

Los soldados de la Federación nunca abandonarían a ninguno de sus compañeros. Se aseguraban de que cada soldado fuera devuelto a sus familias, incluso si fueran cadáveres.

El cadáver de Eugene también fue devuelto una vez terminó la batalla, y su ataúd fue devuelto a su familia justo antes de que comenzara el asalto.

Sin embargo, el deseo de la niña de que su hermano regresara a casa no era como había anhelado.

Nina negó con la cabeza ligeramente.

Sus dos trenzas se balanceaban, parpadeando como luciérnagas.

“Él no ha vuelto. Solo una caja cerrada volvió… ese no es mi hermano.”

“ ¡…! ”

Marcel se mordió los labios.

Los cadáveres de los declarados como muertos en combate.

Cuando eran demasiado desagradables, los militares sellaban el ataúd para evitar que la familia lo viera.

Los ataúdes eran enterrados inmediatamente.

Eugene probablemente tuvo el mismo destino.

Lo dejaron solo con la parte superior del cuerpo, y le dispararon en la cabeza con una bala. Tal vista no debía ser vista por la hermana pequeña.

Pero para la joven Nina que aún no entendía que era la muerte… sería irreal esperar que creyera que el ataúd sellado con la bandera de la Federación sobre él era Eugene.

Marcel casi mordía sus labios.

Recordó el uniforme empapado en sangre del temido y venerado dios de la muerte puesto por un joven soldado, parado en el espeso bosque del frente de batalla occidental, en medio de la vegetación inimaginable y sosteniendo la pistola que le robó la vida a su compañero.

En el campo de batalla, matar a los gravemente heridos era una forma de misericordia.

Probablemente debido a que le disparó en la cabeza, donde residía su cerebro, los buscadores de cabezas de la ‘Legión’ conocidos como Tausendfüsslers no se molestarían en convertirlo en un fantasma de ‘Legión’.

Pero… pero

Fue por esa razón que Nina nunca pudo ver a Eugene en su último momento. Él había vuelto a casa, pero a la vez no, y su muerte no iba a ser lamentada por ella como debería. ¿Pensaste en esa posibilidad para empezar?

Oye.

Nouzen.

Tú, un 86, que vas matando tan despreocupadamente como un dios de la muerte, y asesinando a tu camarada sin pestañear.

“…Hermano”

Nina seguía buscando la figura inexistente de su hermano con sus ojos inocentes. Marcel tuvo suficiente, y desvió la mirada.

Sabía que Nina no tenía tales intenciones, pero él sentía que le estaba reprochando.

¿Por qué?

¿Por qué no salvé a su hermano? Pero ese no era yo.

En ese momento.

Ese tipo.

Él no lo salvó.

Él no lo protegió.

No se quedó a su lado.

Eran amigos, pero él dejó a Eugene para pilotar a la diosa de la guerra sin cabeza, el ‘Reginleif’.

No es mi culpa.

Es culpa suya.

Entonces fue él quien mató a Eugene.

Ese tipo.

Ahh, de repente, tuvo la sensación de que entendía algo.

¿Por qué los ciudadanos de la República de San Magnolia discriminaban y oprimían a los 86? ¿Por qué podían hacerles cosas tan inhumanas a los 86, que también eran humanos como ellos? Era lo más inexplicable, pero por primera vez, Marcel sintió que entendía la razón.

Ante la desgracia repentina.

Ante su propia indefensión.

La gente siempre querría echarles la culpa a otros.

“… Eugene”

Marcel no podía ver la sonrisa en sus propios labios mientras hablaba, y no podía ver la malicia oculta bajo su cara entumecida.