Tate no Yuusha no Nariagari (NL)
Volumen 15
Epílogo: La Chica que se Convirtió en un Escudo
No tenía idea de cuánto tiempo había estado en silencio.
Raphtalia había estado llorando todo el tiempo, mientras Fohl simplemente me miraba en silencio.
La vida de Atla había terminado. Ella ya no estaba con nosotros.
“Puedes… odiarme,” logré decir. Yo había fallado en salvar a su hermana… alguien a quien él había amado e importado más que a cualquier otra persona. Podía aceptar su odio.
En el momento en que dije eso, Fohl me levantó de la ropa y su puño… se detuvo en frente de mi rostro.
“¡No voy a odiarte! ¡No voy a odiarte y facilitarte las cosas!” rugió Fohl.
“¿Qué?” Apenas podía comprenderlo.
“¡Déjame decirte algo acerca de Atla! ¡Hasta el final, ella te amó! ¡Ella eligió sacrificarse por ti! Así que no puedo culparte… ¡No puedo odiarte! Yo tampoco fui capaz de salvarla. ¡Si la hubiera detenido cuando ella dio un paso al frente, nada de esto habría pasado!” dijo Fohl.
“Pero—” Mis palabras se detuvieron mientras mi cabeza se llenaba de posibilidades. Las cosas que pude haber hecho diferente para impedir que Atla muriera—preguntándome por qué no había respondido a sus sentimientos.
“Si nunca hubiera conocido a Atla… entonces ella no habría muerto de esta forma.” En el momento en que escupí esas palabras, mi cabeza fue enviada con fuerza hacia el costado.
Comprendí que Fohl finalmente me había golpeado.
“¡No te atrevas a decir eso! ¡No te atrevas a volver a decir eso!” rugió él.
“Pero es la verdad—” logré decir con mi mandíbula adolorida.
“¡Si no te hubiéramos conocido en ese entonces, Atla habría muerto hace mucho tiempo!” contraatacó Fohl. “Yo no tenía el dinero para comprar la medicina que necesitábamos para mantener a Atla con vida. ¡Si hubiera tenido otro ataque, ella seguramente habría muerto! En vez de eso… ¡ella fue capaz de caminar, incluso luchar junto a mí, todo gracias a ti! ¡Así que no te perdonaré si vuelves a decir algo así!”
“Pero aun así… esto simplemente es—” tartamudeé.
“¡No te atrevas a manchar aún más el orgullo de Atla!” demandó Fohl, dándome la espalda. Sus manos estaban tan apretadas que sangraban.
Yo era tan duro como el metal y él me había golpeado. Eso iba a ir más allá de un simple dolor. Gotas de su sangre salpicaron el suelo.
“Atla me dijo que ella quería que yo protegiera a todos en la aldea, tal como si fueran ella. ¡Tengo que cumplir su último deseo! ¿Cómo podría odiar a quien debió convertirse en mi cuñado? ¡No puedo odiarte!” rugió Fohl, con su rabia emergiendo.
Ese grito… tal vez habiendo despertado algo, causó que apareciera una luz cegadora desde el templo en la ciudad del castillo. Esa luz voló hacia Fohl y lo envolvió.
El destello cegador duró por solo un instante antes de desvanecerse… y entonces unos guanteletes aparecieron en las manos de Fohl.
“Esto es—” Ya había visto antes estos guanteletes. ¿Acaso los guanteletes legendarios habían respondido al grito del corazón de Fohl? Hasta ayer me habría burlado de este giro de eventos como pura coincidencia.
Pero ahora mismo, ni siquiera tenía la libertad de burlarme de tales metáforas.
Era demasiado tarde. Demasiado tarde para cualquier cosa…
“¡Es mejor que mantengas tus promesas con Atla! ¡Yo voy a ir a hacer lo mismo!” dijo Fohl y salió corriendo, con lágrimas brotando de sus ojos.
Para proteger a aquellos luchando en el campo de batalla…
Por mi parte… Intenté consolar a la sollozante Raphtalia… y reflexionar acerca de las palabras finales de la chica que tanto me había adorado.
“¿Puedo tener un momento a solas?” le pedí a Raphtalia, Rat, y los sanadores, incluso mientras sostenía en mis brazos los restos de Atla.
“Si eso es lo que necesita. Pero no olvide que la batalla continúa,” dijo Rat.
“Si, lo sé,” logré decir. Raphtalia simplemente sollozó, y luego ambas asintieron y salieron. Todavía conmocionado… Repasé todos mis recuerdos junto a Atla.
Recordé la primera noche que ella había venido a dormir a mi habitación.
“Yo soy el Héroe del Escudo. Todo lo que puedo hacer es proteger a los demás,” había dicho, siguiendo al pie de la letra mi papel.
“Naofumi-sama, mire su aldea, parece que todos están protegidos bajo su ala,” respondió Atla.
“Mi ala, ¿eh?” No había estado convencido.
“Creo que usted los está protegiendo a todos, esperando que llegue su momento de dejar el nido,” había continuado Atla.
“Dejar el nido está muy bien y todo, pero aún necesito que lo defiendas. De otra forma tendré que considerar un castigo,” le había dicho.
“Todos en la aldea me han contado acerca de sus increíbles hazañas, Naofumi-sama. Pienso que usted está haciendo algo maravilloso, algo por lo cual estar orgulloso. Yo lo respeto por superar tal adversidad, siempre caminando hacia el frente,” había respondido ella.
“Es decir… tienes razón. No estoy tratando de ser humilde, pero supongo que he logrado algunas cosas,” había admitido.
“Aunque… Naofumi-sama, ¿quién lo protege a usted?” había preguntado ella.
“¿A mí?” había preguntado yo sorprendido. Después había recordado cómo Raphtalia y los demás me habían salvado. “Supongo que hay algunas personas.”
“Estuve pensando en algo. Si Raphtalia es su espada, Naofumi-sama, entonces yo quiero convertirme en su escudo. Yo quiero protegerlo,” había dicho Atla.
“Conque un escudo. Realmente no es tan genial crees,” le había dicho.
Y ahora ese deseo había sido cumplido dando su vida.
En ese caso, tenía que cumplir su deseo final. No había sido capaz de protegerla, así que lo menos que podía hacer era cumplir ese deseo final… o no sería capaz de perdonarme.
Eso era lo importante. Sin importar quién me critique por lo que haré a continuación, o me desprecie por ello, habiendo fallado en proteger a alguien más de esta forma, tenía que mantener esta promesa—¡tenía que mantener esta promesa por sobre cualquier cosa!
Apreté mis dientes mientras la determinación recorría mi cuerpo. Iba a dar un paso dentro de un territorio prohibido. Entonces me reprendí; yo era un criminal, compraba las vidas de las personas, las usaba, y luego las descartaba, ¿entonces por qué debería sentirme culpable?
Miré hacia el cuerpo de Atla. Parecía que se desmoronaría con el más mínimo toque. Todo fue debido a que ella eligió proteger nuestras vidas con su pequeño y frágil cuerpo. Ella ciertamente había ayudado a mantener las víctimas al mínimo. Cuando lo consideraba de forma pragmática… lo entendía.
Si era para salvar a los héroes, si era para salvar a alguien que amas, las personas ciertamente estarían dispuestas a dar sus vidas por tales cosas. Yo mismo había considerado esa opción, así que podía entender ese proceso de pensamiento.
Pero ahora miren la realidad. Miren lo que le había pasado a ella. Una muerte tan horrible que apenas podía describirla con palabras. Y, aun así, hasta el mismísimo final, ella todavía había estado pensando en mí.
Esta chica me había amado, a mí, aceptándome de forma incondicional.
Y ahora yo iba a absorberla con mi escudo.
Miedo, terror, desesperación, lamento—todas estas emociones se arremolinaban dentro de mí. Mi cuerpo no podía dejar de temblar.
Pero tenía que hacerlo.
Si nada pasó después de todas mis plegarias, si solo se quedaban indiferentes ante la injusticia de este resultado… entonces de seguro los dioses no existían.
No. No podía existir ningún dios. ¡Yo no lo permitiría! Si existiera tal dios que permite que esto pase, nunca lo perdonaría. Lo mataría, sin importar lo que hiciera falta.
¡Todo esto era muy retorcido!
Todo estaba avanzando bien. Había estado consciente de todo, listo para cualquier cosa. ¡Era una batalla que pudimos haber ganado sin perder a nadie!
Si no hubiera sido por esa luz, pero ese destello imperdonable, Atla no hubiera tenido que morir.
¿Los héroes? Ja. ¿Los dioses? ¡Jaja! Este mundo… este mundo irracional… ¿¡quién podría estar de acuerdo con él!?
“Atla… Creo que entiendo un poco la razón por la que dijiste que no querías regresar a este mundo,” le susurré. Su cuerpo estaba demasiado ligero—era el cuerpo una chica que nunca más volvería a hablar.
Yo iba a mantener esa promesa.
No podía romperla por ningún motivo.
No iba a dejar que este mundo de mierda tuviera a Atla.
Gruñí. Jadeé. El cuerpo de la chica desapareció dentro de mi escudo.
Echó chispas exactamente de la misma forma que cuando yo ponía un monstruo o un objeto.
Serie Maldición. ¡Escudo de Odio, bendecido!
Serie Bendita. ¡Escudo de la Compasión desbloqueado a la fuerza!
Escudo del Alma: condiciones reunidas.
¡Serie Semi-humana desbloqueada a la fuerza! ¡Completada!
¡Serie de Usuario de Esclavos desbloqueada a la fuerza! ¡Completada!
¡Serie de Compañeros desbloqueada a la fuerza! ¡Completada!
Serie Bendita
La Serie Bendita es una poderosa serie de armas que solo pueden obtener aquellos que han superado una terrible maldición. Existe como un escudo predeterminado e imbuye poder hacia el arma en la que se convierte.
El bono de equipo depende del escudo en el que se convierte.
Serie Bendita
Escudo de la Compasión
Habilidades desbloqueadas: bono de equipo: habilidades “Cambiar Escudo (Ataque)”, “Doncella de Hierro”, “Muro de Estrella Fugaz”.
Efectos especiales: Llamado de la compasión, encantamiento, bendición, resistencia a todos los elementos, soporte de hechizos.
De la mano de una chica ciega… el Escudo de la Compasión fue creado por la compasión dentro de dos corazones.
Era un escudo increíblemente simple, pero a la vez gentil. Era como la luz del sol atravesando los árboles en un día soleado. También tenía los mejores efectos que cualquiera de los escudos que había conseguido hasta ahora. Sabía que “encantamientos” significaba que los efectos de este escudo podían ser imbuidos en otros escudos. Solo eso proveía un incremento enorme a mis capacidades defensivas.
Además de todo eso, había desbloqueado a la fuerza la Serie Semi-humana, la Serie de Usuario de Esclavos, y la Serie de Compañeros. También tenía bonos de equipo. En otras palabras, proporcionaba un incremento enorme a las estadísticas de los esclavos, los semi- humanos, y los compañeros.
Cambié al Escudo de la Coraza de la Tortuga Espíritu.
¡Fortalecimiento debido al incremento de poder!
¡Cambiando al Escudo de la Coraza de la Tortuga Espíritu!
Incrementos mayores fueron activados. Ahora mismo no tenía el tiempo para revisar en detalle todo lo que estaba pasando. Además, todos aquellos que habían estado recibiendo tratamiento ya habían sido sanados. Los sanadores estaban aclamando que era alguna clase de milagro.
Me paré en frente de la tienda y miré hacia los Fénix gemelos surcando el cielo. Ellos chillaron, como si estuvieran provocándome. Tal como Ost, yo estaba aquí luchando contra estas aves por el bien del mundo. Entendía su verdadera naturaleza, que yo era un simple instrumento completando mi papel asignado.
Ost también había sabido eso… había luchado, basándose en esa concepción… lo cual quería decir que había solo una cosa que yo podía hacer.
“¡Filo!” grité, llamándola para que viniera. Ella estaba dándole una buena pelea a los Fénix.
“¿Qué sucede?” se acercó Filo, claramente preocupada por Atla y la expresión triste en mi rostro. En ese momento noté una bondad en Filo que nunca antes había visto en ella.
No estaba seguro de si eran los poderes de Atla o el poder del Escudo de la Compasión.
Emociones conflictivas se juntaban en mi pecho. No solo tristeza, sino que también había bondad mezclada. Sin embargo, no quería pensar que esto era solo debido a la influencia del escudo.
“Sé que esto no te agradará, pero llévame hacia Gaelion,” le ordené.
“Bien… entonces llegó la hora,” respondió ella.
“Sí. ¡Es hora de terminar con todo esto!” declaré. Me subí en la espalda de Filo y regresé rápidamente a la batalla. Cuando di una señal con mi mano, Filo reunió su fuerza en sus piernas y después saltó hasta Gaelion.
“¡Gaelion! ¡Una solicitud de nuestro maestro!” gritó ella.
“¡Kwaa!” respondió él. Gaelion, con Wyndia todavía en su espalda, me atrapó en medio del aire mientras yo saltaba de Filo.
“¡Un último esfuerzo, Maestro!” Filo realizó una especie de pulgares arriba con sus alas mientras caía en picada hacia el suelo.
“¡Claro!” respondí. Tan pronto como Filo aterrizó, ella arremetió directamente hacia la batalla contra el Fénix a baja altitud.
Con un chillido, el Fénix puso su atención en mí y voló hacia nosotros con sus garras al frente. Tal vez debí haber tratado de mantener la calma. Solo porque odiaba al enemigo ante mí, no podía dejar que mi corazón se llenara de oscuridad. Pero podía entender el dolor. Podía entender lo injusto que era este mundo.
Entendía las heridas que habíamos recibido… y la tristeza de lo que habíamos perdido.
Era exactamente debido a que podía entenderlo que debía enojarme.
“Cierra la maldita boca.” Detuve las garras las Fénix con una sola mano y arrojé al ave hacia el suelo.
Ahora su único chillido era uno de sorpresa.
Girando sin control, el Fénix se recuperó en medio del aire y voló de regreso hacia mí. Su expresión era una de… ¿dolor? ¿Estaba débil? Entonces este era el momento de atacar.
Inmediatamente salté de la espalda de Gaelion y me dirigí directamente hacia el Fénix.
“¿¡Kwaa!?” chilló Gaelion.
“¿¡Eh!?” Wyndia también estaba sorprendida, tanto jinete como dragón tenían expresiones de shock en sus rostros.
“Voy a aplastar a este pollo gordinflón contra el suelo. ¡Después de eso ataquen!” grité.
“C-claro,” afirmó Wyndia.
“Kwaa…” Gaelion también rugió. Les hice saber mis planes, con una gravedad palpable en mi voz. Después activé el campo de gravedad.
No había tenido ningún efecto cuando lo había probado antes, pero ahora yo podía usarlo. Me hice tan pesado como pude, deteniendo el vuelo del Fénix completamente.
Con más chillidos patéticos, el Fénix, incapaz de volar debido al peso, agitó sus alas de forma desesperada. Pero era completamente incapaz de mantener su peso.
Continuó cayendo hacia donde el Fénix a baja altitud estaba esperando abajo.
Y entonces cerca del suelo, mientras el polvo se elevaba por la batalla, agarré a ambos Fénix y grité el nombre de una habilidad.
“¡Encadenar Escudos!” Ambas aves fueron atrapadas por las cadenas que emergieron de mi escudo, uniéndolas. Con esos preparativos en su lugar, les grité a todos los demás en los alrededores.
“¡Todos! ¡Acábenlos!”
“¿¡Naofumi!?” Fohl estaba atónito.
“¿Qué estás haciendo?” grité. “¡Acábalos a ambos!”
“¡Bien! ¡Estallido de Tigre!” Fohl también fue el primero en actuar. Es decir, era obvio. Realmente sentí que en ese momento yo era el que mejor podía entender sus sentimientos. Así era como yo me sentía. Quizás yo no entendía cómo se sentía perder a un miembro de la familia de esa forma. Pero sabía exactamente la importancia de la existencia de Atla.
“No se preocupen por mí. ¡Solo apresúrense y derroten a esta cosa! ¡Asegúrense de matarlos a ambos al mismo tiempo!” ordené. Hubo gritos generales de acuerdo, y entonces muchos ataques especiales comenzaron a llover.
“Naofumi, ¿qué pasó con Atla?” me preguntó Ren entre ataques. Yo fui incapaz de responder y solo aparté la vista. Ahora mismo no quería pensar acerca de eso.
“Maldición…” Comprendiendo lo que significaba, Ren expresó su tristeza. Él además aplicó más fuerza a su espada.
“Me siento tan… ¡ligera!” Con su espada en frente de ella, Kiel arremetió hacia el frente tal como Filo y atacó a los Fénix.
“Sí. Me siento… totalmente diferente de antes.” Los esclavos y todos los demás de mi unidad definitivamente se estaban desempeñando mejor, con sus ataques más fuertes y precisos. Este claramente era el resultado de incremento de la Serie de Usuario de Esclavos y la Serie de Compañeros. Aún no había revisado los detalles, pero los efectos claramente eran enormes.
Todo era gracias a Atla.
“Más rápido. Acábenlos más rápido. Por todas las injusticias, por toda la tristeza presente… tenemos que erradicarlos tan rápido como sea posible,” grité. Ahora ambos Fénix estaban unidos, atacándome uno tras otro, pero yo no sentía nada en lo absoluto.
Las garras, el aliento, las plumas, ninguno de esos ataques tenía importancia.
Una vez que los tuvimos fijos en un solo lugar, ellos eran solamente una presa. Todo lo que debíamos hacer era atacar y matarlos.
“¡Espada Gravitacional!”
“¡Brionac!”
“¡Cazador de Aves!”
“¡Lanzamiento Tornado!”
“¡Segunda Formación de la Hoja del Destino de los Ocho Trigramas! ¡Tercera Formación! ¡Hoja de Polvo de Estrellas!”
“¡Golpe Espiral!”
Todos liberaron sus ataques más poderosos, uno tras otro.
“¡Iwatani-sama, voy a activar la Magia Cooperativa, Meteorito!” me advirtió la reina, pero yo lo indiqué con mis ojos que ella simplemente debería continuar sin preocuparse por mí.
“¡Muy bien! ¡Todos a excepción de Iwatani-sama, retrocedan!” advirtió ella. Mientras todos mis demás aliados ponían algo de distancia entre ellos mismos y el objetivo, un meteorito enorme cayó desde el cielo para envolver tanto a mí como a las aves encadenadas.
Una gran explosión nos tragó a los tres, pero yo no recibí nada de daño.
“¡Es nuestro turno, Shildina!” dijo Sadina.
“¡Estoy lista!” respondió Shildina. Ambas, ubicadas en la retaguardia de las fuerzas, rápidamente completaron el encantamiento de la Magia Cooperativa.
“¡Encarnación de los Dioses del Trueno y del Viento!” gritaron al unísono. La Magia Cooperativa causó que un espeso estallido de rayos, mucho más poderoso que Juicio, se estrellara contra los Fénix, combinado con un tornado desgarrador.
Una de las dos aves dio un grito de agonía, y la otra comenzó a latir de una manera extraña. Estaba pasando de nuevo.
La autodestrucción.
Por supuesto, no íbamos a dejar que eso pasara.
Cuando la Magia Cooperativa llegó a su fin, mis aliados arremetieron una vez más.
“¡Apoyo de Ataque!”
“¡Arremetida de Tigre!”
El ataque especial de Fohl golpeó directamente luego de haber recibido la magia de apoyo de prácticamente todos los demás, y las dos aves fueron reducidas a plumas casi al mismo tiempo, procediendo a desaparecer en la nada.
Un grito de victoria atravesó el lugar.
Las plumas caían como nieve. Y dentro de la ventisca yo solo estaba de pie, quieto, simplemente existiendo.
“Atla… lo hicimos,” dije finalmente. Levanté mi escudo en lo alto, señalando la victoria.
Definitivamente pudimos haber ganado esto sin tener que pagar un precio tan grande.
Sea quien sea el responsable de esto… yo nunca lo perdonaría.
“¡Ren! Sabes qué debemos hacer ahora, ¿no?” grité.
“¡Sí!” respondió él.
“También dile a la reina. ¡Sea quien sea el que disparó ese destello de luz, vamos a convertirlo en cenizas! ¡Sin misericordia!” Puede haber sido uno de los sospechosos Héroes de las Siete Estrellas. O pueden haber sido los enemigos de S’yne. Miré hacia ella, pero simplemente sacudió su cabeza, diciéndome que no lo sabía.
Fue una movida astuta, admito eso. Si habían sido los enemigos de S’yne, ellos realmente habían elegido el mejor momento para poder matar a los héroes.
S’yne siempre nos había advertido acerca de esa posibilidad.
Si ellos eran los culpables, entonces… ¡ellos iban a recibir toda la responsabilidad de lo que había pasado como resultado!
“Aun así… después de la explosión, los Fénix se volvieron unos debiluchos,” comentó Ren. Lo ignoré, con mi ira todavía presente. ¿¡A quién le importaba eso ahora!?
“¡En marcha!” declaré. Llamé a Filo y le ordené que se dirigiera directamente hacia el lugar de donde había venido la luz que había atravesado al Fénix. Ren también vino, montando a Gaelion.
Buscamos por el resto del día hasta que el sol comenzó a ocultarse, pero no encontramos a nadie que pudiera ser el culpable.
***
“¡Maldita sea! ¿¡En dónde está!?” rugí.
“No vamos a encontrar nada con esta búsqueda. Naofumi, necesitas tomarte un descanso.” Ren escogió ese momento para darme lo que sonaba como una orden.
“¿¡De qué estás hablando!?” contraataqué.
“Nosotros continuaremos y te haremos saber si encontramos algo,” dijo él. “Tú necesitas descansar hasta entonces. Por favor.”
“Pero—” quise continuar.
“Por favor, Naofumi,” repitió él. Yo quería discutir el asunto, pero Ren no cedía. Su expresión era una compleja, una mezcla de tristeza e ira. “Tú no eres el único que está furioso. Yo también estoy lleno de una ira incontrolable.”
“Bien,” logré decir.
“Tampoco voy a perdonar a quien hizo esto. Pero necesitamos enfocarnos en esto con un poco más de calma,” dijo él, lo cual fue bastante efectivo para calmarme.
Cuando estaba realmente enojado, completamente furioso, a la vez se sentía como si estuviera completamente en calma. Mis sentimientos en ese momento… no podían ser descritos fácilmente.
Se sentía como si estuviera siendo controlado por un tipo totalmente diferente de ira que cuando Bruja me había traicionado. Él tenía razón. Debería tomar un descanso. Necesitaba descansar lo suficiente para ser capaz de notar la diferencia de nuevo entre aquellos que necesitaba proteger y aquellos con quienes me debía enojar.
Eso era lo que mi mente aparentemente tranquila me decía.
“Bien. Lo siento. Te lo dejaré a ti,” le dije.
Me senté a un lado del templo, mientras el sol comenzaba a ocultarse.
La búsqueda seguía en marcha.
Mientras descansaba como Ren me había pedido, comprendí que estaba más furioso que lo que nunca antes había estado. El Escudo de la Compasión ayudaba a apaciguar esa ira, la que de otra forma se sentía que me consumiría. Más allá de eso, no estaba dispuesto a pensar en el perdón para quien había hecho esto.
Entendía la profundidad de la injusticia, la tristeza, y el sufrimiento que esto había causado.
Aunque, mientras la ira desaparecía, estuve consciente de la sensación de pérdida, como si tuviera un agujero en mi pecho. Creciendo para abrumarme. Antes de darme cuenta, estaba sentado en una tienda temporal levantada por el ejército de coalición… con Raphtalia de pie frente a mí.
“Esa fue una jugada cobarde por parte de Atla. Yo estaba esperando que usted me notara, gracias a mi propio esfuerzo, Naofumi-sama,” dijo ella.
“Bien… pero… por ahora…” Apenas podía hablar.
“Lo sé. Lo sé, así que por favor… deje de llorar,” dijo Raphtalia, quien estaba llorando más que yo. Eran lágrimas de corazón—lágrimas que entendían el dolor de los demás.
“No estoy llorando,” respondí, y entonces noté algo bajando por mis mejillas.
Eran… ¿lágrimas?
Cuando salí de la tienda médica, ni siquiera había notado que estaba llorando. Pero todos los demás deben haberlo notado.
Yo estaba llorando.
En el momento en que entendí esto, una sensación de vacío había comenzado a apoderarse de mí.
“Naofumi-sama…” comenzó a decir Raphtalia. Sin pensarlo, me aferré a ella y comencé a sollozar.
Después de la batalla en el castillo, había decidido que ya no iba a volver a llorar.
Pero ahora las lágrimas no se detendrían.
Mientras más trataba de detenerlas, más salían de mí.
Era debido a que ahora entendía la tristeza, el sufrimiento, y el dolor de los demás. Esto no era nada de lo que estar avergonzado. Era lo correcto, lo que debía pasar. Ahora lo entendía. Por ahora, solo quería llorar tranquilamente, pensando en la chica que se había convertido en un escudo y que ahora estaba más cerca de mí que cualquier otra persona.
Sin embargo, también hice una promesa. En lo profundo de mi corazón, prometí que aquellos responsables por esto, sean quienes sean, iban a pagarlo.
– FIN DEL VOLUMEN 15 –
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