Dungeon ni Deai wo Motomeru no wa Machigatteiru Darou ka (NL)

Volumen 14

Capítulo 13: A Través de Mil Oscuridades

Parte 3

 

 

Su conciencia volvió.

Pero Ryuu no sabía si ella era en realidad o una continuación de su sueño.

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Solo era consciente de una oscuridad como un pantano. Sus otros sentidos no funcionaban correctamente. Con su capacidad para interpretar su entorno robado por vestigios del pasado, sus párpados palpitaron. Abrió los ojos—y vio un par de ojos inyectados en sangre justo delante de los suyos.

–¡…!

El asombro la devolvió instantáneamente a sus sentidos. El dueño de los ojos se retorcía en la oscuridad.

Escucho un sonido de raspado proveniente de todo a su alrededor.

Le tomó un momento darse cuenta de que alguien la estaba sacando de un montón de escombros.


Y otro para reconocer que los ojos inyectados en sangre eran de color rojo rubí.

Finalmente, una corriente fría sopló sobre su piel cubierta de heridas y un par de manos ensangrentadas la agarraron. Sin permitirle una palabra sobre el asunto, las manos tiraron de su cuerpo sobre una delgada espalda.

–… ¿Cra… nel-san…?

–… Si.

La voz del chico que había regresado por ella era tan débil y mezclada con el aliento exhalado que casi desapareció.

De repente, todo volvió a Ryuu a toda prisa, y miró a su alrededor con los ojos muy abiertos.

El camino recto por delante se había convertido en una montaña de tierra y escombros. El camino estaba completamente bloqueado detrás de ellos, dejando solo la opción de avanzar.

Levantó la vista y vio que la roca madre se estaba reparando. Los agujeros ya estaban casi cerrados. Por un breve momento, vio la vasta oscuridad que cubría el techo y se desplegaba por el Coliseo.

¿Se derrumbó el suelo del Coliseo… y caí con Cranel-san?

Como para confirmar su suposición, partes de los cuerpos de los monstruos muertos sobresalían aquí y allá de la montaña de escombros. Había un Hombre Lagarto aplastado por una roca, un Loup Garou con el cuello roto y un Spartoi desmembrado. Debieron haber quedado atrapados en el derrumbe del suelo. Los cadáveres yacían por todas partes.

Al igual que la <Capital del Agua>, el 37° Piso tenía una estructura de varios niveles.

El poder de la bomba totalmente cargada de Bell había provocado la caída del suelo, hundiendo a Ryuu, Bell y los monstruos en un pasillo que aparentemente existía directamente debajo.

¿Había un pasillo como este debajo del Coliseo…? De todos modos, necesito concentrarme en otras cosas ahora…

Ryuu devolvió su mirada sobresaltada al chico que todavía la llevaba sobre su espalda.

Bell estaba al borde de la muerte.

Su respiración era tan irregular que era extraño que aún pudiera moverse.

Sus jadeos irregulares hacían que Ryuu quisiera cubrir sus oídos. Parecía un instrumento roto o un animal moribundo. Pequeñas burbujas rojas brotaban de los bordes de su boca, y luego, como si recordara hacer algo, escupía un coagulo rojo.

Su cuerpo estaba lleno de agujeros.

Las gotas de su vida se drenaban en este mismo momento. Cálido líquido rojo humedecía el pecho de Ryuu mientras se presionaba contra su espalda.

Debió de haberla protegido cuando la carga masiva reverberó y cayeron a traves del suelo. Todo su cuerpo estaba manchado de sangre, y el equipo de protección que había obtenido de los Aventureros muertos estaba deformado más allá del reconocimiento.

La mayoría de las uñas en los dedos que cargaban a Ryuu estaban rotas o faltaban.

–Idiota… ¡¡Idiota!!

Ryuu le gritó mientras la llevaba balanceándose sobre su espalda.

–Cranel-san, ¿¡Por qué me salvaste!? ¿¡Por qué no me abandonaste!?

Estaba tan enojada con él por haber regresado al Coliseo. Su cabello estaba justo en frente de su nariz—ese cabello blanco como la nieve virgen que tanto le había gustado mirar desde lejos—ahora estaba ensuciado con el color de la sangre. Mientras lo miraba, sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas ilógicas.

–¡Respóndeme!

–… Ryuu-san, quiero decir…

Los ojos de Ryuu se cerraron mientras le gritaba. Apenas logró exprimir algunas palabras en respuesta entre sus respiraciones superficiales.

–Ryuu-san… tú… seguramente harías lo mismo.

Ryuu estaba sin palabras. Sus labios temblaron ante la certeza en la voz del chico, la convicción de que ella tomaría el mismo riesgo en su lugar.

–… No, no lo haría. ¡Yo no… te salvaría!

–… Mentirosa.

Bell rechazó las palabras que escupió con tanta pena y dolor. Ella podía decir por su voz que sus labios estaban ligeramente curvados. En una sonrisa

Ryuu odiaba las mentiras. Ryuu era un Elfa que no toleraba las mentiras.

Bell estaba sonriendo porque esa Elfa que odiaba las mentiras había mentido por su bien.

El rostro de Ryuu se distorsionó como un bebé a punto de llorar.

–¡Suficiente! ¡Bájame de una vez…!

–… No quiero.

Bell se negó rotundamente.

–No te dejaré morir…

–¡Morirás tú mismo!

Ella respondió a su susurro con un chillido.

Quería liberarse de sus brazos.

Pero no pudo obligarse a hacerlo.

Eso se debía a que sabía por quién luchaba tan duro y por tanto tiempo—por la misma persona que Alise y las demás habían luchado por salvar.

No había fuerza en las piernas que caminaban hacia adelante.

Tropezó muchas veces, hasta Ryuu ni siquiera estaba segura de sí estaba consciente.

Sin embargo, Bell siguió caminando hacia delante con Ryuu en la espalda como si estuviera poseído.

Bell estaba luchando por Ryuu. Estaba quemando su vida por ella.

–¡Por favor detente…!

Basta.

¡Detente!

¿Por qué tienes que salvarme como hicieron Alise y las demás?

¡No lo valgo!

¡No pude salvar a nadie!

–… Cranel-san.

Careciendo de la fuerza para gritar más, Ryuu apoyó su rostro contra el cuello de Bell. Era como un cadáver viviente que había perdido la esperanza y todo lo demás.

–Yo… dejé que mis amigas murieran ante mis ojos…

–… ¡…!

–Es como dijo Jura… para salvar mi preciosa vida, yo… maté a mi amiga Alise con estas manos…

Ryuu susurró su confesión al oído de Bell.

Finalmente le estaba revelando sobre lo que le había preguntado antes.

Lo hizo para que la abandonara.

Por primera vez, el cuerpo tembloroso de Bell mostró signos de estar perturbado.

–No soy la Elfa pura que crees que soy… Soy una criminal, sucia más allá de lo creíble…

Dejó al descubierto sus verdaderos sentimientos. Esos eran los residuos en el fondo de su alma. Esa era la marca del fracaso marcada en su corazón.

–La Elfa que estás tratando de salvar… no vale la pena…

Ese era el verdadero contenido del corazón de Ryuu.

Si cerraba los ojos, podía verlo.

Los momentos de muerte de sus amigas. Su miserable yo. Alise, asesinada por sus propias manos. La pena y desesperación interminables que había visto en su sueño la estaban carcomiendo.

–No tengo derecho a hablar de justicia… la justicia se ha perdido para mí…

Ryuu se dio cuenta de que estaba murmurando delirantemente.

Pensó en los preceptos de su <Familia> que habían significado todo para ella, y los lazos con sus amigas que nunca podrían ser reemplazados. Durante los cinco años transcurridos desde ese día, había habido un lugar vacío dentro de Ryuu. El agujero no se pudo llenar con todas las palabras de consuelo de Seal o con el abrazo de bienvenida de <La Señora de la Abundancia>. Esa era la pérdida en su núcleo que había intentado tanto mantener oculta.

Incluso ahora, la “bendición” de la justicia tallada en su espalda palpitaba como una maldición.

“No tienes derecho a llevar la carga de la justicia.”

Su mente delirante le habló con la voz de Astrea.

El rostro de Ryuu estaba en blanco.

En su lugar, su corazón helado lloraba en voz baja.

Miró hacia abajo mientras decía sus siguientes palabras.

–Para mí… la justicia ya no existe.

Sus palabras abatidas resonaron en la oscuridad.


Los pasos de Bell se volvieron lentos. La fuerza se drenó de las manos que apoyaban a Ryuu, como si hubieran alcanzado su límite. Tosió unas gotas de sangre, que cayeron sobre el brazo flácido de Ryuu.

–Yo… no sé nada sobre la justicia.

Pero.

–Pero… me has dado mucho.

Sus piernas casi rotas pisaron una vez más el suelo. Sus temblorosos brazos no soltaron a Ryuu. Apretó los dientes dentro de su boca manchada de sangre.

–Entonces…

Habló como para probar la existencia de Ryuu—como para quitarle la oscuridad.

–Tienes justicia dentro de ti.

— ——

Los ojos de Ryuu se abrieron de par en par.

–Has salvado a otros Aventureros.

Eso fue en el 18° Piso. La Elfa se había parado ante el Goliat y había salvado muchas vidas.

–Salvaste a Kami-sama… y a Lili, y a Welf…

Eso fue en el <Juego de Guerra>. Ryuu había corrido en su ayuda ante la absurda voluntad de Apolo.

–¡Me salvaste…!

Eso fue en tantos momentos difíciles que no podía contar.

Las manos de Ryuu habían llevado a Bell hacia adelante tantas veces cuando estaba herido, perdido o congelado.

Los consejos de Ryuu, sus palabras, siempre le habían dado coraje.

–¡Siempre fuiste como un Héroe… siempre correcta, siempre del lado de la justicia…!

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Las simples palabras de Bell sacudieron profundamente a Ryuu. Sus ojos azul cielo vacilaron y se calentaron. Su voz honesta y sin adornos atravesó su corazón, al igual que las palabras de Alise.

–¡No, estas equivocado! ¡Estaba equivocada! ¡Perdí mi justicia…!

Ella no podía permitir que le ofreciera afirmación a su yo que había abandonado a Alise y a las demás en su momento de necesidad, así que lo contradijo desesperadamente.

Pero…

–¿Tú, equivocada? ¡No dejaré que nadie niegue tu valor…!

–¡…!

–¡Ni siquiera tú misma…!

Bell contradijo la contradicción de Ryuu.

Gotas de líquido rojo se acumulaban a sus pies. A pesar de eso, los pasos de Bell eran cada vez más contundentes y sus palabras más apasionadas.

–… No conozco a la vieja tú… pero…

Sus palabras evocaron a la Elfa poseída por llamas de venganza. De todos modos, argumentó que la justicia aún habitaba en ella.

–… Conozco a la tú que es más justa que nadie…


Bell había cambiado. Como Ryuu había sentido varias veces antes, había crecido más allá del reconocimiento. Conocer a los Xenos lo había cambiado. Necedad e hipocresía. Bueno y malo. Atrapado entre esos polos, había sufrido heridas y angustia mental. Ahora estaba tratando de enseñarle algo a Ryuu. Intentaba devolverle algo a la Elfa que lo había salvado tantas veces.

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–Ah…

Ryuu ya lo había entendido.

Había tres personas a las que había permitido tomar su mano.

Tres personas a quienes su corazón había aceptado y respetado como justos.

Alise la había guiado.

Seal la había curado.

Y Bell—

–La justicia… está viva dentro de ti.

Como un espejo, reflejó la justicia que ella le había dado.

Si Bell era justo, entonces Ryuu, que le había dado tanto, también debería serlo.

–¡Si…! ¡Hay justicia! ¡Dentro de ti!

Una lágrima cayó del ojo de Ryuu.

Era un vestigio de la justicia que permanecía dentro de ella, que Bell le había mostrado.

Ryuu se había apartado del camino una vez. Eso era seguro.

Las llamas de la venganza habían carbonizado su cuerpo y alma.

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Aun así, dentro de la espada y las alas quemadas, las cenizas de la justicia permanecían.

Ese era el punto de partida para la Ryuu que no les había dado la espalda a todas esas personas, sino que las había salvado.

“Pero sé que Lyon tomará las decisiones correctas.”

Las palabras de Alise volvieron a ella.

Bell y muchos otros podrían dar fe de lo mismo.

Si miraba hacia atrás, debería poder verlo.

Muchas sonrisas florecieron en las huellas que había dejado atrás.

Ese era el logro de Ryuu.

Ese era el logro de la justicia que había seguido existiendo incluso como cenizas.

Las cenizas en el fondo de su corazón se arremolinaron para llenar el agujero dentro de ella.

Su corazón de Elfo ya no estaba vacío.

Las lágrimas se derramaban sin cesar de los ojos que habían estado vacilando como charcos de agua.

–¡Yo… yo…!

Incapaz de negar la verdad por más tiempo, incapaz incluso de secarse las lágrimas, Ryuu se aferró a las palabras. No sabía qué era ese sentimiento desbordando su corazón. No tenía idea de lo que el chico, que miraba al frente, con su cuerpo cálido tan cerca del suyo, estaba tratando de darle.

–Para mí en este momento, la justicia es… volver vivo contigo.

No había nada bueno o malo en el Calabozo.

Solo había vida y muerte, solo los fuertes devorando a los débiles.

Si existía justicia en el Calabozo, entonces era volver con vida.

Regresar vivo de este laberinto infinito era el camino real del Aventurero y su justicia.

–¡Volver a la Superficie… a donde está Kami-sama, a donde están Seal-san y nuestros otros amigos…!

Hablemos de justicia.

Hagamos lo que es justo.

La única justicia que existía para ellos, y solo para ellos en este momento.

–¡Así que… nunca te abandonaré!

Como el rocío que caía de una hoja golpeada por la lluvia, una gota cayó en el corazón una vez seco de Ryuu, extendiendo ondas a través de él.

Con toda probabilidad, esos horrendos Pisos Profundos no los dejarían libres. Ryuu lo sabía.

Pero quería vivir—aunque fuera un poco, aunque solo fuera por unos segundos más.

Quería regresar viva con Bell a Seal y todos los demás. No pudo evitarlo.

¡Uuu…!

Y entonces, como para aplastar ese sentimiento—una forma negra apareció ante ellos, burlándose de sus esperanzas.

–… ¿¡…!?¡Un Barbarian…!

Tanto Bell como Ryuu quedaron atónitos al encontrar un monstruo jadeante y resoplando bloqueándoles el paso. El Barbarian estaba herido. Lo más probable era que había sobrevivido a la caída del Coliseo, como Bell y Ryuu. Fragmentos de piedra sobresalían de los músculos abultados sobre sus hombros y brazos como escamas.
Un cuerno de su cabeza también estaba doblado. La rabia coloreó los ojos del monstruo bañado en sangre mientras miraba a los Aventureros con algo parecido al deseo de venganza.

–¡Oh, no…!

Estaban parados en un pasillo estrecho y recto. No había lugar para correr. Los ojos del Barbarian destellaron de manera viscosa hacia Bell mientras permanecía clavado en el suelo.

¡GAAAAA!

–¡Ah!

La forma masiva levantó su garrote y cargó hacia ellos. Bell no tenía forma de detener el ataque. Tiró a Ryuu a un lado un instante antes de que el demoledor golpe lo lanzara hacia atrás como un pedazo de papel.

–¡Ugh…! ¡Cranel-san!

Cuando Ryuu tocó el suelo, Bell había sido mandado a volar a través del aire, rebotando en el suelo, rodó un par de metros y se detuvo.

Estaba completamente quieto. No quedaba ni una gota de fuerza en sus maltratados brazos y piernas. La sombra de su flequillo ocultaba sus ojos, y Ryuu ni siquiera podía ver su pecho subiendo y bajando con la respiración. La tristeza se extendió por su rostro mientras una vez más estaba al borde de la desesperación.

— —¡Cranel-san! ¡Por favor, levántate!

Gritó ella.

Trató de reunir la fuerza para levantarse, pero su cuerpo no se movía. Su pierna derecha herida se resbalaba repetidamente, derribándola. No podía despegarse del suelo.

Ignorando a esa Hada despojada de sus alas, el Barbarian se giró hacia Bell.

–Cranel-san… ¡¡Bell!! ¡Respóndeme!

Ryuu no notó el cambio en su voz mientras lo llamaba.

No se dio cuenta de lo perturbada que estaba.

Simplemente siguió gritando su nombre, habiendo desechado su serena compostura habitual.

Pero Bell, quien yacía boca abajo en el suelo, no respondió.

El monstruo caminó lentamente, pero sin piedad hacia él, con la intención de dar el golpe final.

–¡Bell, Bell! … Por favor… respóndeme…

Su voz se volvió débil. En el cuerpo colapsado de Bell, vio las formas de sus viejas amigas.

No, no.

No quiero perder nada más.

No quería dejar ir el sentimiento en su corazón.

Podría perder cualquier cosa… cualquier cosa excepto él.

Qué irónico que esto sucediera justo cuando algo dentro de ella había estado a punto de cambiar.

Sin embargo, sus deseos fueron en vano. El Barbarian se detuvo sobre Bell.

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Probablemente pretendía morderlo directamente. Le agarró la cabeza con una mano y lo levantó.

–No, no lo hagas, espera…

Ella sacudió la cabeza lentamente, con lágrimas en los ojos y extendió sus temblorosas manos.

Burlada por la desesperación, la máscara de <Tempestad> se rompió y se cayó.

El verdadero yo de Ryuu quedó al descubierto.

Esa no era la temida Elfa <Tempestad>. Esa era una chica débil que lloraba cuando alguien importante estaba a punto de ser robado de ella. Esa era la verdadera Ryuu quien había estado escondido debajo de la armadura y la máscara del Aventurero.

Olvidando su forma habitual de hablar, suplicó en vano con las palabras de una niña impotente.

–Por favor… detente…

El cuerpo de Bell se balanceaba sin fuerzas mientras colgaba suspendido sobre el suelo.

Las fauces del monstruo se abrieron de par en par, revelando sus horribles dientes.

–¡¡Bell!!

Justo cuando las lágrimas comenzaron a derramarse de sus ojos—

— —¡¡…!

Los ojos rojo rubí cubiertos por su flequillo se abrieron de golpe y desenvainó la Daga de su cadera.

Apuñalo la brillante cuchilla blanca de <Hakugen> en el pecho del monstruo.

¿¡GAAA!?

Apuñalado a corta distancia, con su Piedra Mágica perforada, el gruñido de asombro del Barbarian se convirtió en su expresión final.

Bell cayó al suelo en medio de un espeso remolino de cenizas.

Para Ryuu, el tiempo se detuvo.

–¿Eh…?

Más allá del remolino de cenizas y escaso humo, vio al chico levantarse temblorosamente. Antes de que pudiera comprender lo que había sucedido, él caminó lentamente hacia ella.

–Lo siento, Ryuu-san… tuve que atraer al monstruo hacia mí…

–Ah…

Ante esas palabras, Ryuu entendió.

Todo había sido una estrategia para matar al monstruo.

Ryuu le había enseñado a dar un solo golpe letal dirigido a la Piedra Mágica. Sin la energía suficiente para levantar el brazo, Bell había esperado a que el Barbarian se acercara a él. Para asestar un golpe en el pecho, había jugado el papel de presa indefensa.

Fue literalmente su apuesta final.

–Te escuché, pero… lo siento.

Se arrodilló frente a ella y la levantó. Ella se sentó aturdida a la altura de los ojos de Bell… sonrojándose mucho más de lo que las circunstancias merecían.

La había escuchado suplicar como una niña pequeña.

Había escuchado esa voz lamentable.

Bell parecía algo incómodo.

Ayudada por su vergüenza, Ryuu obligó a sus ojos llorosos a mirarlo ferozmente y levantó la mano. Bell cerró los ojos y ella estaba a punto de abofetearle la mejilla… pero al final, bajó la mano sin hacer nada.

Aliviada, enterró su rostro en el pecho de Bell como si estuviera a punto de disolverse en lágrimas.

–Te lo ruego… nunca vuelvas a hacer eso…

Murmuró, presionando su frente contra su pecho.

–… Lo siento.

La disculpa de Bell por preocupar a Ryuu cayó sobre su cabello. El latido del corazón que llegó a su oído le dijo que realmente estaba vivo, y por eso, ella lo perdonó todo.

Después de unos momentos, Bell cargó a Ryuu sobre su espalda. Comenzaron a avanzar por el oscuro pasillo.

Los pasos de Bell eran tan poco confiables como un bote hecho de arena, pero para ella eran increíblemente tranquilizadores—incluso si fueran la extensión de una misión que podría costarles la vida.

… No siento ningún monstruo. ¿No hay ninguno por aquí…?

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Aunque el pasillo tenuemente iluminado estaba lleno de escombros y cadáveres de monstruos, ningún ojo los miraba y ninguna animosidad sedienta de sangre acechaba en las sombras. El Barbarian de unos minutos antes había venido del Coliseo. La mente exhausta de Ryuu concluyó que debía ser pura suerte que los monstruos no estuvieran apareciendo cerca.

Justo entonces, Bell se detuvo.

En la profunda oscuridad delante de ellos, el pasillo se curvaba.

Una tenue luz azul se derramaba desde la esquina.

En el Calabozo, los cambios en el escenario indicaban peligro. No era como si regresar fuera una opción, por supuesto. El camino detrás de ellos estaba bloqueado por escombros. Bell y Ryuu continuaron nerviosamente hacia la curva.

— —¡¡…!!!

Ryuu jadeó ante la escena que repentinamente se reveló. Aunque el pasillo seguía siendo del mismo ancho, agua corría por el centro.

–¿Un río…?

Bell tenía razón. Un rio azul puro comenzaba justo delante de sus ojos.

El agua brotaba como un pedestal desde el lecho de roca y continuaba tan lejos como podían ver por el recto pasillo.

–¿Un manantial en el 37° Piso…?

Ryuu nunca había escuchado de tal cosa.

Adquirir comida y agua en el Palacio del Demonio Blanco de piedra blanca lechosa era extremadamente difícil. Esa era una de las razones por las que se consideraba que escapar de los Pisos Profundos era de suma importancia. Incluso Ryuu, quien había llegado hasta el 41° Piso con la <Familia Astrea>, no sabía que existía un lugar como este.

–Pensar que esto estaba aquí debajo del Coliseo… Supongo que nunca se descubrió porque nadie se atrevió a acercarse a él…

Mientras Ryuu murmuraba dubitativa, Bell avanzó. Cualquiera que fuera el significado de ello, era el agua que habían estado deseando. Dio un paso hacia la orilla del río, planeando calmar su garganta reseca.

–… ¡…!

Sin embargo, repentinamente sus piernas se doblaron debajo de él. Con su fuerza drenándose extrañamente de sus piernas, perdió el equilibrio, lanzándose hacia el agua con Ryuu todavía en su espalda. El impacto de la caída hizo que su Espada Larga verde se soltara y bailara a través del aire.

–… ¡B-Bell!

Ryuu plantó sus manos en la orilla y levantó la vista. Bell estaba bajo el agua a su lado y no respondía. A través del agua clara pudo ver que sus ojos estaban cerrados como si se hubiera agotado su fuerza final. Burbujas rompían la superficie del agua.

Afortunadamente, el río era poco profundo. Sin embargo, Bell estaba sangrando, y el agua azul pronto se volvió rosa. Ryuu se acercó a él en pánico.

Incapaz de ponerse de pie gracias a su pierna lesionada, ella permaneció sentada en el río y envolvió sus brazos alrededor de su cintura para sacar su cabeza del agua.

–<Canto de un ahora distante bosque. ¡Canto nostálgico de la vida!¡Por favor trae la misericordia de la curación a aquellos que te buscan!>

Comenzó a Cantar, aferrándose al chico con el rostro blanco. Esa era lo última de su fuerza mental, su última apuesta. Sabía muy bien que podría sufrir un Mente Cero y terminar cayendo al agua con él, pero activó su Magia de Curación de todos modos.

–<¡Noa Heal…!>

Un cálido color verde envolvió el cuerpo de Bell.

Ryuu sintió que la fuerza se le escapaba de las puntas de los dedos mientras su conciencia parpadeaba, pero se mordió el labio. La curación era muy lenta. Sus heridas no se cerraban. La vida se filtraba de su cuerpo segundo a segundo.

Eso no era bueno. Tenía que detener el sangrado. Se negaba a dejarlo morir.

Exprimió hasta la última gota de Magia de cada rincón de su cuerpo, medio maldiciéndose a sí misma mientras lo hacía, y la canalizaba hacia él.

El borde de la luz verde se extendió hacia afuera, llevando una calidez como la luz del sol filtrándose a través de los árboles.

Finalmente, la luz convergió.

Las heridas de Bell estaban todas cerradas.

–… Bell.

Susurró su nombre tan débilmente que su voz podría haber sido apagada como una vela.

Aferrándose desesperadamente a la conciencia, recogió agua en su mano y se la llevó a los labios. Solo después de confirmar que era segura para beber, recogió un poco para Bell.

–Por favor, bebe… bebe.

Susurro de nuevo, para que él pudiera vivir.

Apoyando su cabeza con su mano izquierda, llevó su mano derecha a su boca.


El agua clara recogida en su palma temblaba. Sus dedos tocaron sus labios, que estaban pegados con sangre.

Como si estuviera rezando, continuó humedeciéndole los labios. Una y otra vez.

Aunque la oscuridad los envolviera desde arriba, el agua pura y brillante iluminaba su rostro. Parecía efímera, silenciosa y noble como una estatua de la piedad.

Solo el silencioso Calabozo vigilaba a la Elfa en su vigilia.

Finalmente, Bell tosió y abrió los ojos ligeramente.

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