Dungeon ni Deai wo Motomeru no wa Machigatteiru Darou ka (NL)

Volumen 14

Capítulo 13: A Través de Mil Oscuridades

Parte 2

 

 

Esa era la historia completa.

Ryuu había sacrificado a sus amigas para que ella pudiera vivir. Había enviado a Alise más allá de la luz a su muerte.

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Esa era la verdadera esencia de la oscuridad que aún habitaba en lo profundo de su corazón.

***

 

 

Después del incidente, Ryuu fue atormentada constantemente por la pérdida y la culpa. No regresó a Astrea, sino que sanó sus heridas en la superficie y luego regresó al Calabozo lo más rápido posible.

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Los cuerpos de sus amigas ya no permanecían en la habitación donde se había desarrollado la tragedia. En cambio, encontró signos de que habían sido devorados por monstruos. Sus armas empapadas de sangre clavadas en el suelo le contaron todo. De nuevo, Ryuu aulló y lloró.

Temblando como un bebé, luchando desesperadamente contra el trauma que había sido grabado profundamente en ella, buscó al monstruo. Quería matar al monstruo que había asesinado a sus amigas, pero en realidad también era un acto suicida. Tenía que poner fin a las cosas—tanto para reclamar venganza por sus amigas como para juzgarse a sí misma.

Pero al final, no pudo cumplir su deseo.

En lo profundo del Calabozo, encontró una montaña de ceniza azul violáceo que pensó que debía ser los restos del Juggernaut, como si alguien lo hubiera aplastado para pulverizar su Piedra Mágica.

Una vez más, perdió toda esperanza.

Su Magia no había matado al monstruo. Algo sin conexión con ella había ocurrido. Ahora no había nada en lo que su terror y sus furiosas emociones y esperanzas pudieran establecerse. Negando incluso la oportunidad de encontrar una solución, Ryuu sujeto su cabeza con ambas manos y cayó al suelo. Era una Elfa rota, su espíritu y su cuerpo estaban divididos por mil grietas.

Después, Ryuu trajo de vuelta los recuerdos que sus amigas habían dejado en los Pisos Profundos. Hizo una tumba para ellas en el 18° Piso, un lugar que habían amado. Parecía que sus lágrimas nunca se secarían. Una vez habían bromeado diciendo que, si morían, les gustaría ser enterradas ahí en el paraíso del Calabozo.

Con sus compañeras habiéndose ido, y su corazón hundido en las profundidades de la decepción y la desesperación, se paró frente a las armas que había clavado en el suelo como lápidas y se cuestionó a sí misma.

Era la única que quedaba viva.

¿Qué debería hacer?

Si tan solo pudiera desaparecer.

Quería dar la bienvenida a la muerte y desaparecer de este mundo.

Pero había pocas posibilidades de que pudiera terminar con su vida.

¿Cómo podía tirar la vida que Alise y todas los demás le habían dado?

Eso sería lo mismo que dejar sin sentido sus muertes.

Su misión era vivir. Su deseo más ardiente era morir.

En el espacio estrecho entre esas emociones ferozmente competitivas, surgió una llama negra.

–¡Nunca lo perdonaré!

El mundo se distorsionó como un caramelo derretido.





Sus emociones acumuladas se congelaron en la venganza que había olvidado hasta ahora, y una voz tan oscura que apenas reconoció como suya se derramó de sus labios.

Jura. <Familia Rudra>. <Evilus>.

Habían provocado un desastre y llevaron a Alise y a los demás a la muerte. Eran detestables. No debían ser perdonados. Si tan solo nunca hubieran existido. Los pensamientos de Ryuu convergieron de esa manera muy rápidamente. Su ira negra ardía como el fuego del infierno.

Todo en nombre de la venganza.

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Ryuu justificó todo entregándose a la ira y al odio. No se les debía permitir vivir. Si los dejaba vivir, podrían provocar otra calamidad. Dejarlos correr libres no tenía sentido. Pasar por alto sus crímenes ni siquiera era una opción. Decidió que usaría su vida para destruir el mal.

Esto no era por el bien de la ciudad, ni por los ciudadanos que sufrían allí. Esta no era una misión noble para proteger a personas que nunca había conocido.

Era para ella misma.

Los haría pagar por la trágica muerte de sus compañeras.

En ese momento, Ryuu había sido incapaz de pensar en otra forma de usar la vida que le habían dado. O más bien, fingió que no podía pensar en otra forma.

Llevó a cabo su último acto de justicia.

De todas las justicias de las que Alise había hablado, esa era quizás la más fea.

En realidad, probablemente no era justicia en absoluto.

Ese fue el final del hada que gimió incansablemente, con su cuerpo roto y sus alas podridas.

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Las llamas negras consumieron la espada y las alas de la justicia de Ryuu, quemándolas hasta que no quedó nada.

***

 

 

Después de que decidió caminar por el camino de la destrucción, Ryuu le suplico a Astrea que se fuera.

Entregada por completo a sus furiosas emociones, ya no podía verse a sí misma claramente. Incapaz de comprender su propio corazón, no quería que su Diosa viera a través de ella. Sin embargo, más que eso, no quería que le impidiera vengarse.

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No sabía lo que Astrea pensaba de ella cuando acudió a ella mendigando desesperadamente, tallando su frente en el suelo y negándose a mirarla a los ojos. Tal vez estaba agotada por la cadena interminable de tragedia y odio, o tal vez estaba decepcionada por la incapacidad de los niños para dejar de luchar.

Ryuu no podía recordar la expresión en el rostro de Astrea ese día. Sus propios ojos estaban nublados por la ira, la tristeza, el odio y el resentimiento.

Antes de que su Diosa se fuera, había hablado con tristeza en su voz.

–Ryuu… por favor olvídate de la justicia.

***

 

 

Ryuu realizó su venganza rápidamente.

Primero apuntó a personas, luego a edificios y finalmente a instalaciones completas. No les dio tiempo de intervenir a las <Familias> que estaban del lado de su enemigo. Atacó por la noche, usando ataques sorpresa y trampas. Elimino a aquellos asociados con <Evilus> usando métodos que no le convenían a un Elfo.

No había ninguna técnica a la que no recurriera. Ataco a los que eran parte de <Evilus> junto con los que eran sospechosos de serlo. No importaba si eran comerciantes o empleados del Gremio. Esas fueron represalias llevadas demasiado lejos, pero también un juicio emitido sobre sí misma.

“Si ibas a matar a tus enemigos, deberías haber sido más inteligente al respecto.”

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No mucho después de que todo eso sucedió, Chloe le había dicho esas palabras.

Ryuu no tuvo respuesta. En cambio, las profundidades de su corazón sonrieron burlonamente. Por supuesto, no podía decirle a la Catman que quería morir desde el principio.

No podía perdonar a Jura y sus cómplices por provocar ese desastre.

No se perdonaría por dejar morir a sus amigas.

Fue un momento oscuro e imprudente para Ryuu.

Sinceramente buscaba la muerte.

***

 

 

La venganza casi había llegado a su fin. Ryuu se estaba preparando para atacar el escondite de la <Familia Rudra>.

Muchos miembros de la <Familia> aún permanecían allí. Jura también estaba allí, atormentado por el miedo.

Ryuu recordaba esos eventos solo vagamente. Recordaba rugir como un animal y atacar una y otra vez al Domador. Había desechado la frialdad y había seguido las órdenes de sus furiosas emociones mientras le cortaba el brazo y luego la oreja, con su espada destellando innumerables veces.

No dejó vivo ni a un solo miembro de la <Familia>. Después de matar a su líder, usó su Magia para quemar su escondite hasta el suelo con todos sus cadáveres aún dentro.

Inmediatamente después de que terminó, mientras el humo seguía saliendo de las ruinas, el Dios Rudra apareció ante Ryuu desde donde se había estado escondiendo.

Incluso en ese momento de su vida, Ryuu no podía obligarse a matar a un Dios. Pero no quedaba nadie para protegerlo, y después de que Ryuu se fue, el Gremio decidió capturarlo y exiliarlo. Ese abandono del reino de los mortales se situó ante Ryuu rodeada de furiosas llamas rojas y rió a carcajadas.

Y luego habló con Ryuu.

–Cuando te vi hace un momento, quería invitarte a nuestra <Familia>.

El rostro reflejado en sus ojos era el de un demonio de venganza muy gastado.

***

 

 

Ryuu destruyó veintisiete organizaciones, incluidas empresas y grupos de mercenarios proscritos.

Las acciones de Ryuu llevaron a que cuatro columnas sagradas perforaran los cielos.

Los oscuros impulsos de Ryuu atrajeron a muchos otros junto con ella.

Irónicamente, desencadenaron el final de los días oscuros de la ciudad.

Pero contrario a sus deseos, Ryuu misma sobrevivió.

Cuando su venganza estuvo completa, había terminado todo lo que quería hacer.

Lo que logró al aplastar a quienes le habían robado a sus amigas y a quienes se pusieron del lado de ellos no fue una sensación de logro, sino un terrible vacío.

No podía recordar ni las sonrisas de sus amigas ni sus rostros miserables cuando se encontraron con su final.

Las lágrimas que habían brotado de sus ojos y los lamentos que habían surgido de su garganta se desvanecieron.

Se dirigió a un callejón que nadie pisaba nunca. Vacía y drenada de toda energía, Ryuu esperaba la muerte.

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“¿Estás bien?”

Después de eso, fue como le dijo a Bell.

Ryuu fue sacada del callejón lluvioso por Seal, salvada contra su voluntad. La empujó hacia el camino de los vivos.

“Gracias por luchar por nosotros.”

Cuando Seal le dijo esas palabras, sintió como si hubiera sido perdonada. Al mismo tiempo, sintió que tenía que vivir—vivir para Alise y sus otras compañeras. Todo esto fue gracias a Seal y <La Señora de la Abundancia>.


Pero no fue capaz de borrar los viejos sentimientos de las profundidades de su corazón.

La sed de ser condenada por sus pecados continuaba ardiendo.

No confesó sus crímenes a Seal ni a las demás.

El dolor y la pérdida de perder a sus irremplazables amigas nunca podrían sanar.

Incluso si las heridas se hubieran cerrado, de repente comenzarían a latir cuando menos lo esperaba, invocando una terrible soledad.

La culpa que nunca desapareció acosaba su corazón por haber elegido el camino de la vida.

Siempre lo hizo, y todavía lo hacía.

***

 

 

Ryuu salió del bosque de reminiscencias y permaneció completamente inmóvil en la oscuridad.

De repente, hubo una luz cegadora, y se giró hacia ella.

Era la misma escena que había presenciado muchas veces antes.

Más allá de la luz blanca, sus amigas estaban de espaldas a ella. Entre ellas estaba la chica de cabello rojo.

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Estaban en la orilla lejana de la luz, a donde Ryuu las había conducido. La orilla lejana, donde estaban los muertos.

Podía llamarlas hasta que se volviera ronca y anhelarlas desde el fondo de su corazón, pero nunca mirarían hacia ella.

Como si dijeran, Este es tu castigo.

Solo cuando llegara a su lado y fuera recibida en su redil, sería verdaderamente perdonada.

Ryuu creía eso, y estaba triste porque una vez más no había podido alcanzarlas. Cuando la tristeza la invadió, la luz blanca borró el mundo y la tragó.

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