Great Demon King

Libro 3: La Orden del Manto Oscuro

Capítulo 103: El Fruto de Dragmar

 

 

Gracias a sus agudos sentidos, Han Shuo detectó al grupo de Aventureros antes de que ellos lo vieran a él. Y aunque lo habían tomado desprevenido, tuvo tiempo suficiente para susurrar un conjuro apresurado, que envió a su Pequeño Esqueleto de regreso a la dimensión oscura. No es que fuese algo imperativo en ese momento, pero no había muchos necromantes en el continente y Han Shuo prefería no llamar la atención, sobre todo ahora que estaba en contacto con la tribu de los Trol. Su esqueleto era demasiado único, así que no convenía que otros lo reconocieran.

Finalmente, el espadachín que lideraba el grupo alcanzó a notarlo y rápidamente vociferó:


– ¡Eh, amigo! ¡¿Estas bien?! ¡¿Estas herido?! –

Para entonces el Pequeño Esqueleto ya se había desvanecido y Han Shuo respondió algo aliviado:

– Estoy bien. –

La Arpía lanzó un horrible chillido de ira mientras volaba sobre sus cabezas, pero no se atrevió a seguir tanteando a su presa. No cuando un grupo de seis humanos más se estaba aproximando. En lugar de eso se elevó aún más para mantenerse a salvo, mientras observaba lo que ocurría.

Después de pasar tanto tiempo estudiando en la Academia Babilonia, Han Shuo ya conocía los símbolos típicos que utilizaban los magos colegiados y las órdenes militares. En general los magos del continente solían llevar unos pequeños emblemas bordados con hilo dorado sobre los hombros de sus túnicas, que representaban a un dragón devorando su propia cola, el símbolo de su eterna búsqueda por el conocimiento de las artes mágicas.

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Estos emblemas eran más o menos numerosos de acuerdo al poder del mago. Un Principiante sólo tenía derecho a portar un emblema, los Licenciados llevaban dos, los Adeptos tres y así sucesivamente. El Colegio Imperial de Magos también aprobaba el uso de ciertos anillos, medallones e incluso pequeñas coronas, cuando alguien alcanzaba los niveles más altos, como el de Archimago, pues en este caso su autoridad era equivalente al de un aristócrata de la nobleza intermedia y podía seguir aumentando si se involucraba en la política; pero los archimagos no eran muy numerosos, así que lo usual era guiarse por los emblemas.

Con los Caballeros era mucho más difícil, porque la mayoría eran aristócratas de larga tradición, y su parafernalia variaba dependiendo del lugar en el que se encontrasen o el tipo de ocasión. Las distinciones se intercalaban entre los blasones de su propia familia, que se heredaban de padres a hijos; las condecoraciones otorgadas por sus reyes o emperadores, en función de los méritos que obtuviesen en el campo de batalla; los galones que representaban sus lugares en la jerarquía militar, los cuales también dependían de cómo se constituyeran los ejércitos en su propio país; y finalmente estaban los símbolos de sus propias órdenes de caballería, que eran las que indicaban su nivel de habilidad.

Por supuesto que no se llevaban todos estos adornos a la batalla, pero eso no hacía más fácil diferenciarlos. Cada uno de ellos tenía su propia armadura, hecha a medida y personalizada de acuerdo a sus necesidades o preferencias. Al menos, en el Imperio Lancelot, los yelmos de los caballeros llevaban un penacho emplumado o a veces de crin de caballo. Estos no solamente eran decorativos, sino que servían para saber el grado del caballero en función del color, número de plumas o la posición del mismo. Un Caballero Sargento llevaba un penacho de color rojo, que contrastaba con el negro usado por los decuriones y centuriones; un Caballero Veterano llevaba un penacho trasversal; un Caballero de la Tierra llevaba un doble penacho trasversal mucho más elaborado que se asemejaba a un par de alas. El diseño podía variar.

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Los Espadachines en cambio eran mucho más fáciles de identificar. Como su estilo de combate se basaba principalmente en estocadas veloces, certeras y letales, casi siempre usaban armaduras o indumentarias ligeras que priorizaban la libertad de movimiento. Eso ya era suficiente para identificarlos.

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Los más renombrados eran burgueses bastante adinerados, como Phoebe, que podían pagarse un equipo caro y contratar a instructores famosos, aunque en ocasiones había jóvenes talentosos que tenían la suerte de captar el interés de un maestro dispuesto a enseñarle gratis. Pero ricos o no, al final eran plebeyos. No poseían los blasones característicos de los aristócratas; aunque eran muy hábiles y poderosos, así que no convenía menospreciarlos. Sobre todo porque podían llegar a convertirse en hidalgos, miembros de la baja nobleza, si obtenían méritos en las guerras. Desde ahí era muy posible que, con sus habilidades, acabasen siendo nombrados Caballeros. Por eso vivían rodeados de un cierto aire de romance guerrero, del que estaban muy orgullosos. También solían enfrentarse en duelos individuales para demostrar su pericia y hacerse famosos como espadachines solitarios, que aspiraban a elevarse hacia la cima desde lo más bajo.

En este contexto habían creado una serie de protocolos para diferenciarse de los Caballeros. Sus indumentarias dependían de su propio peculio, así que la principal característica que tenían en común era su espada. Los más talentosos optaban por el estoque, un arma recta y muy afilada que podía atravesar casi instantáneamente a un hombre con absurda facilidad, aunque se necesitaba bastante maestría para dominarlo. Los menos diestros preferían el sable, que poseía una hoja curva, perfecta para cortes veloces. Era mucho más fácil de usar, pero menos letal, sobre todo contra oponentes que usasen escudos o armaduras.

En ambos casos, estas armas poseían intrincadas guardias, que servían para proteger los dedos del Espadachín durante los combates, y tenían diseños bastante vistosos que destacaban incluso si la espada estaba envainada. Ahí solían grabar un símbolo que representaba a una flor de Lis. Estos aumentaban en número dependiendo del grado que poseyera el espadachín. El símbolo también aparecía bordado sobre el reverso de los guantes de cuero que utilizaban para combatir, e incluso en los de uso diario. Cuando un espadachín desafiaba a otro a un duelo, solía arrojar uno de sus guantes con el emblema característico a los pies de su contrincante, quien a su vez debía responder recogiendo el guante. No aceptar el duelo era algo impensable. En casos extremos un espadachín podía arrojarlo a la cara de su contrincante o abofetearlo directamente, y en este caso el duelo se libraría hasta que uno de los dos muriese.

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Los Guerreros eran los únicos que no poseían una clasificación muy clara. Su clase social era aquella que, en teoría, no poseía nada más que a sus familias o su prole. Por ese motivo los llamaban “proletari” o simplemente proletarios. Era impensable que pudiesen pagar un instructor, unirse a una hermandad de espadachines y menos aún que consiguiesen entrar a una orden de caballería. Por ese motivo solían ser conscriptos de los ejércitos, que descubrían tener talento para el combate. Su entrenamiento era la guerra misma y les encantaba decir que sus cicatrices eran las únicas condecoraciones que tenían o necesitaban. Pero esto no era así.

En el Imperio Lancelot había una escuela de Guerreros que preparaba a los combatientes talentosos para servir como asistentes de los Caballeros o guardias para las familias aristócratas. Era un hecho que para ser un Guerrero se necesitaba destacar primero en combate, a diferencia de los espadachines, que se preparaban con sus instructores antes de demostrar poseer talento. Pero la mayoría tenía suficiente dinero para pagarse sus propias armas, aunque fuesen de baja calidad. Este era un requisito para ingresar a la Escuela de Guerreros de la Academia Babilonia, y no podría darse si los proletarios realmente no poseyeran algo más que su “prole”.

Los guerreros empezaban en el Ejército. A los 16 años ya podían enrolarse voluntariamente e ingresar a las filas de las Tropas Auxiliares, que únicamente se reunían para una campaña militar específica. Servían aproximadamente durante un año o dos, antes de poder retirarse, tras lo cual recibían una pequeña remuneración que podía servirles de base para poner un puesto en el mercado o comprar nuevas armas y dedicarse a ser mercenarios.

Su otra opción era unirse directamente a las legiones del Imperio durante un período de 10 años. El entrenamiento era infernal y la deserción después de firmar se castigaba con la muerte o algo peor. La vida de un legionario era tan dura, que se solía decir que la propia guerra era su tiempo de descanso. Aun así, esta era la mejor opción de todas, porque el ejército proporcionaba comida, salud y armas de forma gratuita; algo que podía salvar a un hombre desesperado de la miseria. También obtenían una suma moderada que era enviada a sus familias durante este período, a parte de su estipendio.

Pero el principal atractivo, era la oportunidad de empezar un “Cursus honorum”. Si un legionario demostraba ser capaz, obtendría galones o condecoraciones con las que después promocionarse ante los aristócratas y volverse sirviente de una familia rica. En caso de ganar una batalla, recibía una pequeña parte del botín. Y si tenía la fortuna de participar en una conquista exitosa, podía obtener un terreno en las regiones conquistadas más el permiso de quedarse con lo que pudiese saquear, tras la conquista de una ciudad. Por supuesto que esto dependía de que sirviese a las órdenes de un general brillante, así que prácticamente estaba a merced de su comandante. Pero si después de los 10 años decidía continuar siendo legionario y además demostraba tener talento… todo era diferente.

Un legionario veterano tenía más posibilidades de sobrevivir, porque eran agrupados como una élite entre los guerreros y se reservaban para el final de la batalla. Sus estipendios eran mucho mejores y sus familias recibían una pensión suficiente como para iniciar pequeños negocios. Si demostraba dotes de mando y conseguía méritos, entonces podía ser nombrado Decurión, comandante de un escuadrón de 10 hombres. Después podía ser Centurión y comandar a un grupo de 50 a 80 hombres. Los más excepcionales llegaban a Tribuno Militar, el máximo rango al que un plebeyo podía aspirar. Ellos no eran más de 6 por legión y eran fundamentales para su funcionamiento. Por eso participaban en las reuniones estratégicas de sus comandantes, donde podían aprender mucho y hacer contactos importantes. Su autoridad estaba a la altura de un aristócrata de la baja nobleza, al mismo nivel que los Magos Licenciados. Muchos eran adoptados directamente por familias aristócratas, que siempre necesitaban de personas talentosas. Tras 20 años de servicio militar, los legionarios veteranos podían retirarse, entonces recibían tierras y dinero en función del rango que hubiesen obtenido. Además, si habían alcanzado el rango mínimo de centurión, obtenían el privilegio de ser elegibles como funcionarios públicos al servicio de los gobernadores de las ciudades. Eso también significaba que, si sus hijos entraban al ejército, ya no tendrían que empezar como legionarios. Podrían ser tropas al servicio de un caballero o escoltas de los aristócratas. Y si lograban destacar, se convertían en hidalgos, formando parte de la aristocracia inicial. Si sus nietos también continuaban con una exitosa tradición guerrera, podían ser nombrados Caballeros.

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Pero este objetivo, por más brillante que pareciera, resultaba ser un sueño imposible para la mayoría. Solo los mejores obtenían el rango de Centurión, los demás tenían que conformarse con las tierras y el dinero por su servicio. Pero con esos recursos ya podían iniciar negocios. También significaba que poseían la buena reputación de haber luchado fielmente por el Imperio, lo que los libraba de algunos impuestos y les merecía privilegios. Si lo hacían bien y se asociaban con la gente correcta, obtendrían dinero suficiente como para mandar a sus hijos a la Escuela de Guerreros e incluso pagar a un instructor para que se volviesen espadachines.

De este modo los Guerreros eran la base de la pirámide social de las castas guerreras. Sin embargo, muy pocos eran los que deseaban empezar el largo y tortuoso camino de servir en las legiones imperiales después de culminar su servicio inicial. La mayoría elegía servir en las tropas Auxiliares durante dos años, donde obtenían experiencia y algo de dinero, para después dejar el ejército y dedicarse a ser mercenarios o aventureros. Muchos creían que de este modo podían saltarse algunos pasos y hacerse ricos muy rápido, aunque el alto índice de muertes durante las misiones los despertaba rápidamente de esa ilusión.

El principal papel de un Guerrero era luchar en el frente, donde estaba el peligro, y tampoco es que pudiese cumplir otro papel. Pero si conseguían sobrevivir durante el primer año, acababan por volverse combatientes curtidos. Entonces podían terminar siendo aceptados como novatos en un grupo competente o incluso formar sus propios grupos.

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Como era muy raro que un Caballero llegase convertirse en aventurero, eran los guerreros quienes se destacaban por emplear armas diferentes al estoque o el sable. Muchos preferían el Hacha de Guerra, porque era fácil de usar. Otros usaban lanzas o espadas largas. Si habían sido legionarios, entonces tenían un buen dominio del combate con el escudo, ideal para ser guardaespaldas. Aunque estos abundaban más entre los mercenarios y menos entre los Aventureros, que tenían que enfrentarse a bestias mágicas frente a las cuales un escudo no era muy útil.

***

 

 

Sabiendo esto, Han Shuo sólo necesitó darles un vistazo para saber que este grupo de aventureros estaba compuesto por dos Guerreros medianamente experimentados y un Espadachín Veterano. Además contaban con un mago Licenciado y una maga Adepta. Por ultimo había una arquera que pertenecía a la raza élfica.

Se trataba de un grupo bien balanceado que podía considerarse bueno. Pero apenas eran lo bastante fuertes como para merodear por la zona intermedia del Bosque Oscuro y seguramente no sobrevivirían si se adentraban más. La mejor prueba de ello era que la Arpía seguía acechándolo a pesar de la presencia de los recién llegados. Si hubiese entre ellos alguien tan poderosos como un Archimago, que podía levitar, seguramente se hubiese alejado volando a toda velocidad y no se atrevería a volver, hasta estar segura de que Han Shuo se encontraba solo de nuevo.

El Espadachín Veterano dio un paso adelante y habló con sinceridad:

– Mi nombre es Odiseo y estos son mis compañeros. Te debo una disculpa. Habíamos atraído a esta Arpía cerca de aquí para tenderle una emboscada, pero acabó viendo que andabas solo y por eso fue a por ti. Se trata de una Criatura Mágica de Nivel 3 y es bastante jodida de matar. Si está bien contigo, creo deberías viajar con nosotros. Esa Arpía no se atreverá a atacarnos si andamos en grupo. –

Era una propuesta generosa y de buena fe, Han Shuo sonrió un poco al ver su actitud tan franca. Pero al final negó con la cabeza:

– Agradezco tu propuesta, pero debo rehusarme. Parece que ustedes están adentrándose en el Bosque y yo estoy buscando ir a las afueras. Únicamente molestaré, así que es mejor que cada quien siga su camino. –

Al oír su respuesta, los aventureros se mostraron consternados. Entonces la maga Adepta dio un paso adelante y dijo:

– Disculpa, mi nombre es Afrodita. Quizá no sepas cómo son las Arpías, pero una vez que se ensañan con una presa, no se rendirán sin importar lo que ocurra. Si sigues por tu cuenta seguirá atacándote sin descanso. Sólo un Archimago podría matar una con cierta ventaja, he incluso así sería algo peligroso. ¡Creo que deberías quedarte con nosotros, o podrías terminar herido! ¡Quizá incluso mueras! –

El resto de aventureros se apresuraron corroborar las palabras de Afrodita, pero a pesar de todos sus argumentos Han Shuo no dio muestras de querer acompañarlos. No es que fuese arrogante o despreciase sus buenas intenciones, pero los estuvo midiendo desde que llegaron y de inmediato concluyó que, a parte de la arquera elfa, no había nadie entre ellos que pudiese ser una amenaza seria para la Arpía. Incluso la magia de una Adepta resultaría ineficaz contra un oponente que podía alejarse rápidamente a grandes distancias.

Pero en cambio, Han Shuo tenía el Filo Asesino de Demonios, varias ballestas, saetas envenenadas e incluso a su Pequeño Esqueleto, que podía planear hasta cierto punto y moverse a gran velocidad con sus púas. Estaba bastante seguro de que podría lidiar con cualquier ataque de la Arpía y matarla en muy poco tiempo. Por eso prefirió rechazar el ofrecimiento y continuar por su cuenta.

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– Agradezco su preocupación, pero les aseguro que es innecesaria. Puedo ocuparme de este bicho o escaparme en el peor de los casos. – Dijo con una sonrisa amable. Luego caminó hacia la hoguera para recoger sus pescados asados y se retiró sin decir nada más.

Los aventureros estaban desconcertados por esta actitud demasiado indiferente frente a un peligro muy serio. Por dentro se debatían entre el impulso de seguir intentando persuadirlo y no caer en la impertinencia. Finalmente, el espadachín se dirigió al resto con un susurro:

– Vamos a seguirlo a una distancia prudencial. Si tiene un método para enfrentarse a esa Arpía, seguiremos nuestro camino. De lo contraría podremos ayudarlo y evitar que se lo coman. –

-Tú eres el líder. Pero Odiseo, ese joven ya rechazó nuestra ayuda. También debo decir que no me da la sensación de necesitar ayuda. ¿En serio crees que debemos meternos? – Dijo uno de los guerreros con cierto escepticismo.

-Gordon, nosotros atrajimos aquí a esa Arpía y luego la dejamos escapar. Si ese joven muere, será en parte por nuestra culpa. Yo no quiero tener eso en mi conciencia, pero esa es mi opinión, si alguien no está de acuerdo ahora es momento de decirlo. – La respuesta de Odiseo era honesta, sus argumentos contundentes. El grupo lo pensó apenas un instante antes de asentir al mismo tiempo, luego se pusieron en marcha.

***

 

 

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Pasaron cinco minutos en los que la Arpía continuó revoloteando por encima de Han Shuo, hasta que finalmente se convenció de que estaba sólo. Entonces volvió a iniciar su hostigamiento, descendiendo a gran velocidad sobre su cabeza, para de inmediato volver a elevarse rápidamente, hasta perderse de vista entre las nubes.

La paciencia de la bestia era impresionante, pero Han Shuo era incluso más paciente que la Arpía. Aunque sus manos parecían estar vacías, el Filo Asesino de Demonios estaba bien preparado, listo para salir en cualquier momento. También llevaba una ballesta cargada dentro de su Anillo Espacial. En el momento en que la Arpía estuviese dentro de su rango, iba a recibir una serie de ataques letales que ni siquiera una criatura mágica de nivel 3 podría evitar indemne.

Mientras tanto, los seis aventureros seguían vigilándolo a cierta distancia. Han Shuo los había notado desde el principio, pero se dio cuenta de que no tenían malas intenciones y decidió no prestarles atención. En su lugar continuó caminando despacio hacia el Cementerio de la Muerte, como si no pasase nada digno de su interés.

Finalmente, la Arpía comenzó a darse cuenta de que se estaban alejando del territorio intermedio del Bosque Oscuro, que era su territorio de caza. Viendo que no conseguía nada incluso después de provocarlo durante tanto tiempo, llegó a la conclusión de que Han Shuo no representaba un peligro y se preparó para descargar su ataque real. Primero descendió para descargar una buena porción del hedor asqueroso, luego se elevó más alto que otras veces y comenzó a maniobrar para colocarse en un ángulo por encima de la cabeza, donde resultaba difícil que la vieran. Finalmente descendió con sus afiladas garras bien extendidas, para hacerle un terrible corte en la parte superior de la cabeza.

Mientras la Arpía maniobraba, el intenso olor a muerte y putrefacción comenzó a extenderse alrededor de Han Shuo, atacando su nariz con intensidad. Una persona ordinaria ya estaría convulsionando por los mareos, luchando con el intenso deseo por vomitar. Pero Han Shuo estaba acostumbrado a sufrir los dolores físicos y mentales más terribles; también sabía que iban a atacarlo de ese modo. No le costó mucho sobreponerse al hedor en esta ocasión, sin embargo, comenzó a caminar de forma irregular e hizo gestos para pretender estar totalmente indefenso y desorientado. Todo con la intención de atraer a la Arpía.

– ¡Mierda! ¡El tufo le caído directo! ¡Tenemos que salvarlo! – Afrodita era una maga Adepta y había estado usando magia para percibir lo que ocurría. Rápidamente soltó un grito para alertar a sus compañeros, que dejaron su escondite para lanzarse a la carga. La elfa ya tenía el arco preparado y comenzó a arrojar sus flechas desesperadamente.

Para entonces, la Arpía ya se encontraba a unos siete metros del suelo y se precipitaba como un rayo hacia Han Shuo. La fuerza de sus garras se veía magnificada por la vertiginosa velocidad de su caída. En ese momento sería capaz de cortar de lleno a un ser humano con huesos y todo, pero las Arpías preferían comer a sus presas vivas, así que casi nunca optaban por dar una muerte rápida. Sus garras estaban bien dirigidas hacia la cabeza, para aturdirlo con el golpe en vez herirlo con seriedad, e inmovilizarlo después.

Una sonrisa despiadada nació de las comisuras de su boca. Han Shuo continuó balanceándose unos instantes más, pero en el último momento saltó hacia un costado y las garras de la Arpía solo golpearon el aire. Antes de que la criatura pudiera entender lo que había ocurrido o intentase hacer otro movimiento, el Filo Asesino de Demonios de desplazó a toda velocidad emitiendo un destello carmesí. El fuego místico comenzó a carbonizar el cuerpo de la Arpía, desde adentro hacia afuera, con una intensidad y velocidad increíbles.

La criatura lanzó un chillido que se escuchó a kilómetros de distancia, mientras batía sus alas con agonía, en un intento desesperado por alejarse volando. En ese instante Han Shuo extrajo su ballesta y le disparó sin piedad, perforando su fino cuello de mujer.

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El intenso dolor que sufrió por las quemaduras internas la hizo incapaz de estabilizarse. Nunca tuvo oportunidad de esquivar ese segundo ataque letal. El impacto del virote a corta distancia fue tan fuerte, que la envió volando hacia atrás con la cabeza volteada, hasta que se desplomó en el suelo.

Andrés, uno de los guerreros del grupo, era más rápido que el resto y tenía entre sus armas una lanza especial que preparó de antemano. Su plan era utilizarla para mantener a la Arpía alejada mientras sus compañeros auxiliaban a Han Shuo, así que cargó a toda velocidad adelantándose a todos, pero cuando llegó se dio con la sorpresa de que la Arpía ya estaba agonizando en el suelo. No pudo evitar soltar una exclamación de sorpresa, incapaz de creer lo que veía.

El resto de aventureros se detuvo a medio correr, mientras bajaban sus armas y cancelaban sus conjuros. Se quedaron mirando a la criatura, que convulsionaba por última vez antes de morir. El asombro se reflejaba en todos sus rostros.

El Filo Asesino de Demonios sobresalía en las estocadas rápidas. Su punta había atravesado la carne de la Arpía con precisión y permitió que el poder del Fuego Glacial Místico penetrase sin problemas. Los órganos vitales se rostizaron en segundos y un intenso olor a quemado se sobrepuso al hedor a putrefacción, no hubo forma en que pudiese sobrevivir. Han Shuo solo le disparó el virote para matarla más rápido y terminar con el escándalo inevitable.

“Esto te pasa por arruinarme el almuerzo, pajarraco de mierda.” Pensó sin un ápice de piedad. Luego se sacudió un poco el polvo de las ropas y se acercó al cadáver para comenzar a desollarlo. Tuvo que contener bastante la respiración, pero el Filo Asesino de Demonios ya había abierto un agujero, así que no le tomó mucho tiempo extraer el núcleo mágico. Luego decidió cortarle ambas patas para poder vender las garras y las guardó.

En general una Criatura Mágica de nivel 3 no era un oponente fácil de manejar, de otro modo un grupo de seis aventuraremos podría matarla sin tener que recurrir a elaboradas trampas. Pero las Arpías dependían demasiado del impacto de su hedor y su velocidad en el aire. Ambas eran ventajas notables, pero eran totalmente ineficaces en contra de Han Shuo, para quien no fue más que un gran objetivo para tiro al blanco. Además, el Filo Asesino de Demonios era un arma terrible que podía moverse por el aire a gran velocidad, de acuerdo a sus deseos. La Arpía nunca tuvo oportunidad.

– ¡Guau! ¡Te la cargaste en un instante! Eres bastante fuerte, amigo. Parece que nos preocupamos para nada. – Para entonces Odiseo llegó junto a él y sonrió con ganas mientras le felicitaba.

Si bien los aventureros no llegaron a ser de ayuda, Han Shuo había estado vigilándolos con los Demonios Originales. Los escuchó conversar, tomó nota de sus métodos y forma de proceder. Al final se convenció de que eran un jóvenes bastante decentes, valientes y correctos. Así que cuando Odiseo le habló con tanta efusividad, no pudo evitar sonreír en respuesta:

– Para nada. Sucede que mi nariz no funciona muy bien y el hedor no me afectó demasiado. Creo que un Espadachín como tú sería un oponente más difícil. –

-Je je, eres bastante humilde. Pero agradezco el halago. – Odiseo no creyó esa excusa ni por un momento, pero respondió por educación.

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-Líder, ya que el amigo no está en peligro, será mejor que nos pongamos en movimiento. Hay que aprovechar la luz del día y tendremos que adentrarnos más lejos en el territorio intermedio. Al menos si queremos tener alguna oportunidad de encontrar el Fruto e Dragmar. -Dijo el Guerrero Gordon, mientras se acercaba ya más tranquilo.

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-Siempre y cuando esa dichosa cosa realmente exista. Yo nunca he escuchado a ninguno de mis maestros hablar de un fruto con forma de cerebro humano. ¡Y creo que eso sería digno de mención! ¿no es así? – Afrodita intervino con un suspiro, mientras recordaba sus días como estudiante.

Han Shuo había estado a punto de despedirse para seguir su camino, cuando escuchó las palabras de la maga y se quedó quieto mientras meditaba en su significado. Entonces se dio la vuelta y preguntó:

-Disculpa ¿mencionaste un fruto con forma de cerebro humano? ¡Eso sería un elemento bastante sorprendente! ¿Pueden decirme algo al respecto, si no es molestia? –

Afrodita sonrió de manera amistosa y señaló a Odiseo:

-Si quieres saber, es mejor que lo oigas de nuestro ilustre líder. Él es el que conoce todo al respecto. –

-No es que “conozca todo al respecto”. Solamente escuché la leyenda. – Respondió Odiseo con una sonrisa sencilla: – Según lo que me dijeron, existió un terrible demonio llamado Dragmar que disfrutaba comiendo los cerebros de la raza de los Hombres. En algún momento fue destruido y su cadáver enterrado. Pero sobre su tumba comenzó a crecer un árbol que da las frutas más extrañas. Tienen el tamaño de un puño, muchas venas marrones que surcan su superficie… en fin, parece un cerebro humano reducido. Bastante tétrico ¿verdad? Resulta que el Fruto de Dragmar tiene increíbles propiedades mágicas. Se supone que los mejores alquimistas pueden refinarlo para crear medicamentos muy valiosos. El problema es que hubo personas que se confundieron y cometieron el error de comerse el fruto directamente. Todos ellos se volvieron locos sin remedio, pero aun así sigue atrayendo a muchos. Hace unos días alguien dejó una solicitud en donde ofrecían una buena remuneración por un fruto de Dragmar. Así que pensé en probar nuestra suerte. –

Al oír esto, Han Shuo sonrió por dentro. En los recuerdos de Chu Cang Lan había estudios referentes a una “Divina Fruta de Enkéfalos”, que tenía el poder de aumentar el desarrollo del cerebro humano a la fuerza. En una persona normal, el efecto inevitable era la locura, pero para un mago demoníaco en pleno proceso de dominar el Reino del Espíritu Moldeado… esta Fruta de Enkéfalos se convertía en un excelente potenciador que aumentaría a raudales su velocidad de entrenamiento.

El único motivo por el que no había pensado en intentar esto desde un principio, era porque asumió que la Fruta de Enkéfalos no podía existir en este mundo. Pero la descripción de Odiseo correspondía casi perfectamente.

Era imposible resistir la tentación de adquirir este elemento, así que Han Shuo no lo pensó más. Y cuando Odiseo hizo una pausa en su explicación, le preguntó directamente:

– Me interesa mucho lo que dices. ¿Podría unirme a tu búsqueda del Fruto de Dragmar? –

Odiseo y sus compañeros no se esperaban esta propuesta y se quedaron mirándolo sorprendidos, sin saber muy bien qué decir.

 

 

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Hola a todos, soy Acabcor de Perú. Donde puedes encontrar casi todos los climas del planeta.

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Buenas a todos. Entre el trabajo y otras cosas casi no hay tiempo de traducir. Además ya habrán notado muchos cambios en este capítulo. Para empezar el título original es Fruto de Dagmar, pero ese es un apellido de una actriz famosa y no me pareció apropiado. Otro cambio importante han sido las explicaciones de los caballeros. La versión original decía que los magos llevaban varitas mágicas cosidas en sus hombros, los caballeros pequeños caballitos, los espadachines espaditas y… ¡recontra ñoño! ¡Pierden credibilidad!

La verdad es que hay muchas cosas en la novela que no son claras, como la diferencia entre espadachines y guerreros. Por un lado, dicen que los espadachines son algo serio y bastante escaso. Pero después parece que todo el mundo y su perro son espadachines por donde quiera que pasa la acción.

Por eso decidí crear un contexto más claro que explicase mejor las diferencias entre los espadachines, guerreros y caballeros. También agregué esto del ejército para justificar la existencia de tantos aventureros con diferentes niveles de habilidad. Era necesario para poder imaginar un mundo con distintas clases de combatientes de menor o mayor habilidad. Más adelante podremos entender con mayor facilidad por qué hay espadachines tan poderosos que superan a algunos caballeros gracias a esto.

Es una gran modificación, es cierto. Pero yo estoy leyendo la novela en inglés conforme sale y creo que ayudará más a llenar los vacíos sin intervenir con el desarrollo de la trama que el autor quiere. Eso para mí es la principal prioridad. Les recuerdo que todas mis modificaciones se hacen únicamente en áreas donde el propio autor no fue específico o faltó clarificar. Si cambio un nombre, es porque el personaje no es importante. Si cambio una descripción, es porque ese punto no quedó claro o se contradecía con el resto de la historia.

Un problema que siempre tengo con las novelas chinas son los términos que usan para describir los países. El mejor ejemplo es el uso de la palabra Imperio. Un “Imperio” es para nosotros cuando un país dirige no solo a sus propios ciudadanos o habitantes, sino que además les da órdenes a los gobernantes de otros países. Por ejemplo: Inglaterra es un imperio, porque además de su propio territorio, comanda a la gente de las islas Malvinas o el peñón de Gibraltar. Japón es un imperio, porque la isla de Okinawa no se considera japonesa, pero sigue las políticas de los japoneses.


Roma era EL imperio, pues como todos sabemos tenía a varios reinos y repúblicas sometidas a su autoridad, que le pagaban tributos, iban a la guerra cuando los llamaban, etc. Entonces un emperador es el “Rey de Reyes”.

Pero en las novelas chinas hay países del tamaño de un distrito que se llaman “Imperio viento azul” “Imperio yong han” ¡Hay como 80 imperios del tamaño de una ciudad, que está dentro de otros imperios un poco más grandes! Y eso… es imposible, porque si un imperio obedece a otro
¡entonces ya no es un imperio! Un imperio es el que domina, no el dominado. Pero les juro que los chinos parece que necesitan tener un mínimo de 50 imperios en sus escenarios.

Eso es confuso para mí. Pero supongo que tendrá su razón de ser para los chinos. Sin embargo, yo soy un buen occidental y creo que nuestra lógica es mejor, así que prefiero aplicarla.

Bueno el resto de cambios no son tan grandes, unos diálogos mejores, quité la redundancia, etc. Ya conocen mi cantaleta.

Bueno eso es todo. Saludos como siempre a todos los lectores que amablemente siguen esta traducción.

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